martes, 23 de febrero de 2016

Francisco y la geopolítica neopastoral

No es desconocida la acción pastoral católica con fines políticos. Esa acción tiene antecedentes milenarios. Y está preñada de conocimientos logísticos, discursivos, operativos etc., que más de algún mandatario de Estado debe añorar. Más no se puede ignorar que la actual cúpula de la Iglesia católica arreció esa acción, con resultados políticos notoriamente óptimos. Francisco es el operador estrella de esa acción concertada. Y los éxitos no son pocos. Por cierto que América Latina tiene prohibido olvidar –independientemente de simpatías religiosas o políticas personales– que en otra época esa acción desembocó en escenarios de colonización e inquisición fratricida. 

En sólo tres años de “gestión”, el Papa Francisco consiguió posicionar a la Iglesia en foros, espacios e instancias políticas otrora vetadas para la curia romana. Cabe recordar que Jorge Mario Bergoglio desempeño un papel protagónico en el restablecimiento de relaciones diplomáticas Estados Unidos-Cuba, que constituye  un esfuerzo histórico para poner fin a más de medio siglo de enemistad entre los dos gobiernos; encabezó una jornada mundial en oposición a la guerra en Siria, y contribuyó a sembrar un cuestionamiento categórico en relación con los planes militares e intervencionistas de EU y Francia en el país árabe; allanó el terreno para una reconciliación milenaria entre la Iglesia católica romana y la ortodoxa rusa; promovió encuentros con líderes espirituales ajenos a la órbita católica, como aquella reunión que sostuvo con el actual presidente de Irán Hasán Rouhani, un político chiita de ideología islamista moderada; normalizó las relaciones con China –donde “más de 99 por ciento no son católicos”; y en su visita a México, logró transgredir el precepto constitucional de laicidad y recibir un trato de jefe de Estado, cosechando así la primera visita de un pontífice a la sede del poder ejecutivo mexicano (aunque es cierto que en esto último tiene más responsabilidad el anfitrión oficial). 

Dice el refrán que “a río revuelto ganancia de pescadores”. Fue un acierto redondo la histórica elección del jesuita argentino, que por cierto es el primer Papa no europeo en mil 300 años. En el contexto de la crisis de Estados Unidos, que algunos analistas consignan como el fin de una era unipolar y el advenimiento de la multipolaridad, la Santa Sede apostó por recoger los cascajos de un orden derruido. Francisco representa esa voluntad del Vaticano por recuperar el poder de influencia que alguna vez invistió, en una coyuntura donde una multiplicidad de centros de autoridad se disputan el timón de los cambios civilizatorios en curso. Pero la Iglesia sabe que ese mando sólo es asequible en comunión con otros grupos de poder. Esto explica el carácter genérico de las críticas que profiere Francisco en relación con el desempeño de la clase política y el empresariado. El discurso del jerarca católico apunta a la renovación moral de las élites, y no a una condena de la persistencia del elitismo o a un distanciamiento de la Iglesia con los poderes constituidos. 

No es accidental que a los actos de la gira papal en México solamente asistieran personajes notables e influyentes –empresarios, funcionarios públicos de alto rango, dueños de los medios de comunicación–, contraviniendo flagrantemente el discurso pastoral socialmente sensible del dirigente católico. Al respecto, Emiliano Álvarez de Morena observa: “Vemos con preocupación la aceitada logística gubernamental y la connivencia de los medios de comunicación con la administración de Peña Nieto para hacer creer a la sociedad católica –que en México se estima que es cerca del 87 por ciento de la población– que las causas del gobierno son las mismas que las de Jorge Bergoglio”. 

Llama la atención la polivalencia del discurso de Francisco, cuya fortaleza radica justamente en las múltiples interpretaciones que permite, y que coincidentemente llega a tener eco entre los círculos progresistas así como entre los cónclaves políticos más recalcitrantemente conservadores. Es cierto que el actual jefe de la Iglesia católica ha dado muestras de sensibilidad social en sus discursos, y de cierta oposición a la anuencia del clero católico con el poder y los poderosos. Sin embargo esos discursos rara vez atienden situaciones concretas, y esa retórica ambigua, que no es fortuita, abona a la anestesia política de ciertos sectores de la sociedad católica. 

