jueves, 30 de septiembre de 2010

La juventud mexicana y la UNAM

Los cien años cumplidos la semana pasada por la Universidad Nacional Autónoma de México son un buen motivo para celebrar el éxito de la educación pública en México. A pesar de la sistemática campaña mediática orquestada por la derecha nacional en contra de la UNAM y el descenso del gasto público destinado a su mantenimiento, el proyecto inaugurado por Justo Sierra ha demostrado ser una de los bienes sociales más importantes del siglo veinte mexicano.

En los últimos treinta años, el apoyo que los gobiernos neoliberales le han dado a la educación privada, en detrimento de las universidades públicas, ha procurado arrebatar el liderazgo a las últimas siguiendo al pie de la letra las recetas del FMI y la OCDE. Así, han surgido infinidad de universidades privadas que, en una casa o en cualquier lugar, con la infraestructura mínima y pagando bajísimos sueldos a profesores se dedican a defraudar ,en muchos casos. a los estudiantes que caen en sus redes. Las también llamadas escuelas cuá cuá (patito pues) no han logrado mejorar significativamente la calidad de la educación superior sino simplemente convertirla en un pretexto más para acumular dinero.

Al mismo tiempo, algunas de ellas han logrado un éxito relativo pero importante desde la perspectiva de la relación con las empresas privadas y convenciendo a muchos de su superioridad frente a la universidad pública. Esto les ha permitido crecer, a lo largo y ancho de la república, como franquicias, que ofrecen carreras, diplomados, talleres… y han resultado ser, sin ninguna duda, un gran negocio, pero no han logrado contribuir de manera significativa en la generación de conocimiento, en la investigación, en parte porque no están orientadas por ese fin.

El centenario de la UNAM cobra hoy un significado muy importante ya que pone en el centro el principio constitucional de la gratuidad de la educación, la cual ha sido defendida por buena parte de sus estudiantes y ciertos sectores de la academia y la investigación, pero no por las autoridades universitarias, que son las que salen en la foto y pronuncian discursos. Gracias a los estudiantes, quienes en 1987 y luego en 1999, se enfrentaron con éxito al proyecto neoliberal hoy, la UNAM sigue siendo lo que ha sido desde su fundación: un espacio abierto a todos los mexicanos y mexicanas y a la libre expresión de las ideas.

El rector José Narro festeja hoy lo que no ha defendido antes. Al igual que Carpizo o Barnés, comulga plenamente con la idea de privatizar la educación superior con el objetivo, según él, de mejorar la calidad de la misma. Así que, al mismo tiempo que festejamos el centenario, habrá que festejar a la juventud mexicana y su enorme sentido de justicia, pues ha defendido uno de los principios más caros de la Nación: la educación pública, gratuita y laica.

miércoles, 29 de septiembre de 2010



Juguetes militares: reflexión a partir de las piezas de Daniel Ruanova

El ejército ha entrado a nuestra cotidianidad. Es lo que parecen decir los ensamblajes e instalaciones del artista contemporáneo Daniel Ruanova (1976, Mexicali). A partir de fundir juguetes de plástico, el artista crea piezas marcadas por una atracción sensorial inmediata. Las figurillas lúdicas que construyen sus piezas no pierden su identidad, se identifican a primera vista con aquellos juguetes que simulan miniaturas de pistolas, ametralladoras, soldados, marinos y demás objetos y personajes de las fuerzas armadas. De igual manera, los colores fluorescentes de las piezas nos remiten al mundo infantil. En su ensamblaje Emiliano y sus aires de grandeza (2005-2006), esta realidad pueril se enfatiza por la representación de la figura en conjunto: un personaje que por lo abultado de sus extremidades y su peinado, así como por el título, intuimos es la escultura de un niño que juega a ser un militar, armado hasta los dientes, con habilidades karatekas. La figura simula una posición de ataque del infante plasticoso: mientras una de sus piernas se levanta de patada, digna de un entrenamiento en las artes marciales, uno de sus brazos amenaza con pequeñas bazucas, pistolas y ametralladoras haciendo las veces de dedos.

De pequeño, mi contacto más cercano con la imagen del militar fue través de aquellos muñecos "G.I. Joe", que servían para recrear, junto con mis tres amigos de la infancia, batallas y dramas. Al niño es común que se le bombardee con la imagen del soldado valeroso héroe de la justicia, como a la niña se le impone la figura de madre o la fémina únicamente preocupada por su belleza física. Los juguetes estadounidenses, que la clase media mexicana consumimos ávidamente, son esencialmente microcosmos del mundo adulto. El juguete siempre hace referencia a algo de aquella realidad configurada por nuestros mayores. Difícilmente se encontrarán objetos lúdicos en las plazas comerciales que estimulen la imaginación hacia formas inventadas. Así, los juguetes tienen la función de prepararnos para aceptar y reproducir el modelo de realidad del adulto. Funcionan para darnos la seguridad de que los militares y las mujeres banales son naturales en nuestra cultura pues “siempre” han existido. Roland Barthes menciona que “el juguete entrega el catálogo de todo aquello que no asombra al adulto”.

Las figuras de Daniel Ruanova remarcan la figura del juguete como un elemento “condicionador” del mundo futuro, el mundo que nos espera cuando crezcamos. Aquí el niño simplemente funciona como propietario del mundo, no como creador. Los papeles sociales están dispuestos en cada juguete, el niño únicamente puede elegir, no crear ni configurar su propio universo. Existen algunos juegos que, a diferencia de estas figuras a escala del mundo adulto en miniatura, otorgan la posibilidad de inventiva de un mundo más proyectivo por individual. Mientras los juegos de construcción pueden estructurar formas distintas y contrastantes con la lógica de la realidad adulta, los mini-soldados, mini-pistolas, mini-granadas construyen soldados, pistolas y granadas a gran escala. La estrategia visual es evidente: escalas pequeñas de un mundo violento generan escalas adultas de un mundo más violento. Pero su reflexión no se queda ahí. Viviendo en Tijuana, parece mostrarnos bajo elementos cotidianos un aspecto social nada extraordinario. El mundo agreste de una guerra de alto impacto, que cobra sentido con los mensajes furibundos de nuestro presidente, hacen que relacionemos inmediatamente sus construcciones plásticas con las realidades sociales que se viven día a día en el país.

Cuando el titular de la Secretaría de Gobernación en ese momento, Fernando Gómez Mont, advirtió, en su discurso entorno al 98 aniversario de la revolución mexicana, que en este gobierno no se dará “ni un paso atrás en la lucha por desmantelar las redes de narcotraficantes y secuestradores, destruir sus mecanismos de lavado de dinero y sus casas de seguridad, asegurar sus recursos, sus mercancías, sus armas, y consignar ante el Poder Judicial a todos y cada uno de ellos” (La Jornada, 20/11/2008), parecía hacer referencia al título de la exposición curada por Clayton Campbell War as a way of life, que bien podría ser el eslogan de aquel empaque de los “G.I. Joe” de mi infancia.

Si atendemos al sobrenombre que el periodista Jorge Fernández Menéndez ha dado al narcotráfico en México como “el otro poder”, entendemos que éste tiene su existencia en relación directa con el poder “constitucional”, ambos forman una estructura de co-dependencia que impide que puedan ser aniquilados sin autodestruirse mutuamente. Así, si la lucha contra el narcotráfico no “dará ni un paso atrás”, se iniciará una batalla que implicará la destrucción de una estructura de poder mucho mayor, por lo que parece una lucha sin fin. Una lucha que, como Susan Sontag enunció de la guerra de Bush contra el terrorismo, al ser declarada hacia un enemigo tan amorfo y descentralizado como el narcotráfico, no tiene fin específico más que la enunciación del gobierno a realizar una intromisión del ejército sin limitación alguna en la vida pública. Un enemigo como el narcotráfico tan heterogéneo, escurridizo e infiltrado, tanto en las escalas de poder como en la misma sociedad civil, implica infiltrar la batalla en los mismos recovecos de nuestra sociedad, implica la entrada a nuestra cotidianidad.

Es así como la figura de Emiliano… me remite a una violencia de alto impacto, un enemigo de la libertad cotidiana. Si los objetos de Daniel Ruanova nos hablan de la asimilación cotidiana de una violencia militar, y la realidad nos obliga a fuerza de hechos y acciones a tal asimilación, hay que ir comprando para los niños las figurillas de "G.I. Joe" con la instrucción que en su simulación de batalla los enemigos se encuentran en las estructuras internas de poder de los propios "G.I. Joe".

martes, 28 de septiembre de 2010

Objetivos del Milenio

El 8 de septiembre de 2000, hace poco más de 10 años, los 192 países miembros de la ONU firmaron la pomposamente llamada, en ese entonces, Declaración del Milenio, en la que se establecían 8 objetivos de desarrollo a cumplir en 2015, todos ellos relacionados con las mejoras en el nivel de vida de los habitantes de este planeta.

10 años después, y tan sólo a cinco de finalizar el plazo que la ONU se dio a sí misma para hacer de este mundo un lugar feliz, nos encontramos con que el cumplimiento de estos objetivos se encuentra aún muy lejano: no sólo no ha habido mejoría en las condiciones de vida de gran parte de la población humana, sino que, al contrario, el empobrecimiento de millones de personas continúa, un empobrecimiento que va más allá del puro aspecto económico: en aspectos sociales y políticos somos, en general, también más pobres que décadas atrás.

Propongo una breve revisión de algunos de los famosos objetivos, con el fin de razonar acerca del estado actual de los mismos.

1. Erradicar la pobreza extrema y el hambre. Existen en el mundo mil millones de personas en situación de nutrición insuficiente, lo que en español quiere decir muriéndose de hambre. Constantemente hablamos de una crisis alimentaria, más hay que señalar un aspecto de suma importancia: dicha crisis no proviene de una escasez en la producción de alimentos, sino todo lo contrario: el acaparamiento, la especulación, las benditas oferta y demanda elevan el precio de los mismos a tal punto que una sexta parte de la población del mundo no puede adquirir.

2. Lograr la enseñanza primaria universal. Difícil pensar en la universalización de la educación cuando un niño muere de hambre cada seis segundos (datos de la ONU). Aunado a esto, la mercantilización de la educación convierte gradualmente a esta en un lujo al que no todos podemos acceder. El gran negocio que representa la educación ha atraído la mirada de muchos emprendedores, deseosos de participar del gran mercado que representa, apoyados, por supuesto, por gobiernos alrededor del mundo.

3. Igualdad de géneros y autonomía de la mujer. El sexismo de nuestras sociedades es inherente a un sistema de producción: el relegar a la mujer a un segundo plano en el aspecto económico de las mismas no es sino una forma más de explotación laboral.

4. Reducir la mortalidad infantil y la salud materna. Risibles si pensamos que existen más de mil doscientas millones de personas subsistiendo con menos de un dólar al día. Imposible en pensar que, aunado a conseguir lo básico para subsistir, tengan que preocuparse por condiciones salubres e higiénicas de mayor calidad. 2,400 millones de personas (una tercera parte de la población mundial) no cuenta con servicios de agua potable.

