El origen del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) y la forma en que este virus destruye las defensas del cuerpo humano, provocando después de un tiempo el Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida (SIDA) –la llamada epidemia del siglo XX- continúan siendo un misterio a pesar de que, a simple vista, hay una teoría sólida y respaldada por los hechos.
El origen del VIH
El origen de este virus no se conoce con exactitud y se construyeron varias hipótesis para solucionar este problema. Hasta la fecha, la ortodoxia científica mantiene como verdad absoluta la teoría de que el VIH es una mutación del virus de la inmunodeficiencia de los simios, que en los inicios del siglo XX “saltó” (zoonosis) a los seres humanos en el África –así que esta teoría, de entrada, sugiere dos cosas: los humanos del África comían simios o mantenían relaciones sexuales con ellos-. Después, trabajadores haitianos que se encontraban en el Congo se infectaron con el VIH, llevándolo a Haití, desde donde el virus se propagó hacia las comunidades homosexuales de los Estados Unidos.
El descubrimiento del VIH
Los primeros casos de SIDA ocurrieron en 1981, varones homosexuales estadounidenses fueron diagnosticados con el síndrome. Los diagnósticos se llevaron a cabo después de que los médicos notaron infecciones oportunistas en los pacientes, como la neumonía por Pneumocystis Jirovecii, un hongo que únicamente es peligroso cuando el sistema inmunológico se encuentra muy dañado, o una forma inusual de cáncer, el sarcoma de Kaposi, que fue denominado por algún tiempo el cáncer gay debido a su constante aparición en hombres homosexuales. Los médicos y científicos comenzaron a enlistar las posibles causas de la inmunodeficiencia encontrada en estos hombres: uso constante de drogas recreativas, desnutrición, infecciones bacterianas repetidas y el consiguiente uso constante de antibióticos, estrés emocional o algún virus.
En 1983, el equipo de científicos del virólogo Luc Montagnier, del Instituto Pasteur de París, anunció el descubrimiento de un retrovirus (un tipo virus que se replica por medio de la enzima transcriptasa inversa) que destruía los linfocitos T CD4+ dentro del sistema linfático de un paciente con inmunodeficiencia. Este retrovirus fue llamado Virus Asociado de la Linfadenopatía (Lymphadenopathy Associated Virus, LAV). En 1984 Margaret Heckler, entonces la Secretaria de Salud de los Estados Unidos, anunció que el equipo científico dirigido por el doctor Robert Gallo había descubierto la posible causa del SIDA: un retrovirus que habían llamado Virus Linfotrópico de células T Humanas tipo III (Human T-Lymphotropic Virus type III, HTLV-III). Después de un conflicto entre los equipos de Montagnier y de Gallo por el crédito del descubrimiento del agente viral causante de la inmunodeficiencia, se llegó a un acuerdo y se estableció que el LAV y el HTLV-III eran el mismo retrovirus: el VIH. Desde entonces, las siglas VIH y SIDA se unieron de forma inseparable.
¿Cuál es el problema con este virus asesino? En realidad, hay varias cuestiones controversiales:
La relación entre el VIH y el SIDA
El retrovirus es causa de controversia en sí mismo y la relación entre el retrovirus y el SIDA lo es aún más. Aunque parece haber un consenso entre la comunidad científica, hay muchos científicos que no creen que el SIDA sea causado por el VIH y hay otros que, incluso, no creen que la existencia del VIH haya sido probada. Sus razones tendrán.
Estas opiniones alternativas han sido encajadas tramposamente dentro del llamado “negacionismo del SIDA” y es aquí donde hay que enfatizar un punto muy importante: estos científicos con opiniones alternativas no niegan la existencia del síndrome, que es evidente y real. Estos científicos niegan que un retrovirus sea el causante de la inmunodeficiencia y subrayan la existencia de pacientes con VIH que nunca desarrollan SIDA y la existencia de casos de SIDA en pacientes que no están infectados por VIH. El virólogo alemán Peter Duesberg ha afirmado que el VIH es un virus pasajero inofensivo y que no existen los virus lentos: cuando se trata de una infección viral, el paciente se enferma en cuestión de días, semanas o meses, pero no años o décadas (como en el caso del SIDA). Y hay más. Es muy extraño que un retrovirus mate células, en este caso el VIH, que supuestamente destruye los linfocitos T CD4+, debido a que, de hecho, se piensa que los retrovirus son una potencial causa de cáncer precisamente porque no destruyen las células: si el virus mata a la célula, ya no hay cáncer. Otros científicos piensan que la existencia del VIH no ha sido probada debidamente. La biofísica del Grupo de Perth Eleni Papadopoulos ha afirmado que “los datos disponibles en el presente no prueban la existencia del VIH”. Papadopoulos, además, está convencida de que el VIH nunca ha sido aislado correctamente y afirma que las partículas que aparecen en las micrografías electrónicas oficiales del VIH no están purificadas y que ni siquiera tienen las características morfológicas de un retrovirus.
