jueves, 31 de marzo de 2011

México y su lucha contra la piratería

Antonio Martínez Velázquez
Crítica Pura


Cada año las cifras oficiales proporcionadas por el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial o la Procuraduría General de la República, son devastadoras: México es uno de los países más afectados por la piratería a nivel mundial. Esta situación ha puesto a México en la lista prioritaria del gobierno de Estados Unidos a través del “reporte especial 301” que elabora la industria del entretenimiento con base en sus pérdidas económicas.

La inclusión en este reporte se ha visto traducido en la presión del gobierno de Barack Obama para que México modifique la legislación local al respecto y suscriba instrumentos internacionales como el Acuerdo Comercial Anti-Falsificación (ACTA por sus siglas en inglés) que ha sido cuestionado a nivel internacional por los peligros que representa a los derechos fundamentales así como por la forma en como se negoció, contraria a los valores democráticos.

Recientemente, el Social Science Research Council (SSRC) presentó un completo estudio llamado “Media Piracy in Emerging Economies” auspiciado por la fundación Ford y editado por Joe Karaganis donde se presentan los casos de Sudáfrica, Rusia, Brasil, México, Bolivia e India desde un enfoque de estudio social que toma en cuenta las variables específicas del país para su análisis. El resultado nos acerca a entender el complejo entramado de la política antipiratería de EUA y sus consecuencias en las economías emergentes.

El capítulo correspondiente a México lo presentó el académico John C. Cross quien ha estudiado el fenómeno de la piratería en nuestro país durante más de doce años. Su estudio nos ofrece un panorama distinto al que ofrecen las instituciones gubernamentales y que contribuye enormemente para ampliar el debate hasta ahora monopolizado por las sociedades de gestión de la industria del entretenimiento en nuestro país.

Desde luego el reporte no ha sido retomado por las instituciones gubernamentales sin embargo, el propio SSRC lo ha puesto a disposición de quien así lo desee en el sitio que han habilitado para ese fin http://piracy.ssrc.org/the-report/. Para México el reporte es gratuito para uso no comercial, así que invito a todos a descargarlo.

La radiografía que hace Cross describe muy bien la realidad mexicana: por un lado un gobierno que reconoce la finalidad social de “la piratería” como vacuna contra la tensión social y que por lo mismo no está dispuesto a combatirla del todo. Por el otro una industria dispuesta a empujar su agenda a favor de proteger los monopolios culturales a costa del interés público y los derechos fundamentales.

¿Quiénes están en medio? En su diagnóstico Cross desliga a la piratería del crimen organizado y el narcotráfico y sitúa el fenómeno en negocios familiares de productores y distribuidores dispersos en el territorio nacional lo que ha hecho ineficaz la persecución y detención de “líderes” como estrategia. Así lo describe Cross:

Como en muchos otros países, la piratería en México es el producto de una compleja interacción de fuerzas -entre ellas-, la amplia disponibilidad de tecnologías de medios digitales, el alto costo de los bienes de los medios lícitos; grave desigualdad, económica persistente, y la indiferencia o la hostilidad popular a los esfuerzos de aplicación. Debido a que el programa de ejecución de los grupos de la industria no reconoce y mucho menos aborda estas cuestiones, los grupos parecen destinados a permanecer en pie de guerra

Es así como este importante estudio tendría que servir como punto de partida para un amplio debate acerca del régimen de propiedad intelectual en nuestro país que incluya a todos los interesados, incluso a los dueños de esos “negocios familiares”. Un planteamiento integral que corresponda a la realidad económica y política de nuestro país.

Cada vez resulta más urgente volver a discutir nuestros derechos y obligaciones en esta época, las nuevas tecnologías a fuerza de la costumbre están redefiniendo en el mundo los derechos de los ciudadanos. Cuando la realidad rebasa al orden jurídico se puede estar frente a crisis socio-políticas importantes. No se trata por ejemplo, de defender la piratería. Al contrario, si replanteamos el esquema actual, con seguridad todos ganaremos; el problema resulta cuando solo un lado monopoliza el discurso y pretende criminalizar ciudadanos inocentes, el claro ejemplo son las reformas propuestas en el entorno digital que pretenden equiparar compartir un archivo por internet con robar y la pregunta es ¿alguna vez han “bajado” un automóvil del internet para usarlo en las calles?

http://criticapura.com/mexico-y-su-lucha-contra-la-pirateria/2011/03/?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+CriticaPura+%28Cr%C3%ADtica+Pura%29

Los ninis, la leva y la economía en México

La propuesta del gobernador de Chihuahua, César Duarte, demuestra que la militarización del país es vista por los grupos dominantes no sólo como una estrategia para fortalecer al gobierno de Felipe Calderón y, si se puede, mejorar la seguridad pública sino también para mejorar los índices de empleo y mejorar la decaída economía nacional.

Dadas las circunstancias, la peregrina idea puede parecer una solución al problema del reclutamiento forzado de las y los jóvenes sin empleo y sin escuela por parte del narcotráfico. Sin embargo, en mi opinión, el argumento descansa en la simple sospecha, que no en un estudio sociológico serio, de que es la juventud marginada la que engrosa las filas del narcotráfico; que son las víctimas más comunes del desastre económico, lo que las obliga a emplearse en el crimen organizado.

Mas allá de la posición que se tome con respecto a lo expuesto arriba todo parece indicar que la idea tiene por objetivo real darle mayor presencia a las fuerzas armadas en el conjunto de la sociedad, procurando mejorar su imagen participando en labores que rebasan claramente sus obligaciones constitucionales. Pero además, la propuesta no oculta la intención de ampliar la composición del sector militar –tradicionalmente el soldado común ha sido extraído de las comunidades rurales- a los sectores sociales urbanos, con mayor escolaridad y presencia social.

La militarización de una sociedad determinada no puede limitarse a aumentar la presencia física de las fuerzas armadas en las calles o a asignarle más recursos. Semejante proceso exige que la ciudadanía se acostumbre a la idea de que la militarización es la única solución a los problemas que enfrenta, en la esperanza ciudadana de que la militarización haga la vida cotidiana más segura.

La historia nos ha demostrado que la militarización empobrece las finanzas públicas y rompe el delicado juego político institucional republicano y liberal. Pero sobre todo, la presencia de los militares en las calles obstaculiza el disfrute de los derechos civiles básicos, reduciendo las libertades y colocando a todos en la indefensión frente a los caprichos de la tropa.

