viernes, 29 de abril de 2011

Los signos y su garabato


Garabato: Gancho de hierro para agarrar o tener colgada alguna cosa, o letras y rasgos mal formados.

- Diccionario Enciclopédico

Que no puedas llegar nunca, es lo que te hace grande.

- Goethe

Digo lo que han dicho: Lezama Lima es poeta tropical como Cardenal, y vaya ñapa: versificó para llenar sus ausencias. Díjole su madre: Versa tú historia familiar signándole seguridad ante la muerte del padre su impulsor poético. Vuela al mundo para cantar lo suyo: eterno peregrino sin abandonar nunca su Cuba, sin regalar asideros. Su estallada realidad nos la ofrece en versos creados en niebla y oscuridad, y de su propio caos. En el silencio versa con alegría: “Necesito un pequeño vacío,/ allí me voy reduciendo/ para reaparecer/ palparme y poner la fuente en su lugar./”

Para el goce colectivo los signos poéticos fueron cantados (Rapsodas griegos cantando sucesos de la Ilíada y la Odisea, y tras ellos Homero escribirlos). A pasitos históricos los signos coronan estos cantos, y el cantor dárselo al grupo. Un pelo en la sopa: el Garabato cibernético nos priva del antaño goce de leer al aire libre, o en la banca pública, o en un sillón al claro ventanal: actitud única individual, recreativa y valoral. (¿Desde cuándo, lector, no redactamos carta o simple recado? Mandamos e-mail o mensaje celular para dizque estar en onda cibernética. Su antecesora fue la telefonía, y su arquetipo Telémaco, hijo de Odiseo y Penélope, navegando en la mar de lo distante para saber de su padre, y saberlo vivo regresar a casa y solucionar lo que acontecía en Ítaca.

Mallarmé, ve al leer un poema, sin importar los signos en que está escrito, una partitura que al cantarla, canta el poeta. Paz, díjome: la lectura de un poema consiste en hablar y oír con los ojos. La poesía es desviación y alteración, convocando al leerla a un nuevo orden espiritual. ¿Qué sucederá con el educando clavado en el teclado cibernético, y no en la hoja del libro? Serán duchos con el dedo (tacto anulado), entumorando su cerebro y ser robot para la conveniencia de los que siempre nos han jodido. Esta “era moderna” es depredadora de la prima educacional captando su autoaprendizaje aprendiendo a saber, anulando la función intuitiva de oídos y ojos. Si el padre o educador por conveniencia “moderna” permiten que la máquina se lo trague y no él a ella, ¿a dónde se desemboca? Y después, ¿qué?: espantarnos del petate del muerto…

Aun contradiciéndose lo que el tiempo hace el poeta lo dice: Si la bomba no ha destruido al mundo, si la idea que tenemos de él. La técnica lo ha cambiado. Su misión era transformarlo sin destruirlo ya que el presente que nos ofrece nos instala inseguridad (Laguna Verde: termonuclear en mi pueblo). Ítalo Calvino, en sus “Ciudades Invisibles”, díjome: “El infierno de los vivos es algo por venir; hay uno que ya existe aquí, el Infierno que habitamos todos los días y que formamos todos juntos”.

Sartre dice que los poetas nos ofrecen sus palabras como cosas: las palpas, las hueles, las concibes; y ellas en el poema son relámpago, son fuego y sacudidas. Ayer murió el poeta chileno Gonzalo Rojas (Cervantes 2003:”Morirás Lejos”), siempre irreverente e inconformista, dándonos con sus versos el misterio del ser encerrados en signos para su desdoblamiento: duéleme su muerte hasta el tuétano…

jueves, 28 de abril de 2011

Redefiniendo la política II

La idea de que la política se mueve entre la necesidad de que el gobernante sea un sabio que practica la virtud y, por el otro lado, la inevitable degradación humana que acarrea el detentar el poder, fue superada por Maquiavelo cuando definió a la política como el mantenimiento del poder, cueste lo que cueste. La misión de la política es conservar y acrecentar el poder, dejando de lado la necesidad de practicar una vida virtuosa o de las consecuencias morales de su práctica. El medio se convierte simplemente en el fin: la política sirve para que el poder se concentre, sea eficaz.

Sobra decir que la definición de la política de Maquiavelo es la dominante hasta la fecha. A los políticos de hoy se les alaba sobre todo por su capacidad para utilizar el poder en su provecho, para usufructuar la representación en beneficio de su carrera política. Nunca está demás agregar que al mismo tiempo puede lograr algunos beneficios para el interés privado de otros pero nada más. Este hecho se expresa claramente en la frase: roba pero salpica. O sea, hay gobernantes de dos tipos: los que usan el poder para promover exclusivamente sus intereses y los que lo hacen pero de vez en cuanto promueven los de otros, aunque éstos últimos no sean precisamente a los que dirige sus discursos y corteja con frases y gestos.

A final de cuentas, toda la teoría política gira alrededor del poder, de cómo lograrlo, de cómo usarlos, de sus fines, de los medios, pero al final siempre es el poder como fin y nunca como un medio. En nuestros días, la degradación de la política y sus actores privilegiados, los políticos, es cada vez más evidente y no parece haber solución al problema. Algunos se desgañitan diciendo que la política se ha pervertido, que la política debe ser purificada; otros que creen que el problema radica en cuestiones de transparencia, de mejores leyes, de educación y un largo etcétera. Sin embargo pocos plantean la idea de que la política no está en la práctica de las instituciones republicanas y democráticas; mas aún, que es la propia democracia la que legitima las prácticas corruptas y autoritarias de los gobernantes.

En este sentido no hay más remedio que aceptar que la política como concepto debe pensarse fuera del orden republicano liberal, que la redefinición de la política debe partir precisamente de trasladar su ejercicio fuera del estado y los gobiernos. Y es entonces cuando podemos empezar a darle un nuevo sentido al concepto, afirmando que la política no es el ejercicio del poder.

Esta definición parcial nos libera de relacionar a la política con los que detentan el poder, con su práctica en los gobiernos, en los partidos políticos, en los poderes del estado. Nos obliga a trasladar la política a la práctica cotidiana de los individuos, que por ese sólo hecho se convierten en sujetos políticos, en lugar de considerar sólo a los que detenta el poder como los políticos y a sus gobernados como simples objetos. Por más que nos digan que los gobernantes están para obedecer a los gobernados los hechos nos dicen lo contrario.

¿Cuáles serían las consecuencias prácticas en nuestras vidas como individuos de separar al poder de la política?

domingo, 24 de abril de 2011

Un permanente estado de excepción económica

Slavoj Zizek

New Left Review. Nº 64 octubre 2010

Durante las protestas de este año contra las medidas de austeridad de la Eurozona –en Grecia, y en menor medida en Irlanda, Italia y España– se han impuesto dos narrativas *1. La preponderante, la historia del establishment, propone una naturalización despolitizada de la crisis: las medidas reguladoras se presentan no como decisiones basadas en elecciones políticas, sino como los imperativos de una lógica financiera neutral; si queremos que nuestras economías se estabilicen simplemente tenemos que tragarnos la amarga píldora. La otra narrativa, la de los manifestantes obreros, estudiantes y pensionistas, considera las medidas de austeridad como un nuevo intento del capital financiero internacional para desmantelar los últimos restos del Estado del bienestar. De este modo, desde una perspectiva el FMI aparece como un agente neutral del orden y la disciplina, y desde la otra como un agente opresor del capital global.

Hay algo de verdad en ambas perspectivas. No se puede olvidar la dimensión del superego que se muestra en la manera en que el FMI trata a sus Estados clientes: mientras les reprende y castiga por las deudas impagadas, simultáneamente les ofrece nuevos préstamos que todo el mundo sabe que no serán capaces de devolver, hundiéndolos todavía más en el círculo vicioso de la deuda que genera más deuda. Por la otra parte, la razón por la que esta estrategia del superego funciona es que el Estado que toma el préstamo, plenamente consciente de que nunca tendrá que devolver realmente la cantidad completa de la deuda, espera en última instancia sacar provecho de ella.

