Ayer recordaba el clima con el que Xalapa me recibió la primera vez que vine de visita. Fue hace unos doce años, por estas épocas, creo que durante el mes de mayo, o quizá a princpios de junio. Yo tenía ocho o nueve años, no lo recuerdo bien. Lo que si recuerdo con sorprendente claridad, es el clima y una que otra imágen que no concuerda en lo absoluto con la perspectiva diaria que hoy en día me ofrece la capital de Veracruz.
Mi familia y yo nos habíamos quedado en la casa de una prima que vive en la Pitaya. La casa, tampoco la recuerdo muy bien, pero el camino de Briones para Xalapa sigue muy presente en mi cabeza. Para mis ojos que se habían acostumbrado al plano desierto del bajío, la espesas capas de follaje verde eran un espectáculo casi cinematográfico. Tenía la sensación de que facilmente, un dinosaurio podría salir de entre el ramaje espeso que nos circundaba. Por supuesto, mi imaginación estaba inundada por la entonces reciente película de Jurasic Park.
Otro detalle inusitado para mi, era la persistente lluvia que no había dejado de caer desde el momento en que llegamos; de donde venía, si la lluvia duraba más de un día, significaba una catástrofe parecida al diluvio.
En la ciudad todo era diferente a como es ahora. Aún me veo caminando de la mano de mi madre, tratando de ver entre la niebla; feliz porque no iba tan lento como los pocos coches que andaban en ese momento por el parque Juarez, y que tenían que avanzar a vuelta de rueda para poder ver a través de la espesa capa de neblina.
Cualquiera que, como yo, se pare un momento y recuerde a la ciudad de las flores que existía hace diez años, no podrá negar que las diferencias, sobre todo las climáticas, son alarmantes. Tanto en México como en el resto del mundo, se han generado cambios significativos en el patrón de las lluvias y las altas temperaturas.
El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), señala que en su mayoría, el calentamiento global observado durante el siglo XX, se debió al aumento de las concentraciones ed gases de efecto invernadero generadas por el humano: el aumento de vehículos de motor, el cambio de uso de suelo, la tala inmoderada de bosques (recordemos Perote).
Actualmente, se espera que en Latinoamérica, el agua escasee entre un veinte y un treinta por ciento y que de igual manera, desaparezca casi un cuarenta porciento de las especies en riesgo de extinción. En México, como en todo el planeta, se especula que la productividad agrícola disminuirá considerablemente debido al aumento de la temperatura que va desde dos a cuatro centigrados. De seguir así, se prevee que para el 2020, disminuya la superficie cultivable de maíz de temporal.
En fin, los cambios son tangentes e imposibles de ignorar. Esperemos que poco a poco, las personas tomemos conciencia y, sin la estúpida intención de querer salvar el mundo, hagamos lo que esté en nuestras manos para evitar que la situación climática, ya de por si precaria y alarmante, empeore.
Mi familia y yo nos habíamos quedado en la casa de una prima que vive en la Pitaya. La casa, tampoco la recuerdo muy bien, pero el camino de Briones para Xalapa sigue muy presente en mi cabeza. Para mis ojos que se habían acostumbrado al plano desierto del bajío, la espesas capas de follaje verde eran un espectáculo casi cinematográfico. Tenía la sensación de que facilmente, un dinosaurio podría salir de entre el ramaje espeso que nos circundaba. Por supuesto, mi imaginación estaba inundada por la entonces reciente película de Jurasic Park.
Otro detalle inusitado para mi, era la persistente lluvia que no había dejado de caer desde el momento en que llegamos; de donde venía, si la lluvia duraba más de un día, significaba una catástrofe parecida al diluvio.
En la ciudad todo era diferente a como es ahora. Aún me veo caminando de la mano de mi madre, tratando de ver entre la niebla; feliz porque no iba tan lento como los pocos coches que andaban en ese momento por el parque Juarez, y que tenían que avanzar a vuelta de rueda para poder ver a través de la espesa capa de neblina.
Cualquiera que, como yo, se pare un momento y recuerde a la ciudad de las flores que existía hace diez años, no podrá negar que las diferencias, sobre todo las climáticas, son alarmantes. Tanto en México como en el resto del mundo, se han generado cambios significativos en el patrón de las lluvias y las altas temperaturas.
El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), señala que en su mayoría, el calentamiento global observado durante el siglo XX, se debió al aumento de las concentraciones ed gases de efecto invernadero generadas por el humano: el aumento de vehículos de motor, el cambio de uso de suelo, la tala inmoderada de bosques (recordemos Perote).
Actualmente, se espera que en Latinoamérica, el agua escasee entre un veinte y un treinta por ciento y que de igual manera, desaparezca casi un cuarenta porciento de las especies en riesgo de extinción. En México, como en todo el planeta, se especula que la productividad agrícola disminuirá considerablemente debido al aumento de la temperatura que va desde dos a cuatro centigrados. De seguir así, se prevee que para el 2020, disminuya la superficie cultivable de maíz de temporal.
En fin, los cambios son tangentes e imposibles de ignorar. Esperemos que poco a poco, las personas tomemos conciencia y, sin la estúpida intención de querer salvar el mundo, hagamos lo que esté en nuestras manos para evitar que la situación climática, ya de por si precaria y alarmante, empeore.
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