Se avecina un periodo de profunda crisis en México. El reciente colapso financiero que sacudió a nuestro “generoso” vecino del norte es prueba infalible de la decadencia geopolítica y económica de Estados Unidos, con todo y lo que ello implica, máxime para nuestro empobrecido país. Los indisolubles nexos económicos entre ambos países son incuestionables. El funcionamiento de la economía en México esta completamente sujeta a la actividad mercantil-financiera de aquel país. El problema es que mientras Estados Unidos cuenta con un respaldo económico más o menos sólido (a pesar de vivir un claro proceso de decaimiento), México en cambio, con su endeble estructura económica, sus ínfimos niveles de crecimiento, su endémica relación de intercambio desigual con la decaída superpotencia, su condición periférica en la economía-mundo y su eterna dependencia con respecto al mercado externo, tendrá serias dificultades para contrarrestar el actual desplome del sistema económico estadounidense.
El deceso hegemónico de la nación norteamericana, no obstante, marcará la pauta para la emancipación política y económica de los pueblos de América Latina, tal como se ha venido presentando. El arribo al poder de diversos gobiernos de izquierda en los países del cono sur muestra cuan vulnerables se han vuelto los preceptos de la Doctrina Monroe y cuan inhabilitada se halla actualmente la principal potencia militar –debido a sus “compromisos” bélicos en Oriente Medio y a las múltiples tensiones internas- para controlar y vigilar la vida política de México, Centro y Sudamérica.
Los efectos destructivos de esta crisis sistémica se harán sentir con mayor vigor en los países subdesarrollados. Ahí, en las regiones mas desfavorecidas, donde forzosamente los desequilibrios financieros acentuaran aun más las desigualdades socioeconómicas y desgarraran brutalmente el tejido social, las posibilidades de ajuste estructural serán prácticamente nulas. Tal será, factiblemente, el caso de México. De ser así, el país sufrirá un claro proceso de desintegración que conducirá, necesariamente, a un proyecto de transformación. De que forma y a través de que medios se producirá esta transición, aun es difícil preverlo. Pero es definitivo que tal coyuntura promoverá la acción política en función de un profundo cambio social
No nos fiemos de las explicaciones que nuestras “ilustradas” autoridades económicas habrán de ofrecer con relación a la actual crisis. Las consecuencias son imprevisibles aun para los expertos en la materia. México debe afrontar con inteligencia los efectos de la decadencia norteamericana y desafiar con tenacidad la histórica dominación de nuestros pueblos.
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