Sin embargo, aunque cada historia contiene un grano de verdad, ambas son fundamentalmente falsas. La narrativa del establishment europeo oculta el hecho de que los enormes déficits se han ido acumulando como consecuencia de los rescates masivos del sector financiero, así como por la caída de los ingresos gubernamentales durante la recesión; el gran préstamo para Atenas se utilizará para cancelar la deuda griega con los grandes bancos franceses y alemanes. El verdadero propósito de las garantías de la UE es ayudar a los bancos privados, ya que si cualquiera de los Estados de la Eurozona va a la quiebra, ellos sufrirán un duro golpe. Por el otro lado, la narrativa de los manifestantes nuevamente da testimonio de la miseria de la izquierda actual: no hay ningún contenido programático positivo en sus demandas, simplemente una negativa generalizada a comprometer el Estado del bienestar existente. La utopía aquí no se encuentra en un cambio radical del sistema, sino en la idea de que se puede mantener un Estado del bienestar dentro del sistema. De nuevo, no hay que perder el grano de verdad en el argumento contrario: si nos mantenemos dentro de los confines del sistema capitalista global, entonces las medidas para arrancar nuevas sumas de obreros, estudiantes y pensionistas son, de hecho, necesarias.

A menudo se escucha que el verdadero mensaje de la crisis de la Eurozona es que no sólo el euro está muerto, sino también el propio proyecto de la Europa unida. Pero antes de aceptar esta afirmación general, habría que añadirle un giro leninista: Europa está muerta, de acuerdo, pero ¿ qué Europa? La respuesta es: la Europa pospolítica de acomodación al mercado mundial, la Europa que ha sido repetidamente rechazada en los referéndums, la Europa de los tecnócratas y expertos de Bruselas. La Europa que se presenta a sí misma como representante de la fría razón europea contra la pasión y corrupción griegas, de las matemáticas contra lo sentimental.

Pero, aunque pueda parecer utópico, todavía existe espacio para otra Europa: una Europa repolitizada, fundada sobre un proyecto compartido de emancipación; la Europa que dio a luz a la antigua democracia griega, a las Revoluciones francesa y de Octubre. Por esta razón uno debe evitar la tentación de reaccionar a la actual crisis financiera con una retirada hacia los Estados-nación completamente soberanos, presa fácil de la libre flotación del capital internacional que puede hacer jugar a un Estado contra otro. Más que nunca, la respuesta a la crisis debería ser más internacionalista y universalista que la universalidad del capital global.

Un nuevo periodo

Hay una cosa que está clara: después de décadas de Estado del bienestar, cuando los recortes eran relativamente limitados y llegaban con la promesa de que las cosas pronto regresarían a la normalidad, estamos entrando ahora en un periodo en que un cierto tipo de estado de excepción económica se está convirtiendo en permanente, volviéndose una constante, un modo de vida. Trae consigo la amenaza de medidas de austeridad mucho más salvajes, recortes de beneficios, disminución de los servicios de salud y educación y un empleo más precario. La izquierda se enfrenta a la difícil tarea de enfatizar que estamos tratando de la economía política –que no hay nada «natural» en semejante crisis, que el modelo económico global existente descansa en una serie de decisiones políticas– mientras que simultáneamente debe ser plenamente consciente de que, en tanto que permanezcamos dentro del sistema capitalista, la violación de sus reglas origina, de hecho, una crisis económica, ya que el sistema obedece a una lógica pseudonatural propia. Por ello, aunque estemos entrando claramente en una nueva fase de aumento de la explotación, facilitada por las condiciones del mercado global (por la externalización, etc.), también debemos tener presente que viene impuesta por el funcionamiento del propio sistema, siempre al borde del colapso financiero.

Por ello sería inútil simplemente esperar que la actual crisis sea limitada y que el capitalismo europeo continúe garantizando un nivel de vida relativamente alto para un número cada vez mayor de personas. Realmente sería una extraña política radical aquella cuya principal esperanza es que las circunstancias continúen haciéndola inoperante y marginal. En contra de semejante razonamiento es como hay que leer el lema de Badiou, mieux vaut un désastre qu'un désêtre: mejor el desastre que dejar de ser; hay que asumir el riesgo de fidelidad a un Acontecimiento, incluso si el Acontecimiento acaba en un «oscuro desastre». El mejor indicador de la actual falta de confianza en sí misma de la izquierda es su miedo a las crisis. Una verdadera izquierda aborda una crisis con seriedad, sin ilusiones.

Su punto de partida es que aunque las crisis son dolorosas y peligrosas, son inevitables y constituyen el terreno donde hay que librar y ganar las batallas. Por eso, hoy más que nunca, es pertinente el viejo lema de Mao Zedong: «Todo bajo el cielo está en completo caos; la situación es excelente».

Actualmente no hay escasez de anticapitalistas. Estamos asistiendo a una sobrecarga de críticas de los horrores capitalistas: las investigaciones de la prensa, los informes de la televisión y los best sellers literarios, abundan en compañías que contaminan el medio ambiente, banqueros que continúan teniendo sustanciosas bonificaciones mientras sus compañías son salvadas por el dinero público y talleres donde los niños trabajan horas extras. Sin embargo, esta crítica tiene un límite que puede parecer inquebrantable: la regla no cuestionada del marco liberal-democrático dentro del que se deben combatir estos excesos. El objetivo, explícito o implícito, es regular el capitalismo –a través de la presión de los medios de comunicación, de las investigaciones parlamentarias, de leyes más severas, de investigaciones policiales honestas– pero nunca cuestionar los mecanismos institucionales liberal-democráticos del Estado de derecho burgués.

Estos permanecen siendo la vaca sagrada, a la que incluso las formas más radicales de «anticapitalismo ético» –el Foro Social mundial de Porto Allegre, el movimiento de Seattle– no se atreven a tocar.

Estado y clase

Es aquí donde, quizá más que nunca, la perspectiva clave de Marx sigue siendo válida. Para Marx, la cuestión de la libertad no debería localizarse fundamentalmente en la esfera política, como sucede con el criterio que las instituciones financieras globales aplican cuando quieren hacer un juicio sobre un país: ¿tiene elecciones libres? ¿Los jueces son independientes? ¿La prensa está libre de presiones ocultas? ¿Se respetan los derechos humanos?

La clave de la libertad actual se encuentra, por el contrario, en la red «apolítica» de relaciones sociales, desde el mercado a la familia, donde el cambio que se necesita para la mejora efectiva no es la reforma política, sino una transformación de las relaciones sociales de producción. No votamos sobre quién posee algo, o sobre las relaciones trabajador-dirección en una fábrica; todo esto se deja a procesos fuera de la esfera de lo político. Es ilusorio esperar a que uno puede cambiar realmente las cosas «extendiendo» la democracia a esta esfera, por ejemplo, organizando bancos «democráticos» bajo el control del pueblo. Los cambios radicales en este terreno se encuentran fuera de la esfera de los derechos legales. Semejantes procedimientos democráticos pueden, desde luego, tener un papel positivo que desempeñar, pero permanecen siendo parte del aparato de Estado de la burguesía, cuyo propósito es garantizar el funcionamiento sin anomalías de la reproducción capitalista. En este preciso sentido, Badiou tenía razón en su afirmación de que actualmente el enemigo final no es el capitalismo, el imperio o la explotación, sino la democracia. La aceptación de los «mecanismos democráticos» es el marco que en última instancia impide una transformación radical de las relaciones capitalistas.

Estrechamente vinculado a la desfetichización de las «instituciones democráticas» está la desfetichización de su contrapartida negativa: la violencia.

Por ejemplo, Badiou propuso hace poco ejercer la «violencia defensiva» construyendo dominios libres a distancia del poder del Estado, substraídos de su reino (como la primera Solidarnosc en Polonia), empleando la fuerza solamente para resistir los intentos del Estado de aplastar y reapropiarse de estas «zonas liberadas». El problema de esta fórmula es que se apoya en una distinción profundamente problemática entre el funcionamiento «normal» del aparato del Estado y el ejercicio «excesivo» de la violencia del Estado. Pero en el ABC de los conceptos marxistas sobre la lucha de clases está la tesis de que la vida social «pacífica» es en sí misma una expresión de la victoria (temporal) de una clase: la clase dominante.

