Quizá la clave de todo está en el éxito: la vida se labra con las derrotas y éstas le dan todo sentido al éxito: son su contraparte, su soporte. Con ellas se aprende más porque se recuerdan mejor y entonces vivimos derrotados.
Con el éxito nos regalan un cien por ciento de descuento para comprar toda la enajenación del mundo y así ya no tener nunca que preocuparnos por absolutamente nada.
Porque en el camino no se deja nada, nos recuerda Maquiavelo: todo se trata del fin último.
Y como es hasta un verdadero infierno filosófico llegar al fin último, lo único que le podemos robar al éxito es la maravillosa dicha de no preocuparnos de nada, absolutamente por nadie como unos individuos ajenos, solos, locos.
No sé por qué con claridad, pero me parece que el ejemplo más evidente de la combinación adecuada entre el éxito y la enajenación son los políticos, que sólo hablan con la gente cuando la temporada de caza electoral lo demanda. El resto del año, apretadas y veloces agendas los ocupan para resguardar los más altos y supremos intereses nacionales: los de ellos de mismos.
Mientras tanto, los demás no existimos. Unos porque se jactan de vivir cobijados por la sombra del poder (qué exquisita vida la de un banquero) y entonces nadie sabe que existen y los demás desaparecemos de la agenda nacional, disminuidos por la estruendosa presencia de nuestras celebridades, fundamento de nuestra vida democrática y moderna, y que acaparan la mayor parte del tiempo triple a.
Por eso dormiremos tristes mientras dure el sepelio mediático de Michael Jackson y sin tener siquiera la posibilidad de saber cuánto dinero en realidad se invirtió hoy, nada más hoy, en las campañas que en todo el país están organizando entre el uno y el dos por ciento de la población y en las que se espera que participen menos de cuarenta millones de mexicanos mayores de edad y con credencial para votar.
El éxito es la gasolina que alimenta la imaginación emprendedora. La misma que está entre los políticos que entre los industriales; que tiene entre sus triunfos más conocidos haberse devorado el mundo de una sola mordida y lograr, casi sin dar un solo parpadeo, que Xalapa se convirtiera en una ciudad paradisíaca, llena de sol todo el día y sin una sola nube imprevisible.
La fórmula para lograr el éxito es sumamente sencilla: carretadas de enajenación mediática mezcladas con una gran cantidad de exaltación del vacío (se recomienda utilizar el vacío de ideas) y como cereza, el completo control de los mecanismos de poder: los medios de producción, los de comunicación y el estado.
Con el éxito nos regalan un cien por ciento de descuento para comprar toda la enajenación del mundo y así ya no tener nunca que preocuparnos por absolutamente nada.
Porque en el camino no se deja nada, nos recuerda Maquiavelo: todo se trata del fin último.
Y como es hasta un verdadero infierno filosófico llegar al fin último, lo único que le podemos robar al éxito es la maravillosa dicha de no preocuparnos de nada, absolutamente por nadie como unos individuos ajenos, solos, locos.
No sé por qué con claridad, pero me parece que el ejemplo más evidente de la combinación adecuada entre el éxito y la enajenación son los políticos, que sólo hablan con la gente cuando la temporada de caza electoral lo demanda. El resto del año, apretadas y veloces agendas los ocupan para resguardar los más altos y supremos intereses nacionales: los de ellos de mismos.
Mientras tanto, los demás no existimos. Unos porque se jactan de vivir cobijados por la sombra del poder (qué exquisita vida la de un banquero) y entonces nadie sabe que existen y los demás desaparecemos de la agenda nacional, disminuidos por la estruendosa presencia de nuestras celebridades, fundamento de nuestra vida democrática y moderna, y que acaparan la mayor parte del tiempo triple a.
Por eso dormiremos tristes mientras dure el sepelio mediático de Michael Jackson y sin tener siquiera la posibilidad de saber cuánto dinero en realidad se invirtió hoy, nada más hoy, en las campañas que en todo el país están organizando entre el uno y el dos por ciento de la población y en las que se espera que participen menos de cuarenta millones de mexicanos mayores de edad y con credencial para votar.
El éxito es la gasolina que alimenta la imaginación emprendedora. La misma que está entre los políticos que entre los industriales; que tiene entre sus triunfos más conocidos haberse devorado el mundo de una sola mordida y lograr, casi sin dar un solo parpadeo, que Xalapa se convirtiera en una ciudad paradisíaca, llena de sol todo el día y sin una sola nube imprevisible.
La fórmula para lograr el éxito es sumamente sencilla: carretadas de enajenación mediática mezcladas con una gran cantidad de exaltación del vacío (se recomienda utilizar el vacío de ideas) y como cereza, el completo control de los mecanismos de poder: los medios de producción, los de comunicación y el estado.
2 comentarios:
Quizás porque es "políticamente incorrecto", y la gente tiene miedo, hay pocas voces como esta. Pero creo que los subterráneos susurros que alimentan este ensordecedor silencio son más poderosos de lo que parecen. Te felicito Cam...
Más que miedo, creo que la gente sufre de indiferencia aletargada, puesto que han comprobado que voces como la nuestra pocas veces (si no es que nunca) logran trascender hacia un cambio tangible. He oido que muchos se preguntan: ¿Qué posibilidad de cambio real y concreto se puede lograr a partir de la reflexión, de la crítica o de las propuestas de cambio? Por eso el camino del voto nulo, por eso el abstencionismo, por eso estamos como estamos. Creo que hay una sensible pérdida del poder de la palabra del ciudadano. Saludos Camilo, espero verte pronto.
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