Por añadidura, este comportamiento tiene su correlato en las trayectorias internas de la Santa Sede. Hasta ahora no ha habido reparación para las víctimas de pederastia sacerdotal, ni castigo para los perpetradores con sotana. De acuerdo con algunos testimonios, la comisión pontificia de previsión de delitos sexuales, creada por el propio Francisco, es sólo una cortina de humo para seguir encubriendo a los abusadores sexuales. Juan Carlos Cruz Chellew, víctima de abuso clerical, dice: “La Santa Sede es un nido de víboras…  El Papa no ha cumplido sus promesas, tiene un discurso muy bonito, pero no ha cambiado nada, al contrario, ha empeorado. Han creado una estructura vaticana para aplicar protocolos que sigan encubriendo a los abusadores y protegiendo a sus superiores”. 

En su visita a México, otra omisión que invita a poner en tela de juicio la presunta benevolencia desinteresada o socialmente comprometida del pontífice es el silencio en torno a dos siniestros nacionales de alto impacto e interés para la sociedad mexicana:  los 43 desaparecidos de Iguala y los feminicidios de Juárez. La omisión no fue sólo discursiva, sino también por acción resuelta. Lucía Baca, integrante de la Plataforma de Víctimas de Desaparición en México relata: ‘‘Intentamos llegar a él, pero fue imposible… Me di cuenta que el Papa estaba secuestrado por el gobierno mexicano, porque tienen miedo de que nos acerquemos y le platiquemos todo lo que ha pasado en el país… ya que ha sido un Papa crítico y solidario, teníamos esperanzas de que aquí diera un mensaje fuerte. Sólo mencionó a la violencia de forma genérica; parece que en el discurso también desaparecieron a nuestros hijos’’ (http://www.jornada.unam.mx/2016/02/19/opinion/005a1pol). 

La acción pastoral de Francisco está teñida de claroscuros. Por un lado, la creciente presencia del pontífice en tribunas y episodios de gran calado político, y por otro, los silencios, omisiones e incurias en relación con temas sociales ásperos, sugieren que la presente agenda programática e ideológica del Vaticano responde más a un esfuerzo concertado por recuperar influencia en la arena política internacional, que a una iniciativa genuina de cambiar en forma y fondo los destinos de la Iglesia católica.  

Cabe refrendar lo sostenido en otra ocasión: “Parece que el nombramiento de un latinoamericano tiene como finalidad contener la ola de conversiones en la región que concentra la población católica más nutrida del mundo –cerca del 42 por ciento. La Iglesia echa mano de un cardenal argentino para frenar el estallido de conversiones, poner en marcha una política de reevangelización global y regional, y revitalizar la influencia política del Vaticano, especialmente en la América católica”.

sábado, 20 de febrero de 2016

La UV y la autonomía sin adjetivos



El conflicto entre la UV y el gobierno del estado por el secuestro de recursos financieros no se reduce a un problema de autonomía financiera. El problema es complejo y por lo tanto se impone la necesidad de señalar la variedad de factores que intervienen, tanto históricos como coyunturales para acercarnos a la comprensión de la situación en la que se encuentra el sistema de educación superior en Veracruz y sus posibles soluciones. Lo que está en riesgo en la coyuntura actual no es sólo la viabilidad de la UV sino de todo el sistema de universidades públicas en el país.

El contexto internacional resulta bastante desfavorable para el futuro de la educación pública. Baste señalar que actualmente existen conflictos alrededor del mundo que enfrentan los embates de las recetas neoliberales relativas a la educación superior. En Europa el Plan Bolonia sigue su marcha con la finalidad de acabar con el modelo de universidad pública surgida en el seno del estado benefactor y transformar la educación en simple mercancía. En el plano nacional las cosas no están mejor pues a la dinámica anterior habría que agregar las consecuencias de la venta de los principales activos del país, como PEMEX, lo que ya está provocando recortes al presupuesto nacional. Varias universidades públicas están enfrentando una situación similar a la de la UV por la falta de recursos, manipulados por los gobiernos estatales para cubrir las abultadas deudas contraídas para financiar campañas electorales y enriquecer al grupo gobernante. Tanto el contexto internacional como el nacional operan en contra de la viabilidad de las universidades públicas, las cuales han venido enfrentando desde los años ochenta reformas encaminadas a reconfigurarlas de acuerdo al modelo neoliberal. La disminución del presupuesto y de la matrícula de las universidades públicas ha pavimentado el camino para el surgimiento de universidades privadas, las cuales se han visto favorecidas por la política educativa del gobierno federal, convirtiéndolas en actores privilegiados en el campo educativo nacional.