Desde el punto de vista de los subordinados y oprimidos, la existencia misma del Estado como aparato de dominación de clase es un hecho de violencia. De la misma manera, Robespierre sostenía que el regicidio no se justifica probando que el rey había cometido cualquier crimen en concreto: la propia existencia del rey ya es un crimen, una ofensa contra la libertad del pueblo. En este estricto sentido, la utilización de la fuerza por los oprimidos en contra de la clase dirigente y de su Estado siempre es, en última instancia, una utilización «defensiva». Si no aceptamos este punto, nosotros volens nolens «normalizamos» al Estado y aceptamos su violencia como una simple cuestión de excesos contingentes. El lema liberal estándar de que algunas veces es necesario recurrir a la violencia, pero que nunca es legítima, no es suficiente. Desde una perspectiva emancipatoria radical, habría que ponerla del revés: para los oprimidos la violencia siempre es legítima –ya que su propio estatus es el resultado de la violencia– pero no siempre necesaria. Siempre es una cuestión de estrategia el utilizar la fuerza contra el enemigo o no hacerlo.

En resumen, el tema de la violencia debería ser desmitificado. Lo que estaba mal del comunismo del siglo XX no era su recurso per se a la violencia –la toma del poder del Estado, la guerra civil para mantenerlo– sino el modo más amplio de funcionamiento que hacía inevitable y legítimo el recurso a esta clase de violencia: el Partido como instrumento de la necesidad histórica, etc. En una nota para la CIA, aconsejándola cómo socavar al gobierno de Allende, Henry Kissinger escribió escuetamente: «Haced que la economía dé alaridos». Hoy en día antiguos funcionarios estadounidenses admiten abiertamente que esa misma estrategia se aplica en Venezuela: el antiguo secretario de Estado estadounidense, Lawrence Eagleburger en las noticias de la Fox dijo: «Para empezar es el arma que tenemos contra Chávez y la que deberíamos estar empleando, concretamente las herramientas económicas para tratar de hacer que empeore la economía todavía más, de manera que su atractivo para el país y para la región se desplome». También en la actual excepción económica no estamos tratando con procesos ciegos del mercado, sino con intervenciones estratégicas extremadamente organizadas de Estados e instituciones financieras que intentan resolver la crisis en sus propios términos; en semejantes condiciones, ¿no son apropiadas las contramedidas defensivas?

Estas consideraciones no pueden hacer otra cosa que romper en pedazos la confortable posición subjetiva de los intelectuales radicales, incluso aunque continúen con sus ejercicios mentales tan saboreados durante todo el siglo XX: la insistencia en «catastrofizar» las situaciones políticas. Adorno y Horkheimer vieron la catástrofe en la culminación de la «dialéctica de la ilustración» en el «mundo administrado»; Giorgio Agamben definió los campos de concentración del siglo XX como la «verdad» de todo el proyecto político occidental. Pero recordemos la figura de Horkheimer en la Alemania Occidental de la década de 1950. Aunque denunciaba el «eclipse de la razón» en la moderna sociedad de consumo occidental, defendía simultáneamente esta misma sociedad como la única isla de libertad en un mar de totalitarismos y dictaduras corruptas. ¿Qué pasa si, realmente, los intelectuales llevan vidas básicamente confortables y seguras, y para justificar sus medios de vida construyen escenarios de catástrofes radicales? Sin duda, para muchos si se está produciendo una revolución, debe suceder a una distancia prudencial –Cuba, Nicaragua, Venezuela– de manera que, mientras calientan sus corazones pensando sobre acontecimientos lejanos, pueden continuar promocionando sus carreras. Pero con el actual colapso del funcionamiento correcto de los Estados del bienestar en las economías industriales avanzadas, los intelectuales radicales pueden estar aproximándose ahora al momento de la verdad en el que tengan que hacer aclaraciones como esta: querían un cambio real, ahora pueden tenerlo.

La economía como ideología

El estado de excepción económica permanente no significa que la izquierda deba abandonar el paciente trabajo intelectual, sin «utilidad práctica» inmediata. Por el contrario, más que nunca, hay que tener en cuenta que el comunismo empieza con lo que Kant, en el famoso pasaje de su ensayo «¿Qué es la Ilustración?», llamó la «utilización pública de la razón»: con la igualitaria universalidad del pensamiento. Nuestra lucha debería por ello resaltar aquellos aspectos de la actual «reestructuración» que suponen una amenaza al espacio abierto transnacional. Un ejemplo sería el «Proceso de Bolonia» de la Unión Europea, que pretende «armonizar la arquitectura del sistema de la educación superior», y que de hecho es un ataque concertado sobre la utilización pública de la razón.

Tras estas reformas se esconde el deseo de subordinar la educación superior a la tarea de resolver problemas concretos de la sociedad mediante la producción de especialistas. Lo que aquí desaparece es la verdadera tarea de pensar: no sólo de ofrecer soluciones a problemas planteados por la «sociedad» –en realidad, por el Estado y el capital– sino de reflexionar sobre la forma misma de esos problemas; discernir un problema en la misma manera en que percibimos un problema. Dentro del actual capitalismo global, la reducción de la educación superior a la tarea de producir especialistas socialmente útiles es la forma paradigmática del «uso privado de la razón» de Kant, es decir, constreñida por las presunciones contingentes y dogmáticas. En términos kantianos supone nuestra actuación como individuos «inmaduros», no como seres humanos libres que habitan en la dimensión de la universalidad de la razón.

Resulta crucial vincular el empuje hacia la racionalización de la educación superior –no sólo en el aspecto de la privatización directa o de los vínculos con las empresas, sino también en el aspecto más general de orientar la educación hacia la producción de especialistas– con el proceso de encerrar el procomún de los productos intelectuales, de privatización del intelecto general. Este proceso es en sí mismo una parte de una transformación global del modo de interpelación ideológica. Puede resultar útil recordar el concepto de Althusser de «aparatos ideológicos del Estado, AIE». Si en la Edad Media el AIE clave era la Iglesia, en el sentido de religión como institución, el amanecer de la modernidad capitalista impuso la hegemonía gemela del sistema escolar y de la ideología legal. Se formaba a los individuos como sujetos legales por medio de una educación universal obligatoria, mientras los sujetos eran interpelados como ciudadanos patrióticos libres bajo el orden legal. Así se mantenía la grieta entre burgués y ciudadano, entre el egoísta-utilitario, preocupado por sus intereses privados, y el citoyen dedicado al campo universal del Estado. En la medida en que, en la percepción ideológica espontánea, la ideología está limitada a la esfera universal de la ciudadanía, mientras que la esfera privada de intereses egoístas se considera preideológica, la propia grieta entre ideología y no-ideología se transpone en ideología.

Lo que ha sucedido en la última etapa del capitalismo posterior a Mayo del 68 es que la propia economía –la lógica del mercado y de la competencia– se ha impuesto progresivamente como la ideología hegemónica.

En la educación, estamos asistiendo al desmantelamiento gradual del AIE de la escuela clásica burguesa: el sistema escolar es cada vez menos la red obligatoria situada por encima del mercado y organizada directamente por el Estado, portadora de valores ilustrados de libertad, igualdad y fraternidad. En nombre de la sagrada fórmula de «menores costes, mayor eficiencia», está progresivamente penetrada por formas diferentes de APP, esto es, de asociación pública-privada. También en la organización y legitimación del poder, el sistema electoral está concebido, cada vez más, sobre el modelo de competencia de mercado: las elecciones son intercambios comerciales donde los votantes «compran» la opción que ofrece hacer el trabajo de mantener el orden social, perseguir al crimen, etc., de la manera más eficiente.

En nombre de la misma fórmula de «menores costes, mayor eficiencia», se pueden privatizar funciones que fueron campo exclusivo del poder del Estado, como la gestión de las prisiones; lo militar ya no se basa en el servicio militar obligatorio, sino que está compuesto de mercenarios contratados.

Incluso la burocracia del Estado ya no se percibe como la clase universal hegeliana, como se está haciendo evidente en el caso de Berlusconi. En la Italia actual, el poder del Estado está directamente en manos del peor burgués que implacable y abiertamente lo explota como medio de proteger sus intereses personales.

