lunes, 28 de octubre de 2013

Deliberaciones en torno al Estado: Marx contraataca (primera parte)

No suelo extender palabras de agradecimiento. Me parece un protocolo obtuso e innecesario. Pero acaso esta ocasión sí lo amerite. Y con absoluto sentido de gratitud agradézcole a Camilo González, politólogo cortazariano, la respuesta al artículo “Estado y represión” que La Jornada tuvo el gesto de publicarnos (http://lavoznet.blogspot.mx/2013/10/estado-y-represion.html), y su puntual tratamiento de un tema tan crucial en el marco de la discusión política contemporánea, máxime en el contexto de la crisis ideológica que atraviesan los poderes constituidos. Sírvase el presente a modo de contra respuesta a “Una reflexión más sobre el Estado” de C. González (http://lavoznet.blogspot.mx/2013/10/una-reflexion-mas-sobre-el-estado.html). También con dedicación afectuosa a los no tan ilustres Almond y Verba, cándidos politólogos con circenses aspiraciones teórico-weberianas. ¡A su salud! 

Un par de glosas marginales antes de introducirnos en los grisáceos terrenos de la teoría. Primero, se alcanza a advertir una cierta preocupación en nuestro interlocutor, que curiosamente no pocos politólogos comparten, en relación con la pertinencia de la ciencia política como horizonte epistemológico: cabe indicar, con fines alentadores e ilustrativos, que el Estado no es el único objeto de estudio de la ciencia política. Norbert Lechner, el autor referencial de “Una reflexión más…”, está más ocupado con la revalidación del Estado como figura histórica imperecedera, precisamente porque a los politólogos se les ha cultivado la falsaria idea de que el Estado constituye su objeto único e irremplazable de estudio. Para empezar, los estudios politológicos ni siquiera han conseguido el tan cacareado objetivo toral: a saber, aprender o aprehender la naturaleza o condición del Estado. Pero ellos (nosotros –lo confieso no sin amargura–) no tienen la responsabilidad de que la política reclamara para sí una cuota de autonomía frente a las otras disciplinas que conforman el campo de las ciencias sociales. Es el resultado de un largo proceso de especialización, y de una jugarreta política cuyo propósito era separar Estado y Mercado e independizar ciencia política y economía, con el fin de derribar toda aspiración de análisis auténticamente crítico. De esta forma, la Economía Política, o más bien, la Crítica de la Economía Política (Ciencia Crítica), degeneró y se ramificó en una serie de subdisciplinas chapuceras (cultura política, política económica, microeconomía, macroeconomía etc.), comprendidas en dos grandes campos disciplinarios: Ciencia Política y Administración Pública, y Ciencia de la Economía o Economía a secas. Así se las truenan las seudociencias liberales. 

Vale decir: El politólogo de formación a menudo tiene problemas para acercarse sin rencoroso prejuicio a la obra de Marx. Y es tan sólo natural: una lectura somera de este autor, conduce a pensar que su obra es una suerte de teorización en torno a la defunción de la política (o en su defecto del Estado). No pocos interpretan mecánicamente aquella premisa marxiana que sugiere que con la desaparición del Estado burgués desaparece también la política. Pero no hay necesidad de tanto brinco estando el suelo tan parejo. Adviértase que Marx concibe la política como conflicto y voluntad, esto es (acaso simplificando un poco su noción), como disputa por el predominio de clase (“El principio de la política es la voluntad” –Marx). En el Marx filósofo, es decir, el Marx joven (de acuerdo con la distinción teóricamente pertinente que señala Althusser), se asoman visos de su formación hegeliana. En esta etapa de la generalidad ideológica, Marx aún se ciñe a la dicotomía platónica “mundo del ser verdadero-mundo de la apariencia”; e interpreta el derrocamiento del Estado burgués (mundo de la apariencia) como la superación definitiva del hombre alienado y/o el conflicto o la política (mundo del ser verdadero). Pero esta concepción metafísica de la historia (separación realidad-ideal), es la única superación definitiva que se le puede atribuir a Marx. El Marx científico, esto es, el Marx maduro, efectivamente supera esta falsa noción de la historia: la dialéctica marxiana muta, y vence el sentido histórico apriorístico-destinal. Nace la noción de la sobredeterminación, la no-direccionalidad de la historia, y el reconocimiento del conflicto o la política como fenómeno innato a las sociedades humanas. Por eso Marx decreta (o descubre) la obligatoriedad de un Estado socialista, cuya condición no es la expiración de la política, sino la inauguración de una nueva o una otra política –aquella del predominio de la clase trabajadora, en relación con una inferioridad cualitativa-numérica de la clase capitalista. Acá la política muta sustantiva o esencialmente, no se supera ni desaparece nunca. 

Segundo, al final nuestro interlocutor se confiesa atascado en un callejón sin salida: por un lado, lamenta la improcedencia de su “anarquismo” (léase anti-estatismo); y por otro, preocúpale el parentesco entre “el palabrerío liberal de los últimos tiempos”, que también insiste en la necesidad de “erradicar los males del Estado”, y la “bandera de la transformación del Estado”, a cuya conclusión llega C. González. Pero aquí cabe remitirse a Marx para salir del atolladero. La cuestión sencillamente radica en una distinción elemental, que a menudo escapa al análisis liberal o marxista-liberal (¡que novedad!): aquella de la forma y la esencia. Marx escribe: “El Estado no encontrará nunca la causa de las dolencias sociales en el Estado y la organización social… Allí donde existen partidos políticos, cada uno encuentra la razón de todos los males en el hecho de que es su adversario y no él quien se encuentra al timón del Estado. Incluso los políticos radicales y revolucionarios buscan la causa del mal no en la esencia del Estado sino en una forma concreta de Estado, que es lo que quieren sustituir por otra forma…” 

En suma, la preocupación de nuestro interlocutor (no así el de Lechner) es sólo coyuntural (predominio actual del “palabrerío liberal”), nunca teórica, pues cabe sostener que el “palabrerío liberal de los últimos tiempos” –ceñido a narrativas esotéricas– sólo se propone sustituir la forma actual del Estado por otra forma (“erradicación de sus males como la corrupción (?), el fin del compadrazgo (?) y el coyotaje (?), así como la descentralización efectiva del federalismo (?), el uso transparente de los recursos públicos (?), la profesionalización de las elecciones locales (?)…”), mientras “la lucha socialista” persigue no la aniquilación ni la sustitución de la forma, sino la transformación efectiva de la esencia del Estado. 

