jueves, 28 de julio de 2011

¿Quién manda en Estados Unidos?

Hace ya algunas décadas le pregunté cándidamente a un ciudadano estadounidense que quien mandaba en su país no dudó en responderme ipso facto: el poder económico. Por aquellos años empezaba a descubrir las irregularidades, por llamarlas de alguna manera, de la teoría política liberal que afirma contra viento y marea que es el estado el máximo dirigente de las sociedades modernas, al que se subordinan los intereses privados en aras del desarrollo de una sociedad más justa, igualitaria y bla bla bla.
Los recientes conflictos entre el congreso y el presidente Obama por la solicitud del “hombre más poderoso del mundo” de elevar el techo de la deuda para mantener la economía a flote no deja lugar a dudas acerca de quien manda en los Estados Unidos, confirmando la respuesta que me había dado mi amigo yanqui. Por más que pinte escenarios catastróficos para su país, el primer presidente negro tendrá que aceptar la negativa de la mayoría de los congresistas y de paso remar contra la corriente en sus aspiraciones reeleccionistas.
Todo parece indicar que los conservadores tienen ganada la partida, en buena parte gracias a la negativa de Obama, a principios de año, para aumentar los impuestos a los superricos - como la familia Bush- y apostar en cambio a seguir aumentando la deuda para mejorar la economía nacional. Peor aún, los conservadores han logrado convencer a la opinión pública de que los problemas económicos son consecuencia directa del despilfarro del gobierno y no, como señalan los hechos, por el cinismo y corrupción de los dueños del dinero, que se dedicaron a especular sin límites, causando el desastre financiero desatado desde 2008.
Lo anterior tiene consecuencias políticas y económicas evidentes. Por un lado la depresión se profundizará pues el gobierno recortará los gastos sociales, sobre todo en salud y educación, reduciendo aun más el poder adquisitivo de los trabajadores que han podido evitar el desempleo al alza; pero además y como consecuencia de la profundización de la depresión, Obama tiene los días contados en la Casa Blanca pues tendrá que pagar los costos políticos de la contracción del gasto público. Dudo mucho que su equipo de asesores no haya concebido el escenario que hoy enfrentan.
Entonces ¿Por qué Obama no aumentó los impuestos para fortalecer las finanzas públicas en lugar de poner su futuro político en manos de los conservadores? Porqué donde manda capitán no manda marinero. Y eso aplica también para nuestro país, donde el aumento de la deuda pública de la federación, pero también de los estados, sigue aumentando geométricamente sin que se vislumbre la posibilidad de fortalecer la recaudación fiscal,cobrándoles impuestos a los grandes empresarios, para contar con más recursos pues los que mandan aquí son los mismos que mandan allá. La idea de que el estado no es más que “… el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa” es hoy más cierta que nunca.

lunes, 25 de julio de 2011

Percepción fallida

Es habitual asistir a opiniones que carecen de precisión, ya sea por una generosa cuota de contaminación del lenguaje (apropiación de signos y/o unidades léxicas ajenas), ya sea por analfabetismo didáctico (único cáncer para el cual no existe aún cura), ya sea por un intelecto indulgente y fácilmente manipulable (la educación formal y las disciplinas no facultan intelectualmente: ponen en circulación discursos que adquieren verosimilitud con base en la reiteración febril). A pesar de la creciente “democratización” (el entrecomillado pretende conferirle un aroma peyorativo a la expresión) de los espacios de divulgación de información (Internet –red de redes), la percepción corriente o socialmente convenida pende de un armazón discursivo visiblemente deseable para los poderes establecidos.

En un estudio sobre el fascismo europeo, el autor francés Jean-Pierre Faye acierta al señalar que “el nacimiento y desarrollo de una nueva jerga precede a las fórmulas para una toma de poder, un proceso de creación de aceptabilidad”. En México, este proceso referido tiene una génesis cuyos trazos originarios no escapan a nadie. Hace cinco años se comenzó a articular un discurso entre cuyos términos clave resaltan los siguientes: “guerra”, “combate”, “operativo”, “delincuencia organizada”, “protección a la ciudadanía”, “daños colaterales”, “víctimas”, “narco” (a modo de prefijo; ej. narcoviolencia, narcolaboratorio), “seguridad nacional”, etc. Si bien estos conceptos no son nuevos, al contrario gozan de un añejo historial, cabe observar que nunca antes habían sido integrados de manera unívoca, monolítica y exhaustiva a un mismo discurso. Ha sido tal la efectividad de este dispositivo lingüístico que, no obstante la indecible epidemia de terror nacional, las voces discordantes parecen vertidas con dosificador, en un vaso que hace no poco tiempo derramó su contenido.

Esta eficiencia del discurso coactivo, políticamente perverso (o perversamente político, que no es lo mismo pero es igual) se descubre con tan sólo leer o escuchar la apreciación u opinión más próxima a uno. Ni que decir de los torrentes de tinta que colman los diarios de gran envergadura: no se ve por ningún lado el criterio divergente, penetrante, lúcido, atinado.

Es así como hemos llegado a compartir una percepción a todas luces fallida, cuya expresión más tosca es la creencia de que la “implementación de la estrategia contra la inseguridad pública” (o a propósito de la economía “la aplicación del modelo neoliberal”) ha demostrado su suerte fallida.

Vamos a decirlo con todas sus palabras, procurando ser lo más comprensivos y moderados para con los criterios incautos: ¡A la mierda con ese mito! Desde la óptica del poder, una estrategia fallida es aquella donde el cuerpo social se rebela y altera el orden establecido. La muerte o marginación del ciudadano es un percance previsto, parte de un cálculo estimado, nunca fallido, o en su defecto un “daño colateral”, sin costos políticos mayúsculos.

“Fallido” implica reconocer que se trató de un intento sin efecto, una suerte de esfuerzo frustrado. Y en la actual crisis variopinta global, no hemos visto a ningún hombre de la alta jerarquía política-económica –llámese nacional o foránea– siquiera despeinarse. ¿Fracaso? ¿Estrategia fallida? ¿Estado fallido? Lo único fallido aquí es la percepción social de la realidad.