El contexto veracruzano, por su parte, está enmarcado por el debilitamiento del gobernador del estado, el proceso electoral para gubernatura y congreso local, la sucesión de la rectora en turno en 2017 y por supuesto, la crisis humanitaria en el estado, lo que ha provocado que los actores sociales reduzcan al mínimo sus protestas y movilizaciones. En el caso del movimiento estudiantil, después del ataque del cinco de junio del año pasado y los asesinatos de Nadia y Rubén, ha tomado una postura defensiva y de franco reflujo lo que ha facilitado que las autoridades administren el conflicto para inhibir manifestaciones masivas que podrían complicar el momento electoral, a menos que estén convenientemente controladas y coordinadas desde arriba.

Los actores involucrados en la crisis universitaria pueden clasificarse en externos e internos. Entre los primeros destacan el gobierno del estado, los partidos políticos y las organizaciones que agrupan a las universidades públicas del país, como la ANUIES. Ésta última ha respaldado a la rectora de la UV en su exigencia de que el gobierno del estado cumpla sus obligaciones constitucionales pero la respuesta del Javier Duarte se ha movido entre la negación y la promesa de negociación, entre la burla y la mentira. Los candidatos para sucederlo han coincidido en defender a la universidad pero sin precisar de qué manera lo harían una vez que llegaran a gobernar; más bien procuran sacar algún beneficio defendiendo una causa justa. En todo caso, el gobierno del estado ha mantenido por décadas una actitud distante de la UV y no se ve que eso vaya a cambiar en el futuro cercano. Fieles a las posturas neoliberales y ahora con la disminución de recursos federales, los políticos locales mantendrán su distancia de la UV, profundizando así la crisis por la que atraviesa, y fortaleciendo el modelo privatizador.

Al interior de la UV la diversidad de intereses no es menor. Pensar en la unidad como punto de partida para defenderla pasa por alto la enorme brecha que existe entre la alta burocracia, encabezada por la rectora, y el resto de la comunidad. Al grupo en el poder habría que agregar a los académicos de tiempo completo y a los contratados por horas, a los investigadores, a los estudiantes y al FESAPAUV. Éste último se ha mantenido al margen del conflicto, en medio de la negociación para el aumento salarial, dividido entre su lealtad al gobierno y sus obligaciones con los profesores. No parece que su postura vaya a cambiar, a pesar de que la incertidumbre con respecto al pago de los maestros es pan de cada quincena. Por su parte, el sector académico será el más afectado en el corto plazo y es probable que ante la falta de pagos salga a las calles pero en cuanto reciba su cheque no dará un paso más. Ésa es tal vez la razón por la cual el sector más dinámico de la universidad, el estudiantado, no ha tomado acciones: percibe el conflicto como gremial y por tanto no ve con claridad cómo les afectaría. Sin embargo, propia rectora ha deslizado la posibilidad -ante la falta del pago del adeudo- de cobrar a los estudiantes una cuota para cubrir los huecos financieros y mantener en funciones la universidad.

De lo anterior se desprende que el problema sobre el que se desarrolla la crisis actual es un problema complejo y que resolver una parte, la financiera, no resolvería la crisis en su totalidad. Aún en el caso, poco probable, de que el gobierno del estado cubra el adeudo con la UV la crisis prevalecerá. La situación en la que se encuentra la UV en nuestros días viene de lejos y está estrechamente relacionada con su dependencia histórica del gobierno del estado. A pesar de ser autónoma por ley, la UV ha marchado casi siempre detrás de los gobiernos, ha sido la caja de resonancia de la línea oficial. Gracias a ésta dependencia, la universidad pública ha sido devaluada, saqueada y privatizada sin que se haya conformado una resistencia eficaz para evitarlo. Sus autoridades han convenido con los gobiernos las transformaciones privatizadoras y sólo en raras ocasiones han aparecido públicamente las protestas. Estamos ahora frente a las consecuencias del sometimiento. En esta coyuntura sería necesario preguntarse si es viable una universidad con una autonomía sin adjetivos, una autonomía real del gobierno del estado. Porque si no es posible entonces la UV está condenada a existir en el papel, enroscada sobre sí misma, destinada a vivir en coma permanente, gracias a los oficios de la receta neoliberal y del sometimiento de sus autoridades.