Pero si, de acuerdo a estas opiniones alternativas, el VIH no es la causa del SIDA, entonces ¿qué causa la inmunodeficiencia? Recordemos que los primeros casos de SIDA fueron registrados en varones homosexuales que utilizaban drogas y, específicamente, una droga, el nitrito de amilo, un vasodilatador afrodisíaco. Los efectos de las drogas en el cuerpo humano son bien conocidos desde hace mucho tiempo: es sabido que, con el paso del tiempo, la cocaína y la anfetamina producen caquexia (anorexia, desnutrición y fatiga constante) y es sabido que el nitrito de amilo causa asfixia, intoxicación del hígado, intoxicación de los riñones, disfunción neurológica, destrucción del sistema inmunológico y hay estudios que muestran una relación estrecha entre el nitrito de amilo y el sarcoma de Kaposi. En otras palabras, la intoxicación prolongada por nitrito de amilo y por otras drogas puede causar inmunodeficiencia sin necesidad de ningún retrovirus.
En el comienzo de la investigación sobre el SIDA, se pensó que las causas de la inmunodeficiencia podrían ser la desnutrición, las infecciones bacterianas recurrentes y el consiguiente uso constante de antibióticos, estrés psicológico e incluso una combinación de dos o más de estos factores. Tan pronto como el LAV y el HTLV-III fueron anunciados, las demás opiniones fueron silenciadas de la noche a la mañana y todo el dinero y la atención fueron asignados a la teoría del SIDA como enfermedad viral.
El diagnóstico de la infección por VIH
Una segunda cuestión controversial es el diagnóstico de infección por VIH. Este diagnóstico se compone de dos tests, el ELISA (Enzyme Linked Immuno-Sorbent Assay) y el Western Blot. Estos tests no detectan al retrovirus, lo que detectan son unos anticuerpos específicos generados por el cuerpo, supuestamente destinados a atacar al retrovirus en cuestión. Debido a la baja especificidad del ELISA y a los falsos positivos que arroja, se ha encontrado que el test puede resultar positivo por muchas circunstancias y enfermedades que nada tienen que ver con una infección por VIH, tales como: presencia de anticuerpos generados de forma natural, artritis reumatoide, enfermedades autoinmunes, embarazo en mujeres multíparas, hepatitis, herpes simple tipo I y tipo II, hemofilia, insuficiencia renal, presencia de otros retrovirus, infección por mycobacterium leprae (lepra), neoplasia maligna (cáncer), terapia con interferón alfa, transplante de órgano, transfusión de sangre, infección por virus de Epstein- Barr (mononucleosis infecciosa), tuberculosis y un largo etcétera. En lo que respecta al Western Blot, se ha afirmado que el test no tiene la suficiente sensitividad y especificidad para ser confiable, además de que carece de un “patrón oro” para establecer la línea exacta entre un resultado positivo y un resultado indeterminado.
Un tercer test, el test de carga viral, está reservado para aquellas personas etiquetadas como VIH+. Este test que “define” la cantidad de VIH en el plasma sanguíneo del paciente infectado está basado en una técnica de biología molecular, la reacción en cadena de la polimerasa (conocida como PCR, Polymerase Chain Reaction), creada por el bioquímico Kary Mullis, ganador del premio Nobel de Química en 1993. Kary Mullis ha afirmado en más de una ocasión que la reacción en cadena de la polimerasa no sirve para contar virus y ha criticado duramente el mal uso que se le ha dado a su técnica.