Incluso el proceso de entablar relaciones emocionales está cada vez más organizado con criterios de relaciones de mercado. Semejante proceder descansa sobre la automercantilización: en los contactos de Internet o en las agencias matrimoniales, las posibles parejas se presentan a sí mismas

como mercancías, enumerando sus cualidades y enviando sus fotos. Al hacerlo se olvida lo que Freud llamó der einzige Zug, esa fuerza singular que instantáneamente hace que me guste o me disguste el otro. El amor es una elección que se experimenta como necesidad. En un momento dado, uno está superado por el sentimiento de que se está enamorando y de que no puede evitarlo. Por ello, por definición, comparar las cualidades de los respectivos candidatos, decidir de quién enamorarse, no puede ser amor. Esta es la razón por la que las agencias matrimoniales son montajes antiamor par excellence.

¿Qué clase de cambio implica esto en el funcionamiento de la ideología?

Cuando Althusser afirma que la ideología interpela a los individuos como sujetos, los «individuos» representan aquí los seres vivos sobre los cuales trabajan los aparatos ideológicos del Estado, imponiéndoles una red de microprácticas. Por el contrario, el «sujeto» no es una categoría del ser viviente, de la sustancia, sino el resultado de que estos seres vivos sean atrapados en el dispositif o mecanismo del AIE; en un orden simbólico.

De manera bastante lógica, en la medida en que la economía está considerada la esfera de la no-ideología, ese mundo feliz de mercantilización global se considera a sí mismo postideológico. Desde luego, los AIE están todavía aquí; más que nunca. Sin embargo, en la medida en que, en su autopercepción, la ideología está localizada en sujetos, contrariamente a lo que sucede en los individuos preideológicos, esta hegemonía de la esfera económica no puede hacer otra cosa que aparecer como la ausencia de ideología. Lo que esto significa no es que la ideología simplemente «refleja» la economía, como la superestructura a su base. Por el contrario, la economía funciona aquí como un modelo ideológico en sí mismo, de manera que estamos plenamente justificados para decir que es tan operativa como un AIE (en contraste con la vida económica «real», que sin duda no sigue el modelo idealizado de mercado liberal).

Imposibles

Sin embargo, actualmente estamos asistiendo a un cambio radical en el funcionamiento de este mecanismo ideológico. Agamben define nuestra sociedad «pospolítica» o biopolítica como una sociedad en la que dispositifs múltiples desubjetivizan a los individuos sin producir una nueva subjetividad: De ahí el eclipse de la política, que suponía sujetos o identidades reales (movimiento obrero, burguesía, etc.), y el triunfo de la economía, es decir, de la actividad pura de gobernar, que persigue sólo su propia reproducción. La derecha y la izquierda que actualmente se suceden en gestionar el poder tienen por ello poco que ver con el contexto político de donde proceden los términos que las designan. Actualmente estos términos nombran simplemente los dos polos de la maquinaria de gobierno: el que apunta hacia la desubjetivización sin ningún escrúpulo, y el que la quiere recubrir con la hipócrita máscara del buen ciudadano de la democracia *2.

La «biopolítica» designa la constelación en la que los dispositifs ya no generan sujetos («interpelar a los individuos como sujetos»), sino simplemente administra y regula la escueta vida individual.

En semejante constelación, la misma idea de transformación social radical puede aparecer como un sueño imposible; sin embargo, el término «imposible» debería hacer que nos detuviéramos a pensar. Actualmente, lo posible y lo imposible están distribuidos de una manera extraña, ambos explotando simultáneamente en el exceso. Por una parte, en el campo de las libertades personales y de la tecnología científica, se nos dice que «nada es imposible»: podemos disfrutar del sexo en todas sus pervertidas versiones, hay disponibles archivos completos de música, de películas y de series de televisión para descargar, el viaje espacial está disponible para cualquiera (que lo pague). Tenemos la posibilidad de aumentar nuestras habilidades físicas y psíquicas, de manipular nuestras propiedades básicas por medio de intervenciones en el genoma; incluso el sueño técnico-gnóstico de alcanzar la inmortalidad transformando nuestra identidad en un software que puede descargarse en uno u otro conjunto de hardware.

Por otra parte, en el campo de las relaciones socio-económicas, nuestra época se percibe a sí misma como la edad de la madurez, en la que la humanidad ha abandonado los viejos y milenarios sueños utópicos y aceptado las limitaciones de la realidad –léase: realidad socioeconómica capitalista– con todos sus imposibles. El mandamiento TÚ NO PUEDES es su mot d'ordre: no puedes comprometerte en grandes actos colectivos que necesariamente acaban en el terror totalitario; no puedes aferrarte al viejo Estado del bienestar que te vuelve no-competitivo y conduce a la crisis económica; no puedes aislarte del mercado global sin caer presa de la juche norcoreana. En su versión ideológica, la ecología también añade su propia lista de imposibilidades, los llamados valores umbrales –no más de dos grados de calentamiento global– realizados por «especialistas».

Es fundamental distinguir aquí entre dos imposibilidades: lo imposiblereal de un antagonismo social y la «imposibilidad» sobre la que se centra el campo ideológico predominante. La imposibilidad está aquí redoblada, sirve de máscara de sí misma: la función ideológica de la segunda imposibilidad es ofuscar lo real de la primera. Actualmente, la ideología gobernante se esfuerza en hacernos aceptar la «imposibilidad» del cambio radical, de abolir el capitalismo, de una democracia que no esté reducida a un corrupto juego parlamentario, para así hacer invisible lo imposible-real del antagonismo que atraviesan las sociedades capitalistas. Este real es «imposible» en el sentido de que es imposible para el orden social existente, su antagonismo constitutivo; lo que no implica que este imposible real no pueda afrontarse directamente o transformarse radicalmente.

Esta es la razón por la cual la fórmula de Lacan para superar una imposibilidad ideológica no es «todo es posible», sino «lo imposible sucede».

Lo imposible-real lacaniano no es una limitación a priori que necesite ser tomada en cuenta de manera realista, sino el campo de la acción. Un acto es más que una intervención en el campo de lo posible; un acto cambia las mismas coordenadas de lo que es posible y así crea retroactivamente sus propias condiciones de posibilidad. Por eso el comunismo también se preocupa de lo real: actuar como un comunista significa intervenir en lo real del antagonismo básico que subyace en el actual capitalismo global.

¿Libertades?

Pero la cuestión persiste. ¿A qué equivale semejante declaración programática sobre hacer lo imposible, cuando nos enfrentamos a una imposibilidad empírica: al fiasco del comunismo como idea capaz de movilizar a grandes masas? Dos años antes de su muerte, cuando quedó claro que no habría una revolución en Europa, y sabiendo que la idea de construir el socialismo en un solo país no tenía sentido, Lenin escribió: ¿Qué sucedería si la completa falta de esperanza de la situación estimulase la

multiplicación por diez de los esfuerzos de los obreros y campesinos y nos ofreciera la oportunidad de crear los requisitos fundamentales de la civilización por un camino diferente al de los países de Europa occidental? *3.

¿No ha sido esta la dura situación a la que se han enfrentado los gobiernos de Morales y Chávez en Bolivia y Venezuela y el gobierno maoísta en Nepal? Llegaron al poder por medio de elecciones democráticas «limpias», no por medio de la insurrección. Pero una vez en el poder lo ejercieron de una manera que es parcialmente, por lo menos, «no estatal»: movilizando directamente a sus partidarios, evitando la red representativa del Estado- partido. Su situación es «objetivamente» desesperanzadora: toda la marcha de la historia está básicamente en su contra, no pueden apoyarse en ninguna «tendencia objetiva» que sople en su dirección, todo lo que pueden hacer es improvisar, hacer lo que puedan en una situación desesperada.

Pero, a pesar de todo, ¿no les da esto una libertad única? ¿No estamos ahora nosotros –la izquierda actual– exactamente en la misma situación?

