No tiene mucho de que preocuparse Miguel de la Madrid, si es que su “senilidad prematura” (enfermedad que le atribuyen sus hijos) aún se lo permite, puesto que en unas cuantas semanas pocos recordarán lo acontecido con la famosa entrevista en la que acusa a Salinas de corrupción y vínculos con el narcotráfico.
Y así será por que la memoria de la llamada opinión pública es, sabemos bien, de corta duración. Todo político lo sabe: basta desaparecer del radar por un periodo de tiempo proporcional a la gravedad del problema para que todos los pecados sean perdonados.
La influenza, por ejemplo, qué ocupo las primeras planas de todo periódico y las notas principales de cualquier noticiero, es ahora solo un recuerdo de cuando la humanidad pudo desaparecer. Y quizá nadie se acordaría ya de ella, de no ser por que el malo de la película ha salido de nuevo desde su isla caribeña para acusar al heroico gobierno mexicano de ocultar la información de la enfermedad, puesto que el paladín de la democracia visitaría tierras mexicanas en esas fechas.
Los casos sobran: el gobierno del estado de Oaxaca utilizó la fuerza pública para disolver una manifestación de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). A los enfrentamientos se sumó después el Ejército Federal para convertir el centro de la ciudad en una zona de guerra. Las presiones para declarar al estado ingobernable y destituir a Ulises Ruiz, del PRI, no fueron pocas.
En Puebla, el famosísimo Mario Marín, del PRI también, protagonizó uno de los escándalos mas entretenidos de la década: las acusaciones de pederastia en su contra por poco le llevan a renunciar al cargo.
Y lo curioso del asunto es que el PRI al año siguiente ganó en Oaxaca 25 diputaciones locales, el carro completo. En Puebla, en 2007 también, el PRO ganaría 25 de 26 distritos.
Otro más: es más que seguro ver a López Obrador empezar a moverse en los próximos años con miras al 2012. Pocos recordarán ya el bloqueo a Reforma y aquellas frases famosas que tanto le costaron en el fatídico 2006.
En fin, no es por supuesto un problema tan sólo de la ciudadanía ni es responsabilidad absoluta de esta: sabemos bien que los medios de comunicación manejan una agenda que no necesariamente responde a los intereses sociales. El problema está en que discutimos lo que quieren que discutamos, para pasar por alto lo que así convenga.
Y así será por que la memoria de la llamada opinión pública es, sabemos bien, de corta duración. Todo político lo sabe: basta desaparecer del radar por un periodo de tiempo proporcional a la gravedad del problema para que todos los pecados sean perdonados.
La influenza, por ejemplo, qué ocupo las primeras planas de todo periódico y las notas principales de cualquier noticiero, es ahora solo un recuerdo de cuando la humanidad pudo desaparecer. Y quizá nadie se acordaría ya de ella, de no ser por que el malo de la película ha salido de nuevo desde su isla caribeña para acusar al heroico gobierno mexicano de ocultar la información de la enfermedad, puesto que el paladín de la democracia visitaría tierras mexicanas en esas fechas.
Los casos sobran: el gobierno del estado de Oaxaca utilizó la fuerza pública para disolver una manifestación de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). A los enfrentamientos se sumó después el Ejército Federal para convertir el centro de la ciudad en una zona de guerra. Las presiones para declarar al estado ingobernable y destituir a Ulises Ruiz, del PRI, no fueron pocas.
En Puebla, el famosísimo Mario Marín, del PRI también, protagonizó uno de los escándalos mas entretenidos de la década: las acusaciones de pederastia en su contra por poco le llevan a renunciar al cargo.
Y lo curioso del asunto es que el PRI al año siguiente ganó en Oaxaca 25 diputaciones locales, el carro completo. En Puebla, en 2007 también, el PRO ganaría 25 de 26 distritos.
Otro más: es más que seguro ver a López Obrador empezar a moverse en los próximos años con miras al 2012. Pocos recordarán ya el bloqueo a Reforma y aquellas frases famosas que tanto le costaron en el fatídico 2006.
En fin, no es por supuesto un problema tan sólo de la ciudadanía ni es responsabilidad absoluta de esta: sabemos bien que los medios de comunicación manejan una agenda que no necesariamente responde a los intereses sociales. El problema está en que discutimos lo que quieren que discutamos, para pasar por alto lo que así convenga.
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