Con el proceso para elegir -privilegio
de unos cuantos- al nuevo rector de la Universidad Veracruzana en su
fase final, convendría recordar algunos acontecimientos que en la
presente coyuntura podrían inclinar la balanza en favor de la
reelección de Sara Ladrón de Guevara. Además de la tendencia a la
reelección presente desde los años de Víctor Arredondo hay que
considerar también la labor de la rectora para facilitar la llegada
de Miguel Ángel Yunes al gobierno de Veracruz quien, pesar de las
promesas no cumplidas, parece seguir gozando del apoyo de la
burocracia universitaria... a cambio de la reelección claro.
Porque lo que está en juego es el
mantenimiento de la alta burocracia universitaria y no solamente de
la rectora; la continuidad de un proyecto que sólo sirve a los
mandarines y que se mantendrá para favorecer a unos cuantos en la
dinámica de convertir lo que queda de la universidad de masas en
universidad-empresa. Hay que recordar que dicho estamento
universitario es producto de la corrupción y el sometimiento sin
rubores al proyecto neoliberal y al gobierno estatal en turno para
legalizar el despojo a través del manejo patrimonial del
presupuesto, epicentro de los altos sueldos, privilegios de sátrapas
pero sobre todo del control político de la comunidad universitaria
para su beneficio. Sin éste último el despojo se vería
comprometido.
Pero en realidad el capital político
de la rectora es producto sobre todo de aquéllas manifestaciones
convocadas primero por un grupo de universitarios y luego por la
propia rectora, en pleno proceso electoral de 2016. En su momento se
denunció en este espacio la manipulación descarada de la comunidad
universitaria por parte de la rectora, en pleno proceso electoral y
con un protagonismo rayano en el culto a la personalidad. Baste
recordar sus amañados discursos en medio de las marchas, ocultando
su verdadero objetivo: favorecer la campaña de Yunes Linares y su
ataque al gobierno de Javier Duarte para fortalecer su capital
político y eventualmente reelegirse, arropada en la supuesta defensa
de la universidad.
En primera instancia podría parecer
lógico que frente al adeudo a la UV por parte del ejecutivo estatal,
la rectora se distanciara de éste para apoyar a la oposición
conservadora. El problema es que al hacerlo, su principal objetivo
fue fortalecer su imagen política en detrimento de la autonomía
universitaria y la defensa de la educación pública. Someter a la
universidad a una alianza política bajo la mesa con la oposición de
derecha sólo la favoreció a ella y su grupo; la promesa de pago del
adeudo a la universidad se quedó en eso, en promesa hasta hoy. Era
lógico suponer que ese dinero se había esfumado en los pasillos de
la corrupción y el tráfico de influencias, aunque hoy las buenas
conciencias se sorprendan; fue evidente que el quebranto financiero
de la UV fue producto de una política de estado, desde los años de
Alemán y Herrera para continuar con Duarte y Yunes Linares. La
burocracia universitaria no fue víctima de semejante política sino
cómplice, el saqueo de las finanzas universitarias fue la muestra
clara del sometimiento de los mandarines al gobierno en turno. Luego,
cuando las circunstancias cambiaron, decidieron dar el chaquetazo
ante la eventual derrota del PRI en el estado.
Al ganar Yunes Linares la contienda
por el gobierno del estado en 2016, empezaron a surgir otros hechos
que fueron descubriendo el juego de la rectora y su grupo. Incluso
antes de que terminara formalmente el sexenio duartista, Clementina
Guerrero pasó, de dirigir las finanzas universitarias a las del
estado de Veracruz. Días antes de la toma de posesión de Yunes,
Clementina se convirtió en la mandona en la Secretaría de Finanzas.
Asimismo, un grupo de mandarines encabezado por Francisco Monfort
Guillén se encargaron de organizar foros para la elaboración del
Plan Veracruzano de Desarrollo y luego formar parte del gabinete
yunista, como jefe de la Oficina de Programa de Gobierno. No fue el
único mandarín que se incorporó al gabinete; a Hilario Barcelata,
integrante del grupo de académicos en Defensa de la Universidad, le
concedieron la jefatura del Instituto de Pensiones, según algunos
por ser un experto en dichos temas aunque más bien aparece como
parte de los beneficios de la alianza entre la rectora y el
candidato panista. Además, no podemos olvidar el escándalo por la
expedición fast track del título universitario al secretario
de gobierno, el perredista Rogelio Franco, para evitar la vergüenza
de ser un alto funcionario estatal sin contar con un título
profesional. En comparación con la llegada de Clementina Guerrero al
gabinete yunista parece poca cosa pero sin duda refleja claramente la
disposición de la rectoría para colaborar sin condiciones con el
gobierno del estado, absorbiendo el costo político sin rubor alguno.
Así las cosas, la rectora y sus
sátrapas mantienen viva la farsa de que la alianza con el gobierno
del estado será útil para la propia universidad, cuando los únicos
beneficiados hasta ahora han sido ellos. La matrícula seguirá
estancada, con o sin el pago del adeudo; el patrimonialismo de la
academia hiper burocratizada seguirá controlando las facultades y
escuelas de la UV para mantener sus privilegios y además el
proyecto educativo neoliberal; el enorme gasto corriente seguirá
creciendo en detrimento de las labores sustanciales de la
universidad; la opacidad de facto y la corrupción seguirán siendo
la marca de la casa.
La mal llamada ‘autonomía
financiera’ lograda en el congreso estatal sólo es una promesa más
de un gobierno que no ha cumplido ni una sola de las que ofreció en
la campaña: ni pago a proveedores, ni pago del adeudo a la UV, ni
combate eficaz a la inseguridad que campea en el estado y un
larguísimo etcétera que por cuestiones de espacio no podemos
incluir aquí. El gobierno de Yunes Linares es la continuación de
una política de estado que, entre otras cosas, seguirá promoviendo
el fin de la universidad de masas para favorecer el proyecto de la
universidad-empresa, siempre subordinada al cálculo político del
ejecutivo estatal. Y para eso no cabe duda que cuenta con el apoyo
incondicional de la rectora y su grupo, por lo que es bastante
probable que la reelección se consume. Pero habrá que recordarle a
Sarita que así como Yunes Linares no ha cumplido ninguna de sus
promesas de campaña probablemente tampoco le cumpla a ella.
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