Encima de todo lo anterior, la propuesta me recuerda las continuas levas que se dieron a lo largo del siglo XIX en nuestro país. El reclutamiento forzado representa sin duda un atropello terrible sobre las libertades humanas. El privar de la libertad a cualquier persona por abstenerse de ejercer la violencia, independientemente de la situación en que se encuentre, es simple y llanamente una violación a los derechos fundamentales. Pero utilizar la necesidad de la gente para obligarla a morirse en una guerra estúpida no tiene nombre. No me sorprende que un miembro de la clase en el poder salga con semejante ocurrencia. Después de todo es un digno heredero de aquellos conservadores decimonónicos que, en su afán por mantenerse en el poder, fueron hasta Versalles para vender el país.

lunes, 28 de marzo de 2011

Retrato de un régimen decrépito


En las aguas fangosas del paroxismo diplomático naufragan los restos descompuestos de una nación cuya soberanía ha sido honda y largamente atropellada. La insistencia en el uso retórico de los términos “cooperación bilateral” revela, en lugar de cumplir su propósito de ocultar, la naturaleza unilateral en la relaciones México-Estados Unidos. Gracias a la divulgación de los cables de Wikileaks referentes al caso mexicano, se sabe que las múltiples operaciones que realiza el país vecino en territorio nacional (ingreso intensivo de armas de alto calibre, sobrevuelos de aeronaves norteamericanas, despliegue de agentes provenientes de órganos de inteligencia estadunidense) son expresamente consentidas por el gobierno mexicano, sabedoras ambas partes del carácter violatorio de los actos. ¡Qué novedad! Esta apreciable desvalorización de la política mexicana en materia de relaciones exteriores remite a una conjetura obligada: las atribuciones de las instituciones nacionales han sido delegadas íntegramente al Departamento de Seguridad Nacional estadunidense. Típica filosofía de traspatio: se les concede a los verdugos foráneos la facultad de administrar los problemas que engendran deliberadamente en suelo ajeno.

Parece justo sumarle a esta crisis de la política exterior la crisis que atañe al ámbito político doméstico. En sus remotos orígenes, los partidos políticos fueron concebidos como organismos cuyo objeto constitutivo era canalizar por la vía institucional las demandas de los segmentos sociales que en el papel encarnaban. Por añadidura, se deduce que el leitmotiv de los partidos de izquierda gravitaba en torno a la reivindicación de los principios programáticos de las luchas sociales. En este sentido, las alianzas que se han pactado en el terreno electoral entre PRD y PAN (en el papel antagónicos) sólo reiteran el carácter fraudulento del actual sistema de partidos y la condición torcida de la democracia electoral. En suma, lo que queda expuesto es la noción equívoca, acaso espuria, de la representatividad y la clara dislocación de los órganos del Estado en relación con la sociedad.

Y para que la cuña apriete, en materia de legislación laboral los diputados del PRI y el PAN acordaron una reforma a la Ley Federal del Trabajo que, en lo sustancial, se propone anular las responsabilidades patronales en caso de despido injustificado. En este caso, el aviso de despido se convierte en una mera formalidad, en una carta certificada a lo mucho, que exime a la empresa de toda obligación para con el trabajador, confiriendo así a los inclementes circuitos de outsourcing la facultad irrestricta de administrar la vida laboral de los mexicanos. ¡Gracias, presidente del empleo!

Uno de los rubros fundamentales para el desarrollo íntegro de una sociedad es la educación, máxime la que imparte el Estado. Pero en este clima decadente, y en el contexto de un régimen político decrépito, el concepto de educación adquiere un matiz singular. Véase por ejemplo la declaración más reciente del secretario de Educación, Alonso Lujambio: “A la televisión, que muchas veces se le llama tonta, puede ser la caja más lista, el instrumento más poderoso para la educación de millones y millones de personas… No sé cuantos valores podemos estar promoviendo dentro de las telenovelas que ven millones de personas”.

Sobran las explicaciones. Quizá se trate de una autoparodia. Aunque es francamente probable que no, pues es de todos sabido que los panistas conciben a Chabelo como figura clave para el desarrollo cultural y educativo del país. Ni hablar.

Soluciones anti-sociales para problemas sociales estructurales

La categoría ninis -jóvenes “marginales” sin empleo ni estudios- fue concebida originalmente para criminalizar a la juventud y usarle con fines políticos censurables. Para muestra un botón:


sábado, 19 de marzo de 2011

Guerra en Libia (Cero y van tres)

El día de ayer por la mañana, tiempo de México, aviones militares franceses iniciaron el bombardeo sobre territorio libio, con el objetivo de “evitar los ataques” del Ejército de Libia sobre la población civil de ese país. En pocas horas se les unieron fuerzas británicas y estadounidenses, dando inicio así a una nueva intervención militar, ahora en territorio africano, cuyo desenlace, desafortunadamente, no es muy difícil de prever.

Todo parece indicar que la guerra en Libia seguirá el mismo camino que las de Afganistán e Iraq. Después de 10 y 8 años de guerra, respectivamente, la situación en ambos países no mejora en ningún sentido: la violencia sólo parece ir en aumento, siendo el año pasado el que mayor número de muertes civiles registró. Los pocos que se han visto beneficiados en ambos conflictos no son precisamente ni la población afgana ni iraquí, sino aquellos que hacen de la guerra un gran negocio: las grandes corporaciones armamentísticas y petroleras y los dueños del negocio de la reconstrucción. La guerra en Libia parece seguir el mismo formato de las anteriormente mencionadas, y por tanto, parece tener el mismo destino.

Experiencias anteriores nos han enseñado las condiciones previas que requiere tener una nación para ser invadida, y que la “comunidad internacional” vea con buenos ojos dicha intervención: en primer lugar, es necesario que el territorio en cuestión sea rico en hidrocarburos, que de preferencia hayan sido nacionalizados. Es necesario también un proceso de demonización del líder en cuestión por parte de las agencias internacionales de “información”. Por último, se debe lograr que el Consejo de Seguridad de la ONU legitime las acciones bélicas. Nótese que este último requisito es opcional, y en caso de no obtenerse, Estados Unidos y la OTAN pueden decidir que la paz del mundo está en sus manos y tomar acción por cuenta propia (Iraq, 2003).

Libia cumplió formalmente con todas las condiciones mencionadas anteriormente, por lo que la invasión era inminente. En esta ocasión, los Estados Unidos han dejado, al menos públicamente, que Francia tome el papel de liderazgo en las acciones. Hasta el momento, Obama mantiene que no mandará tropas terrestres a suelo libio. Parecen creer que los bombardeos, que son precisamente las acciones con mayor “daño colateral” (entiéndase muerte de civiles inocentes), serán suficientes para remover a Gadafi del poder.

El principal argumento esgrimido contra el régimen de Gadafi es el ataque indiscriminado que realizaba en contra de sus ciudadanos. Bajo esta tesis, seguramente pasarán pocas horas para que las fuerzas del bien encabezadas por los Estados Unidos comiencen los bombardeos en Israel por atacar a la población civil palestina, ¿no?

¿Por qué la “comunidad internacional” no actuó con la misma celeridad cuando los gobiernos de Egipto y Túnez reprimían a sus pueblos? O en verdad vamos a creer que sólo el gobierno libio y Gadafi han reaccionado de manera violenta, mientras que los presidentes tunecino y egipcio dejaron el poder sin chistar después de ver manifestarse la voluntad de sus ciudadanos.