5. Combatir el VIH/SIDA, paludismo y otras enfermedades. Según los objetivos de la ONU, el acceso universal al tratamiento del VIH/SIDA de todas las personas que lo necesiten debería estar garantizado. No me imagino a las grandes compañías farmacéuticas renunciando a las millonarias ganancias que obtienen por concepto del gran mercado que representa el SIDA, especialmente cuando las leyes internacionales protegen a estas grandes corporaciones con eso que llaman derechos de propiedad intelectual.

La realidad es que el cumplimiento de los llamados objetivos del milenio va mas allá de los buenos deseos de la ONU y demás organismos internacionales (suponiendo que exista esa voluntad realmente). El problema es de mucha mayor profundidad: tiene que ver con las estructuras mismas de un sistema que no sólo propicia las enormes desigualdades que existen en términos de condiciones de vida en nuestro planeta, sino que necesita de ellas para poder reproducirse.

La única solución real al problema implica un cambio radical en la manera en la que concebimos el mundo, en la manera en que nos relacionamos, en la manera en que intercambiamos, producimos y consumimos. Es fundamental comprender que las soluciones a los problemas no van a venir del mismo sistema que los provocó mientras no exista un cambio radical en la estructura del mismo.

Bizarrismo Mágico: Aún hay más

Los recientes rumores sobre la aparición de una extraña doctrina denominada "Bizarrismo Mágico", ya mencionados en este medio y de los cuales seguramente usted ya ha escuchado o leído, siguen causando un furor inimaginable en la sociedad.

Tal ha sido el impacto generado que multitudes enteras tratan ya de seguir el rastro de estos inigualables y ocurrentes personajes de los que poco se sabe pero que en el suave murmullo nocturno se dejan escuchar de repente con sus hierofantes cánticos.

Lamentablemente para todos aquellos seguidores propuestos a conseguir la iniciación al ya afamado culto, se ha descubierto que el círculo esotérico dentro del cual se desenvuelve el rito ha sido formado por la excedencia de las excentricidades de sus personajes y no por una necesidad imperiosa de pertenencia. Como ya lo dijera un afamado libro, por cierto escrito por mentes bizarristas, las iniciaciones son algo así como un jueguito de niños.

No obstante, y para no desalentar a una multitud sedienta de la experiencia de lo sacro, se sabe de buena fuente que el bizarrismo es una fuerza viva que surca los aires y está presente en cada partícula de este caótico cosmos (casi casi como en los evangelios apócrifos del mar muerto), lo que hace renacer la esperanza en los corazones de aquellos que buscan en la bizarrez un sentido para su vida.

Se dice que fue de tal manera como cuatro jovenes solitarios y aburridos, devastados ante el tedio de la vida, descubrieron dicha fuerza vital. Deambulaban por la nocturna y solitaria Xalapa en busca de un instante de regocijo para su alma cuando de pronto encontraron el templo donde la experiencia sagrada, sin buscarla, se manifestó y el bizarrismo fue contemplado y contagiado.

A pesar de las exhaustivas investigaciones para dar con la localización exacta del lugar sagrado, hasta la fecha sólo se sabe que ocurrió en algún lugar aledaño a la Avenida Xalapa, se piensa hipotéticamente que donde actualmente se localiza un bar de esos que operan a pesar de las altas horas de la noche.

Independientemente de la veracidad de esta cuasi-fabula que circula dentro del mundo de los adeptos a esta doctrina (se dice incluso que el dudar de ella es una práctica común de los novicios que pretenden alcanzar el estado de bizarrismo) no está por demás advertir del carácter dual de la fuerza bizarra.

Y es que a pesar de pertenecer en sí a una fuerza de naturaleza oscura, el bizarrismo posee otra cara oculta y malévola, que de atraparlo lo sumergiría en un abismo oscuro y profundo, como al guerrero aquel que encuentra la muerte cegado por la luminosidad de su confianza. Ejemplos:

Se dice que en una presentación de “algún” libro en “alguna” FILU dos guerreros bizarristas, Académicos universitarios, fueron llevados al lado oscuro y en medio de la concurrencia discutieron sobre el carácter primigenio de la naturaleza. ¿Qué fue primero? ¿El huevo o la gallina? No. La pregunta fue trascendida. ¿El científico o el divulgador?

O basta recordar la tragedia del gran lord bizarrero oscuro infiltrado en el poder judicial (ocurrida recientemente), quien mencionó que para que haya una “mediana” aplicación de la justicia para el 2011 se requieren más de 100 mil mdp. Me recordó por cierto a el reproche que mi querido sobrino hacía a su padre tiempo atrás. Lo cito: “Papá no me porto bien porque no me compras los juguetes que me gustan”.

“Lo que pasa es que los niños también están bizarros, están bizarros… están bizarros”.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Pensando en común


A veces la cotidianidad nos sumerge en un abismo temporal y espacial sin fondo. El tiempo calibrado es tan voraz que no deja ningún resquicio para el ocio y la reflexión. No obstante la maldita necesidad de ganarse la vida mediante la concesión forzada de nuestro valioso tiempo al trabajo asalariado, es imperioso, a mi juicio, conceder algunos espacios de nuestras saturadas vidas a la cavilación y el análisis de los asuntos de interés público.

Entiendo que, en el presente, todo esfuerzo sincero y meticuloso vertido en aras de una mejor comprensión del mundo suele ser calificado de paranoico, insensato y “conspiracionista”. Sépase por anticipado que mi intención no estriba en maquilar una teoría conspirativa que vaticine el arribo inminente del Apocalipsis. Unicamente procuraré, a modo de ejercicio, colocar sobre la mesa de discusión una serie de temas –tres, para ser más preciso– que a mi entender requieren de un estudio urgente e inaplazable.

1. El desencadenamiento de una guerra nuclear es un riesgo que permanentemente acecha al mundo. Este es un tema que generalmente acarrea cierto descrédito y escepticismo, pero el hecho de que existan cerca de 20,000 armas nucleares distribuidas a lo largo y ancho del planeta (Estados Unidos, Rusia, Francia Reino Unido, China, Israel, India Pakistan), es por si sólo un dato que refleja la capacidad destructiva de la que puede disponer el hombre en una coyuntura de crisis. En la actual economía de guerra es difícil imaginar que esta amenaza se mantenga en tal condición. No existe ningún esfuerzo serio para detener la creciente producción de arsenal nuclear. Nagazaki y Hiroshima son un testimonio inobjetable de la racionalidad irracional subyacente a los asuntos de orden geopolítico. Solo un desarme nuclear a escala mundial podría descartar definitivamente el escenario latente de una guerra de proporciones nunca antes vistas.

2. Recientemente se comenzó a legislar en materia de clonación humana. Este es sin duda un tema que enciende pasiones, y en torno al cual se vierten múltiples valoraciones (éticas, religiosas, políticas) que, por falta de información, suelen adolecer de una buena dosis de veracidad. Actualmente se practica la clonación con fines terapéuticos en países como Gran Bretaña, al parecer con resultados medianamente satisfactorios. En un horizonte de mediano/largo plazo es posible que se legalice la clonación reproductiva y experimental. La creación de réplicas genéticamente idénticas es un asunto altamente delicado que requiere de la participación activa de todos los que vivimos y desvivimos en el actual estadio civilizatorio. Habrá que ir puliendo nuestros argumentos a favor o en contra, pues es apreciablemente probable que a las generaciones vigentes les toque tomar determinaciones sobre la materia.

3. Las redes sociales en Internet son ampliamente conocidas por todos. Hay quienes las consideran la gran panacea del mundo posmoderno y no pocos las califican de espurias, esto es, de redes más bien anti-sociales, ya que actúan en detrimento de las relaciones humanas directas y auténticas. Se dice que actualmente, el universo de las redes sociales cibernéticas esta en su fase primaria. Que aún falta por explotar el 99% de su capacidad real. Creo que ni siquiera somos capaces de imaginar la magnitud del potencial de esta herramienta. Empero, si aceptamos que la razón tecnológica es naturalmente razón política habría que pensar seriamente en los elementos nocivos relativos a la expansión de estos circuitos de comunicación. Si bien las redes sociales han agilizado el flujo de información, también es cierto que este instrumento ha sido empleado para perfeccionar los sistemas de vigilancia y control que ejerce el hombre sobre sus semejantes, con todos los costos emocionales, materiales e intelectuales que esto implica.

jueves, 23 de septiembre de 2010

El huracán Karl y las vacas flacas

Las calamidades que han tenido que soportar las y los veracruzanos en los últimos días tener consecuencias en sus percepciones sobre el gobierno estatal y su capacidad para atender las necesidades de la ciudadanía. El fin del sexenio parece mostrar las debilidades de una administración que tuvo su auge en el 2007 pero que ahora no puede ocultar sus contradicciones internas gracias al huracán Karl.

Coincidentemente, en 2007 fue otro huracán el que, en plena campaña electoral, azotó a buena parte del norte del estado, favoreciendo el reparto de recursos públicos debido a la contingencia ambiental. Además, el resultado de las elecciones intermedias favoreció ampliamente al PRI por la alianza del gobernador con el recién llegado a Los Pinos, Felipe Calderón; la alianza impidió que el gobierno federal apoyara ampliamente a los candidatos de su partido en Veracruz. Por si fuera poco la abundancia del presupuesto estatal le daba amplios márgenes de maniobra – bursatilizaciones, recursos provenientes de la Federación, gasolinazos- sobre todo porque la crisis económica de 2008 no había estallado

Pero para 2010 el escenario es muy diferente. La alianza con el gobierno federal no tiene el vigor de antaño y los recursos federales no llegan con tanta facilidad. Por otro lado, el dinero de las bursatilizaciones parece haber desaparecido y hoy se rumora la falta de recursos incluso para pagar el gasto corriente de la burocracia estatal, no se diga el pago a proveedores y demás. Si a esto se agrega que la crisis económica que estalló hace ya casi dos años sigue dañando fuertemente las finanzas públicas y las privadas, sería difícil negar la enorme diferencia entre 2007 y 2010 en Veracruz.

El huracán Karl concentró la mirada ciudadana en las debilidades del gobierno del estado, que parece exhausto después de un sexenio con altas y bajas y permeado por la crisis económica. Ocurrió además en un momento en el que por el traspaso de poderes parece haber una mayor debilidad gubernamental debido a que todavía no termina uno, que poco a poco saca la mano, y el gobernador electo sigue siendo eso, electo, pues no tiene la manija de la puerta bien agarrada todavía. Me parece un anacronismo que siga habiendo tanto tiempo de por medio entre la elección y la toma de posesión. Las consecuencias están a la vista y hay confusión entre la ciudadanía, que en algunos blogs se preguntan dónde está Javier Duarte, quien por su parte no puede resolver la situación simplemente porque no ha tomado el poder ¡le faltan dos meses!

