Y una vez más lo único que quedará será la duda, la incertidumbre. En esta ocasión el culpable es un virus, el de la influenza en una más de sus tantas mutaciones.
Como siempre, la información disponible para los mortales es limitada, poco confiable, sujeta a intereses de los cuáles no tenemos ni la menor idea. Las primeras noticias, demasiado alarmistas. Una pandemia global en camino, prácticamente se anunciaba el Apocalipsis del cuál sólo se podía escapar comprando un tapabocas.
El manejo de las cifras por parte del gobierno, de las agencias informativas, de los medios nacionales e internacionales, resultó confuso para la mayoría de la población, y es imposible no pensar en que algo se nos está ocultando.
Miles de hospitalizados sospechosos de portar el virus, cientos confirmados, decenas de muertos. Y vemos cambiar las cifras de un día para otro sin que los números nos digan nada.
El manejo por parte del gobierno de la situación no fue el mejor: en primer lugar, el referirse al virus como influenza porcina provocó que el consumo de carne de cerdo cayera estrepitosamente. El problema no es, desde luego, para Granjas Carroll (que por cierto pertenece a una empresa norteamericana, Smithfield, bendito libre mercado). Quizá este trimestre no dejará ganancias, pero nadie piensa en aquellas familias que dependían de matar un puerco los domingos para vivir el resto de la semana.
En segundo lugar, el bombardeo de “información” en todos los medios simplemente sumó a la psicosis que ya se sentía.
La Organización Mundial de la Salud, por su parte, no contribuye en nada con sus niveles de alerta. Una pandemia en el sentido utilizado por la OMS no es más que la transmisión de una enfermedad en dos continentes. Sin embargo la connotación de la palabra no deja de ser tétrica.
A final de cuentas, la influenza no se trata de una enfermedad mortal. Ni usted ni yo moriremos influenzados. Son aquellos sin recursos los que sufrirán las consecuencias, una vez más. Aquellos a los que una gripe les degenerará en una neumonía por que el IMSS no tuvo la capacidad de atenderles y pagar un médico particular simplemente se antoja imposible.
No trato de minimizar la enfermedad y sus consecuencias en todos los aspectos: vidas humanas, pérdidas económicas, valioso tiempo de campaña. Simplemente se trata de señalar que la falta de información precisa en estos casos degenera en lo que vivimos actualmente: una situación de desconcierto en la que ya no sabemos ni que pensar.
Y lo peor es que lo damos por sentado. Sabemos que la verdad nunca llegará a nuestras manos, y poco podemos hacer al respecto.
Como siempre, la información disponible para los mortales es limitada, poco confiable, sujeta a intereses de los cuáles no tenemos ni la menor idea. Las primeras noticias, demasiado alarmistas. Una pandemia global en camino, prácticamente se anunciaba el Apocalipsis del cuál sólo se podía escapar comprando un tapabocas.
El manejo de las cifras por parte del gobierno, de las agencias informativas, de los medios nacionales e internacionales, resultó confuso para la mayoría de la población, y es imposible no pensar en que algo se nos está ocultando.
Miles de hospitalizados sospechosos de portar el virus, cientos confirmados, decenas de muertos. Y vemos cambiar las cifras de un día para otro sin que los números nos digan nada.
El manejo por parte del gobierno de la situación no fue el mejor: en primer lugar, el referirse al virus como influenza porcina provocó que el consumo de carne de cerdo cayera estrepitosamente. El problema no es, desde luego, para Granjas Carroll (que por cierto pertenece a una empresa norteamericana, Smithfield, bendito libre mercado). Quizá este trimestre no dejará ganancias, pero nadie piensa en aquellas familias que dependían de matar un puerco los domingos para vivir el resto de la semana.
En segundo lugar, el bombardeo de “información” en todos los medios simplemente sumó a la psicosis que ya se sentía.
La Organización Mundial de la Salud, por su parte, no contribuye en nada con sus niveles de alerta. Una pandemia en el sentido utilizado por la OMS no es más que la transmisión de una enfermedad en dos continentes. Sin embargo la connotación de la palabra no deja de ser tétrica.
A final de cuentas, la influenza no se trata de una enfermedad mortal. Ni usted ni yo moriremos influenzados. Son aquellos sin recursos los que sufrirán las consecuencias, una vez más. Aquellos a los que una gripe les degenerará en una neumonía por que el IMSS no tuvo la capacidad de atenderles y pagar un médico particular simplemente se antoja imposible.
No trato de minimizar la enfermedad y sus consecuencias en todos los aspectos: vidas humanas, pérdidas económicas, valioso tiempo de campaña. Simplemente se trata de señalar que la falta de información precisa en estos casos degenera en lo que vivimos actualmente: una situación de desconcierto en la que ya no sabemos ni que pensar.
Y lo peor es que lo damos por sentado. Sabemos que la verdad nunca llegará a nuestras manos, y poco podemos hacer al respecto.
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