La prensa internacional nos presenta una falsa disyuntiva: o se interviene militarmente en Libia, o el régimen de Gadafi terminará por exterminar a los rebeldes cometiendo crímenes de lesa humanidad. La realidad es que la guerra que inició el día de ayer será igualmente violenta que las tropas de Gadafi, y terminará con lo poco que quedaba de soberanía en el país africano. No se trata de defender a Gadafi, quién en las últimas horas se comparaba con Franco, sino de denunciar el cinismo y la franca manipulación que, de la mano de los medios de comunicación más importantes, llevar a cabo los gobiernos más poderosos del mundo, con el afán de justificar una invasión cuyos objetivos reales pasan por garantizar el suministro de combustibles e intentar estabilizar una región de fundamental trascendencia geopolítica.

“Le deseo a Libia algo mejor que Gadafi. Y a la bota extranjera que la humille le deseo un Vietnam”, escribía el día de ayer en su blog el compositor cubano Silvio Rodríguez. Desafortunadamente, lo que le espera a Libia tras esta invasión no es exactamente paz, libertad y democracia. La guerra no se detiene con una mayor, ni se va a liberar a un pueblo a base de bombardeos. Menos cuando estos huelen a petróleo.

viernes, 18 de marzo de 2011

Crisis nuclear


Cualquier apreciación apocalíptica referente al presente no es mera casualidad. Justamente en el contexto de una crisis sistémica cuya manifestación más trascendente es la insurrección generalizada en el África septentrional, y la consiguiente proximidad del exorbitado aumento del petróleo, el mundo se enfrenta a un nuevo desafío: la hecatombe nuclear en Japón (léase el accidente sucedido en la central nuclear de Fukushima; que no se confunda con Nagasaki o Hiroshima, aunque sin duda resulta paradójico que después de la genocida ofensiva nuclear en contra del pueblo japonés, en el presente este tipo de energía constituya una fuente cardinal de suministro energético en el país nipón).

En un primer momento, se nos dijo que la energía nuclear –o energía atómica– resolvería las dificultades que acusan las sociedades en materia de energía. Y si bien es cierto que ésta ha ido reemplazando gradualmente a los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural), principalmente en la generación de energía eléctrica, lo cierto es que los argumentos esgrimidos en su favor se han ido desmantelando con el curso de los acontecimientos (la actual tragedia en Japón será un factor de indudable perjuicio para la causa nuclear). Si un país como Japón, con recursos logísticos y de infraestructura de primera mano, ha sido incapaz de contener una crisis radioactiva cuyo origen se debió a un fenómeno natural extrínseco al control humano, no es difícil imaginar que un país con muchos menos recursos desaparezca del mapa a causa de un desastre natural-nuclear, incluso de menores dimensiones. (Datos marginales: en el mundo existen poco más de 400 centrales nucleares; en México se tiene previsto construir 10 plantas nucleoeléctricas para el 2028).

Además, lo que pocas veces se dice o mejor dicho se oculta, es que la energía atómica es insostenible en el mediano-largo plazo. Uno, porque no es ilimitada, ya que depende de un combustible escaso (uranio). Y dos, porque los desechos radioactivos erosionan el medio ambiente.

Tristemente, los esfuerzos para el desarrollo de nuevas modalidades de producción energética son virtualmente nulos. De acuerdo con especialistas del Instituto Politécnico Nacional (IPN) el uso de energía nuclear se multiplicará en el futuro, en lugar de reducirse, no obstante la dramática situación que en el presente enfrenta la segunda potencia mundial: “Debemos reconocer que la humanidad aún no tiene muchas opciones para no depender del petróleo como abastecedor masivo de energía. Todo indica que en los próximos anos seguirá creciendo nuestra dependencia a las plantas nucleares (La Jornada)”.

Nótese el uso de los términos “abastecedor masivo”. ¿No será que en esa ambición de producir intensivamente radique el principio de la producción energética desregulada, incontrolada y altamente peligrosa?

En efecto, mientras las sociedades de consumo continúen su curso derrochador, difícilmente habrá forma de hacer frente a eso que los especialistas y los gobiernos denominan “necesidades energéticas”.

¿Y si cambiáramos nuestro estilo de vida? Curiosamente pocos se plantean esta alternativa.

Parece que el desarrollo de energía renovable, como la eólica y solar, es una necesidad inaplazable. Quienes centralizan la producción de energía quizá no piensen igual, ya que la robustez de sus ganancias está supeditada a la condición no renovable de la energía predominante.

Empero, todo indica –y quizá se trate de una fútil sospecha– que la amenaza más latente para la preservación de la especie humana es la evolución de la energía nuclear, bien sea con fines bélicos o, como se ha visto, “pacíficos”.

jueves, 17 de marzo de 2011

Japón y el dilema de la energía nuclear

¿Quién iba a decir en 1945, después de que el gobierno estadounidense utilizó la energía nuclear para humillar al pueblo japonés y no para ganarles la guerra -que ya estaba decidida- que esa misma energía sería la clave del desarrollo económico de la isla? Parece ser que muchos japoneses no comparten el optimismo en el uso de las centrales nucleares para generar energía, aun con el argumento de la falta de petróleo en el territorio japonés. El terremoto que lo estremeció recientemente parece confirmar sus peores temores: la aparición de una nueva tragedia nuclear pero ahora provocada desde adentro.

El uso de la energía nuclear ha sido puesto nuevamente en la picota debido a la tragedia japonesa, sobre todo en Europa, al grado de que el gobierno alemán ha decidido dar marcha atrás aun programa de renovación de varias centrales nucleares optando por su desmantelamiento. La pregunta que ronda alrededor del tema es si el costo del uso de la energía nuclear es menor que el costo de un accidente que provoque la liberación de altos niveles de radiación en el ambiente, degradándolo y contaminándolo por muchos años.

Tal vez la respuesta al dilema pase por la bioética, es decir por considerar el problema desde el principio de que nuestras acciones deben considerar el impacto en los demás, incluyendo al medio ambiente. Si bien la energía nuclear es una de las que menos contamina siempre existe la posibilidad de que un terremoto o un tsunami provoque daños en los reactores, o en el peor de los escenarios, que un error humano desencadene la catástrofe.

La tragedia en Japón no es sólo por la pérdida de vidas humanas y materiales sino que reviste un carácter simbólico, pues todo el modelo económico japonés descansa en ese tipo de energía. Es por eso que el dilema de su uso debe ser superado utilizando una nueva concepción del desarrollo económico que sustituya el modelo basado en el crecimiento económico, en el tener más como sociedad y como individuos por vivir mejor. Tal vez sea necesario replantear los objetivos de nuestras sociedades, evitando las metas a corto plazo, o mejor dicho subordinándolas a largo plazo y la superviviencia de nuestra especie. El uso de la energía nuclear sacrifica el futuro por el presente; el futuro de todos por el presente de algunos cuantos. Sería difícil negar que el uso de la energía nuclear en Japón benefició a todos sus habitantes por igual. Si bien los ciudadanos japoneses obtuvieron beneficios palpables en su vida cotidiana fueron las grandes corporaciones las que se llevaron la parte del león. Y ellas, a diferencia de las y los japoneses, se pueden salir de Japón y seguir produciendo en donde sea, en caso de que se desate una catástrofe mayor.

