Hace poco miraba desde la azotea de un edificio, que me brindaba una visión panorámica y casi completa de la ciudad. Además de la hermosura de las lomas y pequeños valles que se ven más allá de los linderos urbanos, y de la irregularidad arquitectónica propia de Xalapa, veía por doquier la cara de varios payasos postulados como candidatos para las próximas elecciones.
“Ah si, democracia” pensé. Casualmente por esos días, estudiaba para mi clase de mitos. Recordaba que el mito, que por lo general es un relato, lleva implícitos al ritual y a la fé en costumbres, valores e ideales colectivos, que forjan similitudes y diferencias de esperanza y de temor en una sociedad específica.
Seguía mirando el horizonte (interrumpido de repente por la cara de Cinthya Lobato) y continuaba con repaso mental de mis lecciones escolares: el relato mítico, tiene como elemento fundamental e imprescindible, la presencia de un héroe, un ser humano que todo lo puede y que tiene como misión restaurar o conservar un orden determinado.
La cara de un árabe (o terrorista según dicen) interrumpió de nuevo mis reflexiones, pero no impidió que una sonrisa rónica se dbujara en mi cara. “Ah si, democracia -me dije esta vez en voz baja- un mito más para la colección”. La democracia, viejo mito que nos obliga, desde pequeños en la escuela, a creer en él; y como caídas del cielo, las elecciones: el obsoleto ritual del viejo mito.
¿Cuántos falsos héroes se han empotrado sobre esta mentira tan bien estructurada? La lista es larga: Juarez, con su aureola de libertad y justicia popular, el mismísimo Fox que no tardo en desenmascararse y mostrarse como un estúpido bufón y... bueno, podría seguir hasta llenar las páginas restantes del periódico y aún me faltaría tinta. Basta recorda a los mediocres en turno, que por estos días recorren Veracruz como si fuera una cruzada heróica que nos salvará del narco, de la pobreza, la discriminación, la corrupción y hasta de la influenza.
Pero así como el tiempo se encargó de enterrar a los dioses del olimpo, también la democracia va perdiendo sentido y solidez bajo la herrumbre del fraude y el engaño en la mente de sus ciegos feligreses. Tomemos como ejemplo el “sufragio efectivo”. Se ha perdido la confianza en los supuestos héroes restauradores del orden, y el mito de la democracia y la participación ciudadana es cada día menos confiable.
Como ídolos falsos, los candidatos y en general los partidos políticos, están siendo derrumbados por la indiferencia, y el voto nulo los amenaza con desacreditarlos más de lo que ya se han desacreditado ellos mismos frente a la sociedad.
Es dificil apreciar el horizonte por muy bello que sea, cuando tanta basura estorba. Es dificil creer en mitos de salvación, se pinte del color que se pinte, cuando al rededor y aún más allá del horizonte, se alza una cosmogonía (económica) de dominación.
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