Esta interpretación requiere, no obstante, una lectura profunda, exhaustiva de Marx, y no un repaso superficial de su obra (¿Lechner?)… Louis Althusser alguna vez hizo una sugerencia en relación con los escritos de Lenin, que bien puede aplicarse a la lectura de Marx: a saber, que los textos deben tomarse “no en su apariencia sino en su esencia, no en la apariencia de su 'pluralismo', sino en la significación profundamente teórica de esta apariencia”.

viernes, 25 de octubre de 2013

Una reflexión más sobre el Estado

Camilo González

Para Gabriel Almond y Sidney Verba 

Agregando una a las múltiples nociones de Estado con que Arsinoé Orihuela tuvo a bien ilustrarnos en su columna de la semana pasada (http://bit.ly/GYXCnA) me gustaría trasladar aquí una cita de Norbert Lechner, sobre el reduccionismo economicista en Marx, “que en sus conclusiones llega a reducir la lucha por desmontar las relaciones de dominación social a una lucha por controlar el proceso económico.” [...] “Vale decir, el 'hombre socializado' de Marx opera como una razón objetiva similar a la 'mano invisible' de Smith o la 'voluntad general' de Rousseau. Suponiendo una identidad de intereses prefijada, evitan interrogarse acerca de su constitución histórica. Las relaciones de poder (cómo son generadas y lo que producen) no son tematizadas. 

“La ausencia de toda referencia a una sociedad dividida y, por ende, a la política en la reflexión de Marx sobre la sociedad futura, condiciona el posterior pensamiento socialista y dificulta el actual debate sobre socialismo y democracia. En contra de un enfoque reduccionista falta recuperar primero un concepto de lo político a fin de poder problematizar la democracia.” La emancipación necesita del control social de las condiciones de vida. Por lo mismo, esta necesidad es “más y menos que un control sobre 'el intercambio de materias con la naturaleza'. Es más en cuanto implicaría una disposición sobre los hombres particulares; la particularidad individual no puede ser regulada a la manera de una planificación económica.” Esto por supuesto que no significa la erradicación de la diversidad, sino su realización. “Y esta diversidad exige la política, o sea, la determinación (conflictiva) de un referente trascendental por medio del cual los hombres pueden reconocerse unos a otros en su diversidad.” 

Sigue Lechner: “aun superadas las relaciones capitalistas de producción, seguirá subsistiendo un 'reino de la necesidad'. Es decir, habrá relaciones mercantiles y aunque se trate de una división voluntaria del trabajo, no son relaciones sociales directas. Mientras exista un 'reino de la necesidad' existe una sociedad dividida y toda división social implica una mediación. Vale decir, incluso si consideráramos solamente las relaciones (no capitalistas) de producción, un modo de producción comunista, la falta de relaciones sociales directas exige una representación del trabajo colectivo. “Tal representación o mediación de la sociedad consigo misma no está vinculada lógicamente a ninguna forma específica. Históricamente es la forma de Estado.” 

De esta manera, se justifica que existió Estado en las sociedades originarias y lo existió en todas las sociedades modernas anteriores al capitalismo. Y como el mismo Lechner lo plantea, lo existirá superada la forma de producción capitalista. Esto nos devuelve a la crisis actual del modo de producción de la economía mundo capitalista. 

En otras palabras, el concepto que se sugiere es el de crisis. En un momento de incertidumbre, como lo puede ser el paso de una sociedad capitalista a una socialista, en la que la organización de las actividades del Estado no estén regidas por las clases dominantes, sino que incorporen de manera correcta a todos los miembros de una sociedad, y que todos los intereses estén representados en el gobierno, la parte material del Estado. 

La otra parte sería la forma del Estado. Continúa Lechner: “el Estado controla, el Estado crece, el Estado articula... (como decimos que el oro sube o que el cobre baja). En realidad, el Estado aparece como símbolo de determinada burocracia gubernamental: ella afirma, interviene... Pero el lenguaje traiciona: el Estado aparece como lo que es -es un sujeto dotado de vida propia-. No se trata de una simple metáfora. El Estado se independiza de las voluntades políticas. 

“La forma de Estado condensa las luchas (divisiones) en la sociedad, cristalizando, por así decir, el sentido de las relaciones existentes. Condensación de la verdad o el sentido del orden que produjeron las luchas de poder. Siendo una exteriorización coextensiva a la sociedad, la forma de Estado no está al margen de las relaciones de dominación y explotación. La forma de Estado es 'representativa' del conjunto de las relaciones sociales de producción (en el sentido lato de producción de las condiciones de vida en y de la sociedad).” 

Esto nos lleva a pensar que el Estado está conformado, al mismo momento, por los intereses de la clase dominante como su plataforma principal y por los intereses del resto de la sociedad que conforma al Estado, aunque de una manera no dominante, para no decir lumpenizada. 