Concluimos con una observación del catedrático José Antonio Pascual, cuya precisión, aquí sí, debiera ser imitada: “Disimular la realidad con los subterfugios del lenguaje puede permitir salir del paso una vez; institucionalizar este proceder conduce a la más sutil de las dictaduras: la de la mentira ejercida desde el poder, desde cualquier forma de poder”.

jueves, 21 de julio de 2011

Fuero militar

La situación de violencia generalizada por la que atraviesa el país se hace manifiesta no sólo en los combates directos entre delincuentes (de todo tipo), sino que se vuelve palpable en todos los ámbitos de nuestra cotidianeidad como sociedad.

Uno de ellos que no debemos perder de vista es en lo que corresponde a la impartición de justicia. Ante la creciente violencia a la que debemos hacer frente cada día, gracias a las acertadas decisiones de nuestros gobernantes (uno de ellos en particular, empeñado en seguir con su cruzada personal así el número de “daños colaterales” llegue a cincuenta o cien mil), cobra una mayor relevancia de la que por sí misma tiene.

Para nadie es un secreto que en la materia el Estado mexicano se ha caracterizado por cometer un sinnúmero de atrocidades en contra de la sociedad, y que a través de los años la brutalidad del gobierno (y no me refiero a la brutalidad de ciertos personajes, que hacen más amena la tarea de escribir con sus atinadas declaraciones) se ha hecho manifiesta mediante el uso de la fuerza (policiaca y militar) en contra de determinados sectores de la sociedad.

Vale la pena reflexionar sobre la determinación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) en el sentido de restringir el fuero militar en “situaciones que vulneren derechos humanos de los civiles”. Serán tribunales civiles y no instancias militares las que se encarguen de procesar dichos casos.

Se trata, sin lugar a dudas, de un avance significativo para la lucha de la sociedad civil en contra de la impunidad con la que se han cometido actos que violentan las garantías individuales de la ciudadanía por parte del gobierno mexicano, en particular por miembros del Ejército y las fuerzas armadas. No obstante, la resolución de la SCJN no puede ser vista de ninguna manera como una solución al problema.

Para empezar, en el terreno legislativo, nuestros representantes seguirán manejando los tiempos y las reformas a su conveniencia, partidista y electorera. El Código de Justicia Militar y el Código Penal federal necesitan ser reformados ante la resolución de la Corte, más nuestros trabajadores diputados han declarado que dichas modificaciones pueden esperar. No obstante, las negociaciones (nota: consultar con Elba Esther y Felipe el significado del término) entre los principales partidos en el poder para aprobar un periodo extraordinario de sesiones del Congreso, en el que se aprobarían al vapor diversas leyes, entre ellas la famosa Ley de Seguridad Nacional requerida por Calderón para continuar con su guerrita.

Las denuncias por violaciones a los derechos humanos en nuestro país han presentado un crecimiento significativo en los últimos años, y no se trata de ninguna coincidencia. La estrategia de militarización del país comenzada en el presente sexenio ha traído consigo el inevitable aumento de dichos crímenes.

He aquí otro punto importante, en el que se demuestra la completa falta de consistencia en la supuesta estrategia de Calderón: no hay ningún supuesto legal irrebatible que justifique la participación del Ejército mexicano en labores policiacas. Los mandos militares, ahora que se encuentran envueltos en una guerra interna (que no van ganando, por más que lo grite García Luna) por mandato presidencial, piden se legisle al respecto y se provea algún tipo de protección jurídica para los soldados y demás miembros del sector militar.

Ante esto, es ridículo que el gobierno federal se empecine en mantener una estrategia que, lejos de garantizar la seguridad pública, no ha hecho sino aumentar la violencia, que se traduce desafortunadamente en violaciones a los derechos humanos por parte de las propias fuerzas armadas.

Por último: la tarea del Poder Judicial en su conjunto no es el de prevenir delitos, sino el de impartir justicia. Por tanto, no podemos esperar que la resolución emitida por la Corte termine inmediatamente con este tipo de crímenes. El único camino a seguir es exigir del gobierno federal un replanteamiento de la estrategia de seguridad en el país, que dé marcha atrás con el proceso de militarización, reduzca la posibilidad de que se cometan este tipo de delitos, y busque un camino
diferente para combatir al crimen organizado, que no pase por poner en riesgo la vida y los derechos más básicos de todos y cada uno de los ciudadanos.

El movimiento estudiantil en Chile pone el dedo en la llaga

Una vez más el estudiantado en Chile vuelve a poner en jaque al gobierno. Ya la ex presidenta Michelle Bachelet había tenido que enfrentar las acciones de las y los estudiantes chilenos en 2006, mostrando una cara poco flexible para atender las demandas que giraban, igual que ahora, alrededor de la relación entre el estado y la educación. Con Sebastián Piñeira instalado en la Moneda, la insistencia por parte de las oligarquías chilenas en mantener y profundizar el modelo educativo privatizador ha encontrado oídos atentos y serviles, provocando la digna respuesta de la juventud.

La privatización de la educación en Chile -iniciada por Pinochet gracias al golpe militar en 1973- se rige por la constitución de 1980 que fue aprobada por plebiscito en plena dictadura militar, siendo tan eficaz en la subordinación de la escuela pública a las recetas de los Chicago boys que hoy siete de cada diez estudiantes pertenecen a instituciones privadas de educación superior. El modelo educativo chileno descansa en las manos de los intereses privados con la total anuencia del estado. Las consecuencias son evidentes: mayor desigualdad social y marginación educativa.

Y es precisamente la protesta estudiantil la que pone en tela de juicio dicha política neoliberal, provocando un amplio apoyo y simpatía por parte de la sociedad chilena que al igual que el estudiantado ha visto reducida su calidad de vida y aumentada su dependencia del crédito bancario. Para poder estudiar en un nivel medio superior, la mayoría de los aspirantes en Chile deberán conseguir un financiamiento ya que las posibilidades de ingresar a las instituciones públicas son casi nulas. El resultado es que debido a este mecanismo ganan pocos -bancos y escuelas privadas- y pierden muchos -las los jóvenes que tiene el derecho a aspirar a una vida digna en un mundo cada vez mas despiadadamente competitivo.