Por lo tanto, hay que romper con el falso dilema que coloca en un lado el uso de la energía nuclear para desarrollar una economía o y en el otro su prohibición, que generaría limitaciones al desarrollo. Con esto quiero decir que estoy en contra del uso de la energía nuclear; creo que es tiempo de buscar otras soluciones, que probablemente no sean tan eficientes en la creación de riqueza pero que nos garanticen un mundo habitable para los próximos siglos. ¿De que sirve vivir mejor hoy, consumir más hoy, si comprometemos el futuro de nuestros hijos y nietos? De nada. Ésa es la típica actitud de nuestros días, que desprecia a la reflexión ética para regodearse en la abundancia del presente, procurando negar las consecuencias de sus acciones en la vida de los demás. ¿Hasta cuando vamos a seguir viviendo así?

domingo, 13 de marzo de 2011

De cara al 2012


1988. El Partido Revolucionario Institucional triunfa en los comicios federales en medio de un proceso electoral plagado de controversias. Inicia la era Salinas de Gortari. (Todavía a la fecha se especula que la victoria fue para el candidato opositor, Cuauhtémoc Cárdenas). En el tenor de la agitación postelectoral, diversas figuras prominentes del longevo partido oficial y militantes de diversos partidos de izquierda acuerdan la formación de un nuevo partido cuyo propósito consiste en aglutinar a las fuerzas políticas marginales. Nace el PRD. El episodio más destacado de la administración salinista: la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y la consiguiente reforma al artículo 27 constitucional (privatización de las tierras ejidales), entre cuyas desastrosas consecuencias sobresale el irrefrenable desmantelamiento patrimonial del país. Desaparición de más de 500 disidentes políticos.

1994. Después del asesinato del candidato electo del PRI para la Presidencia, Luis Donaldo Colosio, el Presidente en turno elige a Ernesto Zedillo como reemplazo obligado. Una vez más el signo de la polémica se hace presente en los comicios. El candidato priista gana las elecciones con aplastante mayoría. El capítulo más conocido de este sexenio fue el tremendo desfalco nacional que supuso la conversión del rescate bancario en deuda pública. Omisión de las demandas de los indígenas zapatistas. Masacre de Acteal.

2000. Alternancia simulada en el Poder. Parafernalia discursiva referente a la transición. El Partido de Acción Nacional arriba a los pinos (hoy “los vinos”) de la mano de su prohombre, Vicente Fox Quesada, ex gerente ejecutivo de la Coca Cola a escala continental. Administración del país al estilo de una empresa. Rasgos distintivos del Ejecutivo Federal: humor involuntario; oquedad de su discurso. (Frases inmortales de Vicente Fox: “Y yo porqué”; “Nos engañaron como viles chinos”; “Comes y te vas”, y un largo etc.). Entre los innumerables capítulos censurables de su gestión destaca el conflicto por el proyecto del aeropuerto de Texcoco que más tarde desataría los violentos enfrentamientos entre las fuerzas del (des)orden y los habitantes de San Salvador Atenco cuyo saldo vale la pena recordar: dos adolescentes muertos, decenas de heridos, violaciones y abusos sexuales, detenciones arbitrarias.

2006. La misma gata nomás que revolcada. Elecciones impregnadas con su respectiva cuota de escepticismo y frustración. Confirmación de un nuevo atraco electoral. Presidente “electo” (nótese el entrecomillado) ávido de legitimación. Configuración de una infame prosa belicista. Promoción de una baño nacional de sangre. Creciente injerencia de Estados Unidos en los asuntos nacionales. Gestación, vía el flamante cónsul norteamericano en México, Carlos Pascual (aquel que Felipe Calderón cínicamente censurara: “Tenemos una expresión en México, y dice: ‘no me ayudes compadre’”) de un Estado de Guerra sin precedentes. Intromisión deliberada e insistente del Ejecutivo en los asuntos político-electorales. (No obstante el desastroso desempeño de su mandato, Calderón exhortó a sus correligionarios a conservar el poder. Por cierto, llama la atención el desmedido despliegue de militares en la sede nacional del PAN durante la sesión referida. Comentario marginal: Felipe, tenemos una expresión en México, y dice: ‘el que nada debe nada teme’). Página destacada de la administración calderonista: 36 mil muertos… y contando.

2012: ¿? A que no adivina, lector.

viernes, 11 de marzo de 2011

Rápido y Furioso

El jueves pasado nuestro ilustre Presidente viajó a los Estados Unidos para encontrarse con su contraparte norteamericano, con el firme objetivo de asegurarle que la guerra contra el narcotráfico dictada desde Washington se seguiría aplicando en territorio mexicano, así como para ofrecer especial protección a los agentes estadounidenses que operan en nuestro país, puesto que al parecer son más importantes que los propios mexicanos. Prueba de ello es la inusitada rapidez con la que el presunto culpable del asesinato del agente de aduanas asesinado fue presentado a las autoridades, cuando miles de atrocidades cometidas contra mexicanos siguen sin esclarecerse. Calderón aprovechó para solicitar al Presidente y al Congreso norteamericanos una mayor vigilancia sobre el tráfico de armas ilegales procedentes de los Estados Unidos a nuestro país. El gran problema es que se olvidó de las armas que entran por otros medios.

Por si el armamento que ingresa al país cortesía del contrabando en la frontera norte no fuese suficiente, el gobierno estadounidense decidió echarle una manita al crimen organizado en nuestro país permitiendo la venta de 1765 armas en el transcurso de los últimos 15 meses. Si fueron ventas al contado o en cómodos pagos está por aclararse. El supuesto es que dichas armas serían rastreadas para lograr así construir un caso legal en contra de los cárteles mexicanos. Al menos 195 de las armas en cuestión fueron usadas para cometer delitos en suelo mexicano. Como si esto no fuese lo suficientemente increíble, al operativo se le llamó Rápido y Furioso, presumiblemente por ser tan malo como las películas del mismo nombre.

El escándalo fue desatado por un agente de la AFT, organización encargada del control de armas en los Estados Unidos, quién indignado por la muerte de un agente de la Patrulla Fronteriza norteamericana tras un ataque con estas mismas armas, decidió acudir a la televisión y denunciar el operativo. Conocer a ciencia cierta el número de muertes causadas por estas armas resulta poco menos que imposible, sin embargo bien vale preguntarse: ¿nos habríamos enterado siquiera de la existencia de dicho programa de no haber muerto un agente estadounidense?; y ¿las muertes de mexicanos estaban presupuestadas dentro de la estrategia de guerra al narcotráfico, no así las norteamericanas?