Si hace tres años algunos decían que hasta la madre naturaleza se había puesto de parte del gobernador, hoy se puede decir lo contrario. Se acabaron los buenos tiempos, parece decirnos Karl y vienen las vacas flacas. Habrá que decir que el problema de la debilidad de los gobiernos estatales no está determinado sólo por su enorme déficit, consecuencia de una sistema económico mundial que ha puesto de rodillas a regiones enteras del mundo para financiar las economías centrales; también influye mucho un factor cualitativo: la confianza de la ciudadanía en su gobierno. Para la ciudadanía la responsabilidad de cualquier calamidad es de su gobernante y cuando este se ve rebasado por contingencias ambientales la confianza en el poder público decrece, haciendo más difícil la tarea de gobernar… para el que viene.

martes, 21 de septiembre de 2010

La era del nihilismo

A pesar de los antecedentes históricos del concepto de nihilismo, que representa la negación de los valores absolutos, es Nietzsche sin duda el pensador occidental que mejor nos advierte de la decadencia ante la que el mundo moderno está a punto de sucumbir.

El desarrollo de la ciencia, el dominio de la naturaleza a través de la tecnología son el comienzo de una transvaloración que deja de lado la necesidad de Dios y de los mitos religiosos. Hecho de suma importancia que impacta fuertemente campos del pensamiento como la Ética y la Política, pues estos precisamente obtenían su fundamentación en constructos metafísicos, algunos religiosos, otros racionales.

El nihilismo penetra fuertemente en las sociedades actuales; la llamada generación X, y otras tantas nombradas últimamente, son la sintomatología de una sociedad apática, carente de principios y valores.

Esta carencia de valores no es gratuita por supuesto, tiene su origen en la violencia fundamentalista, en los dogmas científicos y religiosos que lejos de generar un espacio de paz y convivencia se han encargado de convertirlo en un campo de batalla. El mundo está dolido y desencantado, prefiere no creer en nada. Esto es cómodo por supuesto.

En la política el nihilismo tampoco ha sido abordado desde una perspectiva positiva, tal pareciese que la falta de principios universales ha justificado la avaricia y el cinismo radical. En esta era vacía se nos hace creer fácilmente que el individualismo burdo y la rapiña son los valores por antonomasia.

Basta observar el perfil actual de nuestros gobernantes, quienes carecen totalmente de proyectos de comunidad y sociedad. El espacio político es pues un espacio de crecimiento y enriquecimiento personal. Clara manifestación de un nihilismo bárbaro.

La pregunta que debiéramos hacernos es por qué la carencia de principios universales ha de llevarnos a este caos violento de imposiciones, que no se aleja mucho del mundo de los dogmas y no a un reconocimiento de la imposibilidad de reafirmarse absolutamente, es decir a los limites de mi comprensión del mundo y de la verdad.

Para esto seguramente la humanidad necesita vivir una transvaloración más radical. Quizá algún día.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Fidel Castro: el otoño del chocheo

Alexander Cockburn

19/09/10

Algunos dirigentes políticos maduran en el ocaso: el octogenario Jimmy Carter es a menudo más sensato ahora de lo que lo fue hace cuarenta años. Otros ahorran al mundo sus cábalas nocturnas, no siempre voluntariamente: Ronald Reagan sucumbió al Alzheimer; Ariel Sharon sigue con vida vegetativa, pero está muerto para el mundo. Desgraciadamente, Fidel Castro se rompió un brazo y una rótula cuando trastabilló en aquel malhadado escalón de cemento hace seis años. Ojalá que también se hubiera partido la lengua, ahorrándoles a sus antiguos admiradores, entre los que me cuento, el espectáculo de ver precipitarse en el disparatario a quien fue un gran revolucionario.

Si el presidente Raúl Castro quiere defender los méritos de Cuba en materia de derechos humanos, no tiene sino que recurrir al hecho de que su hermano no ha sido destituido de su cargo como Primer Secretario del Partido Comunista y arrojado en una celda aislada de la Casa de Dementes, el hospital psiquiátrico de La Habana. Lejos de eso, Fidel tiene acceso irrestricto a la radio estatal y al periódico oficial Granma.

Desde esos dos medios, Castro, con 84 años, ha venido soltando un chorro continuo de disparates.

Memorable entre sus incursiones en el delirio fue su brote de conspiracionismo en el sexto aniversario de los ataques al Trade Center neoyorquino y al Pentágono, sin que se le escatimara desde la televisión cubana la lectura entera de la descabellada pieza por parte de un locutor de plantilla.

Castro sostuvo que el Pentágono fue alcanzado por un misil, no por un avión, porque no se halló traza de los pasajeros. "Sólo un proyectil pudo haber creado el orificio circular ocasionado por el pretendido avión", según Fidel. "Fuimos engañados, igual que el resto de los habitantes del planeta". Un sinsentido, huelga decirlo. Se encontraron restos de los pasajeros del avión que impactó en el Pentágono: dientes y otras partes, con el ADN correspondiente. Centenares de personas vieron el avión, personas que conocían la diferencia entre un avión y un misil de crucero. La chatarra del avión se desescombró del lugar.

Es natural que dirigentes máximos como Castro sean conspiracionistas por disposición. Puesto que son obsesos del control, lo azariento y lo accidental les resulta ajeno a su marco de referencia. Si ocurrió, ocurrió por algo. Y si lo ocurrido fue malo, lo más probable es que se trate de una conspiración.

Más recientemente, a principios de agosto del presente año, Castro comunicó a su audiencia en Cuba y en el mundo entero su simpatía por uno necio tópico, cual es la creencia de que el mundo está dominado por el Club Bilderberg.

El octogenario expresidente cubano publicó un artículo el pasado 18 de agosto, difundido a través de tres de la ocho páginas del órgano del Partido Comunista, Granma, citando in extenso el libro del escritor de origen lituano Daniel Estulin, Los secretos del Club Bilderberg (2006), según el cual los Bilderbergs controlan todo, lo que significa que deben de tener un cargadísimo orden del día en la única actividad que desarrollan públicamente: una sesión de tres días una vez al año. Claro está que también se hablan mucho por Skype y se devanan los sesos conspirando y planeando maldades desde sus teléfonos móviles.

Los seguidores del programa radiofónico de Alex Jones, un santuario del conspiracionismo, recordarán sin duda la declaración de Estulin en 2007, según la cual habría "recibido información de fuentes internas a la comunidad estadounidense de inteligencia que sugieren que el gobierno norteamericano está estudiando un atentado para asesinar al congresista Ron Paul, porque se sienten amenazados por su creciente popularidad". Los fragmentos del libro de Estulin reverencialmente citados por Castro –que califica a Estulin como un hombre honrado y bien informado— reciclan algunas de las doctrinas de Lyndon LaRouche, uno de los conspiracionistas más alucinantes de la historia política. (Aún guardo en la memoria la afirmación de LaRouche, en un anuncio pagado en la cadena CBS en 1984, de que el exvicepresidente Walter Mondale, que concurría contra Ronald Reagan para las presidenciales, era un "agente de influencia" de los servicios de inteligencia soviéticos. Era la época en que LaRouche estaba en estrecho contacto con la Casa Blanca de Reagan.)

A juzgar por las citas que ofrece de Estulin, Castro parece ganado por la idea, según la cual miembros de la marxista Escuela de Francfort como Thedor Adorno o Max Horkheimer, que llegaron a EEUU huyendo de los nazis antes de la II Guerra Mundial, habrían sido reclutados por los Rockefeller para popularizar la música rock a fin de "controlar a las masas" y apartarlas de la lucha por los derechos civiles y la justicia social [en los 60]. De acuerdo con Estulin, reverencialmente citado por Castro, "el hombre encargado de asegurar que a los norteamericanos les gustaran los Beatles fue el propio Walter Lippman".

De modo, pues, que Castro cree que los Beatles fueron inventados por los Rockefeller y que Walter Lippman, el famosos columnista que, ya talludito, escribió el borrador de los 14 Puntos del presidente Wilson en 1918, pudo llegar a coronar su carrera político-literaria 50 años más tarde, en 1968, enviando a los Beatles el texto lírico de Revolution, con su desmovilizador mensaje: "Dices querer una revolución / Bien, ya sabes / Todos queremos cambiar el mundo /… Pero cuando hablas de destrucción / Ya sabes que no puedes contar conmigo". (Yo creo recordar que Lennon escribió realmente la canción como respuesta a mis amigos Tariq Ali y Robin Blackburn, quienes en su calidad de miembros de la New Left Review y de la IV Internacional habían sugerido a Lennon que los Beatles arrimaran el hombro para financiar la causa revolucionaria.)

Y ahora el último brote de imbecilidad política de Castro ha sido conceder una entrevista a Jeffrey Goldberg, del Atlantic, permitiendo al hombre que el propio Castro describe como "un gran periodista" citar a Castro diciendo que el modelo económico cubano ha sido un desastre.

Goldberg es un periodista atroz, cuyo más notable logro ha sido colocar en el semanario The New Yorker una larga pieza en favor del ataque a Irak en 2003, uno de los ejercicios de desinformación más efectivos destinados a orientar al Congreso y a la opinión pública a favor de la guerra. La pieza se anunciaba como reveladora "de los posibles vínculos entre Saddam Hussein y al Qaeda".

Era el momento en que el FBI y la CIA acababan de destruir la afirmación del partido de la guerra, según la cual había habido un encuentro entre Mohammed Atta y un agente de la inteligencia iraquí en Praga antes de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Goldberg vino a salvar los muebles de la pandilla de Bush. En el corazón de ese falsario artículo de 16.000 palabras se hallaba una entrevista en la ciudad iraquí de Sulaimaniya –controlada por los kurdos— con Mohammed Mansour Shahab, quien ofreció al ávido Goldberg todo lujo de detalles sobre sus actividades como enlace entre Osama bin Laden y los iraquís, pasando armas y otros materiales y equipos.

La pieza fue recibida con alborozo por la administración Bush, como una prueba del vínculo. El golpe de gracia a la credibilidad de Goldberg llegó el 9 de febrero de 2003, en el London Observer, y lo dio Jason Burke, el reportero en jefe de la publicación londinense. Burke visitó la misma prisión en Sulaimaniya, habló con Shabab y dejó establecido fuera de toda duda que la gran fuente de Goldberg es un mentiroso particularmente torpe, que ni siquiera conocía la apariencia física de Kandahar, con quien decía haber viajado para negociar con bin Laden. Fantaseó falsariamente con la esperanza de ver reducida su condena. Huelga decir que la demolición de Burke no fue noticia para la prensa estadounidense. Y se calla por sabido que el New Yorker jamás se disculpó por haber publicado el cuento de Goldberg, desde luego tan dañino como cualquiera de los artículos publicados por Judith Miller en el New York Times.