Por ello la nuestra es la situación opuesta a la situación clásica de principios del siglo XX, en la que la izquierda sabía lo que había que hacer (establecer la dictadura del proletariado), pero tenía que esperar pacientemente el momento adecuado de ejecución. Hoy en día no sabemos qué es lo que tenemos que hacer, pero tenemos que actuar ahora, porque las consecuencias de la no-acción podrían ser desastrosas. Estaremos obligados a vivir «como si fuéramos libres». Tendremos que arriesgarnos a dar pasos en el abismo, en situaciones totalmente inapropiadas; tendremos que reinventar aspectos de lo nuevo sólo para mantener la maquinaria funcionando y conservar lo que estaba bien de lo viejo, la educación, la asistencia sanitaria, los servicios sociales básicos. En resumen, nuestra situación es como lo que dijo Stalin sobre la bomba atómica: no es para gente con nervios endebles. O como dijo Gramsci, la nuestra caracteriza una época que empezó con la Primera Guerra Mundial, «el viejo mundo está agonizando, y el nuevo mundo lucha por nacer: ahora es el tiempo de los monstruos».

1 Mis agradecimientos a Udi Aloni, Saroi Giri y Alenka Zupanc?ic?.

2 Giorgio Agamben, Qu'est-ce qu'un dispositif?, París, 2007, pp. 46-47.

3 V. I. Lenin, «Our Revolution» [1923], en Obras Escogidas, Vol.. XXXIII, Moscú, 1966, p. 479.

jueves, 21 de abril de 2011

Redefiniendo la política I

Los enormes cambios sociales que vivimos resultan difíciles de comprender con los conceptos y argumentos tradicionales, que han perdido su fuerza explicativa y sobre todo su capacidad para inspirar las acciones de los individuos. Más parece que las teorías tradicionales están para justificar la parálisis, la negligencia, la cobardía. Y mientras no nos atrevamos a poner todo de cabeza y empezar a repensar el mundo de hoy la debacle continuará sin remedio. Uno de los conceptos centrales que define la crisis de pensamiento es el de la política. Y hoy por hoy se mueve en un mar de contradicciones que contribuyen directamente a la confusión y la manipulación que nos rodea.

En un principio, Platón definió a la política como el espacio del pensamiento virtuoso por excelencia, en donde el filósofo rey se hacía obedecer gracias a sus amplios conocimientos sobre la vida buena, virtuosa. El perfil del gobernante debería descansar en el conocimiento, en la práctica de la virtud, por lo que sólo los sabios estaban preparados para gobernar. Aristóteles, continuando la obra de su maestro, afirmó que el arte supremo era la política y que su razón de ser se basaba en el interés público. Llegó incluso a definir al idiota como el individuo que ponía su interés particular por encima del interés público. Si Aristóteles viviera no le quedaría más remedio que constatar que el mundo de hoy es un mundo de idiotas famosos, reconocidos, alabados y por supuesto, votados.

Con la caída del mundo griego y el fortalecimiento de Roma las cosas dieron un vuelco espectacular en lo que a la definición de la política se refiere. Séneca, el famoso filósofo estoico y asesor del emperador Nerón, negaba que la política fuera el espacio de la virtud y no se cansaba de decir que el ejercicio de la política, envilecía al gobernante y al ser humano en general. Para Séneca, el ser humano debería poner más atención a los asuntos divinos, a su relación con dios, dejando de lado los asuntos terrenales. Testigo privilegiado de su tiempo y de la decadencia romana, difícilmente podía concebir a la política como el espacio virtuoso por antonomasia; pero al mismo tiempo fue de los primeros pensadores que concibió la igualdad humana universal. Decía que el ser humano tiene dos identidades: una referida a su espacio territorial cotidiano, a su lugar de nacimiento; la otra caracterizada por la universalidad de la especie, por su relación con humanidad.

Hoy por hoy, si usted le pregunta a cualquier persona acerca de la política muy probablemente se encontrará con que su percepción se mueve entre estas dos definiciones. Por un lado le responderá diciendo que la política corrompe, pervierte a cualquier ser humano. En el argot popular el equivalente sería la frase: se subió a un ladrillo y se mareó. Pero también es probable que la respuesta sea que el problema actual es que la política está en manos de ignorantes, de idiotas que no comprenden la superioridad del bien público sobre el privado. Si fueran educados y con amplios conocimientos otro gallo nos cantara. Como vemos, el concepto de la política no sirve más que para confundir y para manipular las opiniones pero para resolver problemas nada. ¿De dónde debemos partir entonces para darle un nuevo sentido a la política?

lunes, 18 de abril de 2011

7 años más de guerra

No tenga usted ninguna duda: la guerra emprendida por Calderón está funcionando. El grado de violencia que se está viviendo en México no es sino “señal del éxito de las autoridades nacionales en su combate al narcotráfico”, declaró la directora de la agencia antidrogas estadounidense (DEA). El argumento es que la presión ejercida por las “fuerzas del orden” mexicanas ha llevado a los criminales a matarse entre ellos. Difícil calificar dicha tesis: se trata de un completo desconocimiento del caso mexicano, de simple estupidez o del cinismo característico de las instituciones gubernamentales, en particular las norteamericanas.

Por su parte, Calderón insiste en que la violencia, que se ha convertido en una cuestión cotidiana para todos nosotros, proviene única y exclusivamente de los cárteles y de la delincuencia organizada (cabe aclarar que la manera de percibir la realidad puede ser alterada por el consumo periódico de bebidas embriagantes).

La situación en el país ha rebasado por mucho el simple accionar del crimen organizado: es prácticamente a diario que nos enteramos del involucramiento de policías municipales, de elementos del ejército o de funcionarios públicos participando activamente en la comisión de actos ilícitos. Por otra parte, no son sólo elementos de seguridad ni miembros de los cárteles los que han llevado a cerca de 40 mil el número de muertos: las muertes de civiles, a las que se les llama “daños colaterales” (como si no fuesen una consecuencia directa del grado de militarización del país, y cómo si no se pudiese o debiese siquiera señalar a los responsables), han ido en constante aumento.

El número de delitos del fuero común ha crecido también exponencialmente. Tan sólo en Chihuahua, una de las entidades más afectadas por la situación y con mayor presencia militar en el país, los datos son alarmantes. En 2007, previo a la implementación del operativo militar, el número de delitos cometidos fue de 35 mil. Tres años después, ya con militares en las calles, el número prácticamente se duplicó. 66 mil crímenes denunciados, más todos aquellos que no se denuncian por temor, una forma más de violencia que toma forma en nuestro país. La tasa de homicidios en esa entidad se multiplicó por 10 desde la entrada de las fuerzas militares; el robo de vehículos aumentó en un 224%.

Aún más: decenas de miles de mexicanos se han visto obligados a abandonar sus hogares y buscar residencia en otro lado. Tan sólo 230 mil residentes de Ciudad Juárez han dejado la ciudad fronteriza en lo que va del sexenio. ¿Es esta forma de violencia también una muestra del éxito obtenido en la guerra contra el narcotráfico?

La violencia genera más violencia. Resulta estúpido decir que en medida que la violencia aumente los carteles quedarán diezmados, y la situación en el país volverá a la normalidad una vez que el gobierno logre desmantelar sus operaciones. La estrategia del gobierno es equívoca por una sencilla razón: esta “guerra” no se puede ganar. No mientras las armas con las que se pelea sigan entrando libremente por la frontera más peligrosa para México, la del norte, abasteciendo a ambos bandos. No se puede ganar mientras la ilegalidad en el consumo de drogas convierta al tráfico de las mismas en una mina de oro, especialmente una vez que entran a los Estados Unidos (un mercado de 8.7 mil millones de dólares). No se puede ganar mientras se siga pensando que se trata de una cuestión única y exclusivamente de seguridad pública, cuando la realidad es que el desgarre en el tejido social tiene causas mucho más profundas que el narcotráfico.

A todos aquellos que pensamos que la violencia en el país no puede ser solucionada mediante las armas, y que la militarización del territorio es un verdadero peligro para México, nuestro valiente presidente nos acusa de ingenuos, y su secretario de Seguridad Pública nos promete siete años más de guerra y violencia. Siete años más en los que por cada detención realizada por el gobierno federal mueren miles, y por cada tonelada de cocaína decomisada hay cientos de secuestros, extorsiones y “desapariciones forzadas”.

