martes, 25 de marzo de 2014

Cuba: germen de la utopía

La información no pocas veces mal deglutida que circula en la prensa y los mass media en lo tocante a la vida política-cultural en Cuba, ha dificultado el conocimiento desprejuiciado acerca de la realidad social en el más polémico de los archipiélagos caribeños (el antiimperialismo no goza de muchos simpatizantes en tiempos de globalización excremental). Es precisamente está condición políticamente “polémica” que envuelve al caso cubano, la que cancela a menudo la posibilidad de reconocer conquistas humanas que ningún otro país puede presumir. Y no nos referimos a los celebérrimos logros en materia de salud, educación y desempeño deportivo, tan elogiados incluso en los círculos más refractarios y adversos a la política de aquel país. (Glosa marginal: médicos en Cuba descubrieron hace un par de años una vacuna contra el cáncer de próstata en estado avanzado). Estas generosidades harto conocidas, si bien afianzadas con el soporte de la sociedad, se encuadran en una temporalidad sujeta a condición política, es decir, dependen de los vaivenes políticos y bien podrían desvanecerse al compás de transformaciones políticas indeseadas. No obstante, las conquistas a las que acá aludimos, y que tristemente se ignoran de modo insistente, tienen un alcance ulterior a la política coyuntural. Se trata de objetivos universales que tienen una base cultural sólida y un anclaje civilizatorio perdurable. Nos referimos especialmente a la erradicación del racismo –la discriminación en cualquiera de sus semblantes–, el afianzamiento de la igualdad de género, y la extirpación de la violencia en las calles, divisa infaltable en las metrópolis latinoamericanas. 

Ernesto Guevara, con apreciable capacidad de síntesis, vaticinó: “Llegará el día en que la diferencia entre un negro y un blanco va a ser que uno es negro y otro blanco”. En Cuba, este adagio se cumplió. En ese país, tan carente de contrastes socioeconómicos, las familias hacen gala de una diversidad racial-fisonómica sui generis. El melting pot, que demagógicamente presumen los estadunidenses, es una realidad efectiva en Cuba. Allí no existen los barrios de negros, hispanos, asiáticos, árabes, europeos, segregados socioespacialmente, como sí ocurre en Estados Unidos e incluso en los países pertenecientes a la Unión Europea. A contracorriente con los países de la América del Sur, e incluso con la Unión Americana, los negros en Cuba están libres de determinaciones sociales destructivas: se sabe que más del 80% de los delitos comunes (aunque francamente poco frecuentes) son imputables a varones blancos. La affirmative action, política estadunidense que más que solucionar el problema del racismo reafirma la incapacidad para resolverlo, es redundante e inútil en un país –acaso el único– que ha abolido material e inmaterialmente el racismo (con las excepciones que amerita cualquier caso de orden social, y que en el caso cubano son francamente marginales). 

En lo que concierne a la igualdad de género, en Cuba las mujeres dominan en los ámbitos académico y profesional. En todo caso, la cuota de género podría aplicársele a los hombres, no a las mujeres, quienes visiblemente desempeñan ciertas profesiones que demandan más responsabilidad. El feminismo en Cuba es un anacronismo: la emancipación de la mujer frente al dominio del hombre no es más un anhelo, es una realidad. Aunque cabe reconocer, acaso para matizar un exceso de optimismo, que ciertas organizaciones civiles en defensa de los derechos de la mujer han denunciado la explotación sexual que entraña, por un lado, la precariedad económica, y por otro, la primacía del turismo en la isla, especialmente entre las capas poblacionales femeninas. Es un asunto que demanda atención. 

En “Escuela del Mundo al Revés”, Eduardo Galeano escribe: “La economía latinoamericana es una economía esclavista que se hace la posmoderna: paga salarios africanos, cobra precios europeos, y la injusticia y la violencia son las mercancías que produce con más alta eficacia”. En el México actual, adscrito devotamente al modelo económico que describe el escritor uruguayo, flagelado por la violencia que engendra esta economía, parece atinado recordarle a los dirigentes, tan enemistados con la política de la isla, que el país más seguro, libre de violencia, en la América continental es Cuba. Alguna vez me comentó un cubano: “Lo mejor de mi país, es que lo puedo recorrer a pie, a cualquier hora del día, sin temor a que me agreda nadie”. 