El gobierno mexicano se ha enfrascado en lo que va del sexenio en una guerra perdida en contra del crimen organizado, una guerra cuyos únicos ganadores serán tanto las grandes corporaciones encargadas de proveer armamento a todo el mundo y el mercado interno de drogas en los Estados Unidos (¿han escuchado últimamente de algún capo detenido en Estados Unidos?), ambos negocios multimillonarios.

Mientras tanto, el 80% de las armas que se han decomisado en nuestro país provienen de nuestro vecino del norte, sin que el Presidente o el Congreso norteamericano piensen siquiera en iniciar una regulación acerca de la compra de armas en su propio país, armas que invariablemente terminan en el nuestro causando muertes.

Un kilo de cocaína aumenta su valor al menos 5 veces una vez que cruza la frontera entre México y Estados Unidos. Como toda mercancía en una economía de mercado, el negocio del narcotráfico deja ganancias desiguales: en Colombia se queda el 5% y en México el 7.5%. Adivinen a dónde va a parar el resto… Pero son nuestros países los que están obligados a cargar con los costos humanos, mientras que los dividendos del negocio van a parar a otro lado. Y como si no fuese suficiente, nuestros amigos en la frontera dejan pasar más armas, “para ver qué pasa”.

¿Qué dirá Calderón ahora? Después del encuentro en Washington, ambos presidentes se dedicaron a alabar la cooperación existente entre ambos gobiernos en el combate al crimen organizado, al tiempo que Obama destacaba los esfuerzos de su gobierno por detener el flujo de armas a nuestro país, sólo para enterarnos horas después que un buen número de las mismas habían ingresado a México con pleno conocimiento del gobierno norteamericano.

Por supuesto no podemos esperar una condena enérgica por parte de Calderón a la actuación de la administración estadounidense sin pecar de ingenuos, más bien vale la pena reflexionar en el sentido de una guerra cuyos “daños colaterales” llegan ya a los 36 mil muertos, sin que se vislumbre un posible final a la misma.

jueves, 10 de marzo de 2011

PEMEX y los crímenes de lesa humanidad

La infame gestión de Petróleos Mexicanos por parte del gobierno federal no deja lugar a dudas del proyecto nacional que están poniendo en práctica: saquear el país para beneficio de las grandes corporaciones a cambio de jugosas comisiones y reconocimientos internacionales traducidos en empleos para cuando finalicen su gestión. Pero además se están cometiendo crímenes de lesa humanidad que no prescriben y pueden ser armas de lucha social en le futuro próximo.

La Unidad de Evaluación y Control (UEC) de la Cámara de Diputados concluyó que la diferencia entre el precio de venta del crudo mexicano y el costo de las gasolinas importadas. PEMEX vende a las grandes petroleras el crudo en 60.4 dólares y compra la gasolina en promedio a 92.9 dólares. El gasto financiero acumulado en los últimos seis años, según la UEC, es de 834 mil millones de pesos. Esa cantidad sería suficiente para construir seis refinerías pero a la fecha ni siquiera se ha empezado a construir la que Calderón prometió y que ganó el estado de Hidalgo.

Pero el manejo corrupto, contrario a los intereses nacionales que dice defender el inquilino de Los Vinos, no para ahí. Además de lo lesivo para las finanzas públicas de la administración de PEMEX el impacto de su trabajo en el medio ambiente y en las personas que viven cerca de una refinaría es prácticamente imposible de cuantificar pero de enormes consecuencias.

Los municipios cercanos a Coatzacoalcos están registrando, cada vez con mayor regularidad, altos niveles de contaminación debido a la incineración de desechos tóxicos que no cumplen con las regulaciones que en otros países se les exige a tales procesos. En las instalaciones del complejo Pajaritos se ubican tres incineradores que queman cuando menos 100 toneladas diarias de deshechos, inundando a la región de sustancias que impactan en animales, plantas, cuerpos de agua y seres humanos.

Por si fuera poco PEMEX, o sea sus altos funcionarios, se niegan a que organismos internacionales visiten los incineradores y conozcan los procesos utilizados así como se oponen sistemáticamente a que las instituciones de salud y seguridad social hagan comentarios sobre las secuelas que deja la incineración. Sin embargo, diversos estudios han demostrado que la presencia de dioxinas en los productos alimenticios como el huevo supera en seis veces el límite en la Unión Europea. Las consecuencias son el aumento del cáncer en niños y adolescentes, que las autoridades niegan todo el tiempo pero que han sido documentadas por organizaciones civiles que además proporcionan atención a los enfermos.

Lo anterior debe ser visto como crímenes de lesa humanidad y no simplemente como errores administrativos impulsados por la ambición y el cinismo. Julio Scherer ha deslizado la posibilidad de que la guerra contra el narcotráfico genere delitos que podrían ser tipificados en el futuro como de lesa humanidad. Los funcionarios de PEMEX podrían también ser acusados del mismo delito, simple y llanamente por su indiferencia al sufrimiento humano que causan. En su defensa podrán argumentar que sólo cumplen órdenes pero habrá que recordarles que ningún servidor público, incluso del sector militar, está obligado a ejecutar acciones contrarias a la dignidad humana y los derechos de los gobernados. Habrá que tenerlo presente para cuando las uvas maduren.

miércoles, 9 de marzo de 2011

¿Qué proyecto político quiere el pueblo de México?

La alternancia del poder en México, con la llegada de Vicente Fox a la presidencia de la nación, sólo fue un fenómeno que el tiempo se encargó de constatar como ficticio y truculento. Los mismos proyectos capitalistas y neoliberales y el debilitamiento gradual de la economía y el estado mexicano siguieron en marcha.

No obstante el voto ejercido en las urnas en aquellas elecciones de 2000 manifestó el sentir de un pueblo que pedía a gritos un cambio. Hoy en día, aquella supuesta alternancia no se muestra más que como un acto fallido (¡otro!) de la política mexicana, un fracaso para la sociedad pues.

Seis años más tarde, los mexicanos nuevamente manifestaron aquella voluntad de dar luz a un proyecto político diferente, al menos que pudiera llamarse proyecto, pues las últimas administraciones del país han carecido de ello. La sorpresa para el pueblo fue beber una vez más, y desde la supuesta alternancia, la sopa del chocolate ya tan conocido para nuestra triste historia: la imposición mediante el fraude electoral.

Aquel proyecto político, que fue defraudado por las instituciones del estado mexicano, busca nuevamente competir para ser el elegido por el pueblo como vía posible de desarrollo de la nación. Una vez más, como hace seis años, ciertos sectores políticos y medios de información, deslegitiman con una serie de falacias y sin argumentos sólidos dichas intenciones.

El argumento principal contra el movimiento mencionado, es que su líder principal, Andrés Manuel López Obrador, es la encarnación del egocentrismo y del autoritarismo, sólo desea ser protagonista principal del drama político de nuestro país.