lunes, 15 de febrero de 2016

México: tragedia humanitaria y ejercicio de poder

La  atención de la prensa internacional está orientada monocordemente hacia la crisis que envuelve a Venezuela. Los foros que atienden asuntos de seguridad, incluso esos que pretendidamente se ubican en el “progresismo”, de igual forma se adhieren al recital y no quitan el dedo del renglón venezolano, hurgando obsesivamente en las texturas de un chavismo convaleciente la fuente de todos los males nacionales, destacadamente la ruina económica y la inseguridad pública. Nadie objeta la crisis de Venezuela. Ni las flagrantes erratas de una dirigencia inhábil para sortear el descrédito. Sin embargo, llama la atención que en este sonoro vendaval de condenas “bienintencionadas”, pocos espacios internacionales censuren o profieran críticas tan enfáticas con relación a la situación mexicana, que no es menos alarmante que la de otros países en descomposición. 

Las cifras de la crisis nacional dan cuenta de una tragedia humanitaria, y no de un mero problema de inseguridad. Ninguna prensa latinoamericana reporta tantos horrores cotidianos como la prensa mexicana. En México la portada de un diario consiste en titulares humanamente inenarrables: “cientos de cadáveres en fosa clandestina”; “asesinan a otra periodista”; “asola crimen al país”; “decenas de jóvenes levantados”; “se multiplican las desapariciones forzadas”; “padres de familia identifican restos de hijos desaparecidos”; “plagios asesinatos y narcotráfico”; “encuentran cuerpos en descomposición de migrantes centroamericanos, todos presentan huellas de tortura”; “hallan cuerpos calcinados en carretera federal”; “trifulca en la cárcel deja medio centenar de muertos”; “secuestran, matan e incineran a jóvenes estudiantes” etc. 

Este infierno no es un accidente. Es un escenario cuidadosamente concertado, cobijado por el manto de impunidad que priva en el país, consecuencia de un sistema impermeable a las demandas sociales y que admite la presencia de un puñado de centros de autoridad en control, señaladamente el Estado y las aglomeraciones de poder privado. La población civil sufre un destierro político en su propio suelo, condenado a seguir el acontecer nacional en calidad de espectador domesticado, criminalizado o victimizado. 

Pero en este departamento la comunidad internacional no se rasga las vestiduras. México no es Venezuela. Allá la crisis de desabasto si amerita cobertura mediática a gran escala. Acá el baño de sangre es sólo meritorio de una nota al pie de un diario internacional. 

El orden (barbárico) nacional se sostiene firmemente, con el aval solícito de los actores políticos globales. Los contenidos neurálgicos de la política doméstica progresan; no importa que ese “progreso” se afirme inflexiblemente en beneficio de ciertos grupos de poder y en detrimento de la generalidad de la población, con la acomodaticia mirada de los mismos emisarios alarmistas que derraman lágrimas de cocodrilo cuando el país en cuestión es Venezuela. 

En México el estado de terror no interfiere con la agenda del poder: al contrario, cultiva las condiciones que permiten su dominio. No es fortuito que en este contexto repunten la inflación, el desempleo, la devaluación monetaria, y las grandes fortunas prosperen a ritmo acelerado.    

México es una tragedia humanitaria. Pero el problema no es de seguridad: es un asunto de ejercicio de poder. En relación con Venezuela, los detractores nacionales e internacionales no tienen reparos para señalar esa correlación. En México la tragedia marcha fantasmalmente: es un fenómeno desprendido de su momento constitutivo. 

México es una tragedia humanitaria sin relato o explicación. Es un imperativo ciudadano urdir esa explicación. 