Estas “conquistas humanas con un anclaje civilizatorio perdurable” a las que se hace referencia, a nuestro juicio siguen firmes e intactas. Los problemas que enfrenta Cuba se deben más a su condición de “pueblo en lucha” (aún con todos los escollos que implica la burocratización) que a la tiranía plutocrática de una clase o estamento social, como ocurre en México u otros países. Sólo cabe esperar que el pueblo cubano tenga conciencia de esto, y evite por todos los medios una perestroika (ahora en curso, según ciertos analistas) que pulverice las conquistas históricas de la isla.

jueves, 20 de marzo de 2014

La transición política ¿fallida? y el autoritarismo reconfigurado en México


De acuerdo con los expertos transitólogos de los años noventa, para poder hablar del paso de un sistema político autoritario a uno democŕatico era necesaria la existencia de tres factores: alternancia política, elecciones limpias y un árbitro electoral legítimo para los votantes. Entrelazados de manera directa, los tres procesos se dieron en el año 2000, cuando la última manzana cayó del árbol. El triunfo de Vicente Fox fue para muchos motivo de euforia ya que para entonces el Instituto Federal Electoral (IFE) gozaba de la confianza de buena parte de la ciudadanía y los comicios de ése año fueron aceptables, comparados con los del pasado y no se diga con el celebrado el año 2012.

Si bien durante la campaña los casos de Los Amigos de Fox y el Pemexgate demostraron que las cosas no había cambiado mucho, el inicio del presente siglo auguraba una nueva era política en México. Héctor Aguilar Camín, distinguido lacayo de los poderosos declaró al día siguiente de la elección que: “...con el resultado de la elección presidencial quedó confirmado que se acabaron los tiempos del "dedazo'' y las sospechas, y quedó validada la eficacia de los órganos electorales en un proceso que calificó de limpio, transparente...” (Jornada, “Estas elecciones son el despertar de México, coinciden intelectuales”, 3/07/00) 
 
Conforme los años fueron pasando, la cruda realidad empezó a imponerse por la fuerza de los hechos y el autoritarismo se fue reconfigurando a cuenta de los gobiernos del PAN, quienes, al mismo tiempo que ratificaban el proyecto económico neoliberal empezaron a modificar elementos significativos de las tradiciones del estado mexicano, como su postura en los foros internacionales. Cómo olvidar el “Comes y te vas” o el empecinamiento del canciller Jorge Castañeda para acompañar a los EEUU en la aventura bélica en Irak, a la que se opuso con éxito el desaparecido Adolfo Aguilar Zínzer, a la sazón representante de México en la ONU. Asimismo, la visita de Fox al Vaticano para besarle la mano al papa confirmó que el 'despertar' de México era en realidad el regreso de una realidad que estuvo siempre allí, a la espera de mejores tiempos para regresar el reloj de la historia.

Después vino el 2006 y el 'haiga sido como haiga sido' que sin duda representó un momento clave para comprender las características de la transición. Quedó demostrado entonces que los fraudes electorales gozaban de plena salud, que los órganos electorales nunca habían dejado de ser cómplices de la farsa democrática y que la política no es otra cosa que la perversión de la voluntad popular expresada en las urnas. Más aún; se incorporaron novedosas tácticas para manipular a los votantes y realizar el fraude a como diera lugar, logrando fortalecer el poder político del duopolio televisivo, el inicio de una etapa en el que éste se convertiría prácticamente en el fiel de la balanza electoral.

Pero además, el sexenio de Calderón reforzó los mecanismos de represión del estado al sacar al ejército a las calles para realizar labores que constitucionalmente le correspondían a los civiles. Semejante política de seguridad fue convenientemente aderezada con reformas a modo que le permitieran al estado arrasar 'legalmente' con los derechos humanos. Se reforzó así la posibilidad de imponer sin cortapisas el proyecto neoliberal que se apoya sobre todo en la sistemática desposesión de recursos naturales, derechos laborales, políticos, civiles, educación de todos aquellos que no poseen grandes dosis de capital político o económico para impedirla.

