Una posible explicación de la masacre perpetrada el viernes 31 de julio en un departamento de la colonia Narvarte, en esta capital, fue proporcionada con un mes de antelación por el gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, en un discurso que pronunció en Poza Rica: "Lo digo con total conocimiento de causa: lamentablemente la delincuencia tiene puentes, nexos, con notarios públicos, empresarios, funcionarios públicos... Lamentablemente, algunos de los colaboradores, trabajadores de los medios de comunicación tienen vínculos con estos grupos. Y también están expuestos ante esta situación". Así lo dijo, ante comunicadores de la localidad que fueron congregados para escuchar al mandatario, quien no tuvo reparos en presentarse como una víctima de las circunstancias:
"Se los digo por ustedes, por sus familias, pero también por mí y por mi familia, porque si algo les pasa a ustedes al que crucifican es a mí. Pórtense bien. Todos sabemos quiénes andan en malos pasos. Dicen que en Veracruz sólo no se sabe lo que todavía no se nos ocurre. Todos sabemos quiénes de alguna o de otra manera tienen una vinculación con estos grupos. Que nos hagamos como que la Virgen nos habla es otra historia. Pero todos sabemos quiénes tienen vínculos, quiénes están metidos con el hampa. Pórtense bien, por favor..." Y luego, "con toda sinceridad", ofreció protección: "quienes sientan que tienen algún riesgo, búsquennos, para poder protegerlos, para poder cuidarlos. Quienes verdaderamente no tienen ningún vínculo, y se los digo con toda claridad, no tienen nada de qué preocuparse. Pero quienes sí, preocúpense, porque vamos a sacudir, les repito, vamos a sacudir fuertemente el árbol".
De esa manera, Duarte de Ochoa lanzó un ataque preventivo en contra de la honorabilidad de las siguientes víctimas de la persecución contra periodistas en Veracruz: si algo les pasa es porque tienen nexos con la delincuencia. Él, Duarte de Ochoa, es inocente: "si algo les pasa a uno de ustedes, repito, su familia la va a pasar muy mal, van a sufrir, los van a llorar, pero al que van a crucificar es a mí, al que van a acusar es a mí, cuando yo, como dicen, ni vela en el entierro tengo".
Luego hizo alusión a la manera en que actúan los criminales: "son gente mala; son gente que no tiene principios, que no tiene valores, que en algunos casos ni siquiera el dinero es lo que los mueve, sino el poder, y no les importa machacar ni pasar por encima de nadie... Son gente que no tiene corazón, no tiene alma; en muchos casos hasta parecen animales..." (http://is.gd/tASi5D).
La alusión a "machacar" y "pasar por encima" recordó a varios de los presentes la muerte de Juan Mendoza Delgado, director del portal Escribiendo la verdad, y quien fue capturado y atropellado (en ese orden) por desconocidos. Ahora, esa gente que "no tiene corazón" evoca el comportamiento del comando de ejecución que se introdujo en el departamento de la calle Luz Saviñón, sometió a las cinco personas que allí se encontraban, las torturó, violó a las mujeres y luego mató a los cinco con disparos en la cabeza.
El guión es casi perfecto: como ocurre con los 13 o 14 informadores caídos en Veracruz en los cinco años que lleva Duarte en el poder, si Rubén Espinosa Becerril fue asesinado en forma bárbara es porque alguna relación tenía con la delincuencia organizada. Si no, no habría tenido "nada de qué preocuparse".
Ya en 2012 la procuraduría estatal había explicado los asesinatos de los trabajadores de medios Ana Irasema Becerra, Gabriel Huge Córdoba, Guillermo Luna Varela y Esteban Rodríguez, cuyos cuerpos fueron abandonados en bolsas en un canal de aguas negras en Boca del Río, como represalia por haber sido “los causantes de la muerte de otros periodistas, asesinados por la organización delictiva autodenominada Los zetas”. De esa manera el duartismo buscó aplicar la teoría de se matan entre ellos del calderonato al ámbito de los informadores. Así se esclarecen muchos asesinatos de un solo golpe porque víctimas y victimarios son la misma cosa.
Un problema es que la antropóloga y activista Nadia Vera Pérez, una de las asesinadas en la Narvarte, responsabilizó hace ocho meses a Duarte y a su gabinete "de cualquier cosa que pudiera sucedernos" porque, dijo, "son los que están mandando directamente a reprimirnos" (http://is.gd/mm1qMO). En cuanto a Espinosa Becerril, desde el 15 de junio se hizo público que había debido salir de la entidad (http://is.gd/jhmybY), y el 9 de julio el propio fotógrafo relató in extenso en una entrevista la persecución de que era víctima por el gobierno estatal (http://is.gd/KjgQUg).
Tales antecedentes ponen en un grave problema a los gobiernos de Enrique Peña y de Miguel Mancera porque ambos fueron escandalosamente omisos en su obligación de preservar la integridad de los asesinados. Será tal vez por eso que el procurador capitalino, Rodolfo Ríos Garza, sospecha que se trató de un caso de robo y no ve ningún elemento para que la procuraduría federal se moleste atrayendo el caso. En cuanto a Javier Duarte, parece ser que tuvo la precaución de autoexculparse un mes antes y de ofrecer pistas clarividentes de lo que habría de ocurrir el 31 de julio en un departamento de Luz Saviñón 1909, colonia Narvarte: según sus propias palabras, el gobernador sabe, "con total conocimiento de causa", que "la delincuencia tiene puentes, nexos, con notarios públicos, empresarios, funcionarios públicos..." y uno que otro periodista de esos que "no se portan bien".
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