Puesto que Castro ha andado últimamente pregonando alarmas sobre un posible ataque a Irán, resulta estupefaciente verlo ahora elevar a Goldberg, un antiguo miembro de la Fuerza de Defensa de Israel, al panteón periodístico y esforzándose por pintar a su compañero de armas conspiracionistas en el 11-S, el presidente iraní Ahmadinejad, como a un antisemita.

Una parte de la izquierda ha querido ver en las displicentes observaciones de Castro sobre el modelo económico cubano una maniobra táctica para ayudar a su hermano a poner por obra las "reformas" que harán perder su puesto de trabajo a entre medio millón y un millón de cubanos. Yo lo veo como una loca falta de juicio de Castro, que primero dijo a Goldberg que "el modelo cubano no funciona ya más, ni siquiera para nosotros", para luego decir que había sido malinterpretado y que lo que quería decir era exactamente lo contrario. Obviamente, un sinsentido.

Luego, Castro –entre varias otras cosas de mal gusto— llevó a Goldberg a una exhibición de delfines. Y yo me dije: encierren al viejo loco, liberen a los delfines y conviertan la exhibición en un parque temático de todos los intentos de la CIA para matar a Castro, incluidas trampas en un arrecife coralífero. Ironías de la historia: la CIA falló, y hete aquí que Castro se pone a la tarea, asesinando semana tras semana, metódicamente, su reputación.

Alexander Cockburn es el editor de CounterPunch.

Traducción para www.sinpermiso.info: Ramona Sedeño

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3574

domingo, 19 de septiembre de 2010

Infierno de todos

Cuando se dota de contenido social, político; cuando esgrime, desafía, la realidad –el intemperante trajín cotidiano; cuando explora los oscuros vericuetos del hombre existencial y se nutre del clamor popular, el cine –el séptimo arte– reivindica el papel que social y artísticamente le corresponde: a saber, transmisor de ideas y sentimientos, intérprete crítico de la realidad, transgresor de la conciencia.

“Disfruten de la película. Disfruten la censura que existe en su país”. Con un gesto de impotencia y fastidio, el hombre se postró en el frente de la sala y solicitó al público le otorgaran unos segundos de silencio para dirigir unas palabras: “Las autoridades del cine no permiten que mi hija adolescente ingrese a esta sala para ver la película [en turno]. Por tal razón, mi familia y yo hemos convenido retirarnos del cine y declinar la oferta que nos hacen: cambiarnos las entradas por otra función. Disfruten de la película...”

Recientemente se estrenó en el cine una comedia negra titulada “El Infierno”, polémico filme dirigido por Luis Estrada y protagonizado por Damián Alcazar, cuyo contenido aborda la problemática social del México actual: la violencia, el narcotráfico, el consumo de drogas, la inseguridad pública, la corrupción, el matrimonio entre el crimen organizado y el gobierno, la migración, la pobreza, el desempleo, la decadencia nacional, la brutalidad que emana del olvido, la omisión, la negligencia, el rencor acumulado.

Un auténtico infierno. Infierno que todos vivimos y compartimos, unos con cinismo, otros con desinterés, no pocos con tensión y hastío. Infierno de todos. Tierra de todos y de nadie. Infierno terrenal que obligadamente substrae importancia a la versión ultra-terrenal del mismo. En este escenario horrorosamente real el país se viste artificialmente de fiesta.

“Nada que celebrar”, coinciden directores y actores de la controvertida película.

La censura que envuelve sigilosamente al filme despierta inquietud, nerviosismo, malestar. Se requiere identificación que avale la mayoría de edad para ver una película que aborda asuntos que en el diario acontecer de nuestras vidas observamos, leemos, pensamos, caminamos, soñamos, padecemos. Niños de todas las edades están a un click de distancia (Internet) de las imágenes y videos más violentos y grotescos que una mente oscura puede llegar a concebir. Y sin embargo, un adolescente consciente y facultado psicológicamente está inhabilitado para asistir a una función de cine por razón de su edad, según parece, incompatible con el alto contenido de violencia, morbo y sexo que la película exhibe.

En el fondo, el problema es el giro “politizado” del film. Mientras la violencia y la bestialidad se contemplen en condición de espectadores morbosos, la exposición del material audiovisual aludido resulta inofensivo. Cuando el cine se compromete con la realidad social (condición insoslayable del cine auténtico y genuino), cuando asume una intencionalidad alevosa, cuando problematiza el universo establecido, cuando transgrede el prejuicio políticamente correcto, entonces, sólo entonces, la censura hace acto indiscriminado de aparición.

Las autoridades del país no aceptan críticas ni opiniones divergentes. Pese a los niveles insostenibles de inestabilidad, violencia y drama social, la elite política mantiene su curso ciego, intransigente, intolerante: censura la crítica; celebra la indulgencia.

En éste escenario apocalíptico que saluda a las fiestas centenarias, festejemos la condescendencia, la indignidad, el rezago artístico e intelectual, la barbarie: “Porque tú eres México. Y eso... hay que celebrarlo”.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Después del huracán...

Insisto: existe un compló a niveles insospechados que pretenden arruinarle a Felipillo su bicentenaria fiesta: ahora fue Karl (el huracán, no ande usted de malpensado) quién se encargó de que las celebraciones por el bicentenario de nuestra supuesta independencia quedaran bajo el agua.

Tan sólo de pensar que desgracias podrán ocurrir previo a la celebración del inicio de la lucha que llevo al poder a quiénes actualmente lo ocupan, eso que llaman revolución, mis patrióticos ánimos decaen y dan paso a la reflexión, buscando la respuesta a la pregunta que, con el más profundo fervor democrático nos hacemos la mayoría de los que nos decimos mexicanos: ¿qué celebramos?

Pero ante los daños que dejó y seguirá dejando el paso del huracán Karl por nuestro estado, hagamos a un lado esas bicentenarias reflexiones y ocupémonos, por el momento, de un tema mucho más actual.

El encabezado de una nota publicada el día de ayer llamó mi atención: “los más pobres, los más perjudicados”, rezaba el título de la misma. ¿Dónde he visto esto antes?, no pude evitar preguntarme.

Y es que es la misma historia de siempre: parece ser que las catástrofes naturales son evidentemente discriminatorias.

Sean terremotos, huracanes, tsunamis (o tsurimis), temperaturas extremas, lo que se le venga a la mente: los damnificados son los de siempre, es decir, aquellos que viven en las situaciones más precarias, y todavía tienen que hacer frente a los peligros de la naturaleza.

De la misma manera, el encabezado de un diario francés después del tsunami que arrasó con las costas de Indonesia y Sri Lanka en 2005, tomando la vida de más de mil trescientas personas rezaba “la muerte prefiere a los pobres”.

Sería absurdo buscar el culpable de cualquier catástrofe natural. Sin embargo no es casual que los más afectados por las mismas sean, efectivamente, aquellos que menos tienen. Y de ello si podemos señalar responsables.

La pobreza de la gente no es un desastre natural: es una consecuencia lógica de un sistema económico que no sólo propicia sino ensalza y aplaude la acumulación de cantidades inimaginables de capital por parte de unos cuantos, en detrimento obvio de la mayoría de la población. Aquí y en China cientos de miles pagan las consecuencias del enriquecimiento de unos cuantos.

Una de esas consecuencias: las condiciones precarias de vivienda y salubridad que enfrentan miles en el mundo. Dichas condiciones se reflejan inmediatamente en el recuento de los daños tras el paso de un desastre natural.

No faltará el cínico (por llamarles de alguna manera) que culpe a las mismas personas que se ven afectadas de su propia tragedia; si bien es cierto que existen asentamientos irregulares en las llamadas zonas de peligro (a orillas de los ríos, en zonas de derrumbe, etc.), también es cierto que se trata de los únicos lugares a los que las personas pueden acceder contando con los recursos económicos con los que cuentan. No se trata tan sólo de necedad por parte de la gente, sino de un problema estructural que va más allá de decisiones individuales.

Lamentablemente, las políticas públicas emprendidas por los gobiernos antes y después de cada acontecimiento de este tipo no son suficientes: haciendo a un lado los problemas de corrupción y desvío de recursos que van de la mano con estas contingencias, la realidad es que el problema va más allá de lo que hagan o dejen de hacer los gobiernos.

Es cierto que la planeación y la distribución efectiva de los recursos orientados a este tipo de catástrofes son parte crucial ante las circunstancias presentadas como este fin de semana en nuestro estado. Sin embargo, mientras no existan las condiciones económicas y sociales que permitan un nivel de vida digno a la mayoría de la población, seguiremos escuchando la misma historia de siempre.

Mientras existan cientos de miles bajo la llamada línea de pobreza, seguirán siendo ellos los afectados una y otra vez por los mismos fenómenos naturales. Y para que eso cambie, se requiere mucho más que políticas públicas que, por eficaces que sean, no se enfrentan al problema de fondo: las inhumanas condiciones de vida de mucha gente.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Fotografías de nuestra revolución II / II


Los fotógrafos de la revolución tenían una necesidad por documentar el mayor número de ángulos del movimiento armado, de la misma manera que cada bando dentro de la gesta tenía la necesidad de ser retratado para así ser (re)conocido por el pueblo mexicano. Los medios hacen presente de manera simbólica el movimiento convirtiéndolo en más “real” que lo real. Estamos en el inicio de la sociedad mexicana que vive en y por el espectáculo.

El caso más recurrente de la utilización de la fotografía como espectáculo fue la creación del mito de Pancho Villa. La imagen fotográfica es un entramado de códigos, y la vestimenta es uno de los códigos que hay que tomar en cuenta al leerla. Si Madero es la representación del “hombre de bien” a partir de su saco al estilo inglés, Orozco con su traje desgarbado será la representación del bandido, Villa, con el uso de un atuendo particular -su traje beige citadino y su sombrero estadounidense- configura su propia imagen que lo diferencia de los demás líderes y le otorga un aura. Tal manipulación de la imagen para configurar la identidad del cabecilla de las fuerzas del norte será llevada a su máximo potencial al “vender” a compañías estadounidense sus batallas, obteniendo con ello fondos, armas y prestigio, tal como lo hacen personajes de la farándula y la socialité actual al vender eventos íntimos a los reporteros.

Encontramos un sin fin de imágenes de Carranza, Orozco, Obregón y Zapata, todas en la disposición de enaltecer o refutar las hazañas de los personajes. Mientras algunos periódicos califican a Villa como héroe, otros, como el caso del periódico El Imparcial, lo definen como “bandido” y “feroz asesino”, calificativos que configuran una imagen negativa y, también, ampliamente difundida. Estamos ante un río revuelto de imágenes y palabras que enaltecen y atacan a los líderes según el día, mes y año. Un espacio de información, la mayoría de las veces contradictorio, donde cada quien utiliza para su conveniencia los medios de comunicación.