En ese dinámica, el subsistema electoral empezó a dar muestras claras de su enorme dependencia de los partidos políticos. Las tímidas acciones del IFE en contra del quebranto de las leyes electorales resultaron insoportables para la oligarquía partidista, la cual aceleró el proceso de reformas políticas con la finalidad de amarrarle las manos a los órganos electorales. La conclusión de ése proceso significó la reciente muerte del IFE y el nacimiento del Instituto Nacional Electoral (INE). La centralización política recobró nuevos bríos pues el nuevo mamotreto electoral concentra ahora los procesos electorales estatales y locales. Después de todo, el proceso que le dio vida al IFE fue controlado en todo momento por lass oligarquías partidistas y éstas no estaban dispuestas a que su creación les resultara contraproducente.

La desaparición el IFE demuestra que la celebrada transición política fue en realidad una transición pero no precisamente a la democracia sino a un autoritarismo de nuevo corte, indispensable para contener las reacciones de la población provocadas por la profundización del modelo neoliberal. Al mismo tiempo que reforzaban de manera artificial su legitimidad política, gracias las elecciones compradas, centralizaron el acceso a la política institucional matando cualquier viso de democracia interna en los partidos, los cuales se convirtieron en el mejor ejemplo de la reconversión del autoritarismo, del verdadero contenido de la transición política de los noventa en este país. Uno de los argumentos más comunes, como consecuencia del resultado de las elecciones federales en el año 2000, fue el importante y positivo papel jugado por la izquierda partidista en el proceso. Basta ver las acciones de la izquierda partidista hoy para comprender cual fue la verdadera finalidad de la transición a la democracia: el fortalecimiento de la clase dominante. 
 
Así que si usted cree transitorio lector, que la transición falló a causa de que los políticos no estuvieron a la altura, de que los partidos no dieron el ancho, o incluso de que los votantes no comprendieron su responsabilidad y su papel, le recuerdo que nada pasa en la política de manera fortuita. Las condiciones del sistema político mexicano hoy son la consecuencia directa de los denodados esfuerzos de unos cuantos, quienes lograron engañar a muchos con el cuento del tan esperado arribo de la democracia para aumentar su poder, para aumentar sus ganancias, para alargar la vida de un régimen cada vez menos pudoroso, más cínico, pues hoy son mucho mas fuertes así que para qué disimular. Olvídese de la alternancia, de la legitimidad de las elecciones, del prestigio del árbitro electoral, porque hoy en México estamos más lejos de lograrlos que hace treinta años.

jueves, 13 de marzo de 2014

Desapariciones forzadas, feminicidios e impunidad en Veracruz.



La espiral de violencia que azota al estado de Veracruz es resultado de varios factores, como el empobrecimiento progresivo de las mayorías, la mayor participación de las fuerzas armadas en labores de seguridad, la negligencia de ministerios públicos y el sistema judicial y el crecimiento de la delincuencia organizada en el estado. Pero por encima de todo eso está la omisión sistemática del gobierno del estado para atender a las víctimas de desapariciones forzadas, feminicidios y secuestros, en aras de mantener una imagen de paz social en Veracruz para atraer inversiones que impulsen el crecimiento económico.

El mantra del crecimiento económico es sin duda el eje de la razón de ser del gobierno encabezado por Javier Duarte, pero lejos está de haberse convertido en una realidad palpable. La pobreza sigue en aumento al igual que la espiral de violencia pero las autoridades competentes han mantenido un sistemático silencio al respecto; es considerado de mal gusto, en los pasillos gubernamentales, mencionar el aumento de la violencia, que es considerada más bien como un daño colateral y no como un hecho que ha lastimado y lastima a miles de veracruzanos.

Sin duda que la crisis que estalló en 2008 tiene mucho que ver en el aumento de las cifras relacionadas con la violencia social, en particular de las desapariciones forzadas y los feminicidios. Las primeras son realizadas directamente o indirectamente por las autoridades sean estas la policía o las fuerzas armadas; las segundas por todos aquellos que de una u otra manera consideran a la mujer como un objeto y no como un ser humano y sobre todo, porque perciben un ambiente de impunidad que aumenta las probabilidad de no ser detenidos. Los conflictos familiares, las tentaciones para ingresar a las filas del narcotráfico y la apología de la violencia son la materialización de enormes tensiones sociales generadas por la marginación y la falta de oportunidades para contar con un empleo digno.