Las protestas estudiantiles también tienen un trasfondo más amplio que la decadencia del modelo educativo chileno; me refiero a la propia administración de Piñeira y su estilo gerencial autoritario pero también y sobre todo a la incapacidad de la clase política chilena que no ha podido enterrar políticamente la herencia de Pinochet. El orden legal sigue siendo el de la constitución de 1980, que surgió para organizar los objetivos de una sociedad militarizada y con sus derechos suspendidos. Treinta años después y luego de varios gobiernos elegidos por elecciones –socialistas o demócratas cristianos- las cosas siguen prácticamente igual, acentuándose la desigualdad y la violencia social que genera. Con la llegada de un gobierno de derecha a secas las cosas no podían mejorar y para el movimiento estudiantil fue la oportunidad de articular nuevamente un movimiento social que promueva entre la sociedad civil la necesidad de pensar en su presente y en su futuro, en lo que quiere conservar y lo que habría que descartar.

miércoles, 20 de julio de 2011

La ideología Facebook

José Steinsleger


Internet es una tecnología y Facebook un programa que la usa. Las tecnologías surgen de equis necesidad, y los programas, de equis propósito. Si de veras necesitamos de muchos amigos, si realmente nos resulta indispensable localizar a la novia de ayer o al compañerito de primaria, adelante… ¡Facebook!


Cuando siendo adolescente pateaba las calles de una gran ciudad y ejercitaba la concentración mental para asesinar al director de mi escuela, solía detenerme en los escaparates de las librerías. Un libro que estaba en todas llamaba mi atención: Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, de Dale Carnegie.


A pesar del exultante cintillo que lo recomendaba (¡millones de copias vendidas!), nunca lo compré. Me bastó abrirlo y leer la primera recomendación para constatar que la obra iba contra mis ideales: No critique, ni condene, ni se queje.


En el ciberespacio hay redes y… telarañas. Internet es una red (de redes), y Facebook una telaraña (de personas). Internet vincula, Facebook captura. Ambos sistemas enlazan. Sólo que Internet fue diseñada con fines públicos y Facebook, así como el libro de Carnegie, manipula lo público con fines privados.


¿Qué ideología profesaban los jóvenes de la Universidad de Stanford que a finales de los sesenta exploraban las potencialidades de la red? Digamos que el proverbial pragmatismo de la elitista democracia yanqui los invitó a responder una puntual petición del Pentágono: crear un sistema de comunicación descentralizado, capaz de resistir un ataque nuclear.


Como el proyecto no mencionaba que el sistema evitara la censura (o que se inspirara en la igualdad de derechos entre las fuentes de información), el Estado no reparó si los investigadores apoyaban la guerra de Vietnam o acudían a recitales para cantarle We shall overcome a Ronald Reagan, gobernador de California. Licencias del american way, que no volverán.


Internet fue concebida con el espíritu desinteresado de una comunidad de científicos, y Facebook surgió de la traición de Mark Zuckerberg a los amigos que, junto con él, diseñaron el programa para hacer amigos. Una historia que Ben Mezrich contó en Multimillonarios por accidente (Planeta, 2010) y que los reacios a la lectura pueden apreciar en La red social, la buena y simplona película de David Fincher (2010).


Zuckerberg es el dueño de Facebook (el hombre del año según la cavernícola revista Time), y Peter Thiel (inventor del sistema de pago electrónico PayPal) opera como piedra angular de su ideología. Por motivos de espacio, remito a Google el perfil de este ciberdinosaurio del mal. De mi lado, me detengo en René Girard (1925), filósofo y antropólogo francés, y alter ego de Peter Thiel.


En julio de 2008, en una revista de la derecha mexicana que presume de libre (y no menos manipuladora que Time), se dijo que “…la teoría antropológica de René Girard empieza a ser considerada la única (sic) explicación convincente sobre los orígenes de la cultura”. ¿Cuál sería esta ignota teoría? Nada menos que la vapuleada mímesis del deseo que, según Girard, configuramos gracias a los deseos de los demás.


Las piruetas intelectuales de Girard rinden tributo a sicólogos racistas, como Gustave Le Bon (1841-1931), y encajan en la mentalidad de tipos como Thiel: la gente es esencialmente borrega y se copia una a otra sin mucha reflexión. El sitio Resistencia Digital (RD) puso el ejemplo de la burbuja financiera: cuando Bill Gates compró parte de las acciones de Facebook, los tigres de Wall Street dedujeron que valía 15 veces más.


El segundo inversionista de Facebook se llama Jim Breyer (miembro de la junta de Walmart) y el tercero es Howard Cox, de In-Q-Tel, ala de inversión en capital de riesgo de la CIA. El Proyecto Censurado (iniciativa de la Universidad de Sonoma State, California, que ventila los temas que ocultan los medios) dice que la FBI recurre a Facebook en remplazo de los Infragard creados durante el primer gobierno de W. Bush: 23 mil microcomunidades o células de pequeños comerciantes patrióticos, que ofrecen los perfiles sicopolíticos de su clientela.


Facebook y su experimento de manipulación global acabaron con las teorías conspirativas. Por izquierda y derecha, millones de personas, que en principio estiman la democracia y la libertad (valores que para Thiel son incompatibles), parecen no reparar en que la privacidad es un derecho humano básico.


Atrapados en la cultura neoliberal (auténtica red de redes), gobiernos, instituciones y usuarios le entregan a Facebook redes de contacto, relaciones, nombres, apellidos y fotografías que se prestan al reconocimiento facial, la geolocalización móvil, la estadistica ideológica y los perfiles de mercado y sicológicos.