Por ende, la lucha socialista no debe tener la bandera de la aniquilación -por más que le duela a mi anarquismo- sino la de la transformación (?) del Estado, pero esto nos lleva a la erradicación de sus males como la corrupción (?), el fin del compadrazgo (?) y el coyotaje (?), así como la descentralización efectiva del federalismo (?), el uso transparente de los recursos públicos (?), la profesionalización de las elecciones locales (?), la transformación a un régimen parlamentarista (?), la reelección (?), la elección libre y democrática de nuestros representantes (?), la calidad de la democracia (?), la cultura política de nuestra sociedad y todo el resto del palabrerío liberal de los últimos tiempos que no logro entender hacia dónde quiere llevarnos si está cayendo al precipicio.

domingo, 20 de octubre de 2013

Si la selección califica al mundial… México pierde

El más penoso de los escenarios se consumó: el más odiado de los rivales –EE.UU– puso a México en la instancia de repesca, apuntalando su paternidad en la región. La eliminación habría sido infinitamente más honrosa. 

Todavía ni arranca esta columna, y ya con el sólo título se alcanzan a escuchar las hipnotizadas e histéricas objeciones de esa afición palera que confunde respaldo con vulgar complacencia, honor nacional con patrioterismo chiclero, decoro deportivo con el rigor del pírrico “haiga sido como haiga sido”. Precisamente a esos que apoyan “incondicionalmente” a ese estercolero inmundo llamado “selección nacional”, dedícoles la siguiente reflexión. 

No se puede seguir sosteniendo que el futbol es un mero deporte. Este argumento es anacrónico. Su naturaleza excede el marco de lo que constituye una actividad estrictamente atlética-física cuya práctica involucre reglas con aplicabilidad en un campo determinado. El futbol institucionalizado sobrepasa monstruosamente este campo reglamentario. No pocos despistados insisten en acotar el radio de influencia del futbol, señalando con desconocimiento de causa que se trata tan solo de un “juego”. Otros, acaso con un criterio más incisivo, aunque todavía ceñidos a una noción fragmentaria, advierten la función “distractora” que desempeña el futbol. Y aunque estos dos matices refieren a aspectos inherentes al balompié, seguimos circulando en un terreno infértil para el análisis. Así que cabe acá referir a las aristas que a menudo se ignoran, y que a nuestro juicio constituyen el núcleo duro e íntimo del futbol: a saber, la prensa, la cultura, la política, los negocios sucios. 

El tema se antoja obligado. No solo por la terca condición de aficionado masoquista que me acecha, a la manera de una sombra non grata. Sino especialmente por la dimensión del fenómeno que nos ocupa, y su estrecha relación con los asuntos de vital importancia para el país. 


Prensa vendida: los merolicos del atraso psicológico 

Después de aquel no tan lejano y lacrimoso 0-0 frente a Estados Unidos, se concedió un artículo al tema de la “selección nacional”. Recupero la introducción de aquella tentativa de advertencia: “Fidel Castro, el celebérrimo leviatán en vías de retiro, a menudo decía que el subdesarrollo era principalmente un problema de orden psicológico. Que un pueblo excusa sus descalabros alegando la intervención de fuerzas exógenas malintencionadas, o bien, desestimando la capacidad o tesón de sus congéneres nacionales… En concordancia con el teorema sociopsicológico enunciado agudamente por Fidel Castro, y ceñido al capricho de dirigentes parasitarios, el futbol mexicano tropieza casi con severidad religiosa con el más deshonroso de los mandatos: Encontrar para todo fracaso un chivo expiatorio: el secreto para ganar dinero con el fútbol, sin jugar al fútbol (Valdano)”. (Véase la nota completa http://lavoznet.blogspot.mx/2013/05/ganar-dinero-con-el-futbol-sin-jugar-al.html). 

Ya entonces se advertía la intencionalidad manipulativa de la prensa, que litúrgicamente se ciñe a narrativas análogas a las que utiliza para denostar a los movimientos populares en la antesala de su aplastamiento: a saber: traiciones, intrigas conspirativas, intervenciones extranjeras, motivaciones antinacionales etc., etc. 

El problema nunca es estructural. Se admite toda clase de metarrelatos. Pero nunca se reconoce públicamente el problema auténtico, el fondo misterioso del asunto. Expeditamente encuentran “para todo fracaso un chivo expiatorio”. Llama la atención la cantidad de “temas de discusión” que ocuparon monopólicamente los espacios de la prensa deportiva, especialmente en los últimos meses de accidentado (¡vergonzoso!) trecho clasificatorio: el “fuera Chepo” que conservaba incólume la credibilidad de sus infames superiores (Azcárraga, Salinas Pliego, Slim); la supuesta falta de compromiso de los jugadores “europeos” (especulando con las llagas del inconsciente nacional, endilgándoles el rótulo de “malinchistas”); la cacareada “traición” de Vela u Ochoa (otra cuota de mítico malinchismo); el vomitivo discurso acerca de una supuesta “soberbia” (¡sic!) de los mexicanos frente a los rivales del área (en este melodrama es más rentable la falsa pretensión de superioridad que el mito del complejo de inferioridad); la baja futbolística del “Chicharito” Hernández, otrora ídolo indisputado, ahora objeto de un disparatado linchamiento mediático (nótese la ingratitud de la rabiosa e ignorante seudo afición mexicana); la inverosímil trama de un compló o arreglo entre Panamá, Honduras y la FIFA para dejar a México fuera de la justa mundialista (la eterna ficción de la conspiración foránea)… Y así hasta la hipertrofia. 


Ficción futbol, política ficción 

En esta trama de chivos expiatorios, tan rentable para los sátrapas que administran la selección nacional en función de un interés teledramático (no es fortuita la incursión del impresentable Layún), se ignoran protocolariamente las querellas políticas intestinas, tan ilustrativas de los criterios e intereses que rigen los destinos de la selección. 