Por otro lado, las desapariciones forzadas han aumentado en el estado como consecuencia de las acciones que en materia de seguridad pública detentan hoy las fuerzas armadas y la policía estatal, las cuales y de acuerdo con cifras proporcionadas por el Colectivo por la Paz son responsables de la desaparición de  665 personas, entre las cuales se encuentran 122 menores de edad. Ya desde 2012, la Procuraduría Social de Atención a las Víctimas de Delitos (Províctima) colocó al estado de Veracruz como una de las cinco entidades que concentran la mitad de las víctimas del dicho delito. En los primeros cinco meses del 2013, el Sistema Nacional de Alerta de Violación a los Derechos Humanos, creado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), ubicó a Veracruz en el primero lugar nacional, con 12 expedientes abiertos. Por su parte, el Instituto Veracruzano de Acceso a la Información (IVAI) tiene registrados, entre 2011 y 2013, al menos 388 desapariciones forzadas, siendo la capital del estado una de las regiones con mayor incidencia del delito.

A su vez, el Colectivo de Investigación y Desarrollo de las Mujeres, A.C. por medio a un monitoreo de medios de comunicación realizado entre agosto del 2011 y agosto del 2013 calcula en 169 feminicidios cometidos en Veracruz. Otra organización de mujeres, El Observatorio de Género y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres documentó 100 feminicidios en la segunda mitad del año 2012.  Irónicamente, desde 2011 existe el delito de feminicidio en el estado de Veracruz pero, al igual que la Comisión Estatal para la Atención  y Protección a Periodistas, no son más que una fachada para ocultar su desprecio por tales delitos. Es aquí en donde se puede observar con mayor claridad la estrategia gubernamental. En lugar de aplicar los protocolos para efectuar las investigaciones, lo que están haciendo las autoridades competentes es simplemente negar su existencia (En el caso de las desapariciones forzadas prefiere llamarlas ‘personas no localizadas’).  

A fuerza de declaraciones amplificadas hasta la náusea por los medios de comunicación, en las cuales el gobierno estatal niega reiteradamente la escalada de violencia en Veracruz, el gobernador pretende endulzar la percepción que los potenciales inversores tienen sobre el estado e inviertan sus capitales. En realidad no le importa mucho la percepción que tengan sus gobernados al respecto. Después de todo  las desapariciones forzadas y los feminicidios son daños colaterales en una coyuntura que nuestros gobernantes prefieren ver como ajena a sus responsabilidades constitucionales, adjudicándole al gobierno federal y las fuerzas armadas la responsabilidad en las labores de seguridad. Recientemente, el gobernador reconoció, refiriéndose a los asesinatos y desapariciones que “…hay incidentes, evidentemente, y eso no lo vamos a poder solucionar…lo importante es que hay instituciones sólidas…”
 
En todo caso, la indiferencia calculada de las autoridades estatales frente a la escalada de violencia en Veracruz representa sin duda un elemento central para comprenderla. Enfrascadas en un mundo construido para alimentar su soberbia, no se dan cuenta de que controlar los medios de comunicación locales no es suficiente para ocultar la realidad y promover las inversiones. Y más aún: ésa realidad que pretenden ignorar o suavizar las alcanzará tarde o temprano. Los delitos de lesa humanidad, entre los que se encuentran la desaparición forzada, no prescriben. En la medida en que éstos aumenten, la indignación de la ciudadanía crecerá y eventualmente demandará justicia de manera organizada. Tal vez entonces toda esa soberbia y cinismo de la que hacen gala las autoridades hoy desaparezca tras las rejas.