Me resultan curiosos este tipo de comentarios, que tratan de hacer relevante en un solo personaje el mal que aqueja al político en el país, quizá en el mundo entero: la obsesión burda por la construcción de una imagen, el personalismo pues. Independientemente de las tendencias metrosexuales del político mexicano, me gustaría centrarme en esto: recuerdo a algunos de los integrantes y militantes actuales del proyecto de AMLO defender con argumentos sólidos el hecho de la rentabilidad de PEMEX cuando la iniciativa del gobierno de Calderón debatía que debía abrirse al capital extranjero. En aquel entonces, Pablo Gómez, con números en mano, mencionó las millonarias cifras que generaba la paraestatal y que alcanzaban suficientemente bien para construir refinerías y aumentar todavía más su rentabilidad. Esto ante la burda y charlatana jerga de los políticos entreguistas que decían que mantener PEMEX costaba muy caro.

Ahora me pregunto ¿Acaso hacer política con evidencias claras y argumentos fuertes, pensando en construir proyectos económicos que verdaderamente sean rentables a la sociedad y no sólo a los capitalistas extranjeros, es ser personalista? ¿En qué momento se va a llevar el debate a un terreno franco en el que se analicen verdaderos beneficios políticos y económicos y en que el que participen intelectuales expertos y serios? Ya basta de señalar niñerías y nimiedades.

¿Libres de pecado?

Antaño fueron considerados héroes y libertadores. Hoy son figuras puestas en tela de juicio, acusadas de tiranía, despotismo y soberbia. Tal parece ser el destino ineludible de los personajes insurgentes que en algún momento levantaron sus voces y sus armas para luchar por constituir lo que según ellos podría ser un mundo mejor.

Cierto es, sin duda, que la naturaleza humana poco resiste el embriagante efecto del poder y que las personas somos seres totalmente cambiantes. Lo que ayer se creyó puede fácilmente ser sustituido por nuevas creencias según devengan las circunstancias, pero esa es una característica propia de casi todo ser humano.

No obstante, ciertos gobiernos –los del llamado “primer mundo”- siempre se han sentido con la suficiente calidad moral para juzgar y enjuiciar a quien consideran que no sigue la línea de la mal llamada democracia, aun cuando ellos constituyen aparatos enteros- no sólo un personaje aislado y caricaturesco- dedicados a la realización de proyectos propios, no importando a quien se le pase por encima ni de qué manera.

Esto no quiere decir que figuras como Fidel Castro, Hugo Chávez y Muamar el-Gaddafi no puedan ser puestas en tela de juicio, sino que generalmente sus detractores no son modelo de referencia ni tienen calidad moral para otorgarse a ellos mismos el papel de policías del mundo, menos cuando es bien sabido que se les ataca en pos apropiarse de algún recurso como en el caso de Medio Oriente y su Petróleo o simplemente por vivir bajo un régimen económico que no le es conveniente a los intereses primermundistas.

La búsqueda de formas alternativas de gobierno tiene su origen precisamente en las tiranías de los países desarrollados, pues son ellos quienes explotan indiscriminadamente los recursos y manejan a su favor los mercados. Este es el verdadero origen de la desigualdad y la injusticia.

Si por cuestiones circunstanciales y humanas los movimientos sociales y las insurgencias se corrompen, esto no quiere decir que las necesidades desde las cuales surgen no sean legítimas y urgentes y su corrupción no justifica las otras formas tiránicas de gobernar el mundo.

El mundo de occidente sabe perfectamente la barbarie y la destrucción que ha dejado detrás de sí, tal como lo ilustra el Ángel de la Historia de Walter Benjamin. Aun así levantan el dedo, señalan y juzgan. Si las perspectivas y juicios del primer mundo triunfan a pesar de su ilegitimidad, lo hacen por ser poseedores del poder económico y tener el control de los medios informativos, nunca por tener en sus manos esa quimera histórica con la que aún estos días se obsesiona occidente: La verdad.

lunes, 7 de marzo de 2011

De México para el mundo


Para quien no lo haya advertido, permítaseme informarle, acaso un poco tardíamente, que el mundo se encuentra en proceso de un cambio civilizatorio profundo, exhaustivo, sistémico e integral. Las múltiples rebeliones en la región norafricana –sólo por mencionar el fenómeno más patente del actual desmembramiento mundial– revelan (especialmente si se observa el irrefrenable “efecto dominó” de los estallidos) el signo transitorio de la presente era. México forma parte irremediable de este escenario global.

Obviamente nos interesa saber cómo se conduce el país en medio de este mayúsculo pantano movedizo. Vastos sectores de la sociedad mexicana han asistido a la movilización en pequeña y mediana escala: manifestaciones pacíficas confinadas al perímetro territorial de origen, creación de organizaciones barriales para las tareas de vigilancia y autodefensa, marchas consuetudinarias en señal de reclamo a las autoridades (que no representantes), proliferación de colectivos cuyos objetivos acotados se articulan, a veces involuntariamente, en aras de un mismo fin, formación de agrupaciones civiles de base que expresan sin disimulo su escepticismo respecto a democracia electoral (advierten el engaño oculto en la noción de “representatividad”), gestación de redes sociales vía internet que constituyen un contrapunto a la información mutilada de los medios masivos. Esta movilización, pese a su virtual tibieza, tiene un valor sobresaliente, máxime si se considera la violencia demencial que sacude al país y la cuota de terror que genera este estúpido rumbo nacional. (Nota marginal: de acuerdo con un grupo de tanatólogos –que estudian el fenómeno de la muerte– entrevistados en la revista Proceso, “los mexicanos tardarán varias generaciones en recuperarse de esta patología social y duelo crónico.”)

La situación es diametralmente opuesta en lo que respecta a las autoridades. La obstinación para la concreción de proyectos a todas luces perniciosos es cada vez más tosca e irrestricta. Basta un ejemplo para comprobar este fúnebre horizonte institucional: frente al deliberado abandono del campo, las autoridades en México han conferido a las corporaciones agroindustriales extranjeras la función de fijar precios y comercializar con la siembra nacional. En consecuencia, multinacionales foráneas como Cargill han conseguido monopolizar la cadena maíz-tortilla (alimento primigenio de las antiguas civilizaciones nativas) y, como resultado, aumentar a placer el precio del producto (según la Profeco la empresa aludida fue la que más incrementó el precio del maíz durante el año en curso). Esta negligencia relativa a la salud productiva de los mexicanos viene acompañada de otro agravio acaso emparentado: estos recursos que debieran invertirse en el campo, el gobierno ha escogido dilapidarlos en infraestructura bélica. De acuerdo con datos recientes, la suma de recursos que México recibirá en el marco de la Iniciativa Mérida alcanzará 900 millones de dólares.

Es una ecuación franca y simple: el campo nos hace autosuficientes; la guerra nos hace dependientes. Negocio íntegro para los norteamericanos: nos arrebatan la posibilidad –con la complicidad del gobierno de México– de alcanzar el autoabastecimiento alimentario y, a la par, nos “auxilian” con armas para combatir los males que produce el desabasto, la miseria, el olvido.