Se sabe que tras la derrota contra Honduras en el Azteca, Azcárraga Jean solicitó a Justino Compeán el traslado inmediato de José Manuel de la Torre al domicilio de nuestro lacayuno directivo. El “Chepo” fue recibido con una llamada telefónica de los altos mandos televisivos. Según narran algunas notas periodísticas, el ahora ex entrenador nacional fue destituido en ese momento por Emilio Azcárraga, pero no sin antes dirigir un patético reproche al “tigrito menor”. Se dice que de la Torre espetó: “¡Pero si yo metí a todos los jugadores que ustedes me indicaron!”… 

Tras el cese de José Manuel de la Torre, las facciones “Carso” y “Cemex” incrementaron sus votos en los órganos decisores de la Femexfut. El nombramiento de Vucetich fue un común acuerdo entre los dueños de los clubes, en cuya negociación se establecieron las cuotas para el reparto de “posiciones” en las alineaciones del Tri (ahora rebautizado como “The Three”). Accionista mayoritario de León y Pachuca, Grupo Carso habría conseguido la incorporación de Rafa Márquez, Johnny Magallón, Luis Montes y Carlos Peña. Por otra parte, Cemex, propietaria del club Tigres, habría amarrado la convocatoria de Jorge Torres Nilo, Lucas Lobos y Hugo Ayala. Acuerdos en lo oscurito que naturalmente priorizan una sola cosa: el interés comercial faccioso. 

Hermanados por la avidez de lucro, la miopía, la mediocridad, los dirigentes de pantalón largo e ideas cortas, encarnan el epítome del parasitismo empresarial, el guracherismo e incompetencia de los juniores y yuppies que por decreto o imposición se autoconfirieron el manejo de todas las esferas gubernativas, empresariales, artísticas, deportivas. Fueron estos hombres (de la caverna) los que interesadamente trasladaron el honor nacional al rectángulo verde, eviscerando de todo sentido de honor la defensa de nuestros derechos políticos. E idiotizando a todo un pueblo con un espectáculo circense cuyo único aspecto valioso –el deportivo– es empecinadamente atropellado, degradado. 

Y ahora amagan con premiarse los eunucos. La solución que proponen para salir de la crisis deportiva consiste en desintegrar el remedo de selección e investir al remedo de equipo azulcrema con la playera verde. El sueño húmedo de Azcárraga: la conversión de las gallinas en tricolores. ¡Viva el rey!


Las voces de los miserables 

Tras el desafortunado gol de Estados Unidos que rescató a las televisoras de la hecatombe financiera, Christian Martinoli, el “Laura Bozzo” de la cartelera deportiva, se desgañitó en insultos contra los futbolistas mexicanos, no sin antes celebrar con paroxismo palafrenero la hazaña de los norteamericanos. Especialista en crucificar a subalternos y salvaguardar la honra de los amos, el rastrero gallito de Salinas Pliego entonó exaltadamente una “oda al desgraciado”: “Ustedes los que están de verde…. Que les quede claro toda su vida…. Ustedes no nos meten a la copa… No ustedes y su soberbia… No ustedes y su petardos. Ustedes no hacen nada. No ustedes y su infamia…” 

viernes, 18 de octubre de 2013

La violencia social, el anarquismo y el chupacabras



La ofensiva mediática contra el anarquismo pretende ocultar que la violencia social en México es un problema estructural y no consecuencia de las acciones de grupos juveniles que, frente al autismo gubernamental reivindican la acción directa. Ahora resulta que la verdadera amenaza a la paz social no proviene de las relaciones sociales de producción, del narcotráfico, de la desposesión sistemática, de la impunidad para depredar el medio ambiente por parte de las corporaciones internacionales sino de los manifestantes encapuchados y vestidos de negro. Al igual que en los tiempos en que Carlos Salinas encaraba su mayor derrota política, cuando apareció en los medios la historia del chupacabras, ese monstruo inventado por los medios para desviar la atención y minimizar el daño político del salinismo, hoy se pretende actualizar la táctica pero con los anarquistas.

¿Cuáles son las causas profundas de la violencia social que vivimos las y los mexicanos de hoy? Sin pretender agotar la cuestión creo que habría que mirar hacia enorme dependencia económica de México, materializada en el TLCAN, lo que ha empobrecido enormemente a la mayoría de la población gracias al incremento en el saqueo de recursos naturales y humanas. Pero además, el sometimiento económico ha generado un sometimiento político extraordinario, nunca visto en el país, ni siquiera en los tiempos de Miguel Alemán Valdéz (Mr. Amigo como le llamaban sus patrones). Este sometimiento ha conducido a nuestros gobernantes en turno a militarizar el país -imitando el Plan Colombia diseñado en el Pentágono ya imponer a rajatabla una serie de reformas que aumenta la pobreza y la marginación. Los únicos que ganan con el ejército en las calles son los fabricantes de armas y los políticos de Washington, que cada vez más se involucra directamente en labores de seguridad en nuestro país y de paso espía a medio mundo, tenga o no tenga que ver con actividades ilícitas, como un instrumento de control social, tan de moda desde la caída de la torres gemelas en Nueva York. 

La militarización impulsada por el gobierno de Calderón amplió la violencia social que sufrimos y tiene un doble propósito: mantener un clima de terror que facilite la embestida contra los derechos de los trabajadores y de la sociedad en su conjunto así como darle una razón de ser al un estado cada vez más orientado a mantener el orden para facilitar el saqueo de los recursos naturales. En todo caso, habrá que insistir en el hecho de que el ejército esté en las calles no es el origen de la violencia aunque es evidente que la ha magnificado. 

En la esfera de la política, el debilitamiento de las instituciones del estado y su pérdida de legitimidad frente a la ciudadanía no parecen ser un mal menor, pues provocan la polarización de los actores políticos pero sobre todo por la pérdida paulatina del derecho a un trabajo bien remunerado, a recibir educación, salud, vivienda, etcétera. La desaparición de fuentes de trabajo por decreto o por quiebras amañadas son el pan de cada día y la protesta social es criminalizada en un contexto de violencia cotidiana. Las reformas de hoy están diseñadas para favorecer a los dueños del dinero y sus representantes políticos sin ambages. Las protestas sociales que han generado son vistas desde el poder, más como ingratitud de la población hacia sus gobernantes que sólo piensan en su bienestar que como un acto de dignidad.