En ese sentido, Facebook es un subproducto ideológico de la imparable metástasis totalitaria que se expande en Estados Unidos. En lugar de las ambidextras obsesiones del púdico George Orwell, Facebook se nutre de la profecía que Jack London describió en El talón de hierro (1908): la instauración de un Estado policiaco, plagado de alcahuetes anónimos.




http://www.jornada.unam.mx/2011/07/20/politica/027a2pol?partner=rss

sábado, 16 de julio de 2011

Para una crítica de la violencia nacional V

Un lamento ensordecedor irrumpe desde lo más hondo del corazón nacional. Un ¡hasta la madre! generalizado, extensivo, perturba inexorablemente. El eco estridente de un tiempo distante-presente-venidero (tiempo multidimensional) emerge de las entrañas del México profundo, cuyos clamores han sido largamente desoídos. Debajo de los escombros –rastros de una guerra de exterminio y odio– yacen inertes los cadáveres de las víctimas de la referida “imbecilidad nacional”. Una imbecilidad que empeñadamente remite a los fundamentos éticos, políticos y culturales social e históricamente admitidos, deificados: las soberanas leyes social-darwinianas del más fuerte. Ley de la selva que con toda seguridad en la jungla, acaso desmarcándose de tan injusta apreciación, han de considerar más bien ley del progreso. Precisamente desde las profundidades de la selva Lacandona, los neozapatistas, en franca lucha contra la vorágine del progreso humanamente regresivo, denuncian sin rubor los artificios de la tiranía “progresista”. En Chiapas han redescubierto un axioma, a nuestro juicio, y a la luz del curso histórico, irrefutable: “El progreso nunca progresó”.

La imbecilidad, como la mierda, cuando se hacina, hiede. Y todo en el país hiede a mierda. Yerran aquellos que en sus fríos cálculos se escudan en la razón para justificar el actual hedor. La supremacía de las vísceras es la norma; nunca la excepción. La inteligencia humana ha sido colocada al servicio del aniquilamiento colectivo; la imaginación, al servicio de sofisticadas técnicas de suplicio, tortura y ejecución. La razón, musa inasequible para los imbéciles, se encuentra subsumida en el oscurantismo posmoderno. La visión militarista, amplia favorita del poder ebrio y narcotizado (entiéndase de forma literal), es una prueba palpable de la sinrazón, de los desvaríos naturales de una autocracia desprovista de legitimidad, hundida en una crisis a todas luces terminal.

Las muertes no son, como pretenden hacer creer los esbirros de la jerarquía militar, prueba fidedigna del éxito de las estrategias instrumentadas: son la evidencia de un sistema social que exige ser desarticulado. Hasta una lógica de lucidez modesta advertiría que un sistema que permite el arribo a la cumbre del poder a una persona con las características del actual “mandatario” (resulta innecesario entrar en detalles); que faculta a un puñado de hombres pequeños (en todas las acepciones que admite el término) para tomar decisiones de orden colectivo, retirando a la par esta prerrogativa a la colectividad; que indiscriminadamente usurpa recursos concebidos para la educación y el cultivo de la tradición cultural, para destinarlos al robustecimiento de la duopólica violencia organizada (Estado y narco), formando y capacitando pistoleros a granel con licencia para matar (oportunidad laboral número uno para la generación actual); que provoca la muerte de decenas de miles de conciudadanos (es innecesario proveer cifras exactas: la vida humana no es cuantificable); que ignora y excluye una parte importante de la población en aras de un proyecto que se declara “nacional” (guerra anti-narco) no obstante su categórica propiedad de importación, es un sistema que requiere, sí o sí, un cambio fundamental.

Walter Benjamin observa: “Falsa y vil es, en efecto, dicha afirmación de que la existencia es más elevada que la existencia justa, si por existencia no se entiende más que la mera vida”.

Mudemos del lamento a la indocilidad, la movilización y la denuncia. Procuremos la existencia justa. Bien advierte Emiliano Zapata: “Si debo morir esclavo, que sea esclavo de mis principios y no de los hombres”.

jueves, 14 de julio de 2011

Los derechos humanos y el fuero militar en México

El reciente fallo de la Suprema Corte de Justicia para limitar el alcance del fuero militar en México significa un triunfo enorme para la sociedad civil y las organizaciones civiles encargadas de la defensa y promoción de los derechos humanos pero también de las y los familiares de las víctimas de la violencia militar que tendrán la posibilidad de someter a juicio civil a los miembros de las fuerzas armadas que atropellen los derechos de cualquier ciudadano.

Gracias en buena parte a la insistencia de la familia de Rosendo Radilla -quien desapareció en 1974, luego de ser detenido en un retén militar y visto por última vez en el ex cuartel militar de Atoyac de Álvarez, en el estado de Guerrero- para dar con su paradero, las y los mexicanos tendremos el derecho de obligar a los militares a responder en un juzgado civil por delitos cometidos contra civiles, terminando así con una larga etapa de impunidad amparada por el fuero militar.

El caso Radilla resulta paradigmático de la impunidad castrense para realizar desapariciones forzadas en nuestro país sin tener que afrontar ninguna consecuencia jurídica, más allá de las asignadas por la justicia militar. Rosendo Radilla fue un ciudadano ejemplar quien defendió los derechos de sus conciudadanos siendo incluso presidente municipal de Atoyac. Los que lo asesinaron seguramente nunca llegaron a imaginar las consecuencias de sus acciones más de treinta años después. ¿Cuántas víctimas más siguen desaparecidas por la brutalidad del estado mexicano? En todo caso, a partir de ahora será cada vez más difícil desaparecer a ciudadanos críticos de la realidad social; esto no quiere decir que las desapariciones forzadas desaparecerán por arte de magia sino que ahora la ciudadanía contará con la posibilidad de obligar a las fuerzas armadas a someterse a la justicia civil y exponerlas al escrutinio público. Dadas las circunstancias no es poco.

