La educación en México es gratuita, reza uno de nuestros artículos constitucionales preferidos. Sin embargo la realidad demuestra que estudiar no solamente no es gratuito: sale bastante caro.
La política educativa de México no ha estado exenta del cambio de paradigma que en la década de los 80’s significo la entrada de los llamados regímenes tecnócratas al poder: tanto la apertura comercial como el adelgazamiento del Estado han tenido repercusiones en el sistema educativo en México, y no necesariamente para bien.
Las reformas encaminadas a lograr una “modernización” educativa desde entonces han convertido paulatinamente a la educación en una mercancía más, y en una bastante redituable, por cierto. Un claro ejemplo de ello son los sistemas de ingreso a los niveles educativos medio superior y superior.
El Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (CENEVAL) se ha constituido en un monopolio, con todo el respaldo del Estado, para este propósito: en base a un simple examen de opción múltiple (el cuál a su vez contiene múltiples deficiencias), determinar quienes son los iluminados que podrán ingresar a determinada institución.
A la fecha, el CENEVAL ha evaluado ya alrededor de 13 millones de mexicanos, entre exámenes de ingreso al bachillerato, licenciatura, y posgrados, de titulación y de certificación. Los primeros tienen un costo individual de 138 pesos, mientras que el costo promedio de los exámenes de titulación es de mil. Tan sólo en la zona metropolitana de la Ciudad de México se evalúan cerca de 400 mil estudiantes al año.
En 15 años de funcionamiento, los ingresos del Centro llegan a la modesta suma de 3 mil millones de pesos, lo cuál no deja de extrañar considerando que se trata de una asociación civil sin fines de lucro. O al menos eso dicen ser.
El CENEVAL tiene convenios con más de 150 instituciones de nivel superior, así como con la SEP para aplicar el examen de ingreso al bachillerato a todo lo largo y ancho del país. Al problema de la privatización educativa se le suma el de la corrupción: funcionarios en puestos claves del gobierno y directivos de universidades, tanto públicas como privadas, que se ven beneficiados en el negocio.
La tan sonada Alianza por la Calidad de la Educación, el último engendro de La Maestra y el presidente, propone entre otras maravillas evaluar periódicamente a más de un millón de maestros. ¿Quién cree usted que podría realizar las evaluaciones a módico precio?
La educación es ya un bien rentable que puede ser explotado desde muchos aspectos: el de la evaluación es sólo uno de ellos. La modernización educativa no es otra cosa que una privatización gradual, y tiene sentido: es quizá uno de los mercados más estables.
No es una lucha perdida, por supuesto: el movimiento de los estudiantes universitarios en la UNAM de 1999 consiguió que la Universidad aplicara su propio examen, deslindándose de CENEVAL. Sin embargo para quienes presentaron ayer el examen de admisión a la Universidad Veracruzana no queda más que esperar que se cometan errores como el del año pasado que aumenten el número de aceptados en la universidad.
La política educativa de México no ha estado exenta del cambio de paradigma que en la década de los 80’s significo la entrada de los llamados regímenes tecnócratas al poder: tanto la apertura comercial como el adelgazamiento del Estado han tenido repercusiones en el sistema educativo en México, y no necesariamente para bien.
Las reformas encaminadas a lograr una “modernización” educativa desde entonces han convertido paulatinamente a la educación en una mercancía más, y en una bastante redituable, por cierto. Un claro ejemplo de ello son los sistemas de ingreso a los niveles educativos medio superior y superior.
El Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (CENEVAL) se ha constituido en un monopolio, con todo el respaldo del Estado, para este propósito: en base a un simple examen de opción múltiple (el cuál a su vez contiene múltiples deficiencias), determinar quienes son los iluminados que podrán ingresar a determinada institución.
A la fecha, el CENEVAL ha evaluado ya alrededor de 13 millones de mexicanos, entre exámenes de ingreso al bachillerato, licenciatura, y posgrados, de titulación y de certificación. Los primeros tienen un costo individual de 138 pesos, mientras que el costo promedio de los exámenes de titulación es de mil. Tan sólo en la zona metropolitana de la Ciudad de México se evalúan cerca de 400 mil estudiantes al año.
En 15 años de funcionamiento, los ingresos del Centro llegan a la modesta suma de 3 mil millones de pesos, lo cuál no deja de extrañar considerando que se trata de una asociación civil sin fines de lucro. O al menos eso dicen ser.
El CENEVAL tiene convenios con más de 150 instituciones de nivel superior, así como con la SEP para aplicar el examen de ingreso al bachillerato a todo lo largo y ancho del país. Al problema de la privatización educativa se le suma el de la corrupción: funcionarios en puestos claves del gobierno y directivos de universidades, tanto públicas como privadas, que se ven beneficiados en el negocio.
La tan sonada Alianza por la Calidad de la Educación, el último engendro de La Maestra y el presidente, propone entre otras maravillas evaluar periódicamente a más de un millón de maestros. ¿Quién cree usted que podría realizar las evaluaciones a módico precio?
La educación es ya un bien rentable que puede ser explotado desde muchos aspectos: el de la evaluación es sólo uno de ellos. La modernización educativa no es otra cosa que una privatización gradual, y tiene sentido: es quizá uno de los mercados más estables.
No es una lucha perdida, por supuesto: el movimiento de los estudiantes universitarios en la UNAM de 1999 consiguió que la Universidad aplicara su propio examen, deslindándose de CENEVAL. Sin embargo para quienes presentaron ayer el examen de admisión a la Universidad Veracruzana no queda más que esperar que se cometan errores como el del año pasado que aumenten el número de aceptados en la universidad.
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