La crisis sistémica de la economía mundial ha agudizado la violencia social que vive nuestro país pero nuestros gobernantes están más concentrados en seguir ofreciendo buenas condiciones para que las corporaciones internacionales sigan disfrutando de altos rendimientos. Militarizar el país parece ser la condición necesaria  para que México continúe distinguiéndose por ser un paraíso para los inversionistas, aun a costa de la paz social y la calidad de vida de sus habitantes. 

En este sentido, para comprender la violencia hay que mirar la estructura social. Las protestas de la sociedad civil en contra de la violencia muchas veces olvidan  señalar que las balaceras son muy útiles para ocultar la verdadera violencia, esa que se expresa en la muerte en vida, o sea una vida sin presente y que da por cancelado todo futuro.

Si, me refiero a la violencia expresada en la discriminación y el racismo, que hacen posible tragedias cotidianas en los lugares de trabajo, como nuestras minas o mejor dicho, agujeros en la tierra, sin ninguna consideración por los que se la rifan bajando todos los días; en la trajinar de miles de personas para acceder a un trabajo, aunque sea a miles de kilómetros de sus lugares de origen y a pesar de saber que se juegan la vida; en el saqueo sistemático de los bienes públicos por parte de unos cuantos con impunidad garantizada y fotos en los periódicos todos los días; en la muerte por falta de atención médica mínima; en la asfixia económica por deudas impagables que arrasan con familias y dejan una marca indeleble en los que la sufren.

Si, me refiero a esa violencia que no mata de un tiro, en caliente, sino que te mata en vida, te deja vivo pero sin ninguna salida, que te obliga a soportar la explotación y el robo sin omitir una queja, que te mata poco a poco. Si, en esa pobreza que le roba toda la dignidad a un ser humano como para salir a la calle con otros para denunciarla, como para poder imaginar que otro mundo es posible.

Hace falta mirar que las causas de esta guerra contra la población de este país, sobre todo de los más pobres, residen precisamente en la desigualdad, en la vulnerabilidad de la mayor parte de la población, en el espíritu empresarial-criminal (pleonasmo evidente pero invisible para muchos) La violencia matriz es la explotación, la pobreza, la impunidad. No hay que olvidarlo. Los narcotraficantes son empresarios ilegales, como los piratas isabelinos. La línea que separa a los legales y a los ilegales no existe más que en nuestra imaginación. 

Así que toda esta ofensiva contra los grupos de anarquistas que salen a la calle a manifestar su hartazgo resulta muy útil para desviar la atención de la población sobre los verdaderos orígenes de la violencia, para infiltrar ‘halcones’ que promuevan las soluciones de fuerza y la represión, para demostrar que el estado cumple con la misión de salvaguardar la seguridad de los ciudadanos. El chupacabras de hoy es el anarquismo.

jueves, 17 de octubre de 2013

Elecciones 2013: la recomposición del sistema electoral (II de II)

Camilo González

Analizados ya Veracruz y los estados del norte, este año también hubo elecciones en Tamaulipas (43 alcaldes y 36 diputados a la LXII Legislatura, donde la mayoría la tiene el PRI seguido del PAN), Hidalgo (arrasa el PRI, elección en la que solamente se eligieron diputados, ya que los ediles son, al igual que en Veracruz, electos cada 4 años), Tlaxcala (se eligen 60 munícipes y 32 diputados locales, 13 plurinominales. El estado sin duda muestra su diversidad al haber sido gobernado por todos los partidos registrados en su instituto electoral a nivel municipal); en Puebla (217 ayuntamientos y 34 diputados) y Oaxaca (153 ayuntamientos regidos por el sistema de partidos [570] y 42 diputados) donde se consolidaron electoralmente los gobiernos en turno, condición que acompaña a cada una de las elecciones de este año) y Quintana Roo (10 ayuntamientos y 25 diputados), donde gobierna el PRI. 

En 2014 se elegirán diputados (31) y alcaldes (20) en Nayarit, diputados locales en Coahuila (25), así como los presidentes municipales de Hidalgo (94). 

La cuestión sobre si se deben homologar las elecciones parece que ya no está en discusión, pues ya se tomó la decisión de reformar al IFE en INE, al parecer, incorporando la llamada “experiencia” de los institutos locales. 

Aunque parezca ocioso, recordemos cuál es la postura de Guillén Vicente, de la UNAM, sobre el tema: “Si a la luz de la experiencia de las elecciones federales de 2012 y las locales de 2013 se mira que algunos de los principales obstáculos para la democracia mexicana radican en los comicios en estados y municipios, el solo tránsito a la homologación total de las elecciones en nuestro país, sin revisar todo el entramado del federalismo mexicano, únicamente traerá a la escena política, aunque por otros caminos, aquello que se ha querido corregir con la concurrencia de las jornadas electorales, a saber, la afectación de los trabajos de negociación entre los partidos políticos, la relación entre los Poderes Legislativo y Ejecutivo de la Unión.” (http://bit.ly/179rpBb

La decisión ha sido impulsada dentro del Pacto por México al que Ricardo Alemán le da muy pocos meses de vida, y lo califica como una herramienta exclusiva para lograr 3 reformas importantes (http://bit.ly/15BDIbC). 

Por otro lado, las condiciones reales del escenario económico han complicado la argumentación que busca consolidar la reforma hacendaria. Las negociaciones políticas por parte de las bancadas que aprobarán esta semana el ingreso del paquete económico, consolidarán las negociaciones hechas dentro del Pacto de avanzar con las reformas, pero eso no quiere decir que van a lograr mejores resultados o que van a mejorar las condiciones de la economía. 

La visión de Estado atrás del gobierno en turno es la de un modelo que “muestra absolutamente un crecimiento insuficiente, los últimos doce años fueron peores, francamente mediocres, pero eso sí exitosos en generación de pobreza y desindustrialización. 