La respuesta de las secretarías de la Defensa Nacional, Marina y Gobernación confirma su visión del asunto al declarar de manera conjunta que orientarán sus acciones de acuerdo al fallo de los ministros de la Corte, con lo que demuestran su desprecio por las leyes y los derechos de los civiles. El fallo no sugiere que dichas instituciones lo tomen como una orientación sino como una obligación jurídica. Insisten en que la aplicación de la justicia militar es la máxima instancia para mantener el orden castrense. No señores, la máxima instancia es la Constitución Política y los órganos internacionales como la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos.

Resta por incorporar a nuestra Carta Magna el espíritu del fallo, con lo que ahora la bolita está en el Congreso de la Unión, que seguramente será objeto de enormes presiones para desvirtuar el avance jurídico en cuestión. Por esta vez nuestros representantes tendrán que ponerse a trabajar al margen de sus acuerdos privados para avanzar en el combate a un viejo vicio, herencia de la Colonia, que ponía por encima de las leyes comunes a integrantes de grupos de poder como la iglesia y el ejército. Una gran batalla ha sido ganada pero la guerra por la igualdad humana efectiva ante la ley continuará.

lunes, 11 de julio de 2011

Para una crítica de la violencia nacional IV

Eduardo Galeano, escritor de origen uruguayo, observa: “La economía latinoamericana es una economía esclavista que se hace la posmoderna: paga salarios africanos, cobra precios europeos, y la injusticia y la violencia son las mercancías que produce con más alta eficiencia”.

Esta marca-estigma del universo latinoamericano se antoja inobjetable. No obstante, pese a la complejidad del caso, existen factores subyacentes que bien pueden ser aprehendidos y examinados, no con la neutralidad apócrifa y pretensiosa del intelectual, sino, por el contrario, con un compromiso tácito o explícito con la discrepancia perturbadora. De esto se desprende que, para construir un armazón de preguntas y respuestas que atajen con cierta cuota de verosimilitud la anárquica violencia nacional reinante, habremos de remitirnos, tal y como se ha intentado en esfuerzos anteriores, al escrutinio desacralizador.

En política, terreno que tristemente suele empantanarse con argumentos venenosos, torcidos y viscerales, la discusión presenta un estancamiento apreciable. Sabedor de que las objeciones emanarán de múltiples –a veces encontradas– trincheras (validación de que la discusión política está viciada y nocivamente capitaneada por los bunkers que acaparan la actividad de conocimiento) daré un paso anticipadamente en la defensa de mis elucidaciones: todo cuanto participa de las estructuras dominantes forma parte de un todo indivisible; la oposición auténtica se encuentra fuera de estos márgenes. De tal modo que la democracia, vaca sagrada de los unos y los otros (izquierda o derecha, arriba o abajo, rojos o azules), es a lo más uno de los varios abscesos malignos de México y el mundo, pues su función esencial es y ha sido siempre la conservación del orden instaurado, la contención del cambio. Ya lo dijo Bukowski, poeta y escritor norteamericano: “La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes”. O como bien señala una voz anónima en San Francisco: “Si el voto cambiara algo, sería ilegal”.

¿Qué quiere decir esto? Sencillamente que aquello que se oferta como panacea para los males humanos es, efectiva y empíricamente, una estrategia para canalizar el malestar social hacia espacios propicios para la reproducción del poder. Es una suerte de embudo, donde la dispersión deviene convergencia de elementos potencialmente insumisos que acuden a un mismo punto: la frustración de la emancipación.

Pero estiremos un poco la crítica. El discurso oficial en México –llámese académico, mediático o político– insiste en que el Estado es el único que puede ofrecer cohesión. A la luz de los hechos, cabe notar que el Estado, absorto en su lógica natural degenerativa, es el primero en oponerse a la viabilidad nacional.

Esto conduce a una conjetura inexorable: la defunción de la expectativa depositada en el cambio vía la democracia y el Estado (ficticiamente la única opción latente en el acotado abanico de alternativas políticas) ha mermado el tejido comunitario. Y aunque bien podría alegarse que se trata de una etapa transitoria, sería necio objetar que este hecho (la inviabilidad de comunidad o nación al amparo de los preceptos materiales –Estado– e inmateriales –democracia– aún dominantes) potencia el quebrantamiento y la violencia nacionales.

Es inútil preguntar por qué el Estado se empeña en estrategias políticas cuyos saldos son totalmente negativos. Como bien deja entrever Galeano: desde la lógica del poder, se trata de estrategias con saldos totalmente positivos.

jueves, 7 de julio de 2011

¿Cuarenta años más para Laguna Verde?

En una entrega anterior y ante la reciente catástrofe nuclear en Japón, me ocupé de subrayar la necesidad de empezar a pensar en desmantelar los reactores de Laguna Verde, entre otras razones por su antigüedad y por el bajo nivel de producción de electricidad. Además, la tendencia mundial parece ir en contra de seguir arriesgando el medio ambiente y la vida humana para mantener con vida una industria poco confiable y que beneficia sobre todo al lobby nuclear mundial compuesto por unas cuantas corporaciones internacionales, como General Electric.

La primera ministra alemana Angela Maerker y ahora Silvio Berlusconi -obligados por la voluntad popular y la conciencia ecológica de sus gobernados- han iniciado la cuenta regresiva para cerrar los reactores en ambos países y cancelar la construcción de nuevas centrales nucleares. Los japoneses están empezando a articular la presión sobre su gobierno para discutir la viabilidad el desarrollo nuclear en la isla y el llamado a cuentas de los dueños de los reactores de Fukushima, que han ocultado sistemáticamente la verdadera dimensión de la catástrofe, procurando minimizar sus pérdidas trasladando el costo del desastre al ciudadano japonés.

Pues así las cosas habría que deplorar las recientes declaraciones del gerente de la Central Nucleoeléctrica Laguna Verde, Rafael Fernández de la Garza, quien asegura que seguirán operando los siguientes diez años que quedan del permiso vigente y, por si fuera poco, están preparando la solicitud para que la Comisión Nacional de Seguridad y Salvaguardia autorice que la planta amplíe sus actividades por… ¡treinta años más! Si, leyó usted bien, si todo sale bien tendremos reactor nuclear -produciendo la miserable cantidad del 5% de la energía eléctrica nacional- para los próximos cuarenta años.

