Dice Foucault que la sociedad disciplinaria es, a grandes rasgos, un nuevo orden económico y político que genera que el poder comience a controlar y a vigilar al individuo. Antes del siglo XVIII era exactamente al revés: el poder era ejercido por el individuo; en la sociedad disciplinaria el poder es casi invisible, mínimo, se encuentra escondido, y es la suma de individuos a los que se vigila, los que se muestran.
“He aquí, según un reglamento de fines del siglo XVIII, [algunas de] las medidas que había que adoptar cuando se declaraba la peste en una ciudad”:
1. Cierre de todas las comunidades y una muy estricta división espacial.
2. Cada calle queda bajo la autoridad de un síndico, que la vigila; si la abandonara sería castigado con la muerte. Se encargará de encerrar a cada familia en su casa, realizando continuamente cuestionarios de prevención e información.
Si bien es cierto, aclara Foucault, que la lepra ha suscitado rituales de exclusión, “la peste ha suscitado esquemas disciplinarios”. La ilusión de la época que veía en el estado de peste la realización de la perfecta gobernabilidad se hizo realidad hace poco.
Los controles impuestos a la sociedad para prevenir el contagio de la gripa fueron atendidos a cabalidad, pero no sirvieron para nada: una tomadura de pelo, parece ser.
Aún hoy la disciplina es importante. El día del niño la cámara de diputados votó, entre muchas otras, una reforma al artículo 18 de la nueva Ley de la Policía Federal. El primer párrafo basta: “La disciplina es la base del funcionamiento y organización de la Policía Federal, por lo que sus integrantes deberán sujetar su conducta a la observancia de las leyes, órdenes y jerarquías, así como a la obediencia y al alto concepto del honor, de la justicia y de la ética”.
Si antaño se conocían maneras sumamente sofisticadas de controlar a la población, hoy podrían ser aplicadas quizá sin que nadie lo note. Lo único que hace esta tan tenebrosa idea imposible, es la incapacidad del actual gobierno federal: han demostrado su incapacidad para gobernar bien, y también han sido incapaces de cumplir con sus propios objetivos.
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