lunes, 10 de marzo de 2014

México: paradigma de la fórmula tripartita saqueo-exterminio-aristocratización

El “modelo”, como lo conocen llanamente en Argentina, se inauguró en Nueva York, y no en Chile como a menudo se apunta. El caso pionero fue la crisis fiscal de 1975 en la megalópolis neoyorkina. Básicamente, el curso de los hechos siguieron esta tesitura: los bancos de inversiones se negaron a refinanciar la deuda de la ciudad, condenándola a la bancarrota. Una vez decretada formalmente la quiebra, los bancos se arrogaron el control del presupuesto de la ciudad, confiscando para sí el caudal de los ingresos fiscales, y el poder de mando en la administración y asignación de recursos públicos. Lo que siguió fue una estrategia de disciplinamiento de la clase trabajadora: recortes en asistencia, disminuciones salariales a trabajadores del estado etc. También en este contexto empezaron a intensificarse las políticas de criminalización de la población improductiva, en anticipación a la ola de criminalidad que provocaría la depauperación de la vida pública. El buen clima de negocios para los recién entronizados bancos exigía un abandono en materia de provisión de servicios públicos, especialmente en las periferias de la ciudad. En una estrategia de aristocratización socioespacial extraordinariamente eficaz, los banqueros convinieron reservar Manhattan como el único distrito de concurrencia de los estratos poblacionales medios-altos, condenando a la ruina a los cuatro distritos restantes. Para mantener en estado de prosperidad a esa suerte de “microaldea” (Manhattan), la alta finanza impulso la consolidación de la ciudad como centro turístico y sede mundial de servicios financieros, pero reducido notablemente a Manhattan. En este contexto se consignó el origen de aquel conocido eslogan promocional: “I love NY”. En suma, se trató de una fórmula tripartita que eventualmente alcanzaría una rango de aplicación universal: saqueo-exterminación-aristocratización. El Estado mexicano es uno de los más fieles en la instrumentación de esta fórmula o agenda. 

En México, esta estrategia trimodal tiene títulos panfletarios: a saber, reformas estructurales-guerra contra las drogas-Turismo México (o “México, vive lo tuyo”). Cabe advertir que esta estrategia tripartita cosecha conquistas a granel. 

La planta productiva en el país ha sido rápidamente desmantelada. Los últimos recursos estratégicos, el petróleo y el gas, están en proceso de venta o subasta. La explotación de estos recursos, cada vez más escasos, requieren de prácticas de extracción social-ecológicamente devastadoras. El fracking o fracturación hidráulica, una de las actividades productivas (destructivas) contempladas en la agenda corporativa estadounidense, es un caso ilustrativo. “La fracturación hidráulica, utilizada para posibilitar o aumentar la extracción de gas y petróleo del subsuelo, es una de las técnicas de mayor riesgo para la disponibilidad de agua potable en el país… Para la fractura de un solo pozo se requieren entre 9 y 29 millones de litros de agua, la cual se inyecta a presión. De abrirse los 20 mil pozos anuales que se planea en la industria, se requeriría una cantidad de líquido equivalente a la del consumo doméstico de entre 4.9 y 15.9 millones de personas en un año… La reforma energética contempla abrir el mercado a la explotación de este gas…” (La Jornada 16-II-2014). Por añadidura, “el fracking produce microsismos inmediatos… La masiva inyección subterránea de fluidos puede aumentar la presión en las placas tectónicas y producir un terremoto inducido” (Jalife-Rahme 23-II-2014). 

Las minas constituyen otro caso más de saqueo doméstico. En días recientes “la empresa minera canadiense Goldgroup dio a conocer que ha recibido los permisos ambientales por parte del gobierno de Sonora para la ejecución del proyecto de la mina Cerro Prieto, y confía que este mismo año pueda obtener el aval para los otros dos: San José de Gracia en Sinaloa y Caballo Blanco en Veracruz… [Esta vez] obtuvo el permiso de dinamita por parte de la Secretaría de Defensa Nacional… El permiso de explosivos permite a Goldgroup ordenar y utilizar explosivos para fines mineros bajo la supervisión de los militares (¡sic!)… El proyecto Caballo Blanco (Veracruz) es el de mayor importancia, por la cantidad de oro que puede extraerse de esa zona, y por ello tal proyecto es el único en México donde Goldgroup es propietario al 100 por ciento para la explotación a gran escala” (La Jornada 28-II-2014). 

