Gran parte del aparato productivo está detenido. La burocracia, al igual que todo el sistema educativo, en alerta preventiva.
Muchas ciudades del país están vacías. La gente no sale de su casa, los restaurantes no trabajan. Es más, hasta las dos mil salas de cine que hay en el país están cerradas.
¿Qué hace la gente mientras tanto? Ver la televisión, que fue la misma que dio la noticia de la gripe mortal, sólo que ahora, desde el viernes pasado ha tenido permanentemente al país entero disfrutando de su amplia, entretenida y sana programación.
El domingo arrancan las campañas políticas y no sé si al final se decidirán los partidos por hacer programas para la televisión, que será el único medio que les garantiza atención continua y trato directo con el público o si seguirán los eventos al aire libre, con gran concentración de población.
Los intereses son intereses y no creo que sea posible detenerlos. Ni siquiera con una plaga espantosa. Pronto, quisiera estar seguro, se normalizará el ciclo económico, que no puede estar detenido tanto tiempo.
Podríamos aprovechar este tiempo para discutir a nivel nacional algunos asuntos serios que afectan a la población, como la constante falta de atención médica en todo el territorio o quizá los contenidos mismos de las televisoras.
Y revisar también los horarios de trabajo, de tráfico. Remodelar algunos tramos carreteros, y tratar de vivir con más calma.
La interacción entre nosotros se ha disminuido al mínimo. Recomiendan en los aeropuertos y centrales de autobús no saludar de mano, ni besar a alguien. ¿Nos empezará a dar miedo como a los vecinos del norte?
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