Es urgente exigir de las autoridades un completo replanteamiento en la estrategia, que empiece por mandar al Ejército de vuelta a los cuarteles, si no queremos estar preguntándonos en siete años en qué momento se nos escapó el problema de las manos.

Contrapolítica


Úrgenos un nuevo enfoque, un nuevo marco operativo y programático, una contrapolítica. En la presente época, predomina un estancamiento intelectual generalizado. El planeta está patas arriba. Y las narrativas vigentes son incapaces de ofrecer un diagnostico acertado; mucho menos una proposición, acorde con los tiempos, que constituya una plataforma ética-política para convivir y sobrevivir en el presente caos. Es momento de parir un nuevo pensamiento: “Todo bajo el cielo está en completo caos; la situación es excelente (Mao Zedong)”.

El tablero geopolítico está apreciablemente convulsionado: Túnez, Egipto, Libia, Yemen, Bahréin, Siria, Europa (Londres, París, Atenas etc.), Estados Unidos (Wisconsin). Y aunque acaso algunos despistados se resistan a reconocerlo, México también se incorpora a la lista de países donde el clamor popular asume tintes insurreccionales.

Pero parece no haber una estrategia que cohesione, articule, estructure, la resistencia. Y todo indica que México es paradigmático en este sentido. Ante el creciente desmontaje institucional y el atropello sistemático a escala ampliada, cuyo patrocinador oficial es el Gobierno Federal S.A. de C.V., las actuales movilizaciones de resistencia en el país se antojan tímidas, toda vez que se mantienen dentro de los confines de la visión estatal-liberal-democrático-republicana. Y si bien es natural que ante el agravio se exija justicia al Estado y los órganos que en el papel la administran, parece que es tiempo, una vez visto que el abandono gubernamental no tiene límites, de replantear las tácticas de lucha política.

Por ejemplo, como respuesta a la incontenible barbarie que azota al país, las recientes movilizaciones señalaban como responsables del actual baño nacional de sangre, no a los autores materiales del crimen, sino a los que, por acción y omisión deliberada, lo promueven (entiéndase la narco-aristocracia política). Hasta aquí todo iba bien. Pero después, en alusión a esta censura popular, el comandante en jefe de las fuerzas desalmadas, Felipe Calderón, respondió: "A ellos hay que frenarlos [los criminales], a ellos hay que condenarlos, hacia ellos debe ir un 'ya basta' colectivo y nacional. Ya basta a los criminales”. Y tristemente parece que no pocos mordieron el anzuelo.

A ver, señoras y señores del jurado, tratemos de desenmarañar la controversia, paso por paso: El crimen es un problema social-estructural, esto es, de Estado, y no de individuos locos y aislados. En este sentido, el Estado es responsable de la seguridad pública. Luego entonces –si se me permite el cantinfleo–, si el Estado no es la solución al problema de inseguridad, entonces es parte esencial del problema. Dicho en los términos de la sabiduría popular: tanto peca el que mata la vaca, como el que le agarra la pata.

¿Por qué entonces este equívoco afán de exigir al Estado y sus esbirros menores (muy menores, exempli gratia, Felipe Calderón) que resuelvan un problema, ¡los problemas!, que ellos mismos fomentan alevosa e intencionadamente?

Si México está hundido, literalmente, en fosas comunes (en Mataulipas suman 145 cadáveres hallados en las fosas de San Fernando), es por razón de elecciones políticas concretas, realizadas en el marco de estructuras y eventualidades concretas, por actores políticos concretos.

La clave primaria del cambio social auténtico consiste en formular, según la expresión de Lenin, “el análisis concreto de la situación concreta”. Sin duda este es el primer paso en la configuración de una contrapolítica genuina.

Parece justo plantearse, como primer esfuerzo contrapolítico, ¡la toma del cielo por asalto!

sábado, 16 de abril de 2011

11 tesis sobre la política

Jacques Rancière


1. La política no es el ejercicio del poder. Debe ser definida por sí misma, como una modalidad específica de la acción, llevada a la práctica por un tipo particular de sujeto, y derivando de una clase de racionalidad específica. Es la relación política la que hace posible concebir al sujeto político, no a la inversa.


2. Lo peculiar de la política es la existencia de un sujeto definido por su participación en opuestos. La política es un tipo de acción paradójica.


3. La política es una ruptura específica de la lógica del arkhé, dado que no presupone simplemente la ruptura de la distribución “normal” de las posiciones entre quien ejercita el poder y quien lo sufre sino también una ruptura en la idea de las disposiciones que hacen a las personas “adecuadas” a estas posiciones.


4. La democracia no es un régimen político. Es una ruptura de la lógica del arkhé, en otras palabras, la anticipación de la regla en la disposición por él. La democracia es el régimen de la política en tanto forma de relación que define a un sujeto específico.


5. El pueblo, que es el sujeto de la democracia, y por lo tanto el sujeto matricial de la política, no es el conjunto de los miembros de la comunidad o la clase obrera o la población. Es la parte suplementaria en relación a cualquiera de las partes contables de la población que hace posible identificar la cuenta de los incontados con la totalidad de la comunidad.


6. La esencia de la política es la acción de sujetos suplementarios inscriptos como un plusvalor en relación a cualquier cuenta de las partes de una sociedad.


7. Si la política es el trazado de una diferencia evanescente en la distribución de las partes sociales, entonces su existencia no es de ninguna manera necesaria. Por el contrario, la política sucede siempre como un accidente recurrente en la historia de las formas de la dominación. El objeto esencial del litigio político es la existencia misma de la política.


8. La política es específicamente antagónica a lo policial. Lo policial es una distribución de lo visible cuyo principio es la ausencia del vacío y el suplemento.


9. La tarea esencial de la política es la configuración de su propio espacio, lograr que el mundo de sus sujetos y sus operaciones resulten visibles. La esencia de la política es la manifestación del disenso, en tanto presencia de dos mundos en uno.


10. La característica fundamental de la filosofía política consiste tanto en anclar la acción política en una modalidad específica del ser como en ocultar el litigio que es constitutivo de la política. Es en la descripción misma del mundo de la política que la filosofía produce este ocultamiento. Por otra parte, la efectividad de esta operación es perpetuada en las descripciones no filosóficas o anti-filosóficas de este mundo.


11. El “fin de la política” y el “retorno de la política” son dos maneras complementarias de cancelar la política a través de una relación simple entre el estado de lo social y el estado de los aparatos estatales. “Consenso” es el nombre vulgar de esta cancelación.

miércoles, 13 de abril de 2011

Que siga la guerra

Casi 40 mil muertos no son suficientes para pensar en un cambio de estrategia, parece decir Calderón mientras asegura que el Ejército seguirá en las calles a pesar del llamado de la ONU, de múltiples organizaciones y de miles de manifestantes en al menos 26 ciudades del país.

La militarización del país se ha traducido simple y sencillamente en el crecimiento exponencial de la violencia en el mismo. Lo peor del asunto es que, aunque Calderón se canse de repetir que estamos en la ruta correcta, la realidad es que dicha ruta sólo nos ha llevado a una situación de violencia en el país como pocas veces en la historia, y de la que no se vislumbra salida alguna de mantenerse las políticas que en materia de seguridad ha emprendido esta administración.

Cualquier experto en operaciones militares nos dirá que parte de la planeación de una guerra es pensar en una estrategia de salida. No lo hicieron los estadounidenses en Afganistán e Iraq, y llevan casi una década sin poder salir. ¿Cuál es la estrategia de salida de Calderón? Después de 5 años de violencia en aumento sin mayores logros en el combate al narcotráfico, parece el momento oportuno de empezar a pensar en una.

Por lo mientras el gobierno estadounidense, autoridad en la materia, ha hecho público su informe sobre derechos humanos correspondiente a 2010.

Si yo fuese Calderón estaría furibundo (y probablemente borracho, pero ese es otro tema) al enterarme de los resultados. Su administración ha hecho hasta lo imposible por complacer al gobierno norteamericano. Se ha seguido al pie de la letra la “estrategia” de combate al narcotráfico y al crimen organizado dictada desde Washington, la industria armamentística estadounidense ha hecho su agosto en nuestro país y se ha consentido la franca militarización de nuestro territorio, y no solamente con fuerzas nacionales.