El optimismo del flamante gerente de Laguna Verde se basa seguramente en que, como señala Emilio Fortunato, coordinador del Plan de Emergencia Radiológico Externo para Laguna Verde, la energía nuclear no contribuye al calentamiento global y el costo del uranio se ha mantenido estable, no como el petróleo que sube y sube, además de ser el causante principal de la tragedia ecológica que vivimos. Esto sin mencionar que además, y debido a los supuestos altos niveles de seguridad que goza la planta, se ha convertido casi casi en una atracción circense, aunque con fines didácticos, faltaba más, pues ha sido visitado por más de mil quinientos estudiantes de nivel superior, según la nota de Ángeles Godoy, publica en el portal de alcalorpolítico.com el 16 de junio pasado.

Si algunos países europeos, que poseen mayor experiencia y dependen más de la energía nuclear, han decidido dar marcha atrás en su industria nuclear aquí no sólo se está pensando en seguirle apostando a la catástrofre nuclear (tal vez eso nos convierta en país de primer mundo) estirando la vida útil de un cacharro peligrosísimo sino agárrese, ¡instalar dos reactores más! para aprovechar el espacio: todo cabe en un jarrito…

Parece mentira que en plena decadencia de la industria nuclear generada por la cada vez más fuerte conciencia ciudadana de los altísimos costos de una falla, ya sea inducida por un ser humano o por una contigencia ambiental- nos veamos obligados a leer semejantes declaraciones. Puedo comprender que los declarantes estén pensando en su futuro laboral y en el de todos los que allí trabajan, pero lo que no se puede es ignorar la tendencia mundial en el uso de la energía nuclear y sobre todo su altísimo riesgo, que no se compensa por mucho con los 5 focos de cada cien que en Veracruz utilizan la electricidad producida en Laguna Verde. El argumento técnico basado en que la energía nuclear no contribuye al calentamiento global oculta más bien los problemas que tendremos en las próximas décadas para deshacernos de los desechos que producirá la planta y que no se desvanecen en el aire precisamente. En mi opinión, la energía nuclear simboliza más que ninguna otra la dinámica social contemporánea: consuma hoy y dejemos para después las consecuencias. En todo caso las declaraciones, que bien podrían ser tomadas como amenazas, de los funcionarios de Laguna Verde preocupan y mucho. Habrá que estar atentos.

miércoles, 6 de julio de 2011

Un lobo civilizado: Freud.

Salvador Solís Castro
Articulista invitado



Afirmar la bondad del placer es escandaloso en Occidente,
y Fourier es realmente un autor escandaloso:
Sade y Freud confirman en cierto modo
–el modo negativo-
la visión pesimista del judeocristianismo.


