La recientemente aprobada ley antiinmigrante en el estado de Arizona no deja lugar a dudas que las consecuencias de la crisis económica mundial y su impacto en los Estados Unidos es real, a pesar de que Wall Street y sus socios griten a los cuatro vientos que la economía se está recuperando. En efecto, la recuperación es real pero sólo para el pequeño grupo de privilegiados que controlan los grandes bancos y las grandes corporaciones; para la mayoría de los estadounidenses las cosas van de mal en peor, por lo que millonarios están diseñando mecanismos que redireccionen la frustración colectiva hacia actores sociales vulnerables, evitando que se les presione para reducir sus ganancias o peor aún, se les encarcele por el uso privado de recursos públicos.
Son precisamente estos privilegiados que sostienen su recuperación gracias a la progresiva pauperización de la población estadounidense y hoy están utilizando los recursos del rescate, facilitados por Obama, para combatir en el congreso las leyes dirigidas a regular mejor sus actividades comerciales. Pero además hace falta el chivo expiatorio que distraiga la atención del pueblo estadounidense y mundial para seguir cometiendo los gigantescos fraudes con los cuales se enriquecen. Y este no puede ser otro que el inmigrante ilegal, particularmente de origen mexicano o centroamericano.
Al igual que el neofascismo en Europa, los ultra conservadores yanquis están impulsando leyes que compensen al ciudadano medio -por la pérdida de su poder adquisitivo, de sus casas y de sus trabajos- exacerbando los sentimientos racistas y discriminatorios, alimentando la idea de su superioridad. Este mecanismo no es nuevo. Se ha utilizado desde hace mucho por las clases dominantes para tapar sus barbaridades; lo hicieron los reyes católicos en España en el siglo XVI, cuando expulsaron a los judíos para ocultar sus problemas financieros; lo hizo Calles en Sonora y Sinaloa en contra de los inmigrantes chinos y japoneses, a principios del siglo XX, para apoderarse de sus negocios y recapitalizar a los dueños de la tierra.
Así las cosas, la ley antiinmigrante sólo es una muestra más de la debacle de la economía estadounidense pero también del poder de los dueños del dinero y de la confusión entre la ciudadanía. Sin embargo, tal vez esta ofensiva en contra de los trabajadores inmigrantes los obligue a organizarse mejor y ampliar su base política, convirtiéndose así en un actor social y político –ya es económico sin duda- consciente de su lugar, de sus objetivos y de la defensa del trabajo. Esta posible consecuencia sería fundamental para contrarrestar el poder del capital y fortalecer a los trabajadores, no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo.
3 comentarios:
realmente esta ley es xenofobica y racista debemos hacer un boicot comercial
Es algo idiota que piensen que asi van a mejorar algo, todas las personas tienen derecho a sobresalir y cumplir sus suenos o acaso cuando los primeros inmigrantes llegaron a el Nuevo Mundo alguien los hecho como perros?? es algo insolito
esta ley esta de mas no estoy de acuerdo sin los indocumentado no son nada
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