Es importante destacar que estas empresas transnacionales que ahora instalan sus negocios irrestrictamente en el país, también cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores, y por consiguiente, tiene vasto poder en el dominio de las finanzas nacionales. En lo que toca a la guerra contra las drogas, subestrategia de control social y criminalización de las franjas poblacionales improductivas, el éxito es indiscutible. El propósito nunca fue el combate a la droga, pero sí en cambio la militarización y el exterminio. De acuerdo con cifras oficiales del Banco Mundial, el gobierno mexicano elevó 50.5% su personal militar (cerca de 94 mil efectivos militares), en el transcurso de los últimos años. El gasto en armamento creció 61% (La Jornada 13-IV-2008). Y la militarización de las calles va apreciablemente a la alza. A la par, el consumo de drogas a crecido significativamente en el país, especialmente entre los jóvenes y menores de edad. Y en materia de exterminio, los números ilustran con cierta precisión el drama. De acuerdo con un exagente del Departamento Anti-drogas de Estados Unidos (DEA), “ochenta mil personas fueron asesinadas en México durante la guerra contra las drogas en los últimos 8 años. Durante la intervención de Estados Unidos en Vietnam, 58 mil estadounidenses fueron asesinados en 10 años” (sin embargo.mx 21-X-2013). 

En lo referente a la iniciativa de impulso al turismo nacional, tras cuya optimista campaña se esconden procedimientos de aristocratización de espacios públicos, los réditos registran una curva ascendente. No obstante el clima de violencia e inseguridad, “el año pasado México superó la cifra record de captación de divisas turísticas establecida en 2008, al llegar a 13 mil 819 millones de dólares, informó la Secretaría de Turismo… El 2013 dejó cifras record en ingreso de turistas internacionales y en arribo de viajeros por vía aérea… En 2013 llegaron a México 23 millones 700 mil turistas” (Notimex 17-II-2014). 

Acá no estamos refiriendo a ninguna conspiración o modus operandi extraordinario. Que las corporaciones, en contubernio con políticos y empresarios nacionales, maximicen sus utilidades con base en una fórmula de latrocinio metódico, exterminio masivo o selectivo, desplazamiento, degradación y elitización socioespacial, no es en modo alguno una inconsistencia, irregularidad o comportamiento conspirativo: es una dinámica rutinaria de la estructura institucional del sistema. México es tan sólo uno de los paradigmas de criminalidad estructural e institucional. 

jueves, 6 de marzo de 2014

La Central Nucleoeléctrica Laguna Verde, una bomba de tiempo.



El uso de la energía nuclear fue puesto en la picota en Europa a partir de la tragedia en Fukushima, al grado de que el gobierno alemán ha decidido dar marcha atrás a un programa de renovación de varias centrales nucleares optando por su desmantelamiento. La pregunta que ronda alrededor del tema es si el costo del uso de la energía nuclear es menor que el costo de un accidente que provoque la liberación de altos niveles de radiación en el ambiente, degradándolo y contaminándolo por muchos años.

Es por eso que el dilema de su uso debe ser superado utilizando una nueva concepción del desarrollo económico que sustituya el modelo basado en el crecimiento económico, en el tener más como sociedad y como individuos para vivir mejor a costa de las mayorías empobrecidas. Tal vez sea necesario replantear los objetivos de nuestras sociedades, evitando las metas a corto plazo, o mejor dicho subordinándolas a largo plazo y la supervivencia de nuestra especie. El uso de la energía nuclear sacrifica el futuro por el presente; el futuro de todos por el presente de unos cuantos.

Por lo tanto, hay que romper con el falso dilema que coloca en un lado el uso de la energía nuclear para desarrollar una economía o y en el otro la prohibición que generaría limitaciones al desarrollo. Estamos a tiempo de buscar otras soluciones, que probablemente no sean tan eficientes en la creación de riqueza pero que nos garanticen un mundo habitable para los próximos siglos. ¿De qué sirve vivir mejor hoy, consumir más hoy, si comprometemos el futuro de nuestros hijos y nietos? De nada. Lamentablemente ésa es la típica actitud de nuestros días, que desprecia a la reflexión ética para regodearse en la abundancia del presente, procurando negar las consecuencias de sus acciones en la vida de los demás.