La llegada de la división del norte y la división del sur a la ciudad de México, en diciembre de 1914, se distribuye en distintos medios. Villa y Zapata llegan al palacio Nacional y posan para quién sabe cuántos fotógrafos. Una misma toma es distribuida en distintas publicaciones con diversos pies de página que enfatizan la visión política del periódico, o al no ser difundida se deja clara dicha visión. En La ilustración semanal la fotografía aparece con la autoría de Antonio Garduño como parte de una serie fotográfica que ilustra el acontecimiento, desde el camino por las calles de la ciudad de los dos líderes y sus tropas hasta el “lunch” en el Palacio Nacional. Sobra decir que ahora Zapata y Villa son Generales y ahora sus hombres, antes “bandidos”, son nombrados también generales y coroneles. La imagen de la silla en aquel momento significó un triunfo, una muestra cabal que el movimiento revolucionario del norte y el movimiento revolucionario del sur, no era un grupo de revoltosos y ladrones, sino por lo contrario, reflejaba una articulación de poderes militares mucho más complejos. Ahora dicha imagen titulada Villa en la silla presidencial es tomada como simulacro, estrategia de tomar por algo otra cosa, por parte del gobierno posrevolucionario para crear en el imaginario el triunfo que nunca se logró. La fotografía se robó de este río revuelto que fue el movimiento armado y se otorgó como alegoría de una revolución unificada, panteón de héroes que murieron por una misma causa.

Recordemos que Emiliano Zapata fue asesinado el 10 de abril de 1919 en la hacienda Chinameca, donde es citado por el coronel Jesús Guajardo y el general Pablo González. Estos le hicieron creer al líder suriano que se unirían a su lucha. Zapata acude al encuentro y es acribillado. La imagen de Zapata asesinado suscitó un cúmulo de sentimientos encontrados, forjó el mito de Zapata como mártir en los sectores populares borrándose en los sectores institucionales. Las secretarias gubernamentales se ornamentarán con un Zapata victorioso. Los muralistas de los años veinte y treinta utilizaran aquella fotografía del revolucionario altivo con su arma en mano entregando la tierra a los campesinos. Quizá, para estos festejos que se avecinan, deberíamos regresar al río de imágenes publicadas en la época de la revolución y re-construir los mitos, desde la única visión que tenemos, un modelo de mundo caótico y confuso donde las falacias y mentiras son ya insostenibles a fuerza de reiteración.

Mi petición sería una nueva reforma educativa que construyera los libros de texto con las imágenes revolucionarias contradictorias, si se quiere aquellas míticas entregadas en una cajita feliz del gobierno bueno y dadivoso que se preocupa como buen padre por nosotros, y en la otra página, aquellas imágenes de Zapata muerto y todos aquellos “bandidos” y “forajidos asesinos” que en dos meses serán condecorados y recordados como si pertenecieran a la misma casta política, a la misma ideología.

¡Viva la contrarrevolución!

Una probadita las luchas internas de la clase dominante en México. Los que gobiernan en la ciudad de Querétro hacen de las suyas interpretando la historia de manera 'original'. No sorprende que esto suceda en la tierra en donde se sigue honrando la memoria de Maximiliano de Hasburgo, que tiene su capillita justo en el cerro de la Campanas. ¡Fuera máscaras! ¡Viva la contrarrevolución!

Gobierno panista capitalino honra memoria de Porfirio Díaz y Victoriano Huerta




Víctor López Jaramillo


Como parte de los festejos del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución, el gobierno panista de la alcaldía capitalina ha adornado la ciudad con pendones con imágenes alusivas a héroes de dichos momentos históricos, entre quienes incluyeron a Porfirio Díaz, dictador contra quien Francisco I. Madero se levantó en armas en 1910, y Victoriano Huerta, quien tras un golpe de Estado asesinó al propio Madero, que había sido electo presidente de manera democrática tras el exilio de Díaz.

Es decir, para el gobierno capitalino encabezado por Francisco Domínguez Servién, tanto Porfirio Díaz y Victoriano Huerta son personajes dignos de ser recordados y honrados colocando su imagen en pendones por las principales avenidas de la ciudad junto a las de Pascual Orozco, José María Pino Suárez, Ricardo Flores Magón entre otros.

Los carteles alusivos a la Independencia y la Revolución, que contienen la imagen en tonos grises, adornados en la parte inferior por un diseño que intenta representar una banda tricolor, tienen el escudo del Gobierno del Municipio de Querétaro, el logotipo de la Q que distingue a la administración de Domínguez Servién, la marca de la empresa Megacable y el distintivo del Festival Bicentenario.



Dichas imágenes colgadas en postes en las principales avenidas fueron colocadas sin orden cronológico alguno ni más explicación que una pequeña biografía de un párrafo y apenas diferenciando en una acera a los personajes de la Independencia y en otra a los de la Revolución.

En lo que respecta a los personajes revolucionarios, la imagen del dictador Porfirio Díaz se puede apreciar, por lo menos hasta este lunes 13 de septiembre, en Avenida Universidad en sus intersecciones con Calle Invierno y Avenida 5 de Febrero.

En tanto, el pendón con la imagen de Victoriano Huerta, a quien todas las facciones revolucionarias desconocieron como presidente y lo llamaron usurpador, se puede apreciar en la misma Avenida Universidad, dos veces consecutivas.

Llama la atención la redacción de la mini biografía de Huerta, que dice que en 1913 “destruyó a Madero”.

Cabe destacar que entre los personajes destacados de la Independencia, el gobierno capitalino incluyó a edificios y acontecimientos como la Parroquia de Dolores y la “Ejecución de los Caudillos”, es decir, cuando Hidalgo y Allende fueron fusilados en 1811.

Entre los personajes de la Independencia también se incluyó a Agustín de Iturbide y Miguel Domínguez.

tomado de:http://www.tribunadequeretaro.com/

lunes, 13 de septiembre de 2010

Bicentenario III

Hay una afirmación que asalta mi pensamiento con atroz insistencia: “El presente es lo único que tenemos”. Esta condición contingente, inexorable y trágica del ser humano es fuente de innumerables tropiezos, de erratas sucesivas e interminables. Necesariamente aprendemos de estos errores. Más no siempre somos capaces de evitar la fatal sucesión de este sinuoso, torpe y fallido acontecer (“El fracaso engendra fracaso”), ora por miedo, ora por cobardía, ora por ausencia de pasión, vitalidad o entereza emocional. Esto resulta cierto para el individuo como también y más profundamente para una colectividad.

¿Cuándo se decidirá México -monstruo amorfo, diverso, claroscuro, maravilloso- a escribir su Historia con base en el acierto, conciliando la razón con el sentir, la fe con la intuición, el coraje digno con la conciencia auto-crítica, la pasión con el juicio? Esta pregunta adquiere un matiz especialmente estimulante en el marco de los festejos en puerta.

México debe escribir su propia historia si desea perdurar como pueblo, como comunidad. Contrario a lo que observan los portavoces “intelectuales” del poder, la inquietud de los mexicanos no estriba en definir, planificar, “Un futuro para México”. El reclamo auténtico es más puro y ponderado: “Un México para el futuro”.

Esta demanda encierra, por sí sola, la subversión, inversión y reestructuración de la vida toda: a saber, el poder social como fuente nutricia de todo poder político posible. La continuidad de la actual pirámide político-social implica la continuidad de este curso anti-natural, irregular y torcido que emana de la existencia de una élite empecinada en lograr sus fines ciegamente. De no presentarse un vuelco drástico, el país corre el riesgo de conservar y recrudecer su indigna condición del presente (La trampa no es la carencia de porvenir histórico –hipótesis casi metafísica en ocasiones-, sino la carencia de presente laboral, educativo, habitacional –Carlos Monsiváis).

Octavio Paz advirtió esta amenaza anticipadamente: “El gobierno de los técnicos, ideal de la sociedad contemporánea, sería así el gobierno de los instrumentos. La función sustituiría al fin; el medio al creador. La sociedad marcharía con eficacia, pero sin rumbo”.

Este México, apreciable y virtualmente abatido, asfixiado por una élite a veces anónima e imperceptible, carece de una marcha eficaz y, más aún, de un rumbo plausible: no tiene ni presente ni futuro. Acaso detrás de esta incontestable verdad se oculta el secreto de la pena generalizada que opaca las “fiestas” venideras.

“Quien no quiera que no festeje” (Felipe Calderón Hinojosa, portavoz acreditado de Estados Unidos en México): ¡Vaya que el presente nos está pasando factura!

En una época de convulsión social en el país, José Revueltas escribió –acaso a modo de advertencia: “¡Basta ya de ser contingentes!”.

El des-madre Patria de la a-historia del México independiente

Ricardo Rosales Martínez

El hecho de pensar históricamente, es decir, de manera crítica lo que se ha pretendido concebir como “la independencia de México”, me parece un acto digno de celebración, incluso, sin reparo alguno, de derroche del presupuesto necesario; por el contrario de la insultante pompa con la que las instituciones actuales de este país se ufanan de lo que constituye no más que un supuesto. Un acontecimiento histórico que se supone acaecido, pero cuya realidad no corresponde mínimamente. “La independencia de México”es un suceso trascendente, sí, pero de la a-historia de México, aventurando la suposición de que se da por entendido lo que significa el concepto “México”; llámese símbolos patrios, Padres y Madres de nuestra necrófila culpa histórica, el panteón broncíneo del vasconcelismo, dibujado en los muros agujereados de la pos-revolución; llámese pico de gallo, chiles en nogada, sincretismo e indigenismo a ultranza, desde la reina Isabel y su protectorado, pasando por el providencialismo del INI, hasta la poesía de montaña, de la generación del 94, que se nubla en el efecto invernadero y pierde su mágica otra-fonética entre la diversidad-otra de grillos citadinos; llámese selección mexicana, “Aguirre, la ira de tu Dios”, o sea el pueblo panbolero, hijos todos de la enajenación. Dígase, pues, algún paisano del otro lado, o, cántese en algún narcocorrido.

-Pensemos un poco y vanagloriémonos de ello, pues al fin que pensar no cuesta o es muy mal pagado-.

Algunas décadas antes de que estallaran las distintas rebeliones armadas, llamadas“insurgentes”, la Nueva España, la gran colonia española, estaba gobernada bajo el ceso, tinta y espada, de la monarquía borbónica y su coraza de regalismo administrativo. El gobierno corporativo novohispano se auditaba de manera mordaz; la jerarquía eclesiástica y militar, que durante siglos se había conservado sobre tierras prehispánicas y que no se había nutrido sino de la herencia cultural del imperio, cuyas bondades se impusieron en nombre de Dios, a sangre, evangelio y burocracia, desbaratando otra cultura, demandaba la independencia, esa sí, que con la dinastía austriaca había conseguido. – Uno nunca sabe lo que tiene hasta que quiere más-.