En el África Subsahariana el diagnóstico de SIDA es bastante diferente y no utiliza tests. En lugar de los tests se utiliza la Definición de Bangui: un paciente que presenta fiebres, pérdida de peso, diarrea y ganglios inflamados en dos o más partes del cuerpo (generalmente en el cuello y en las axilas) es inmediatamente etiquetado como un caso de SIDA, aún cuando es sabido por la medicina que estos síntomas pueden ser causados por muchas otras enfermedades. Es decir, se está catalogando como infectados por un retrovirus a hombres y mujeres que padecen un cúmulo de enfermedades existentes en África desde hace mucho tiempo, principalmente infecciones respiratorias, infecciones gastrointestinales y parasitosis, propiciadas por la pobreza, por la desnutrición y por la falta de agua limpia. Está claro que es mucho más rentable vender antirretrovirales a los africanos que proporcionarles alimentos y agua potable.
El tratamiento de la infección por VIH
Como una tercera controversia tenemos en tratamiento de la infección por VIH. El VIH necesita una enzima para replicarse dentro de las células humanas: la transcriptasa inversa, así que las sustancias inhibidoras de la transcriptasa inversa bloquean la replicación viral. Pero estas sustancias, que son invariablemente tóxicas para el organismo, únicamente reducen la cantidad de VIH, no matan al virus por completo, por lo que la infección es incurable. La zidovudina o azidotimidina (AZT) es una de esas sustancias. Este veneno celular fue creado por Jerome Horwitz en 1964 y, originalmente, fue administrado a los pacientes con cáncer en dosis estrictamente controladas, pero fue descartado después debido a su alta toxicidad, que causaba la muerte de células enfermas y células sanas indiscriminadamente. En el caso de los pacientes diagnosticados con VIH/SIDA, la AZT fue administrada en dosis altas y constantes que no mataron al virus, sino a los pacientes. Los efectos documentados de la zidovudina en el cuerpo humano son muy peligrosos: muerte de las células que se reproducen rápidamente, destrucción de la mucosa intestinal, destrucción del sistema inmunológico y otros –es decir, la AZT tiene efectos parecidos a los que causaría el famoso VIH-.
Las drogas antirretrovirales han evolucionado a través del tiempo. Ahora hay muchos cócteles de antirretrovirales: dosis bajas de AZT, inhibidores de proteasa, inhibidores de la integrasa retroviral, inhibidores de transcriptasa análogos de nucleótido como el tenofovir disoproxil fumarato, cuya presentación comercial es Viread (de los laboratorios Gilead Sciences, los mismos inventores del fosfato de oseltamivir, conocido como Tamiflu). Estos nuevos fármacos antirretrovirales tienen efectos secundarios menores que los de la AZT inicial, pero eso no los hace inofensivos (provocan enfermedades cardiovasculares, daños al hígado y a los riñones y causan cambios en el aspecto físico) el paciente debe tomarlos de por vida y NO curan la enfermedad. A pesar de las enormes cantidades de dinero que se han invertido, a pesar de dos décadas de investigación y del personal médico disponible para encontrar una vacuna, el Síndrome de Inmuno-Deficiencia Adquirida sigue clasificado como una enfermedad sin cura, no hay vacunas, no hay tratamientos definitivos. De nuevo la versión oficial, una vez que un ser humano se ha infectado con el retrovirus, no hay poder sobre la faz de la tierra que le salve de una muerte lenta y segura; únicamente se le pueden administrar drogas para darle una esperanza de vida de quince años.
Por último, hay que notar a las multinacionales que ganan cantidades estratosféricas de dinero con la venta de los antirretrovirales: Abbott Laboratories, Boehringer Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, GlaxoSmithKline (que compró Burroughs Wellcome en 1995), Hoffmann-La Roche (Roche), Merck Sharp & Dohme (Merck) y Pfizer (que tiene como subsidiarias a Agouron, Upjohn, Warner Lambert y Wyeth). Estas farmacéuticas, con excepción de Boehringer Ingelheim y de Gilead Sciences, aparecen entre las doce compañías farmacéuticas con más ingresos. En una época en la que la medicina se ha convertido en un negocio descarado, en la que se promueve la enfermedad entre la población y ante la constante campaña de terror –no de prevención- del SIDA, lo más prudente es que cada persona se documente en un medio relativamente libre como lo es Internet, que compare la versión oficial del SIDA con las visiones alternativas y construya su propia opinión. En el caso de que la teoría oficial sobre el SIDA fuera errónea y que se tratara en realidad de un consenso científico prematuro, o peor aún, de una farsa planificada, estaríamos ante el negocio fraudulento más grande de la historia de la medicina.