La “verdad histórica” no es una prerrogativa del poder: es una disputa política. 


sábado, 6 de febrero de 2016

Progresismo, populismo y neoliberalismo: escenarios para México. 3/3



El neoliberalismo ha sido confinado muchas veces al ámbito de la economía, reviviendo el modelo del liberalismo clásico que asignaba al estado las tareas del mantenimiento del orden social. El estado policía, ajeno a jugar un papel relevante en el desarrollo económico demostró sus limitaciones con la crisis que estalló en 1929 en los EE. UU.  y obligó a los grupos dominantes a implementar la propuesta keynesiana. Sin embargo, en nuestros días, si bien permanece fuertemente ligado a la economía, el neoliberalismo ha extendido su influencia a los más variados espacios de la vida social y cultural. Colocando a la lógica de mercado en el centro de la sociedad, como ente regulador, su influencia va más allá de ser una simple receta de política económica para definir incluso buena parte de las relaciones sociales. 

El valor central del neoliberalismo es la libertad, por lo que desconfía de la intervención estatal, no sólo en la economía sino en la educación, la cultura, etc. Al revalorar la esencia del liberalismo clásico, pretende reconfigurar las relaciones sociales a partir de una sociedad civil fuerte y un estado de derecho que garantice la aplicación de la ley. Opuesto también al nacionalismo supone que la ausencia de restricciones al comercio internacional redundará en favor de las economías nacionales, lo que en realidad ha favorecido que las corporaciones internacionales ocupen un lugar cada vez más importante en la definición de la política económica de los países latinoamericanos.

En los hechos, el neoliberalismo ha sido utilizado como punta de lanza para la transformación de los estados nacionales en América Latina con la finalidad de incrementar la tasa de ganancia, que a partir de los años setenta comenzó a descender. Su impacto ha sido de tal magnitud que su uso se ha banalizado, al grado de identificar cualquier problema como consecuencia de las ideas neoliberales.

Las ideologías comentadas arriba han permeado en muchos sentidos la discusión política en nuestro país y si bien el populismo no ha desaparecido completamente, se la ha utilizado por los neoliberales para desprestigiar cualquier propuesta que se oponga a éste. Como se mencionó antes, el populismo  ha sido utilizado tanto por la derecha como por la izquierda, sobre todo para legitimar sus posturas a partir del pretendido origen popular de sus propuestas y políticas. Menos orientado a la incorporación de sectores aun marginados de la política, el populismo en México no parece tener la fuerza ideológica que una vez tuvo y aun la izquierda se cuida de no utilizarlo directamente por el sentido peyorativo que ha cobrado fuerza a partir de la aparición del neoliberalismo. Sin embargo no se le puede descartar de las futuras luchas políticas sobre todo por el enorme deterioro de las condiciones de vida de millones de personas que viven en la marginalidad y la pobreza.

En este sentido, son el neoliberalismo y el progresismo los cuerpos ideológicos que juegan un papel principal en los conflictos políticos, de los cuales la izquierda moderada echa mano del progresismo mientras que la derecha acude al neoliberalismo para definir sus acciones y valores predominantes. Los escenarios posibles para el futuro próximo de México estarían así caracterizados por el uso de ambas ideologías toda vez que el crecimiento de la dependencia económica hacia los EE. UU. difícilmente permitiría la presencia de una ideología que aspirara a la cancelación del patrón de acumulación vigente. La crisis humanitaria provocada por el narcotráfico y la corrupción rampante han tenido el efecto de inhibir la formulación de nuevos proyectos sociales y los que existen sólo han podido sentar sus reales en el plano local y regionales. 

A contrapelo de las tendencias políticas en algunos países de América Latina, en México no parece haber condiciones para que un futuro próximo se rompa el dominio del neoliberalismo o la superación del progresismo para conformar una nueva confrontación ideológica. El regreso del populismo apunta más a una solución autoritaria, sea de izquierda o de derecha, que a una superación del modelo vigente. Las décadas por venir parecen más bien a la consolidación del modelo sobre todo porque la discusión ideológica se sigue moviendo en el plano del modelo liberal.