Los gobiernos de Alemania e Italia, obligados por la voluntad popular y la conciencia ecológica de sus gobernados, han iniciado la cuenta regresiva para cerrar todos los reactores en ambos países y cancelar la construcción de nuevas centrales nucleares. Los japoneses están empezando a articular la presión sobre su gobierno para discutir la viabilidad el desarrollo nuclear en la isla y el llamado a cuentas de los dueños de los reactores de Fukushima, que han ocultado sistemáticamente la verdadera dimensión de la catástrofe, procurando minimizar sus pérdidas trasladando el costo del desastre al ciudadano japonés.

Pues así las cosas no queda más que  deplorar las recientes declaraciones del gerente de la Central Nucleoeléctrica Laguna Verde, Agustín Lozano Laez, quien asegura que seguirán operando los próximos años que quedan del permiso vigente y, por si fuera poco, están preparando la solicitud para que la Comisión Nacional de Seguridad y Salvaguardia autorice que la planta amplíe sus actividades por… ¡treinta años más! Si, leyó usted bien, si todo sale bien tendremos reactor nuclear -produciendo la miserable cantidad del 5% de la energía eléctrica nacional- para los próximos cuarenta años.

Es necesario desmantelar los reactores de Laguna Verde, entre otras razones por su antigüedad y por el bajo nivel de producción de electricidad. Pero además, desde el año  2000, John Large director de la consultora Large and Associates, la cual se especializa en estudiar la seguridad nuclear, al referirse al informe de la Asociación Mundial de Operadores Nucleares (WANO, por sus siglas en inglés)  elaborado en 1999 para evaluar a Laguna Verde declaró que “… sus estructuras de organización y administración corporativa podría considerarse que están al borde de falla institucional. La falla institucional está allí donde los factores y eventos causativos relacionados se combinan y actúan de tal manera que derrumban el sistema completo… Los informes de campo de WANO sugieren que Laguna Verde no está simplemente empantanada, sino profundamente encaminada hacia una falla institucional”.  Con los niveles de corrupción y tráfico de influencias que caracterizan a nuestra casta gobernante, ¿quién puede confiar en ellos para mantener segura una planta nuclear? De hecho, se puede inferir que sus ineficientes estructuras organizacional y administrativa son consecuencia directa de la corrupción y malos manejos de la central nuclear.

Parece mentira que en plena decadencia de la industria nuclear, generada por la cada vez más fuerte conciencia ciudadana de los altísimos costos de una falla -ya sea inducida por un ser humano o por una contigencia ambiental- nos veamos obligados a vivir al lado de una bomba de tiempo por otras cuantas décadas. Puedo comprender que el gerente de Laguna Verde estén pensando en su futuro laboral y en el de todos los que allí trabajan, pero lo que está en riesgo son millones de vidas que no pueden ser simplemente sacrificables para mantener el empleo de unos cuantos y mucho menos para engordar los bolsillos de las corporaciones internacionales que, frente a la pérdida de mercado en Europa, dirigirán sus baterías comerciales hacia países como el nuestro para mantener sus ganancias. Este último factor puede estar detrás de la peregrina idea de alargar la vida útil de Laguna Verde: ganan las corporaciones nucleares y ganan los políticos que ‘gestionen’ el proyecto.

El argumento técnico basado en que la energía nuclear no contribuye al calentamiento global oculta más bien los problemas que tendremos en las próximas décadas para deshacernos de los desechos que produce y producirá la planta y que no se desvanecen en el aire precisamente sino que permanecen por cientos de años activos. La energía nuclear simboliza más que ninguna otra la dinámica social contemporánea: consuma hoy y dejemos para después las consecuencias. En todo caso las declaraciones, que bien podrían ser tomadas como amenazas, de los funcionarios de Laguna Verde preocupan y mucho.

lunes, 3 de marzo de 2014

La experiencia autonómica de los zapatistas

El Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana inauguró ayer por la tarde el seminario de Acción Colectiva y Política, con dos conferencias acerca de la experiencia neozapatista: a saber, “El movimiento zapatista y las autonomías”, y “El movimiento zapatista y el proceso educativo”. El evento coincide con el dieciocho aniversario de la firma de los Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígena. A casi dos décadas de aquel compromiso, tercamente desatendido por el gobierno federal, cabe exhortar a la reflexión en torno a esta rebelión sui generis, y a su firme reclamo autonómico como divisa política clave para la construcción de una alternativa genuina. El neozapatismo es uno de los fenómenos más valiosos en nuestro país. Es preciso compensar la desatención del gobierno con una atención ciudadana metódica y comprometida. 