El origen del VIH
El origen de este virus no se conoce con exactitud y se construyeron varias hipótesis para solucionar este problema. Hasta la fecha, la ortodoxia científica mantiene como verdad absoluta la teoría de que el VIH es una mutación del virus de la inmunodeficiencia de los simios, que en los inicios del siglo XX “saltó” (zoonosis) a los seres humanos en el África –así que esta teoría, de entrada, sugiere dos cosas: los humanos del África comían simios o mantenían relaciones sexuales con ellos-. Después, trabajadores haitianos que se encontraban en el Congo se infectaron con el VIH, llevándolo a Haití, desde donde el virus se propagó hacia las comunidades homosexuales de los Estados Unidos.
El descubrimiento del VIH
Los primeros casos de SIDA ocurrieron en 1981, varones homosexuales estadounidenses fueron diagnosticados con el síndrome. Los diagnósticos se llevaron a cabo después de que los médicos notaron infecciones oportunistas en los pacientes, como la neumonía por Pneumocystis Jirovecii, un hongo que únicamente es peligroso cuando el sistema inmunológico se encuentra muy dañado, o una forma inusual de cáncer, el sarcoma de Kaposi, que fue denominado por algún tiempo el cáncer gay debido a su constante aparición en hombres homosexuales. Los médicos y científicos comenzaron a enlistar las posibles causas de la inmunodeficiencia encontrada en estos hombres: uso constante de drogas recreativas, desnutrición, infecciones bacterianas repetidas y el consiguiente uso constante de antibióticos, estrés emocional o algún virus.
En 1983, el equipo de científicos del virólogo Luc Montagnier, del Instituto Pasteur de París, anunció el descubrimiento de un retrovirus (un tipo virus que se replica por medio de la enzima transcriptasa inversa) que destruía los linfocitos T CD4+ dentro del sistema linfático de un paciente con inmunodeficiencia. Este retrovirus fue llamado Virus Asociado de la Linfadenopatía (Lymphadenopathy Associated Virus, LAV). En 1984 Margaret Heckler, entonces la Secretaria de Salud de los Estados Unidos, anunció que el equipo científico dirigido por el doctor Robert Gallo había descubierto la posible causa del SIDA: un retrovirus que habían llamado Virus Linfotrópico de células T Humanas tipo III (Human T-Lymphotropic Virus type III, HTLV-III). Después de un conflicto entre los equipos de Montagnier y de Gallo por el crédito del descubrimiento del agente viral causante de la inmunodeficiencia, se llegó a un acuerdo y se estableció que el LAV y el HTLV-III eran el mismo retrovirus: el VIH. Desde entonces, las siglas VIH y SIDA se unieron de forma inseparable.
¿Cuál es el problema con este virus asesino? En realidad, hay varias cuestiones controversiales:
La relación entre el VIH y el SIDA
El retrovirus es causa de controversia en sí mismo y la relación entre el retrovirus y el SIDA lo es aún más. Aunque parece haber un consenso entre la comunidad científica, hay muchos científicos que no creen que el SIDA sea causado por el VIH y hay otros que, incluso, no creen que la existencia del VIH haya sido probada. Sus razones tendrán.