Las elecciones en México están así delineadas por el progresismo que identifica a la corrupción como el principal problema y por el neoliberalismo que considera que la solución a los conflictos nacionales debe venir de afuera, ignorando e incluso atacando frontalmente cualquier postura divergente del fundamentalismo del mercado. Es entre éstos dos cuerpos ideológicos en donde se establecen las coordenadas de la lucha política liberal, garantizándole al capital las condiciones necesarias para su reproducción. Ambas ideologías conforman hoy por hoy el escenario político electoral en México y sus limitaciones están a la vista. Al final ambos proyectos llegan al mismo lugar, tarde o temprano. Discutir si el progresismo es mejor que el neoliberalismo es simplemente pasar por alto que la lucha por cambiar el sistema vigente está en otra parte: Abajo y a la izquierda.

lunes, 1 de febrero de 2016

Progresismo, populismo y neoliberalismo: escenarios para México. 2/3



Tanto el progresismo como el populismo y el neoliberalismo pertenecen al  periodo de transición en que vivimos aunque aún son deudoras de una visión de mundo moderno, liberal y capitalista. Surgidas al calor de la llamada tercera ola democrática (propuesta por Huntington a principios de los noventa) que inició en 1974 con la Revolución de los Claveles en Portugal pasando después por España y América Latina (con el fin de las dictaduras franquista y sudamericanas) así como en los países de Europa del este, después de la caída de Berlín, finalizó con la represión en la plaza de Tiananmen en China.

Si bien es deudor del concepto de progreso -tan caro a los pensadores iluministas y componente esencial de la visión de mundo moderna- el progresismo contemporáneo en América Latina podría identificarse con la ideología social demócrata, resultado de la alianza entre liberales y socialistas que resultó a la postre el soporte ideológico del estado benefactor. Vago e impreciso en la medida en que puede ser útil tanto a la derecha como a la izquierda política, se utiliza para señalar las actitudes favorables al progreso no sólo en la esfera de la economía sino de la política y la cultura. Es en este sentido multidimensional e incluyente de toda actitud o acción dirigida a desarrollar las diferentes esferas de las sociedades humanas. 

A pesar de que se adscribe a la idea del cambio permanente no necesariamente asume una ruptura con el pasado ni mucho menos coloca a la desaparición del capitalismo en su futuro deseado. Alejado del utopismo, acepta la complejidad de la sociedad como un elemento que anula cualquier posibilidad de una visión radical y revolucionaria. Y si bien está en contra de los retrocesos en la vida social resulta una visión que atrae tanto a sectores de la izquierda política como del centro e incluso de la derecha laica, de los católicos humanistas y la democracia cristiana. Un representante destacado en América Latina fue Luiz Ignacio ‘Lula’ Da Silva y su proyecto gubernamental, encabezado por el Partido de los Trabalhadores (PT.

Crítico del neoliberalismo por su vocación pragmática de los derechos humanos, no por ello deja de poner en el centro de su propuesta al individuo y su desarrollo en el marco de un estado liberal que promueve la igualdad de oportunidades. El multiculturalismo y el reconocimiento de la diversidad, el concepto en realidad procura fortalecer la izquierda moderada a un sistema electoral encaminado a capturar votos de todo el espectro político, señaladamente los del centro político. Sin embargo puede coincidir con el nacionalismo, el ecologismo, el estado benefactor e incluso el socialismo marxista.

Utilizado tanto en términos peyorativos para denotar el autoritarismo como legitimadoras de estados nacionales en construcción (la voluntad popular como eje de las decisiones del estado), el populismo comprende en términos históricos los procesos políticos que desde el estado liberal se emprenden con la finalidad de ampliar el espectro de la participación política de los sectores tradicionalmente marginados del quehacer político nacional, como los campesinos y obreros. Surge después de la crisis de los años treinta particularmente en México, Bolivia y Argentina para promover la industrialización y la alianza del estado con los sectores emergentes de la clase obrera, asociada directamente al modelo de sustitución de importaciones.

Esta ideología, en sus orígenes,  se asume como representante de la totalidad del pueblo por lo que se aleja de la democracia competitiva y las luchas electorales y partidistas. Desconfía de los mecanismos parlamentarios, procurando una relación directa entre el líder carismático y el pueblo, anti oligárquico pero no anti burgués, y colocando al estado en el centro del desarrollo económico.

En nuestros días, el populismo en América Latina ha sido la punta de lanza de la crítica al neoliberalismo, sobre todo en Venezuela, donde el liderazgo carismático del desaparecido Hugo Chávez, reconfiguró al populismo aunque manteniendo rasgos centrales como la organización de sectores sociales tradicionalmente ajenos a la política para sostener un modelo económico que sin abjurar del capitalismo se ha distinguido por su antiimperialismo en el marco de la lucha electoral y parlamentaria.