Estos insurgentes, como soldados del Cristo novohispano, no pensaban la libertad e independencia en su concepción más amplia, en términos humanos, es decir, no concebían la independencia de construir sus propias formas de gobierno, o la libertad para profesar otro culto religioso, o la justicia para devolver el terreno usurpado a los originarios propietarios de este mal hadado y desafortunado nuevo mundo. Morelos e Hidalgo seguían bregando por la sumisión eterna ante la institución que prohibió la razón humana, la verdadera independencia y libertad, como engendro demoníaco, durante más de un milenio. Tampoco luchaban por la justicia para aquellas comunidades indígenas, que para entonces habían disminuido casi en un noventa por ciento su población original, entre enfermedades, matanzas, religión, apostasía e identidad amordazada. Esos son nuestros supuestos Padres de nuestra supuesta Madre Patria mexicana. No somos los hijos..., a la usanza de Octavio Paz, somos los hijos de estos padres, que queremos vestir de héroes.

Hoy se pretende celebrar aquella independencia, que se entendía en términos de propiedad, en términos de posiciones de poder colonial. Acaso le preguntaron a los indios, aun escondidos en los terrenos más agrestes y salvajes de aquel México, si querían ser exterminados, o si preferían seguir siendo cristianos; acaso les preguntaron a aquellos montaraces sobrevivientes si es que preferían una monarquía o una república liberal. La independencia del poder es lo que a-históricamente ignoramos cuando nos alegramos este bicentenario. La libertad, la justicia, la identidad mexicana, que sólo se entienden en términos de propiedad privada, puesto que desde las primeras constituciones liberales (véase Charles Hale) no se es libre sino se es ciudadano y no se es ciudadano sino se tiene una posesión privada, pues ya no debía ser la propiedad corporativa, colectiva, comunal o indígena, ya que estas no son civilizadas, ni progresistas ni democráticas, son conceptos que están muy lejos de lo que el Disney-discurso nacionalista promete en términos de identidad mexicana independiente.

La historia de México que se celebra hoy es una falacia, es a-historia, historia acrítica y una burla cuando se derrocha el dinero que no tenemos para tan suntuoso des-madre patria. Cabe preguntarnos entonces que tan libres somos hoy como país, que tan independientes. ¿La guerra contra el narcotráfico es el símbolo de nuestra identidad independiente?

Esa es nuestra triste historia, y reflexionar acerca de ella debe celebrarse, antes que ponerle orégano al pozole y gritar desaforadamente nuestra profunda ignorancia, o nuestra profunda ruindad. “Porque el progreso nunca progresó (E.A. Poe).

domingo, 12 de septiembre de 2010

Hace 200 años

Desde este espacio aprovechamos para agradecer a Felipillo la oportunidad que nos brinda, con la suspensión de actividades por decreto, para reflexionar sobre la pregunta que millones de mexicanos nos hacemos… ¿qué celebramos?

Hace 200 años, México no existía como nación. No éramos sino una de las más preciadas posesiones ultramarinas de la corona española. No había, por lo tanto, soberanía, y las leyes que regían nuestro país eran dictadas desde remotos lugares.

Vivíamos en una sociedad esclavista, en la que tanto indígenas como negros eran empleados como mano de obra sin obtener remuneración alguna por parte de los dueños de la tierra.

La religión católica nos fue regalada de la misma manera en la que los Estados Unidos regalan democracia por el mundo: a punta de cañón.

Nuestros recursos naturales fueron saqueados por más de 300 años, contribuyendo a la creación de poderosos imperios en Europa. La minería fue una de las principales actividades económicas, lo que se tradujo en una reducción significante del número de indígenas en el país. Como se relacionan una cosa con la otra, lo dejo a su imaginación. Existían grandes monopolios en la comercialización de determinados productos, tales como el oro, la plata y algunos productos agrícolas.

La educación en el país era para un segmento mínimo de la población, así como solamente algunos tenían acceso a los escasos servicios de salud existentes.

Esto solo por mencionar algunas de las maravillas que nos trajeron los españoles. Ahora viene lo bueno.

Dos siglos después, somos tan soberanos que en el tradicional desfile del 16 de septiembre marcharan contingentes militares de varios países, Estados Unidos entre ellos. Dirán que es por invitarlos a la fiesta, pero en lo particular me suena a burla después de la ridícula militarización de la frontera.

Ni qué decir de nuestras leyes, que van entregando el país poquito a poquito a las grandes compañías transnacionales y al capital privado. Flexibilización laboral por aquí, tratados de libre comercio por allá. Te vendo una parte de PEMEX y privatizo la educación, etc. Y eso que las hacen nuestros representantes.

La esclavitud ya no existe, la abolió el cura Hidalgo en 1810. Pero yo sigo viendo a la gente trabajar más de 8 horas diarias, por salarios de risa y con prestaciones que dan pena. Y luego quieren la flexibilización laboral, para que en lugar de un trabajo tengas dos, y te puedan correr con la mano en la cintura. Pero ya no hay esclavitud.

Somos un Estado laico desde 1857, y yo veo a los curas amenazando con excomulgar a los asambleístas que votaron por la despenalización del aborto.

¿Nuestros recursos naturales? Cuáles, si ya se acabaron. El campo, olvidado. El petróleo lo sacan poquito a poquito. ¿Minería? Pasta de Conchos.

Quizá en educación si hayamos avanzado, ¿no? Por algo es que hoy todo mundo se hace rico poniendo una escuela.

No sé qué opine usted, pero todos estos cambios se parecen al que prometió Fox en el 2000. Yo me pregunto qué vamos a celebrar en el centenario de la revolución, si doscientos años de independencia no nos han servido de mucho. Pero dejemos eso para noviembre, y celebremos esta bicentenaria semana como si hubiesen motivos para hacerlo.

jueves, 9 de septiembre de 2010

La pobreza en el siglo XXI

Tiene razón Gabriel Salazar cuando afirma que la pobreza típica de nuestros días no es la relacionada con la falta de comida - aunque no cabe duda de que muchas personas viven al día- si no la que tiene que ver con la capacidad del individuo para satisfacer una serie de exigencias que le permitan vivir como sujeto de derechos. El historiador chileno contrapone así la pobreza material con la pobreza ciudadana, cívica.

La diferencia es fundamental para comprender las consecuencias de las políticas neoliberales de las últimas décadas. La pobreza del siglo XXI no puede ser definida exclusivamente por la capacidad de compra de artículos de primera necesidad, pues ello equivale a decir que si tienes para comer, para medio vestirte y para tener un televisor no eres pobre. La complejidad de las necesidades humanas en la actualidad nos obliga a reconocer que la pobreza es un fenómeno que niega al individuo la posibilidad de desarrollar su potencial como ser humano; que le impide tener un futuro relativamente estable para llevar una vida digna. 

Por ello el pobre de hoy tiene problemas de salud como la diabetes, la hipertensión y la obesidad, enfermedades, originadas por el consumo de alimentos industrializados con altos contenidos de grasas, azúcares y toda clase de químicos y organismos genéticamente modificados. Su pobreza no radica entonces en la falta de comida, aunque insisto, no ha desaparecido el hambre en el mundo. Su pobreza se caracteriza por la imposibilidad de construir una identidad ciudadana, civil, basada en la conciencia de que tiene derecho a tener derechos, ocupado en perseguir las ilusiones de estilos de vida perversos pero necesarios para mantener los negocios viento en popa. 

¿Cómo reacciona un joven que vive en un barrio marginal de cualquier ciudad de Latinoamérica ante esta situación? Salazar es implacable cuando responde: “Se va a la calle, y tenemos enormes cantidades de pandillas juveniles, cabros chicos en la calle y ahí van construyendo su identidad. ¿Y quién es su modelo? El papá no sirve, el profesor está sometido al autoritarismo dictatorial del sostenedor y por lo mismo vale hongo: su modelo es el choro (hampón) de la población. Porque el choro es audaz, valiente, tiene plata, maneja armas, se agarra a balazos con los pacos (policía), tiene seguidores, le compra camisetas al club del barrio…” (www.quepasa.cl/articulo/1_3971_9.html)

Y luego nos preguntamos por qué incluso los jóvenes de clase media en México quieren ser como los narcos, por qué los admiran y reivindican su comportamiento como la única salida digna para sentirse vivos. Tal vez la respuesta tenga que ver con este nuevo carácter de la pobreza del siglo que vivimos. Después de todo, vamos progresando.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Fotografías de nuestra revolución I / II


La imagen fotográfica es forjadora de imaginarios, configura modos de entender nuestra identidad individual y colectiva. Narramos nuestra historia a través de la fotografía. Esta narrativa se construye a conveniencia de aquel que la relata. En mi álbum personal no pondré aquellas imágenes que delaten una faceta de mi vida que aborrezco, como mi obesa adolescencia. De la misma manera, el Estado elige las imágenes convenientes para narrar su historia conveniente, sosteniendo con ello proyectos de nación. Así, un estado distinguido por la demagogia construirá su historia visual a partir de las fotografías que sostengan su populismo a ultranza. En este sentido el gobierno mexicano se ha dedicado a narrar visualmente la revolución a partir de una serie de fotografías que resumen su visión oportunista, hipócrita y terriblemente maniquea.

Si introducimos en Google-Imágenes “revolución mexicana” son recurrentes en cada sesión de búsqueda el retrato de pie de Emiliano Zapata (1911) atribuido, recientemente a F. Moray (o F. McKay), Soldaderas (1915) a tribuida a Agustín Víctor Casasola, Villa en la silla presidencial (1914) del estudio Casasola y Francisco Villa cabalgando frente a sus hombres (1914) atribuida a Davidson Wheelan. La reiterada aparición de estas imágenes evidencia su recurrente distribución en medios oficiales como los libros de texto de primaria y secundaria. Dicha distribución tiene su impacto, a nivel comercial en carteles, postales, revistas, playeras, libretas y demás soportes de medios gráficos que configuran el imaginario colectivo del movimiento armado. La reiteración de su distribución hace de estas cuatro imágenes una pretendida alegoría del movimiento armado, resultando casi imposible no evocarlas en la mente al pensar en él.

Demasiada demagogia.

Curiosa es la selección que el gobierno realizó, pues efectivamente las imágenes retratan no a los ganadores de la gesta armada, sino por lo contrario a los vencidos: los traicionados y asesinados. Retratan a aquellos que en medios oficiales de su momento fueron tomados como bandidos, ladrones y embusteros y que ahora se presumen como “Los Héroes de la Nación”. Un ingenuo lector podría leer esta selección oficial como estrategia simbólica para enmendar la traición, sin embargo me resulta tan insultantemente explícito que estas imágenes parecen ser dispositivos de asimilación institucional de lo que todavía hoy es peligroso: la genuina sublevación. Esta apropiación parece un recurso más bien tranquilizador que utiliza el gobierno, aprovechando nuestra identidad de sociedad de consumo. El Estado se apropió de las efigies revolucionarias radicales disponiéndolas en el mercado, logrando con ello su asimilación cotidianidad como parte de una ideología conservadora y reaccionaria.