Octavio Paz

El malestar en la cultura a distancia.
Atender para entender. Escuchar para comprender. Dejarse empapar por la palabra del que en verdad dice para no perder la humanidad. Captar el radical movimiento de aproximación del asteroide No. 433. Del verbo griego «erot-» al sustantivo latino Cupido pasando por el hijo de Afrodita; del dilectio al charitas empapados por el άγάπη; de la φιλία al έρως guiados por θεός; de Empédocles a Platón teñidos de Pitágoras; de Plutarco a Porfirio entintado de Plotino; de San Pablo y San Juan a Santo Tomás pintado de San Agustín; del clásico «Dios es amor» a la «gnosis del amor» del Leibniz entendida como: amor puro; del ama et fac quod vis al De diligendo Deo de Unamuno; del amor natural y el amor personal en Zubiri a la fenomenología de la conciencia amorosa en Xirau; del nuevo mundo amoroso de Fourier a La llama doble de Paz, por nombrar algunos, el valor semántico cuantitativo y cualitativo resulta tan complejo como basto. Desde esta plataforma resultaría completamente absurdo pensar que los acercamientos de Freud al fenómeno erótico participen de un qualitas de fundación.
El muy mentado texto “El malestar en la cultura” resulta un buen modelo de dichos acercamientos. Abordémosle con atención. En primera instancia se nos presenta una categoría más romántica que moderna: el “malestar” presupone los ejes del vórtice del pensamiento alemán del siglo XVIII. La angustia y la crítica, después y posiblemente a partir, del último gran sistema filosófico de occidente desatan toda su fuerza contra las monolíticas estructuras tanto de relación conceptual como de relación social. Poco importan los motores de admiración en Freud por el pueblo alemán; lo cierto es que Sigismund pretende tanto al paganismo como al criticismo alemán tan admirados en el siglo XIX. Prueba contundente de esto son las centrales alusiones en el texto a Schiller y Goethe. Escuchemos al segundo.
Quien posee ciencia y arte,
tiene también religión;
y quien no posee aquellos dos,
¡pues que tenga religión!
(Goethe cit. en Freud, 1986: 34)
Si bien es cierto que no será hasta “El porvenir de una ilusión” donde el checoslovaco manifieste el pobremente designado «credo de un incrédulo», la religión ya es imbuida en el ácido de la crítica. Si la reforma luterana dio a luz paganismos cristianos y cristianismos paganos a lo largo y ancho de toda Alemania, podemos ubicar, sin pretensiones taxonómicas, los movimientos del ácido freudiano en el primogénito de dicha reforma. La sustitución axiológica que encuentra Freud en esta cita, no puede sino traicionar los empeños analécticos de Goethe. Doble consecuencia: ingratitud y desvarío.
El estudio completo del instinto religioso sigue en espera de cabal compromiso. El “sentimiento oceánico” referido por Romain Rolland, es inconcebible para su amigo. “Yo no puedo descubrir en mí mismo ese sentimiento ‘oceánico’.” (Freud, 1986: 23). Esta afirmación es reveladora. Podemos encontrar en ella uno de los movimientos del “malestar”: el quid recae en el mí mismo, el laberinto y a final de cuentas la prisión del yo imposibilitan ontológicamente la vivencia de dicho sentimiento. Dudamos que la intención del autor sea la de compartir esta clave, no obstante de forma negativa la frase dispara sus alcances epistemológicos. De ella es factible deducir dos elementos: por una parte este sentimiento no se descubre en el mí mismo, y por otra parte, la experiencia del “sentimiento oceánico” radica en el seno de la alteridad, de aquello que no es yo.
Tomando en cuenta que para el romántico la angustia es fuente de religiosidad se clarifican los paroxismos «oscuros» del siglo XX, incluyendo el de Freud. Una de las consecuencias de la exaltación del solipsismo es la tergiversación en el análisis de las relaciones sociales . Precisamente la cancelación de la experiencia de la alteridad genera la disolución de la comunidad. La religión como fuente de conocimiento político y moral atañe principalmente las relaciones eróticas de una comunidad dada. No es casual pues que al interior de una ocurrencia que sólo tiene sentido en la entraña del sufrimiento, como lo es el psicoanálisis, la religión se presente desfigurada.
La religión perjudica este juego de elección y adaptación imponiendo a todos por igual su camino para conseguir dicha y protegerse del sufrimiento. Su técnica consiste en deprimir el valor de la vida y en desfigurar de manera delirante la imagen del mundo real, lo cual presupone el amedrentamiento de la inteligencia. (Freud, 1986: 46)
He aquí un excelente ejemplo de contaminatio, una mezcla de evidencias irrefutables con desvaríos censores. Es decir, las críticas del romanticismo al podrido sistema cristiano arrojan al occidental a condiciones innegables como la intemperie espiritual (orfandad ontológica) y una imagen de la cultura ecuménica. Presuponer que dicha crítica es aplicable a todo fenómeno religioso es en verdad un amedrentamiento de la inteligencia. He aquí la contaminatio. O excelsamente mejor dicho: “El ateísmo es una opinión muy cómoda para la ignorancia política y moral; y los que se han denominado espíritus fuertes por haber profesado el ateismo han dado muestras, por otra parte, de un genio muy débil.” (Fourier, 1974: 36). Dado esto, el presuponer la independencia teológica de los movimientos eróticos no puede más que decantar en la visión de un mundo bestial. La comunidad se fragmenta y la angustia, esa hermosa musa de los románticos, degenera en pura brutalidad. Hemos llegado a la “cultura” freudiana.
Dada la fuerza de la natura, la fragilidad del cuerpo y los constantes errores en las relaciones sociales del pueblo “civilizado”, Freud de nueva cuenta salta a lo universal; la “cultura” es asumida en relación y dependencia del “malestar”. Salto categorial: pensar que de una de las formas de organización social de un pueblo y de un tiempo determinado se sigue un principio originario ó universal. La “inclinación agresiva” es el fruto de este movimiento. Al ignorar el acontecer social, movimiento que abandona el campo de lo humano, es evidente que los encuentros en la “cultura” no sean más que una represión de instintos animales. A partir del comodín lingüístico de “pulsión” la tiniebla semántica desciende sobre el fenómeno social. “[…] no puede soslayarse la medida en que la cultura se edifica sobre la renuncia de lo pulsional, el alto grado en que se basa, precisamente, en la no satisfacción (mediante sofocación, represión, ¿o qué otra cosa?) de poderosas pulsiones.” (Freud, 1986: 61). Curiosa noción de “cultura” que ignora lo comunitario.
La “inclinación agresiva” como un obstáculo para la “cultura” sitúa al sentimiento de culpa como la evidencia del “malestar”. No obstante las condiciones generadas a partir del parricidio en modo alguno implican principios originarios de agresividad y mucho menos sentimientos escencialistas de culpa. En este caso (como en muchos otros) la crítica al cristianismo sólo es una parte mas radical del mismo cristianismo ahora paganizado y/o actualizado bajo criterios especializados. La orfandad ontológica, la muerte de Dios padre, es decir, el Cristo en los olivos de Nerval, no sólo son la piedra de toque del romántico, sino la condición ontológica del pueblo occidental desde el siglo XVIII. Es innegable que una de las consecuencias de la muerte del Dios padre sea el despertar del cuerpo, cierto, no obstante no es el cuerpo animal sino el humano el que exige ser escuchado.
Precisamente de aquí se deriva una distinción tajante: el cuerpo humano no es sólo un cuerpo animal, la posibilidad de comunicación del cuerpo humano, no sólo le convierte en un eje fundado en el acontecer comunitario, sino, a saber, un constructo lingüístico. Dada esta distinción, el cuerpo humano participa de los movimientos eróticos a partir de los alcances comunicativos en tanto comunidad humana no en tanto cuerpo animal, por lo tanto: el erotismo participa del cuerpo sexuado más el cuerpo sexuado no necesariamente participa del erotismo. Es decir, el erotismo puede incluir y prescindir del cuerpo sexuado más el cuerpo sexuado no implica en modo alguno movimiento erótico da per se: lo primero incluye lo segundo pero lo segundo no incluye lo primero. La genitalidad habita en el segundo movimiento.
"Dijimos que la experiencia de que el amor sexual (genital) asegura al ser humano las más intensas vivencias de satisfacción, y en verdad le proporcionan el modelo de toda dicha, por su fuerza debía sugerirle seguir buscando la dicha para su vida en el ámbito de las relaciones sexuales, situar el erotismo genital en el centro de su vida". (Freud, 1986: 65)
La cita revela toda su contundencia. No nos queda mas que admirar el gran “descubrimiento” de Freud para la zoología. No ha de extrañarnos pues que para el autor ni todos los humanos sean dignos de amor ni su imposibilidad de comprensión del amaras a tu prójimo como a ti mismo. No obstante el nuevo salto categorial freudiano es más radical: el paso de este análisis al esencialismo, la “inclinación agresiva” en cuanto “disposición pulsional autómata” se transforma en una esencia de lo “humano”, paradójicamente nada más lejos de lo humano. Poco importa la intencionalidad del autor en la tergiversación del apotegma latino: “‘Homo homini lupus’; ¿quién, en vista de las experiencias de la vida y de la historia, osaría en poner en entre dicho tal apotegma?” (Freud, 1986: 78). Cabe resaltar la omisión de la parte sustancial de la sentencia del mercader de Plauto. Dado todo lo anterior, resulta evidente la imposibilidad epistémica del autor de concebir al hombre.
Permítasenos la traducción del apotegma, como una vía sensata para modelar dicho acontecer. Plauto en voz del mercader afirma: “[…] lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit.” (Plauto, 1986: 93). Nos alejamos de la versión de Germán Viveros en lo que respecta al novit; en cuanto al adverbio, conjunción y al adjetivo no encontramos diferencias radicales más que ligeros matices que enfaticen la intención de la idea. Tomando en cuenta que: Lobo es el hombre para el hombre, no un hombre, dado que no conoce la cualidad de la alteridad, se clarifica que la omisión de Freud no es inocente, mucho menos casual.
Ni la “pulsión de agresión” ni el “auto-aniquilamiento” son categorías que aprehendan, en modo alguno, el fenómeno cultural ni el social y mucho menos el erótico. A lo mucho, esta jerigonza modela una de las múltiples parcelas del hombre. No nos resta mas que compartir con Fourier y con Horacio nuestro repudio a la gente impía y nuestra atracción por las almas sublimes que aprehenden el aroma de lo real: el amor.
"Nos encontramos en la quintaesencia del dominio pasional, en el perfume del amor, en las llamas puras y desinteresadas que los amantes vulgares no sabrían sentir. Aquí es donde debo exclamar, con Horacio: odi profanum vulgus et arceo". (Fourier, 1972: 24)
El hombre que ha decidido ser un hombre y no una bestia, no sólo odia al vulgo impío sino les mantiene a distancia. Ahora el Eros se nos presenta como un despertar a la vida comunitaria. El ocaso de la animalidad preludia el sueño de Fourier: una política erótica. Si es verdad la afirmación de Marcuse de que “Hoy día la lucha por la vida, la lucha por Eros, es la lucha política.” (Marcuse, 1970: 147). El acontecer comunitario emerge con toda su fuerza erótica. Es tiempo de salir del amparo de lo bestial, de tensar las verdaderas fibras humanas y penetrar lo real.