“Alguien tiene que apoyar para resolver este problema. 

“El Banco de México con una gran visión (espero que no sólo sea ocurrencia o coincidencia del doctor Agustín Carstens), y previendo las resistencias que enfrentarían los proyectos de reformas estructurales (hacendaria y energética...), trata de resolverlo y se adelanta a estos procesos: baja la tasa de referencia generando con ello expectativas positivas, enviando señales al mercado para bajar las tasas de interés, dándole un importante respaldo al mercado interno y a la economía en su conjunto, tratando de generar un entorno estable en el ámbito de la inflación, la formación de precios y posibilitando una mayor oferta crediticia y estabilidad cambiaria. 

“Recordemos que la tasa de referencia que determina el Banco de México (nuestro banco central), influye en el precio de los activos, en las diferentes tasas de interés y plazos, en el costo del crédito y el tipo de cambio. 

“La baja en la tasa de referencia en el contexto en el que estamos viviendo, no solo (sic) es relevante, sino es una medida estratégica para generar estabilidad en los mercados.” 

Continúa el Dr. Eduardo Pagaza Robles (http://bit.ly/1bIetcx): “Pero hay que reconocer que esto es totalmente insuficiente. Las posibilidades del Banco Central están acotadas, las reformas estructurales que se aprobaron a inicios de los noventa, entre ellas, la nueva Ley del Banco de México (que se aprobó en diciembre de 1993), le cortaron las manos, limitaron el ámbito de acción del Banco de México, para poder apoyar con mayores instrumentos a la economía, a la estabilidad de los mercados, el crecimiento y la generación de empleo. 

“La Ley del Banco de México, en sus artículos 2 y 18, le da un mandato en el que sólo debe responsabilizarse y preocuparse por el control de la inflación (estabilidad de precios).” 

ARTICULO 2o.- El Banco de México tendrá por finalidad proveer a la economía del país de moneda nacional. En la consecución de esta finalidad tendrá como objetivo prioritario procurar la estabilidad del poder adquisitivo de dicha moneda. Serán también finalidades del Banco promover el sano desarrollo del sistema financiero y propiciar el buen funcionamiento de los sistemas de pagos. 

ARTICULO 18.- El Banco de México contará con una reserva de activos internacionales, que tendrá por objeto coadyuvar a la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional mediante la compensación de desequilibrios entre los ingresos y egresos de divisas del país. 

“Como se puede ver, nuestros legisladores le amarraron las manos, quitándole instrumentos de intervención para apoyar al mercado interno y hacer más robusto el crecimiento de la economía. 

“El Banco de México, en la actualidad no tiene el mandato de apoyar el crecimiento económico, pero con la manipulación de la tasa de referencia lo hace indirectamente y reconoce con ello la necesidad de intervenir.” El resto de la propuesta del Dr. Pagaza incita al gobierno federal a tomar las reservas de divisas y dotar al banco central con mayores poderes para “impulsar el crecimiento de la economía [...] con el fin de fortalecer el mercado interno.” 

Me gusta su crítica a la actitud legislativa, en la conclusión de su artículo: “Espero que nuestros legisladores no se atraganten con tantos temas y proyectos de reformas que tienen que conocer, entender y procesar, sean estructurales o no.” No estoy de acuerdo en que “haya que sacar adelante” estas propuestas. La propuesta mejor debería ser que pudiéramos “sacar adelante” una reforma que nos permita sacar a los del gobierno. Pero como los legisladores no van a morder la mano que les da de comer, y los partidos políticos mucho menos, las cosas por lo pronto tendrán que cambiar, apresuradamente, para que todo siga igual. 

martes, 15 de octubre de 2013

Estado y represión

Tras la escalada de represión a la que se ha asistido en fechas recientes, particularmente en el marco de las dos conmemoraciones patrias recién transcurridas, a saber, 16 de septiembre y 2 de octubre, no pocos comentaristas de la política han especulado en torno a la creciente virulencia confrontacionista del Estado mexicano. Las voces ciudadanas también se han sumado a esta preocupación, casi todas coincidiendo en un punto crucial: que la imposición de la tríada de reformas en puerta combinará la represión en sus múltiples dimensiones, llámese simbólica o física-material, con una licenciosa manipulación mediática. 

Aunque el oficialismo continuamente invoque el mismo canturreo para legitimar la represión (disturbios, perturbación del orden público, transgresión de la ley), cabe notar que el principio único, real, empírico, que rige el comportamiento coactivo del Estado es el de apuntalar o reafirmar su propia vigencia. Tan sólo adviértase el doble rasero del gobierno en su conducta hacia los dos aniversarios referidos (uno que promueve la imaginaria noción de una comunidad autónoma e independiente, y el otro que evoca precisamente el carácter falsario de esta noción de comunidad horizontal): en el primer caso –16 de septiembre–, el Estado acudió a la violencia para la habilitación de la conmemoración (desalojo de los recintos clave, específicamente el zócalo); en el segundo escenario –2 de octubre–, reprimió otra vez pero con el propósito exactamente opuesto, es decir, con el fin de inhabilitar las actividades conmemorativas (agresión policial a las marchas). Nótese que el único interés que prima en la actuación del Estado, es la reproducción misma del Estado. Esto resulta cierto aún cuando las estructuras estatales actúen siempre lacayunamente, esto es, irrenunciablemente receptivas o complacientes con las demandas-necesidades de los mercados. El Estado tiene una actuación propia, aunque no autónoma. Y en esa actuación o despliegue la represión ocupa un lugar central, acaso primario: la represión es la operacionalización del Estado. La cuestión tan sólo radica en descubrir, con base en la evidencia empírica, en función de qué grupos, agentes e intereses se reprime. 

Ni los analistas ni las voces ciudadanas se equivocan en la predicción o diagnóstico. El paquete de reformas que impulsa el Estado mexicano, con poco o nulo respaldo ciudadano, se desahogará con base en una táctica de represión multidimensional. Sólo resta ver cuán firme es el músculo ciudadano opositor. 