No obstante lo anterior, el gobierno de los Estados Unidos, en voz de Hillary Clinton, vocera de la paz mundial (ja!), denunció las irregularidades cometidas por el Ejército mexicano en contra de los derechos humanos en nuestro país. ¿Qué gobierno mejor calificado para denunciar dichas violaciones que el experto en cometerlas (si bien, muy vivos ellos, le cambian el nombre y le dicen collateral damage)?

Afortunadamente, no estamos solos. Cuba, Nicaragua y Venezuela se encuentran también en la lista negra de Washington. Colombia, sin embargo, ha realizado “mejoras notables” en la materia, según el reporte estadounidense. Colombia, que tal como nosotros, lleva años librando una guerra con balas americanas y muertos colombianos en contra del famoso “narcoterrorismo”, cuyas administraciones en las últimas décadas han sido las primeras en respaldar los intereses norteamericanos en la región, como el intento de instalar 7 bases militares en territorio colombiano en el 2009.

Este cuento de los derechos humanos no es nuevo: Estados Unidos lo ha utilizado cada vez que considera necesario desprestigiar y poner en juicio a un gobierno determinado. Por ello no sorprende la inclusión de Cuba y Venezuela en la lista negra, ni el espaldarazo a Colombia, mas el caso de México destaca.

Al parecer estos gringos nunca están contentos. Basto con que se ventilara el operativo Rápido y Furioso y que Wikileaks pusiera de manifiesto las actividades de espionaje barato llevadas a cabo por el ex embajador Pascual, para que el gobierno de Washington pintara su raya con la administración de Calderón, a quién en múltiples ocasiones y cuando así ha convenido han elogiado sin reparos.

A nadie le quepa duda: las violaciones a los derechos humanos en nuestro país están a la orden del día, y el número de las mismas solo parece ir en aumento conforme pasan los meses y aumenta la presencia militar en las calles. Lo que hay que destacar es el cinismo de los Estados Unidos en denunciarlas, cuando gran parte de la responsabilidad por la situación de violencia en nuestro país (y en gran parte de Latinoamérica y el mundo) recae sobre ellos.

Es urgente que se retire al Ejército de las labores policiacas que la ha conferido el gobierno de Calderón, y este debe ser el tema central de las elecciones federales que se avecinan. En caso contrario, la situación de violencia en el país solo empeorará, mientras que en otro lado se frotan las manos pensando en los dividendos que deja la guerra.

domingo, 10 de abril de 2011

No más sangre

El día miércoles se efectuaron manifestaciones en 28 entidades del territorio nacional, a las que se sumaron protestas en ocho países (EU, España, Francia, entre otros), para exigir a las autoridades cese a la violencia en México. Es francamente alentador descubrir que esta movilización colectiva cuenta con demandas cada vez mas acotadas y concretas, a pesar de la sutil campaña mediática que procura desacreditar el ánimo insumiso de los manifestantes. En relación con esto último, el columnista de un diario nacional, cuyo nombre omitiré por razones ‘diplomáticas’, explicó a sus lectores en un artículo el motivo por el cual había renunciado a participar en la movilización contra la violencia, con sede en la ciudad de México. Véase los argumentos esgrimidos:

“No estoy de acuerdo en que un acto que se anunciaba como realizable a favor de la paz y por solidaridad con las familias de los asesinados en Temixco, lo aprovechen los profesionales del resentimiento… el mero hecho de permanecer en la manifestación me convertiría en un borrego cómplice de la politiquería mas fanática, baja y sucia.”

Si bien resultan auto-censurables los argumentos citados, consideré oportuno rescatarlos a modo de ilustración, pues parecen generosamente útiles para arribar al punto que deseo exponer. Lo que realmente indignó al colega “enemigo del resentimiento”, fueron las consignas contra el gobierno federal, y en concreto, los gritos de “¡Juicio político a Calderón!” Y en efecto, una de las demandas que ha adquirido mayor ímpetu desde las primeras marchas contra la violencia efectuadas a escala nacional, ha sido la de la remoción de Felipe Calderón del cargo que incumple (insisto, “incumple”). Inclusive se ha propuesto someterle –tal y como exigen los manifestantes– a juicio político.

Al grano: Me parecen no solo perfectamente legítimas, sino incluso impostergables las demandas referidas. Basta de marchas y protestas tibias. Hemos visto hasta el hastío que un acto “a favor de la paz y la solidaridad” no resuelve absolutamente nada (recuérdese José Martí). En un país azotado por una violencia demencial, propiciada por acción y omisión gubernamental, y cuyo trasfondo nos remite a la histórica injerencia violatoria de Estados Unidos, efectuar marchas esporádicas “a favor de la paz y la solidaridad” (demanda extraordinariamente abstracta), como si se tratara de un anhelo de Miss Universo, no conduce a ningún hecho o decreto concreto que atienda el clamor nacional: ¡No más sangre!

El actual gobierno atiende una sola orden: la que se emite desde la matriz del alicaído imperio: Washington. Allí se configuró la agenda de la administración en turno (véase los cables de Wikileaks referentes a este asunto). Acaso esto explica, que un problema civil y de salud pública, como lo es el consumo de drogas (recuérdese el slogan federal concerniente a la lucha anti-narco: “Para que la droga no llegue a tus hijos”), se declare por capricho gubernamental asunto de seguridad nacional y se combata con el ejercito.

En suma: ante la radicalización de la violencia y la pertinaz negligencia gubernamental, se antoja admisible e inaplazable la radicalización de las demandas civiles.

Así que allí donde ciertos colegas ven “politiquería fanática, baja y sucia”, otros vemos dignidad a prueba de balas, indignación y dolor insondables, y el fragor de una sentencia legítima: “¡Cuando uno manda a chingar a su madre a alguien, hay que asegurarse de que vaya! (Javier Sicilia).”

Sr. Hinojosa, ¿no oye usted los pasos insurrectos del pueblo en los tejados de sus Pinos?

Cuestión Eterna


“No debes estar triste porque en este continente nuestro, le estén cortando cada día más las manos y las alas al espíritu”

- Antonio Colinas, poeta español


Leí en un manifiesto rolerista: La canción es poesía, y la poesía es un chopo que canta y rola. Y con ella rolando, dígote, lector, lo que Luther King dijera: La cobardía pregunta: “¿Es seguro?” La conveniencia pregunta: “¿Es oportuno?” La vanidad pregunta: “¿Es popular?” Pero la conciencia pregunta: “¿Es justo lo que nos sucede?” (La respuesta está adentro, solo adentro de cada quien).

Este Aquelarre es cuestionable: ¿Por qué el Che Guevara tiene la peligrosa costumbre de seguir naciendo? Cuando más lo traicionan, más nace. Es el más nacedor de los líderes del siglo XX porque lo que pensaba hacía, revolucionando con sus palabras y actos. ¿Será por eso? Enseñándonos que el hombre riendo, cantando, y soñando convierte la basura-escoria-hez humana en bienestar colectivo si despiertos damos al arcoíris latinoamericano nuevos colores mundanos con nuestro cantar colectivo para que no sean mudas su realidad y memoria histórica.

En su momento, José Martí anunció: La joven nación Norteamericana es un imperio glotón, por su insaciable hambre manifestada por comerse el mundo. Cuando había devorado su territorio étnico, comióse medio México como plato fuerte por el vende-país Santana. Y su bulimia imperial ésta hoy en el Medio Oriente. ¿Qué estandarte ondeará para justificar su intromisión en la decisión viril de esas naciones? Respondo: el que su conveniencia financiera les favorezca, amplificando lo que William Taft en 1909 dijera: “Todo el hemisferio será nuestro en los hechos no como territorio sino moralmente en virtud de nuestra superioridad racial”.