lunes, 4 de julio de 2011

Sociedad teledirigida: caso Sub-22

El cine y la literatura están colmados de ejemplos que nos remiten al funcionamiento de las modernas sociedades cimentadas en el hipercontrol mental de las personas (1984 –George Orwell, Fahrenheit 451 –Ray Bradbury, La naranja mecánica –Anthony Burgess). El objeto de estas obras es subrayar, quizá a modo de advertencia apocalíptica, el férreo control que se ejerce sobre la conciencia de los individuos. Cabe destacar el papel decisivo de la televisión en el despliegue de este “gobierno anónimo”, cuyo síntoma más palpable es la uniformidad de la opinión pública: todo cuanto se discute en la televisión goza de una suerte de inmunidad frente a perspectivas divergentes. Según palabras de Giovanni Sartori (politólogo italiano), se ha configurado, con el soporte de la tecnología, una opinión teledirigida.

Nos hemos referido a médiums y efectos. Cabe entonces preguntarse cuál es el fin de estos dispositivos de control. La respuesta es obligada: disciplinar a la sociedad.

Quizá para muchos haya pasado inadvertido el caso de los jugadores suspendidos del combinado nacional que participará –que no competir–en el torneo continental, Copa América, con sede en Argentina, a partir de la semana entrante. Permítaseme hacer la siguiente observación: es un caso ejemplar que nos remite al movimiento de los mecanismos antes referidos.

Ocho jugadores fueron separados del plantel que disputará el certamen en puerta. Las razones: haber violado el reglamento interno. ¿Cuál fue el acto que violó tal reglamento? Introducir mujeres al hotel de concentración. Una práctica que, por cierto, goza de amplia adhesión en el gremio futbolístico.

Al principio los hechos fueron ignorados por cuerpo técnico y directivos. Fue el robo de algunas pertenencias lo que desencadenó el escándalo. Como se filtró a los medios de comunicación no hubo más remedio que proceder con la aplicación de una sanción ejemplar: el técnico resolvió expulsar a los jugadores que confesaron haber participado en el incidente.

Al día siguiente todos los medios de comunicación se alinearon bajo una bandera ultramoralista para linchar públicamente a los jóvenes implicados. No hubo una sola voz divergente. Líderes de opinión (un concepto a mi juicio risible) descargaron su arsenal moralino sobre los jugadores. Los principales diarios deportivos censuraron con lujo de ingenio moralizante a los “verdugos de la ética nacional”. Para colmo, el asunto contó con una cobertura amplísima. Como era de esperarse (confirmación inexpugnable del principio de la “opinión teledirigida”) la afición que participa en los foros de discusión hizo lo propio, lanzando toda clase de vituperios al “G-8” (grupo de ocho jugadores impúdicos), repitiendo al unísono los argumentos mojigatos esgrimidos por la prensa nacional.

Se trata de jóvenes de 22 años, que si bien incumplieron un reglamento, bajo ninguna circunstancia merecen el trato histérico que han recibido. Como si la cúpula de la federación mexicana no cometiera tropelías aún más nocivas para la salud deportiva. Como si el manojo de mafiosos que controlan el organismo pudieran presumir de una moral intachable. (No se olvide que el recién ascendido equipo de Tijuana tiene como propietario a uno de los hombres más impresentables de la política nacional).

Este asunto nunca debió rebasar el vestidor del equipo. Ahora hay quienes incluso exigen que se penalice indefinidamente al G-8. En una palabra, disciplina a viva fuerza para los peones del show, y un público teledirigido que ovaciona el fallo.

Un servidor, por su parte, se une a los más desprotegidos, los jugadores. Censurable es la postura de la afición; inaceptable es la conducta de los medios; abusiva es la decisión de cuerpo técnico y federativos; asfixiante es la sociedad teledirigida que hemos parido y configurado.