Frente a la confusión que reina cuando se da tratamiento a la noción de Estado, se ha convenido reproducir, a modo de recordatorio (que no de progenitora), las tres definiciones clásicas que a nuestro juicio desarticulan los contenidos real, simbólico e imaginario que impregnan peligrosamente el concepto de Estado. (Desconocemos si es mera coincidencia que los tres autores mencionados sean de origen alemán). 


Noción jurídica de Estado 

Hermann Heller, jurista alemán, consigna: "Unidad de dominación, independiente en lo exterior e interior, que actúa de modo continuo, con medios de poder propios, y claramente delimitado en lo personal y territorial". 


Noción sociológica de Estado 

Max Weber, sociólogo alemán, inaugura acaso la definición más clásica de Estado: "Asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro de un territorio la violencia física legítima como medio de dominación y que, a este fin, ha reunido todos los medios materiales en manos de su dirigente y ha expropiado a todos los funcionarios estamentales que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos con sus propias jerarquías supremas”. 


Noción económico-política de Estado 

Acaso la definición de Estado más teóricamente puntual e incisiva se la debemos a Karl Marx, a saber: “El Estado no es el reino de la razón, sino de la fuerza; no es el reino del bien común, sino del interés parcial; no tiene como fin el bienestar de todos, sino de los que detentan el poder; no es la salida del estado de naturaleza, sino su continuación bajo otra forma. Antes al contrario, la salida del estado de naturaleza coincidirá con el fin del Estado. De aquí la tendencia a considerar todo Estado una dictadura y a calificar como relevante sólo el problema de quién gobierna (burguesía o proletariado)…” 


Glosa marginal 

Existe una característica en la variante moderna de Estado, que no muta ni se reorienta, que a todas luces adquiere la condición de constante. A partir del reconocimiento de esta constante, nos aventuramos a lanzar una definición de Estado, que aunque concisa, se antoja acertada: a saber, brazo armado de los mercados

lunes, 14 de octubre de 2013

Anarquismo y violencia


Andrés Zamudio Juárez

En algo tienen mucha razón los chicos anarquistas recién entrevistados para un medio local cuando se les cuestiona con respecto al ejercicio de la violencia como unas de las características principales de sus formas de manifestación y rechazo hacia la autoridad: “Nosotros vemos la violencia todos los días de manera constante y sistemática contra la población, es violencia que las empresas viertan sus desechos en los ríos y que las comunidades sean intoxicadas, es violencia que las selvas sean quemadas y que haya prostitución infantil, niños en las calles, que no haya oportunidades de un trabajo digno”. 

Con esto señalan de manera muy clara y directa la falta de calidad moral de las autoridades y de los sectores líderes de la sociedad para juzgar y criminalizar sus actos. Y es que es cierto que las nuevas generaciones no son inocentes con respecto a la prepotencia con que se conducen las élites para con su entorno y para con los demás. A la juventud ya no se le engaña fácilmente. 

Y aunque no se trate de aquí de justificar la violencia, sí podemos rastrearla y entender su germen. Germen que surge justamente de la marginación y que irremediablemente lleva a la frustración, la cual al fin no tiene otra vía que la explosión en alguna forma violenta. Sólo desde el individualismo exacerbado en el que actualmente vivimos, las responsabilidades pertenecen a alguien en particular y nos enceguecemos para no poder ver las consecuencias a largo plazo de la indiferencia, de la mentira, del egolatrismo desmedido y del desprecio hacia el otro. 

Cierta o falsa, en días recientes ha circulado en las redes sociales la declaración de un temido capo brasileño de nombre Marcos Camacho y con el alias de “Marcola”. En la supuesta declaración Marcola dice: “yo soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas y antiguamente era fácil resolver el problema de la miseria. El diagnóstico era obvio: migración rural, desnivel de renta, pocas villas miseria, discretas periferias; la solución nunca aparecía… ¿Qué hicieron? Nada. ¿El Gobierno Federal alguna vez reservó algún presupuesto para nosotros? Nosotros sólo éramos noticia en los derrumbes de las villas en las montañas o en la música romántica sobre “la belleza de esas montañas al amanecer”. 

Y repito, no se trata de justificar o de caer en el garlito chantajista de que alguien que usa su miseria y pobreza como espada y escudo, pero ¿cuál es entonces la función del Estado y las autoridades? Por supuesto, esta pregunta encuentra muy diferentes respuestas en cada sector social, pero esa diferencia no deja de ser, también, generadora de violencia. 

Hace poco menos de 2500 años, Platón planteaba la idea de un Estado dirigido por gobernantes que supiesen, fundamentalmente, gobernarse a sí mismos antes de tomar las riendas del pueblo. Es decir, el gobernante ideal de Platón debe saber lidiar con sus propias pasiones y ambiciones, vivir prácticamente de manera humilde y ascética. Y no es que se quiera promover en estos días la idea de tener gobernantes de este talante, quizá nunca los ha habido y en esta época de desencanto sería ingenuo, tal vez, pensar que alguien así pudiese llegar al gobierno, más allá de que el contexto cosmológico y metafísico en el que el filósofo griego desplegó sus ideas políticas no es ya el nuestro. 

No obstante, las ideas políticas de Platón no dejan de tener sentido al advertir que los gobernantes que no saben ser prudentes y mesurados no generan sino desorden y caos a su alrededor y eso no es gobernar. 

De la misma manera, el griego nos advierte con respecto al hecho de que más allá del orden del Estado, está el orden interior, el gobierno de sí mismo y el primero existe para salvaguardar y preservar esta armonía, aunque sin el segundo no es posible la fundación de éste. 