Las poblaciones en otros países –siendo el ejemplo más fresco el mundo árabe norafricano– acuden a un despertar de conciencia al desafiar estas estructuras típicamente semi-coloniales. Déjole al lector la siguiente pregunta: ¿Cuándo pasará México del estadio tibio de la resistencia a la movilización a gran escala en favor del cambio social profundo, emulando los levantamientos del África septentrional?

La conexión El Cairo / Wisconsin

Noam Chomsky


El 20 de febrero, Kamal Abbas, líder sindical egipcio y figura prominente del Movimiento 25 de Enero, envió un mensaje a los “trabajadores de Wisconsin”: “Estamos con ustedes, así como ustedes estuvieron con nosotros”.

Los trabajadores egipcios han luchado mucho tiempo por los derechos fundamentales que les denegaba el régimen de Hosni Mubarak respaldado por EEUU. Kamal tiene razón en invocar la solidaridad, que ha sido durante mucho tiempo la fuerza orientadora del movimiento de los trabajadores en el mundo, y en equiparar sus luchas por los derechos laborales y por la democracia.

Las dos están estrechamente interrelacionadas. Los movimientos de trabajadores han estado en la vanguardia de la protección de la democracia y los derechos humanos y en la expansión de sus dominios, razón elemental que explica por qué son venenosos para los sistemas de poder, sean públicos o privados.

Las trayectorias de los movimientos en Egipto y EEUU están tomando direcciones opuestas: hacia la conquista de derechos, en Egipto, y hacia la defensa de derechos existentes, pero sometidos a duros ataques, en EEUU.

Los dos casos merecen una mirada más cercana.

La sublevación del 25 de enero fue encendida por los jóvenes usuarios de Facebook del Movimiento 6 de Abril, que se levantaron en Egipto en la primavera de 2008 en “solidaridad con los trabajadores textiles en huelga en Mahalla”, según señala el analista laboral Nada Matta. El Estado reventó la huelga y las acciones de solidaridad, pero Mahalla quedó como “un símbolo de revuelta y desafío al régimen”, añade Matta. La huelga se volvió particularmente amenazante para la dictadura cuando las demandas de los trabajadores se extendieron más allá de sus preocupaciones locales y reclamaron un salario mínimo para todos los egipcios.

Las observaciones de Matta son confirmadas por Joel Beinin, una autoridad estadounidense en materia laboral egipcia. Durante muchos años de lucha, informa Beinin, los trabajadores han establecido nexos y se pueden movilizar con presteza.

Cuando los trabajadores se sumaron al Movimiento 25 de Enero, el impacto fue decisivo y el comando militar se deshizo de Mubarak. Fue una gran victoria para el movimiento por la democracia egipcia, aunque permanecen muchas barreras, internas y externas. Las barreras internas son claras. EEUU y sus aliados no pueden tolerar fácilmente democracias que funcionen en el mundo árabe.

Las encuestas de opinión pública en Egipto y a lo largo y ancho de Oriente Próximo son elocuentes: por aplastantes mayorías, la gente considera a EEUU e Israel, y no a Irán, las mayores amenazas. Más aún, la mayoría piensa que la región estaría mejor si Irán tuviese armas nucleares.

Podemos anticipar que Washington mantendrá su política tradicional, bien confirmada por los expertos: la democracia es tolerable sólo si se ajusta a objetivos estratégico-económicos. La fábula del “anhelo por la democracia” de EEUU está reservada para ideólogos y propaganda.

La democracia en EEUU ha tomado una dirección diferente. Después de la II Guerra Mundial, el país disfrutó de un crecimiento sin precedentes, ampliamente igualitario y acompañado de una legislación que beneficiaba a la mayoría de la gente. La tendencia continuó durante los años de Richard Nixon, hasta que llegó la era liberal.

La reacción contra el impacto democratizador del activismo de los sesenta y la traición de clase de Nixon no tardó en llegar mediante un gran incremento en las prácticas lobistas para diseñar las leyes, el establecimiento de think-tanks de derechas para capturar el espectro ideológico, y otros muchos medios.

La economía también cambió de curso hacia la financiarización y la exportación de la producción. La desigualdad se disparó, primordialmente por la creciente riqueza del 1% de la población, o incluso una fracción menor, limitada fundamentalmente a presidentes de corporaciones, gestores de fondos de alto riesgo, etc.

Para la mayoría, los ingresos reales se estancaron. Volvieron los horarios laborales más amplios, la deuda, la inflación. Vino entonces la burbuja inmobiliaria de ocho billones de dólares, que la Reserva Federal y casi todos los economistas, embebidos en los dogmas de los mercados eficientes, no lograron prever. Cuando la burbuja estalló, la economía se colapsó a niveles cercanos a los de la Depresión para los trabajadores de la industria y muchos otros.

La concentración del ingreso confiere poder político, que a su vez deriva en leyes que refuerzan más aún el privilegio de los superricos: políticas tributarias, normas de gobernanza corporativa y mucho más. Junto a este círculo vicioso, los costes de campañas electorales han aumentado drásticamente, llevando a los dos partidos mayoritarios a nutrirse en el sector de las corporaciones: los republicanos de manera natural y los demócratas (ahora muy equivalentes a los republicanos moderados de años anteriores) siguiéndoles no muy atrás.

En 1978, mientras este proceso se desarrollaba, el entonces presidente de los Trabajadores Autónomos Unidos, Doug Fraser, condenó a los líderes empresariales por haber “elegido sumarse a una guerra unilateral de clases en este país: una guerra contra el pueblo trabajador, los pobres, las minorías, los muy jóvenes y muy viejos, e incluso muchos de la clase media de nuestra sociedad”, y haber “roto y deshecho el frágil pacto no escrito que existió previamente durante un periodo de crecimiento y progreso”.

Cuando los trabajadores ganaron derechos básicos en los años treinta, dirigentes empresariales advirtieron sobre “el peligro que afrontaban los industriales por el creciente poder político de las masas”, y reclamaron medidas urgentes para conjurar la amenaza, de acuerdo con el académico Alex Carey en Taking the risk out of democracy. Esos hombres de negocios entendían, al igual que lo hizo Mubarak, que los sindicatos constituyen una fuerza directriz en el avance de los derechos y la democracia. En EEUU, los sindicatos son el contrapoder primario a la tiranía corporativa.

De momento, los sindicatos del sector privado de EEUU han sido severamente debilitados. Los sindicatos del sector público se encuentran últimamente sometidos a un ataque implacable desde la oposición de derechas, que explota cínicamente la crisis económica causada básicamente por la industria financiera y sus aliados en el Gobierno.

La ira popular debe ser desviada de los agentes de la crisis financiera, que se están beneficiando de ella; por ejemplo, Goldman Sachs, que está “en vías de pagar 17.500 millones de dólares en compensación por el ejercicio pasado”, según informa la prensa económica. El presidente de la compañía, Lloyd Blankfein, recibirá un bonus de 12,6 millones de dólares mientras su sueldo se triplica hasta los dos millones.