Sí, se podría acusar de maniquea mi interpretación, de estrambótica y exagerada, pero no creo que sea del todo errada. Así como los oficialismos han tomado la imagen del indígena de espaldas viendo al infinito como símbolo de lo nacional o como se presentan a los muralistas como los “grande maestros” de nuestro arte, estas fotografías encuentran enclave en el sector dominante. Es evidente que las cuatro fotografías a las que aludo son retomadas como bandera de guerra de otras propuestas sociales disidentes, especialmente el retrato de Zapata, pues contienen deseos y sueños frustrados. Sin embargo, también es patente que su distribución ha sido apoyada de manera especial por nuestro gobierno, principalmente aquel priísta, experto en manejar y suministrar imaginarios nacionalistas por medio de los mass media. ¿Por qué no ilustraron las efigies de Obregón y Carranza nuestro imaginario revolucionario oficialista, siendo realmente ellos los primeros forjadores de esta patria posrevolucionaria? Es necesario recurrir a los mártires para construir la imagen identitaria, al asimilarlos se vuelven figuras indefensas por cotidianas. Los íconos transgresores se despolitizan al formar parte de la cultura hegemónica. (Contianuará…)

martes, 7 de septiembre de 2010

El pobre de hoy es el flaite*

Por: Paulo Ramírez

Gabriel Salazar es el historiador de izquierda más reconocido por la intelectualidad chilena. Hoy escribe un libro sobre Carlos Altamirano, descree del progresismo criollo y considera que la pobreza -que es su campo de estudio- cambió drásticamente: "Ya no es material, es cívica".

Fotografía: Juan Pablo Sierra

Durante los últimos meses, el historiador Gabriel Salazar ha estado metido en un trabajo de enanos, según dice: grabar una serie de conversaciones con Carlos Altamirano para la publicación, en octubre próximo, de unas "memorias críticas" que le ha encargado la editorial Random House. Recibe en una sala de reuniones de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, donde dirige el Programa de Doctorado en Historia.

Sirve el café él mismo, en jarros prestados, y alaba el nuevo sabor del Nescafé instantáneo, mientras se echa hacia atrás y espera la primera pregunta con atención y amabilidad. Pese a los recientes, varios de sus libros ya son clásicos, indispensables para explorar nuestra historia "desde abajo": Labradores, Peones y Proletarios (1985), Violencia Política Popular en las Grandes Alamedas (1990), Historia Contemporánea de Chile (1999, en colaboración con Julio Pinto), Ser Niño "Huacho" en la Historia de Chile (2006), Mercaderes, Empresarios y Capitalistas (2009).

-¿Está preparado para la polémica que surgirá con el libro de Altamirano? Cada vez que abre la boca hace mucho ruido… Sobre todo cuando analiza a la UP, el golpe y la renovación de la izquierda…

-Altamirano es un intelectual. Así lo descubrí. Es el más intelectual de los políticos chilenos. En relación con la UP, su visión tiene que ver más que nada con la ingenuidad de lanzar un proyecto revolucionario a fondo a través de un Estado que no daba el ancho, y de promover un proceso de ese tipo cuando el mundo se dividía entre Estados Unidos y la Unión Soviética, estando nosotros en el corazón del "patio trasero" de los norteamericanos, que no querían una segunda Cuba. Eso era de una ingenuidad enorme. Dice también que, sabiendo de que eso era así – ingenuo, riesgoso-, no procuramos organizar la defensa de ese proyecto, o sea, fue una revolución desarmada. Y eso, dice él, condujo al desastre.

-¿Y qué visión le plantea sobre Salvador Allende?

-Altamirano dice que todos, incluido él mismo, procuraron ser leales al programa de la Unidad Popular. Allende también. Pero Allende, en el fondo, quería morir más que organizar la defensa. Más que atacar al enemigo que lo atacaba, él optó por pensar: "Me van a derrotar… ¡pum!, me suicido…".

-¿Como opción desesperada de último momento o esa idea le venía de antes?

-Según Altamirano, Allende tenía una concepción fatalista del final del proyecto. Por eso admiraba a Balmaceda. Y cuando apareció la posibilidad del golpe, él se dijo "de La Moneda me sacan con los pies para adelante". Fue como si en la revolución bolchevique, Lenin se hubiera suicidado en el momento clave.

-¿Y cuánto se reconoce Altamirano en lo que más tarde hicieron algunos de sus discípulos en la Concertación?

-Dice que él inició la renovación, pero no pensó que la renovación que él propuso se convertiría en un proyecto neoliberal. Porque hoy eso es el Partido Socialista para él: un partido neoliberal. Y eso es traición.

"El flaite, que no estudia, es una especie de vago, tiene blue jeans de marca, zapatillas de marca, polerón de marca, celular, peinado con estilo que necesita de una serie de cuestiones para dejar el pelo parado. Y, por lo tanto, no se siente pobre".

-¿Y usted coincide con esa mirada?

-En general sí. Es evidente que el PS actual y la DC actual olvidaron los fundamentos sobre los cuales se constituyeron como partidos. El PS con toda la trayectoria del Frente de Trabajadores, la revolución latinoamericana distinta de la moscovita… Y la DC, que surge también con esto de la opción preferencial por los pobres, Jacques Maritain, Juan XXIII, Pacem in Terris, todo un pensamiento humanista cristiano en pro de la justicia social. Todo ese discurso, que caracterizó al primer gobierno de la DC, hoy nadie lo menciona. Ninguno de esos discursos se menciona… hoy son todos neoliberales.

-¿Los socialistas se olvidaron de los trabajadores y los democratacristianos se olvidaron de los pobres?

-Claro, todos administraron el modelo neoliberal de Pinochet, y en su misma lógica. Y eso explica el descontento de las bases, porque son partidos de cúpulas.

La pobreza hoy

-En los 20 años de la Concertación aparecen cifras objetivas que avalan su proyecto. Un ejemplo claro es la reducción de la pobreza. ¿Usted no reconoce esos avances?

-Las cifras avalan eso si mantenemos las mismas definiciones de pobreza. La pobreza siempre se definió, en el mundo en que yo crecí, como carencias materiales. Yo vivía en una población obrera, la Manuel Montt, en el barrio Independencia, rodeada por poblaciones callampa y por conventillos. Allá llegaban los pobres a pedir "un pedacito de pan, por el amor de Dios". Y les dábamos pan duro. Yo eso lo vi, pues. ¿Quiénes eran los niños? "Cabros patipelaos", o sea, sin zapatos, con los mocos colgando, desarrapados… tú les dabas una camisita y quedaban felices. O mujeres pobres, piñinientas, todas sucias, hediondas, con un saco al hombro donde metían las cosas. Ésa era la pobreza por la cual luchamos y por la cual cantábamos La Internacional y todo eso.

-Una pobreza que hoy difícilmente se ve…

-Sí, pues. Hoy el pobre tiene una posibilidad que no tuvo en los años 40 y 50: el crédito. Tú ves a cualquier señora y tiene cuatro o cinco tarjetas de crédito de casas comerciales. ¿Cuál es el pobre típico hoy? Ya no es el cabro harapiento y sin zapatos, no es la vieja con el saco pidiendo lechuga: el pobre de hoy es el flaite. Y el flaite, que no estudia, es una especie de vago, tiene blue jeans de marca, zapatillas de marca, polerón de marca, celular, peinado con estilo que necesita de una serie de cuestiones para dejar el pelo parado. Y, por lo tanto, no se siente pobre.

Fotografía: Juan Pablo Sierra

-¿Hay que hacer una redefinición completa de la pobreza?

-Claro, porque la pobreza es relativa al contexto. Hoy, la pobreza no tiene que ver con esos bienes materiales, y por eso cae en las estadísticas. Hoy no se define por materialidad. Se define, por ejemplo, a partir del endeudamiento. Se mide por la capacidad de responder a una serie de exigencias: si te casas debes pagar por una vivienda, si tienes hijos debes pagar por su educación, si se te enferman tienes que pagar por la salud… y no estás en condiciones con 170 lucas mensuales, ni aunque te endeudes, para mantener una familia. Entonces, no me caso; y si me caso, me separo. La tasa de nupcialidad cayó 68% en los últimos 10 años. Los niños huachos alcanzan hoy el doble de lo que existía en el siglo XIX, que ya era récord mundial: está más alta que en Suecia, que es el país donde hay más cabros huachos. La tasa de divorcios supera a la de matrimonios.

El madresolterismo sobrepasa el 30%. En ese contexto, el padre de una familia popular, o no tiene trabajo o tiene puro trabajo temporal. Como no puede mantener a su familia y hay violencia intrafamiliar -¡vamos matando mujeres!-, se separa y termina dedicándose a la droga. Si te fijas la mayor concentración del consumo de drogas no está en el tramo de etario 15 a 20, sino entre 25 y 45, que es la etapa en que el hombre puede trabajar, casarse y tener familia. ¿Cuál es el modelo para el cabro chico? El papá no está, se fue y es un desastre; madre sola, trabaja todo el día. ¿Qué hace el cabro? Se va a la calle, y tenemos enormes cantidades de pandillas juveniles, cabros chicos en la calle y ahí van construyendo su identidad. ¿Y quién es su modelo? El papá no sirve, el profesor está sometido al autoritarismo dictatorial del sostenedor y por lo mismo vale hongo: su modelo es el choro de la población. Porque el choro es audaz, valiente, tiene plata, maneja armas, se agarra a balazos con los pacos, tiene seguidores, le compra camisetas al club del barrio…

-Es una descripción desoladora…

- ¡Pero eso es pobreza! No la llamo pobreza material, porque no es material. El choro tiene harta plata: por la vía del endeudamiento, del tráfico o del delito. Esto es pobreza ciudadana, cívica.

-¿Y se puede romper ese círculo?

-Es una red muy profunda… Se ve, por ejemplo, en la explosión de saqueos en el sur: cualquier desorden como el que produjo el terremoto provocará saqueos aquí y en la quebrada del ají…

-¿No fueron sorpresa para usted?

-Para nada. Eso está latente, es obvio. Estos cabros que consiguen recursos por las vías del endeudamiento o el robo están centrando su actividad simbólica en objetos como la electrónica; por eso roban puros aparatos electrónicos. En Concepción, robaron sobre todo artículos electrónicos.

"El PS, el PPD y la DC son neoliberales. Incluso en el discurso: no recuerdan para nada su pasado socialistón. Ni se acuerdan de los mapuches, de los pingüinos ni de los subcontratados. El PC luchó para estar en el Parlamento. Y ahora lo logró: está ahí. Entró a la misma lógica del Estado pinochetista".

-¿El problema tiene que ver con políticas sociales equivocadas?