De alguna forma, los movimientos anarquistas de hoy en día consideran que las personas somos capaces de vivir autónomamente y convivir de acuerdo al orden interior, al autogobierno, sin necesidad alguna de figuras de autoridad, representadas en cualquier tipo de institución. Suponen que podemos tener una convivencia pacífica, quizá también tomando como premisa la idea de Rousseau en la que el hombre es bueno por naturaleza. 

No obstante, pasan por alto el hecho de que han sido incapaces de respetar los acuerdos de los movimientos para realizar manifestaciones pacíficas, dando pie a las versiones que los lumpenizan y les señalan como porros reventadores al servicio del Estado. Al parecer el autogobierno no es eficaz cuando se evidencia como violentador de los derechos y acuerdos de los otros. 

Pero, ante este panorama, los gobiernos no pueden seguir sosteniendo su postura hipócrita en la que desde su conducirse criminal, que utiliza y aplasta las leyes a su antojo, criminalizan a su vez las acciones de una sociedad hastiada que opta también por la vía de la violencia y el crimen. Mucha razón tenía el padre Solalinde al exigirle a Calderón que pidiera perdón a todos aquellos a los que no se les supo dar dignidad y educación y cayeron irremediablemente en las garras del crimen organizado. 

Desde el gobierno mismo se ha deslegitimado el gobierno, y no puede evitar su responsabilidad. Por ello surge entre el desorden una ingenua y juvenil idea de anarquismo que irónicamente, al abogar por una idea de libertad absoluta, que evade todo debate previo sobre cuestiones éticas y políticas fundamentales, se toca en su extremo con las ideas de libertad de los nuevos teóricos del mercado que dan sus cátedras en las universidades privadas más caras del país, y que ven en el Estado un obstáculo para llevar a cabo sus muy personales y económicos proyectos. Esos sí son anarquistas.

viernes, 11 de octubre de 2013

El mantra de la generación de empleos hipoteca nuestro futuro



El hinduismo, es vieja religión que para muchos es la madre de todas las religiones, tiene entre sus particularidades el uso de una frase o una palabra que repetida hasta el infinito por un creyente, desvanece poco a poco las preocupaciones de la vida cotidiana para lograr paz interior y fortaleza mental. Guardadas las distancias, en nuestro país existen una serie de ideas, materializadas en frases cortas, contundentes y sagradas, que repetidas al infinito por políticos y empresarios pretenden imponerse al conjunto de la sociedad para tranquilizarla  y poder así llevar adelante la desposesión y depredación de bienes comunes.

Uno de los más destacados es sin duda el que asume que lo primordial para el desarrollo económico es la generación de empleos, ya que sólo así se pueden mantener altas tasas de crecimiento basadas en el aumento del consumo. Pero además, empresarios y gobiernos justifican su labor humanitaria al crear fuentes de empleo, logrando engrosar su capital político declarando a diestra y siniestra que su esfuerzo por generar empleos responde directamente a la demanda central de la sociedad.

No obstante y tomando en cuenta que el desempleo sigue creciendo sin control, la mayor parte de los empleos que hoy se generan cuentan con salario irrisorios, son en su mayoría temporales y no generan antigüedad, servicio médico y demás prestaciones que hacen del trabajo una actividad que dignifica al trabajador. De hecho, el modelo de desarrollo que hoy se impone con la fuerza bruta se basa precisamente en el debilitamiento de los ingresos de los trabajadores y en la imposibilidad de contar con una representación sindical que proteja sus intereses. El movimiento magisterial es una prueba fehaciente de lo anterior pues a pesar de ser uno de los gremios más numerosos del país y de larga tradición en la historia de México, hoy se encuentra en pie de lucha para mantener derechos adquiridos a lo largo de décadas de movilizaciones y negociaciones. 

Pero además, la generación de empleos se concentra hoy en la minería a cielo abierto o en la producción de energía eléctrica, que como han denunciado una y otra vez las organizaciones defensoras del medio ambiente, arrasan con regiones enteras, contaminándolas o acabando con sus recursos naturales como el agua, la fauna y la flora. A pesar de ello, los gobiernos defienden a capa y espada dichos proyectos productivos porque generan empleo y fortalecen el desarrollo económico sin importarles en lo más mínimo en las consecuencias.

Es así como vemos en la prensa, una y otra vez, fotografías de nuestros gobernantes que con la sonrisa de oreja a oreja agradecen a las empresas (casi les besan los pies) que realizarán el saqueo y la depredación de los recursos naturales al mismo tiempo que obtendrán exenciones fiscales y todo tipo de privilegios porque claro, gracias a su desinteresado esfuerzo crean empleos. No importa que esos empleos sean precarios y sobre todo saqueen el medio ambiente en el que viven los afortunados gracias al pírrico aumento de la oferta laboral.

Resulta absurdo a todas luces que mientras los gobiernos se congratulan de crear empleos para la gente más necesitada, el medio ambiente en el que viven se degrade e inutilice para cualquier proceso productivo en el futuro. Fieles a su vocación depredadora, las empresas mineras, por ejemplo, pondrán a trabajar a los habitantes de determinada región para que acaben con su futuro, contaminando sus mantos freáticos y sus tierras de cultivo. Satisfechos por haber cumplido con la sagrada misión de generar empleos, los gobiernos se hacen de la vista gorda frente a las consecuencias de la explotación de los recursos naturales. 

Esta dinámica corresponde plenamente con la naturaleza capitalista de la sociedad en que vivimos, la cual hipoteca el futuro para gozar del presente. Al igual que muchos consumidores que comprometen el futuro de sus hijos para gozar de las ‘bondades’ del consumismo, nuestros gobernantes viven permanentemente en el corto plazo, hipotecando el futuro de millones, ya sea con el endeudamiento público irracional o promoviendo el saqueo y la depredación del medio ambiente en el que vivimos todos para darle empleo a la gente. Afortunadamente mucha gente está empezando a darse cuenta de los efectos perversos del mantra de la generación de empleos, organizándose para oponerse al ‘progreso’ y pensar en el futuro actuando en el presente. No hay de otra.