En su lugar, la propaganda debe demonizar a los profesores y otros empleados públicos por sus grandes salarios y exorbitantes pensiones, todo ello un montaje que sigue un modelo que ya resulta demasiado familiar. Para el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, para la mayoría de los republicanos y muchos demócratas, el eslogan es que la austeridad debe ser compartida (con algunas excepciones notables).

La propaganda ha sido bastante eficaz. Walker puede contar con al menos una amplia minoría para apoyar su enorme esfuerzo para destruir los sindicatos. La invocación del déficit como excusa es pura farsa.

En sentidos diferentes, el destino de la democracia está en juego en Madison, Wisconsin, no menos de lo que está en la plaza Tahrir.

http://blogs.publico.es/noam-chomsky/58/la-conexion-el-cairo-wisconsin/

domingo, 6 de marzo de 2011

El carnaval y la economía de Veracruz

Una vez mas el gobierno de Veracruz se inclina ante los poderes económicos del estado con el argumento de que lo que es bueno para las empresas es bueno para Veracruz y sus habitantes. El pretexto -que ya se está convirtiendo en una ‘tradición’- es el carnaval porteño. Con la intención de mejorar las ganancias de las compañías dueñas del carnaval, el gobierno libera a todos los empleados públicos de sus jornadas laborales para que puedan asistir.

En el caso de las escuelas públicas y privadas de la ciudad de Xalapa, desde ayer apareció la circular que ordena la suspensión de clases. Atrás quedaron las preocupaciones por cumplir con el calendario oficial y las actividades de cientos de miles de niños, que seguramente serán los primeros en asistir al carnaval para pasear por el malecón rodeados de personas bebiendo y procurando experimentar el mundo al revés.

Desde hace algunos años miembros de la comunidad porteña han manifestado el secuestro de que ha sido víctima el carnaval por las empresas que venden refrescos y cervezas en plena vía pública. Son ellas las que organizan y definen el orden de los espectáculos y a los que participan en ellos. Los hoteleros y restauranteros se frotan las manos esperando contar con la casa llena, al grado de que un funcionario del ayuntamiento de Boca del Río tuvo la puntada de amenazar con desalojar a las personas que acamparan en las playas pues los considera como ‘turismo de baja calidad’.

El sometimiento del estado para con los poderes económicos no es nuevo ni es una aberración. Es simple y llanamente su trabajo cotidiano. Parten de la idea de que mejorar las ganancias de las empresas tendrá un efecto positivo en los ingresos de las mayorías. Una y otra vez repiten, a lo largo y ancho del estado, que sin inversión, o sea sin grandes ganancias, el crecimiento económico se estanca y por lo tanto la sociedad se empobrece.

Es la misma lógica detrás de la declaración de la presidenta municipal de Xalapa, quien prometió la celebración de la feria como una premio a la ciudadanía ocultando el hecho de que los que van ganar serán los mismos que van a ganar en el puerto de Veracruz con el carnaval. Esto sin mencionar que otra posible explicación es que la receta de pan y circo es particularmente útil en tiempos de crisis económica y deterioro generalizado de las condiciones de vida para la clase dominante y sus empleados en el gobierno.

Pensar que el turismo debe ser la base de la recuperación de la economía es simplemente ignorar que el problema es complejo y por lo tanto no puede ser abordado de manera unilateral. El modelo económico basado en el turismo provoca mayor subordinación a los centros económicos internacionales, mayor depredación del ambiente y mayor pobreza y exclusión. Veracruz y el país en su conjunto deben dejar de ser vistos como una gran zona turística y a sus pobladores como mucamas, jardineros, meseros y botones. En todo caso ¿se va usted al carnaval? Yo tampoco.

miércoles, 2 de marzo de 2011

6 mil pesos

El lunes pasado, un integrante del gabinete calderonista amaneció con una clara idea en la cabeza: si mi jefe hace el ridículo, ¿por qué yo no? Fue entonces cuando a nuestro ilustre secretario de Hacienda se le ocurrió declarar en conferencia de prensa que con la módica cantidad de 6 mil pesos al mes, las familias mexicanas pueden pagar casa, coche y escuelas privadas. A esto, añadió que los mexicanos en general somos demasiado pesimistas como para reconocer que la economía se está recuperando: "siempre, por alguna razón, los mexicanos somos más exigentes con respecto a lo que nos gustaría y eso hace que siempre tengamos una perspectiva más negativa de lo que los datos duros muestran".

Los datos duros a los que se refiere Cordero son, en teoría, alentadores. Un crecimiento porcentual del Producto Interno Bruto del 5.5% en el último año, y un ingreso promedio por mexicano de 14 mil dólares anuales. El problema es que a la primera confrontación con la realidad económica en la que vivimos, estos datos no sirven absolutamente para nada: el crecimiento en el PIB no repercute de manera directa en los bolsillos de ninguno de nosotros los mortales, y el ingreso promedio no es sino el resultado de una división absurda que presupone un nivel de ingresos relativamente equitativo para todos y cada uno de los mexicanos (nada más alejado de la realidad).

Además, algunos datos duros fueron omitidos de tan acertada declaración: el día de hoy, el salario mínimo ha perdido casi la mitad de su poder adquisitivo comparado con el de 2006, cuando iniciaba el sexenio de Calderón. Es decir, un individuo que sobrevive con un salario mínimo, puede comprar apenas la mitad de lo que consumía hace 5 años. Tal parece ser que a esto es a lo que se refieren cuando hablan de crecimiento económico.

Al menos un millón de personas perdieron su trabajo los últimos tres años. A eso le llaman productividad y competitividad, y habría que preguntarle al señor secretario sobre las posibilidades de compra de estos últimos, quizá tengan que conformarse con escuelas públicas.

Podemos decir también, que las palabras del secretario de Hacienda no son sino una expresión completamente democrática. Los 6 mil pesos mágicos de Cordero no son más que democracia en práctica. ¿Por qué?, se preguntará usted, y la respuesta es bastante sencilla: crear una clase política (para la cuál 6 mil pesos no son más que la cena de hoy) completamente ajena a la realidad que vivimos nosotros los ciudadanos comunes y corrientes, es al parecer lo único que nuestra famosa democracia representativa ha logrado. La supuesta oposición al gobierno calderonista no tardó en aprovechar el desliz del secretario e inmediatamente se prestó a defender a capa y espada a las pobres familias mexicanas, criticando a Cordero por su insensibilidad al tiempo que escondían sus cheques. En fin, el circo democrático entraba en función.

No es el caso particular de la democracia mexicana (aunque las últimas administraciones se empeñen en hacernos sobresalir), sino que se extiende a todos los gobiernos que claman serlo alrededor del mundo: una ruptura cada vez mayor entre las sociedades y sus gobiernos. Los ciudadanos cada vez más lejos de sus gobernantes, y los gobernantes cada vez más cerca de los dueños del dinero.

Ya para terminar, y dada la fama que se está creando la presente administración, no estaría de más proponer una prueba de alcoholímetro antes de que a los altos funcionarios del gobierno federal se les permita dar declaraciones a la prensa.