Válgase la siguiente reproducción de un texto que da tratamiento al tema, y cuyo contenido aborda críticamente las seudocríticas de las que ha sido objeto el movimiento, como una primera aportación para contribuir con la discusión de la experiencia autonómica zapatista. 


El EZLN y la errática crítica de sus críticos 

En entrevista con Julio Scherer, allá por las postrimerías de la Marcha del Color de la Tierra, el subcomandante Marcos expuso sucintamente la concepción de rebeldía que explica al EZLN: “En el caso de los movimientos de rebelión, gana el que no muere… en el caso del rebelde, basta con que persista, con que resista… para erosionar el poder”. En una demostración inequívoca de consistencia, que extrañamente no reconocen sus críticos “revolucionarios”, el movimiento zapatista ha conquistado su propósito primario: a saber, persistir, sobrevivir. Y si alguien considera que esta persistencia no ha redituado política o socialmente, tan sólo véase la influencia de los principios neozapatistas en el abanico de movilizaciones que han germinado desde la génesis e irrupción del EZLN: la horizontalidad dialógica, el reconocimiento de la diferencia, la disidencia apartidista, la no institucionalización de la resistencia, la autonomía comunitaria, la oposición creciente al progresismo. 

Estos criterios ético-políticos, si bien aún embrionarios, se traducen, en el terreno de la práctica política zapatista, como un rechazo a cualquier proyecto sociopolítico con tintes hegemónicos; por ejemplo, la conformación de un frente amplio que emane de la clase política (sueño húmedo de Guillermo Almeyra, y otros “revolucionarios clásicos”). Para esta visión frentista doctrinaria –protoperonista–, la fuerza numérica posee un valor crucial, acaso primigenio, en cuanto posibilita la conquista de la hegemonía. Pero en Chiapas disienten con esta fórmula: para los zapatistas, la única contrahegemonía auténtica es la antihegemonía. Marcos hace notar: “Detrás de la hegemonía está la trampa; la trampa de repetir la historia una y otra vez. No es posible construir la homogeneidad sobre el otro”. El distanciamiento del zapatismo con la política electoral no es fortuito: es un esfuerzo deliberado para evitar la trampa referida, la repetición de la historia, la reedición de la derrota, la alienación de la voluntad en provecho de una “acción conjunta” cuyos resultados estén supeditados a la homogeneidad de un poder inicuo. E insisten legítimamente: “Para que vamos a preocuparnos si el gobierno es de derecha, izquierda o centro, si finalmente allí no se están tomando las decisiones fundamentales”. 

Cuando se le atribuye al EZLN “limitaciones, carencias y errores de una dirección muda e impasible durante largo tiempo ante los horrores provocados por el fraude que impuso en Los Pinos a Calderón” (G. Almeyra), se soslaya irresponsablemente que la irrupción, persistencia e indestructibilidad de la resistencia zapatista constituye la denuncia más categórica (también la más congruente) a toda la podredumbre que corroe al corpus institucional. 

El zapatismo empuña una bandera diametralmente distinta a la que pretenden endosarle desde el “revolucionarismo clásico”: activamente desaprueban fórmulas eficientistas e idearios encuadrados en los confines de la política electoral; y en cambio juzgan que los cambios de larga duración requieren resistencias de largo alcance y duración. 

Anclada en categorías decimonónicas, la errática crítica de los críticos no alcanza siquiera a comprender mínimamente el corazón programático e ideológico del zapatismo. Continúa invocando proselitistamente la comunión de las “izquierdas”, la primacía de la política partidaria-electoral, en lugar de celebrar el potencial que se aloja en la diversidad de resistencias que por fortuna dispone México. 

Para conveniencia de los despistados críticos del zapatismo, dejemos que el sub Marcos esboce con manzanas el compás filosófico que guía las incomprendidas acciones de los zapatistas: “En el momento en que el EZLN se convierta en un proyecto revolucionario, en algo que devenga en un actor político, en un actor político dentro de la clase política, el zapatismo habrá fracasado como propuesta política”.