-Tiene que ver con que no estamos leyendo en profundidad lo que está pasando en el mundo y en Chile. Seguimos mirando los grandes parámetros macroeconómicos. Y los vemos todos sanos. ¡Pero veamos los indicadores de desarrollo humano del PNUD! ¡Ahí la cosa cambia! Se ve que existe a nivel de la población chilena una enorme sensación de inseguridad, un malestar interior: no sé si podré asegurar mi salud cuando esté viejo, no sé si podré educar a mis hijos, no sé si puedo estar en mi casa tranquilo sin que me asalten… Pura inseguridad.

-El conflicto ya no está en la calle…

-¡No pues, está adentro de la casa! Y el régimen, feliz: estamos todos bien, vean las cifras, ¡pero nadie ve el enmierdamiento de las personas por dentro!

-Bonita manera de llegar a celebrar el Bicentenario…

-O bien celebramos un cumpleaños o bien hacemos un balance de vida. Son dos cosas distintas. Podemos celebrar el cumpleaños 200 de la Independencia, que es probablemente lo que predominará. Pero otra cosa es un balance de lo que hemos hecho o dejado de hacer y que nos tiene con este malestar interior. Esa evaluación no se está haciendo.

-¿Cómo ve la efeméride, entonces?

-Existirá un contraste muy fuerte entre el pan y circo que hará el gobierno -algo que la Concertación también habría hecho- y este otro pensamiento profundo que va por abajo y que es muy crítico.

-¿Quiénes se hacen cargo de esto?

-Nadie. Ése es el problema. La Concertación administró exitosamente el régimen de Pinochet, sin cambiarlo. Ni siquiera la Bachelet fue más radical: no hizo ningún cambio de fondo. ¿Qué hizo con los pobres? Les tiró bonos. ¿Y qué son los bonos? ¡Limosna!

-Es llamativo que la primera ley que mandó el presidente Piñera al Congreso haya sido el bono marzo…

-Y ahora, como gran cosa, alarga el posnatal… ¡Son medidas populistas de parche!

Los mineros de Copiapó

-Estas últimas semanas han estado tomadas por el caso de los 33 mineros atrapados en Copiapó. Usted ha estudiado la minería chilena desde el mundo del trabajo. ¿Ve antecedentes históricos en este caso?

- En Chile, la minería la desarrollaron los pobres: los buscones, pirquineros. Chile se convirtió en una potencia minera sobre la base de una tecnología pirquinera que era baratísima. La fase extractiva de la minería estuvo en manos de los pobres; el tratamiento lo hacían los capitalistas, como Edwards y todos esos campeones, que tenían fundiciones; y el transporte lo hacían los ingleses. Y los grandes explotados fueron los pirquineros… ¡los reventaron! Ellos asumían el costo del aumento del transporte y de las ganancias de los intermediarios. Esta explotación hacia abajo llevó a que se redujera la seguridad en las minas: pasó en el carbón y también en el cobre y el oro. ¿Esto que pasa hoy en la mina San José? ¡Historia del siglo XIX!

-¿Y por qué se ha producido esta atención enorme de parte de la gente y esta dedicación tan intensa de parte del gobierno?

-Bueno, está la solidaridad que siempre han tenido las clases populares de manera horizontal. Eso es normal, no me extraña. De parte del gobierno, responde al populismo, propio tanto de los gobiernos de la Concertación como de éste, más exacerbado en este caso. Porque en estricto rigor éste es el gobierno de los empresarios, pero no puede ser sólo el gobierno de los empresarios: tiene que mostrar una cara populista.Piñera no puede gobernar exitosamente con lógica neoliberal, porque el modelo tocó techo. Para mantenerse en el gobierno tiene que ser populista, no tiene otra, porque la mayoría de Chile está con este "malestar interior". Y como no hay izquierda, el voto popular se puso mutante…

-¿Con ese voto ganó Piñera? ¿No era voto de derecha, entonces?

-No, pues. Ese voto mutante crece y crece, porque son todos neoliberales.

-Usted dice que no hay izquierda, ¿qué pasó con ellos?

-El PS, el PPD y la DC son de hecho neoliberales. Incluso en el discurso: no recuerdan para nada su pasado socialistón. Ni se acuerdan de los mapuches, de los pingüinos ni de los subcontratados. El Partido Comunista luchó para estar en el Parlamento. Y ahora lo logró: está ahí. Entró a la misma lógica del Estado pinochetista, igual que la Concertación. ¡Y ahora están planeando hasta un candidato único el 2014! No hay ninguna alternativa…

-¿Y Marco Enríquez-Ominami?

-Lo escuché mucho en la campaña y me pareció un tipo que no tenía claras sus ideas, que tenía una confusión total. Lo que pasa es que es joven, hijo de Miguel Enríquez, un poco patudo, un poco farandulero… de todo un poco. Encarnó la expectativa del voto mutante, porque la política se expresa a través de la imagen: la imagen de simpatía de la Bachelet, la imagen del cambio de este otro… él era la imagen de la juventud, de la gente nueva, pero ME-O en sí no tiene peso: no sabe dónde está parado.

Qué piensan los cabros

-¿Tiene algo de esperanza para Chile?

-Para tener esperanza hay que partir de sus bases históricas. En los años 60, las esperanzas que uno tenía las agarraba de las teorías, de las ideologías, del Che Guevara, de la Unión Soviética, del Partido Comunista, del MIR, de Miguel Enríquez, de Juan XXIII… Hoy no estamos en condiciones de construir esperanza a partir de nada de eso. La única posibilidad es lo que veo entre mis propios alumnos: que los cabros se piensen a sí mismos sobre bases enteramente distintas y construyan sobre esas bases una expectativa de futuro que no pasa por tomarse el poder -este poder-, sino por construir sociedad, por construir cultura, por construir poder localmente. Ahí establecen bases de solidaridad, identidad, creatividad… rock de nuevo tipo, rap de nuevo tipo… todo de nuevo tipo.

-¿Y le ve viabilidad a un proyecto así?

-La pregunta es: ¿se le debe exigir a esta realidad nueva viabilidad?

-La sola pregunta es ilegítima, entonces…

-Sí, no tiene validez, porque no son proyectos que se planteen objetivos a largo plazo: son proyectos que buscan construir aquí y ahora. Si llegan a conquistar o a construir el Estado será por su expansión natural, no tienen apuro.

-Si entran en la lógica de los partidos tradicionales fracasarán, dice usted…

-No lo quieren simplemente: por eso hay 4 millones de cabros que no están inscritos. No están ni ahí con eso. Y si votan les da lo mismo, porque el voto no los identifica, no tiene importancia. El tipo de política que realizan es distinto: es política de red, de asamblea -como los pingüinos-, sin dirigentes, sólo con voceros. Y ahora en los colegios les prohíben las asambleas, así que ¿qué hacen los cabros? Sacan el celular, arman el blog y se comunican. No es la cultura de la toma ni de la revolución, ni siquiera la utopía: es puro pragmatismo.

REVISTA QUE PASA

http://www.quepasa.cl/articulo/1_3971_9.html

* Flaite es un vulgarismo chileno de carácter peyorativo y naturaleza clasista, usado para categorizar, con mayor o menor amplitud, a la clase baja de Chile mediante su vinculación prejuiciosa a malos hábitos, a saber: mala dicción, pobre civilidad, escasa educación, y en mayor o menor medida a la delincuencia. Siempre en el plano coloquial, se considera que el término comparte su campo semántico con otras jergas chilenas como cuma, punga, rasca, roto, picante, etc. http://es.wikipedia.org/wiki/Flaite

(Nota de la digna voz)

domingo, 5 de septiembre de 2010

Migrantes en México

Esto me huele a compló. Los cinco (sic) jinetes del Apocalipsis, las inundaciones, la quiebra de Mexicana. Parece que algo o alguien está empeñado en arruinarle su fiesta del Bicentenario a nuestro Felipillo.

Ahora, la matanza de 72 inmigrantes en San Fernando, Tamaulipas, se roba las primeras planas. Y es que, por penoso que sea, la muerte de centro y sudamericanos que atraviesan nuestro país con rumbo a los Estados Unidos no es un tema menor, que apenas ahora encuentra eco en los medios de comunicación tras tan sonado incidente.

Cada año atraviesan nuestro país más de 600 mil inmigrantes buscando llegar a los Estados Unidos, ya no digamos persiguiendo el American Dream, sino simplemente en búsqueda de algún empleo (por indigno que sea) que les permita apenas sobrevivir a ellos y a sus familias.

Y antes de llegar al vecino país, en dónde los espera el desierto, los famosos minutemen, leyes racistas como la de Arizona y empleos denigrantes, se ven forzados a pasar por nuestro bello país, engalanado este mes con celebraciones que, hasta la fecha, no comprendo del todo.

En estos pintorescos tiempos en los que de todo se hace mercancía y se pretende sacar ganancia, los indocumentados no son la excepción: se trata de un negocio que deja cerca de 3 mil millones de dólares al año, repartidos entre el crimen organizado e instituciones de policía no tan honestas, en ambos lados de la frontera. Para pasar a los Estados Unidos, la tarifa es de entre 4 y 15 mil dólares.

Cerca de 20 mil personas que intentan cruzar la frontera son secuestradas y obligadas a pagar rescates que van de los mil a los cinco mil dólares. Esto, si no son asesinados o forzados a trabajar en condiciones inhumanas para los cárteles.

El muro de Bush, las leyes de Arizona y la militarización de la frontera no sirven más que para una cosa: no detendrán ni el flujo de inmigrantes ni el paso de drogas hacia los Estados Unidos, pero sí harán más peligroso el cruce de la frontera, poniendo en riesgo la vida de más personas, y por ende, haciendo el negocio más lucrativo.

México es el país en el que más se violan los derechos humanos de los inmigrantes, con la colaboración de medios de comunicación prestos a levantar la voz con ánimos patrioteros cuando en Arizona se trata con la punta del pie a los mexicanos, pero colaborando con su silencio con la trata de personas en nuestro país.

Desafortunadamente, es sólo gracias a una matanza de 72 personas que volteamos a ver ese lado de la moneda. Mientras exigimos respeto a nuestros compatriotas en los Estados Unidos, el paso por nuestro país de los cientos de miles de centroamericanos y sudamericanos es igual o más peligroso que lo que enfrentan los mexicanos al intentar cruzar la frontera.

Como pago por tener al vecino que tenemos, México se ha convertido en el gran muro de contención para los inmigrantes provenientes del resto del continente. Aún cuando exigimos se respete a nuestros connacionales en el extranjero, nuestro racismo se hace manifiesto cuando se trata de inmigrantes en nuestro país o de nuestros propios indígenas.

En cuatro años se documentan 28 mil muertos en nuestro país a causa de la violencia. Hemos perdido la capacidad de asombro, y la muerte de 72 personas más no hace más que engrosar la cuenta.

Y nuestra independencia, que nos empeñamos en celebrar, ha servido para que desde Washington nos digan que hacer en los casos de la migración y el narcotráfico, lo que ha representado un costo incalculable en vidas humanas.

Aún así, tenemos mucho que celebrar. ¿O no?