Los acontecimientos que han vendo ocurriendo en Honduras desde el miércoles pasado pueden ser perfectamente catalogados como un intento de golpe de Estado, sin embargo es curioso que dicho término desaparezca de los encabezados de la prensa internacional en referencia a la situación: “El Ejército hondureño se moviliza tras la destitución del jefe del Estado Mayor”, señala El País; “Congreso frena la reelección”, según la BBC; “Presidente de Honduras se enfrenta al gobierno por referéndum”, dice CNN, “Presidente hondureño descalifica a su Congreso”, El Universal. Todos ellos mencionan que dicho país se encuentra en medio de una “crisis política”, nada más. Si el país en cuestión fuese México o Colombia, por ejemplo, seguramente las acusaciones de golpe de Estado no se harían esperar.
El presidente hondureño Manuel Zelaya, tomó posesión en el 2006 y ha tomado distancia, desde entonces, de los grupos de poder tradicionales, y se ha acercado cada vez más a los gobiernos de izquierda de América del Sur: en octubre de 2008 Honduras se integra a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), un mecanismo de integración regional, cuyos principales impulsores son Cuba y Venezuela.
Los dos partidos tradicionales y mayoritarios en el país, el Liberal y el Nacional, son ahora prácticamente el mismo unidos en contra del presidente.
El 29 de noviembre de este año se realizarán elecciones para elegir presidente, diputados y alcaldes. Zelaya ha convocado un referéndum nacional para el día de hoy, en el que se le preguntará a la población si está de acuerdo o no en instalar una cuarta urna en dichas elecciones, en las que a su vez se consultaría a los hondureños si se quiere establecer una Asamblea Nacional Constituyente que redacte una nueva Constitución.
El ejército, un grupo tradicionalmente a favor de defender los intereses del empresariado y de los políticos tradicionales en Honduras, se negó a realizar la consulta, por lo que el jefe del Estado Mayor fue destituido. El miércoles 24 la capital hondureña amaneció con soldados en las calles, supuestamente apoyando al general destituido, mientras que el Congreso y el Tribunal Electoral se enfrentaban también al presidente.
Uno de los puntos a reformar de la Constitución es, en efecto, la reelección de los puestos públicos, incluido el de Presidente. Mas no es el único aunque así lo hacen ver los titulares internacionales. Y es curioso como una situación parecida provoca reacciones tan diferentes: los presidentes de Venezuela, Bolivia y Honduras, entre otros son dictadores tratando de perpetuarse en el poder; Uribe en Colombia realizó las mismas reformas, pero por alguna razón en ese caso particular son bien vistas. En todos los casos las modificaciones a la Constitución han ocurrido democráticamente, con consultas populares que legitiman la reforma.
Hasta este momento nada más ha ocurrido, el Congreso busca inhabilitar a Zelaya y el presidente asegura que la consulta se llevará a cabo con el apoyo de sus simpatizantes. Si el presidente hondureño ha propuesta dicho referéndum es por que sabe que cuenta con una mayoría de la población a su favor: veremos si a lo largo de este domingo los poderes tradicionales hondureños, tanto políticos como económicos, son capaces de arrebatarle al pueblo hondureño la oportunidad de manifestar su preferencia democráticamente.