Y como remache, Teddy Roosevelt, su premio Nobel de la Paz, dijera: “Ningún triunfo pacífico es tan grandioso como el supremo triunfo de la guerra”. Y a estos imperialistas les doy a mi Lao-Tsé cabalgando orientales veredas existenciales en su asno azul, y con sus sabias palabras responderles: “Cuanto más rica es una nación, más pobre es”. Conociendo lo que destruye una guerra y el dolor que implica se alcanza la gloria del porqué vivir en la Paz. Aprendamos que quienes se deleitan en la conquista, se deleitan con el dolor humano (el imperio gringo no tiene amigos, tiene socios, ni tampoco niña en los ojos sino el signo de dólares). Cierro este párrafo: El encuentro entre los hombres de diferentes civilizaciones, su contacto histórico, es dramático, y más cuando los unos se sienten superiores a los otros (racismo puro).

A nombre de la tolerancia hay experiencias tan intolerables menoscabando la libertad de expresión. Prefiero no hablar del traumatismo histórico que vivimos, pero si rolar cantando nuestro dolor para volver a dar con la libertad de ser, haciendo. Confirmo: los actuales políticos, son en mayoría unos pobres políticos ricos. Y de esta pobreza y riqueza política estamos hasta el gorro: cáncer carcomiendo las entrañas nacionales. ¿Qué hacer y cómo hacerlo para arrancarlo de raíz? La respuesta está en ti, lector.

Por último: Carlos Slim sigue siendo el hombre más rico del mundo para “nuestra gloria internacional”, mientras millones de mexicanos siguen siendo tan pobres, inconmensurablemente pobres. Ojo y mucho oído, Sr. Presidente, ¿no oye usted los pasos hambrientos de su pueblo en los tejados de sus Pinos?

jueves, 7 de abril de 2011

Hay que cerrar Laguna Verde

La planta nuclear de Fukushima está perdida, la contaminación llegará a buena parte del hemisferio norte y el mar y tierra cercana a la planta presenta altos índices de radiactividad. A pesar de ello no parece que los que vivimos en Veracruz y cerca de Laguna Verde tengamos conciencia del riesgo en el que vivimos. La reacción del gobierno del estado tuvo como objetivo tranquilizar a la población pero nada más. Interesante hubiera sido que el gobernador solicitara un estudio independiente para demostrarle a sus gobernados que la planta es segura, pero eso es pedirle peras al olmo.

Según datos proporcionados por Greenpeace –la organización ambientalista internacional más visible en le mundo accidental- la planta nuclear de Laguna Verde proporciona el 3% de la energía eléctrica que se consume en nuestro país, agregando además que el hecho de que hay un excedente de este tipo de energía de más de 40%. Entonces no puedo dejar de preguntarme ¿A quien beneficia Laguna Verde?

Pero la verdadera cuestión aquí es si estamos dispuestos a pagar el costo de un probable accidente a cambio de tener el privilegio de producir una mínima parte de nuestras necesidades energéticas. O sea, a poner en riesgo a lo que más queremos y por lo que vivimos en este mundo, nuestros hijos, sus hijos y los hijos de sus hijos por un plato de lentejas.

En este contexto no sorprende que un grupo de mujeres lleve años denunciando la alta probabilidad de un accidente nuclear en Laguna Verde. Organizadas en el Grupo Antinuclear de Madres Veracruzanas tienen como objetivo el cierre de la planta en Laguna Verde. A lo largo de más de una década han recopilado información relevante que ha sido interpretada por organismos internacionales especializados en energía nuclear y el resultado no se puede ignorar: la seguridad en la planta es mala. En 1999 el gobierno mexicano solicitó un informe a la Asociación Mundial de Operadores Nucleares (WANO) de la planta nuclear de Laguna Verde.

El informe de WANO determiné que la calificación era de 4 (donde 1 es excelente y 5 es pésimo) y sugirió una serie de acciones para mejorar su calificación pero no se hizo nada. Fue de tal magnitud la presión social que en marzo de 2005 se reportó en la prensa nacional que se habían iniciado el desmantelamiento de la planta nuclear pero una vez más nada sucedió.

Por todo lo anterior debemos reflexionar seriamente sobre lo que debemos hacer como ciudadanos responsables y con poca confianza en nuestros gobernantes. No serán estos últimos los que tomen la decisión, sumidos en la parálisis, la corrupción y la simulación. La responsabilidad es nuestra, de la ciudadanía, que es la que más tiene que perder en un escenario como el japonés.

Es nuestra obligación empezar a presionar al estado federal y estatal para que desmantelen los reactores nucleares –que tienen casi cuarenta años de vida. No hay que olvidar que todo lo que puede fallar… seguramente fallará, está en su naturaleza. ¿Seguiremos esperando pasivamente que las probabilidades hagan su trabajo o tomaremos cartas en el asunto?

lunes, 4 de abril de 2011

El lenguaje en tiempos de guerra


En la era del fascismo alemán, Karl Kraus (austriaco), explicó: “Es en sus palabras y no en sus actos donde yo he descubierto el espectro de la época”. Reconociendo la legitimidad y alcance de esta premisa, aboquémonos a la excitante tarea de examinar la prosa oficial (entiéndase, la gran frase hueca) y descubrir los cimientos del actual oscurantismo mexicano.

En menos de una semana, el mandatario mexicano, Felipe Calderón, ofreció dos sendos discursos. Véase el siguiente fragmento del primer acto oficial referido, y póngase especial atención en la constitución sintáctica del mismo:

"México sigue avanzando” y aunque “aún no estamos donde queremos, aunque hemos avanzado sustancialmente, pero vamos con paso firme y decidido a donde México debe estar”.

Es indudable que el patrimonio lingüístico que nos legó Cantinflas constituye un orgullo nacional. Sin embargo, en lo concerniente a los asuntos propiamente públicos de una nación, parece preciso la necesidad de ser precisos. Pues a decir verdad, no sabemos con exactitud a qué se habrá referido el Licenciado Hinojosa cuando afirmó que “México sigue avanzando”, ni cuando agregó que “aún no estamos donde queremos estar”. ¿Dónde se supone que queremos estar? Personalmente, detestaría estar donde él esté. ¿Avanzar sustancialmente? Sr. Presidente, aquel mito del avance ya quedó en la prehistoria. Un país se transforma, evoluciona; los cánones y valores de una sociedad se transfiguran, se desvanecen en provecho de otros. Pero si hablamos de avanzar, esto es, en un sentido figurado, “progresar en la acción, condición o estado”, lo único que avanza en este país es el asesinato organizado a gran escala.

Ahora veamos la frase destacada del segundo acto público del infinitamente pequeño jerarca:

“Compartimos con el gobernador (Juan Sabines de Chiapas) una preocupación fundamental: que es combatir la pobreza… con hechos y no con palabras; otros tienen simplemente palabras.”

Joseph Goebbels, ministro de Adolf Hitler, alguna vez apuntó: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Y tanto se ha repetido la expresión “combate a la pobreza”, que ahora no pocos ingenuos imaginan que los gobiernos efectivamente persiguen el objetivo de paliar la miseria a escala regional y planetaria. ¿Acaso nadie advierte la falsa sintaxis, la argucia retórica, el indefectible aroma a sofisma? Insisto: a la pobreza no hay nada que combatirle, lo que es preciso combatir es el dispositivo institucional que consiente la acaparación de la riqueza. Además, ¿a qué clase de hechos alude el Ejecutivo Federal en su discurso? En el transcurso de su administración hemos sido testigos tan solo de los siguientes ‘hechos’: alza ininterrumpida de los precios de la canasta básica, contrarreformas laborales y sociales, precarización de los sistemas de pensiones (ISSSTE), desmantelamiento de programas de asistencia social, disminución del salario mínimo real, extinción de empresas de propiedad estatal (LyFC), desarticulación de sindicatos obreros (SME)… Parece que el Presidente más bien quiso decir: “Con hechos, el Gobierno combate a los pobres”.

En otro asunto, en un enfrentamiento en el puerto de Veracruz entre miembros del ejército y presuntos narcotraficantes, una señora inocente que vendía tortas en el lugar de los hechos quedó atrapada en la balacera. Cuando una testigo solicitó al marino más próximo que ayudara a la señora, el miliciano contestó:

“¡Que chingue a su madre por pendeja!”

En fin… Así es esto del combate a la criminalidad y el despliegue de las fuerzas del orden.