Estas opiniones alternativas han sido encajadas tramposamente dentro del llamado “negacionismo del SIDA” y es aquí donde hay que enfatizar un punto muy importante: estos científicos con opiniones alternativas no niegan la existencia del síndrome, que es evidente y real. Estos científicos niegan que un retrovirus sea el causante de la inmunodeficiencia y subrayan la existencia de pacientes con VIH que nunca desarrollan SIDA y la existencia de casos de SIDA en pacientes que no están infectados por VIH. El virólogo alemán Peter Duesberg ha afirmado que el VIH es un virus pasajero inofensivo y que no existen los virus lentos: cuando se trata de una infección viral, el paciente se enferma en cuestión de días, semanas o meses, pero no años o décadas (como en el caso del SIDA). Y hay más. Es muy extraño que un retrovirus mate células, en este caso el VIH, que supuestamente destruye los linfocitos T CD4+, debido a que, de hecho, se piensa que los retrovirus son una potencial causa de cáncer precisamente porque no destruyen las células: si el virus mata a la célula, ya no hay cáncer. Otros científicos piensan que la existencia del VIH no ha sido probada debidamente. La biofísica del Grupo de Perth Eleni Papadopoulos ha afirmado que “los datos disponibles en el presente no prueban la existencia del VIH”. Papadopoulos, además, está convencida de que el VIH nunca ha sido aislado correctamente y afirma que las partículas que aparecen en las micrografías electrónicas oficiales del VIH no están purificadas y que ni siquiera tienen las características morfológicas de un retrovirus.
Pero si, de acuerdo a estas opiniones alternativas, el VIH no es la causa del SIDA, entonces ¿qué causa la inmunodeficiencia? Recordemos que los primeros casos de SIDA fueron registrados en varones homosexuales que utilizaban drogas y, específicamente, una droga, el nitrito de amilo, un vasodilatador afrodisíaco. Los efectos de las drogas en el cuerpo humano son bien conocidos desde hace mucho tiempo: es sabido que, con el paso del tiempo, la cocaína y la anfetamina producen caquexia (anorexia, desnutrición y fatiga constante) y es sabido que el nitrito de amilo causa asfixia, intoxicación del hígado, intoxicación de los riñones, disfunción neurológica, destrucción del sistema inmunológico y hay estudios que muestran una relación estrecha entre el nitrito de amilo y el sarcoma de Kaposi. En otras palabras, la intoxicación prolongada por nitrito de amilo y por otras drogas puede causar inmunodeficiencia sin necesidad de ningún retrovirus.
En el comienzo de la investigación sobre el SIDA, se pensó que las causas de la inmunodeficiencia podrían ser la desnutrición, las infecciones bacterianas recurrentes y el consiguiente uso constante de antibióticos, estrés psicológico e incluso una combinación de dos o más de estos factores. Tan pronto como el LAV y el HTLV-III fueron anunciados, las demás opiniones fueron silenciadas de la noche a la mañana y todo el dinero y la atención fueron asignados a la teoría del SIDA como enfermedad viral.
El diagnóstico de la infección por VIH
Una segunda cuestión controversial es el diagnóstico de infección por VIH. Este diagnóstico se compone de dos tests, el ELISA (Enzyme Linked Immuno-Sorbent Assay) y el Western Blot. Estos tests no detectan al retrovirus, lo que detectan son unos anticuerpos específicos generados por el cuerpo, supuestamente destinados a atacar al retrovirus en cuestión. Debido a la baja especificidad del ELISA y a los falsos positivos que arroja, se ha encontrado que el test puede resultar positivo por muchas circunstancias y enfermedades que nada tienen que ver con una infección por VIH, tales como: presencia de anticuerpos generados de forma natural, artritis reumatoide, enfermedades autoinmunes, embarazo en mujeres multíparas, hepatitis, herpes simple tipo I y tipo II, hemofilia, insuficiencia renal, presencia de otros retrovirus, infección por mycobacterium leprae (lepra), neoplasia maligna (cáncer), terapia con interferón alfa, transplante de órgano, transfusión de sangre, infección por virus de Epstein- Barr (mononucleosis infecciosa), tuberculosis y un largo etcétera. En lo que respecta al Western Blot, se ha afirmado que el test no tiene la suficiente sensitividad y especificidad para ser confiable, además de que carece de un “patrón oro” para establecer la línea exacta entre un resultado positivo y un resultado indeterminado.
Un tercer test, el test de carga viral, está reservado para aquellas personas etiquetadas como VIH+. Este test que “define” la cantidad de VIH en el plasma sanguíneo del paciente infectado está basado en una técnica de biología molecular, la reacción en cadena de la polimerasa (conocida como PCR, Polymerase Chain Reaction), creada por el bioquímico Kary Mullis, ganador del premio Nobel de Química en 1993. Kary Mullis ha afirmado en más de una ocasión que la reacción en cadena de la polimerasa no sirve para contar virus y ha criticado duramente el mal uso que se le ha dado a su técnica.
En el África Subsahariana el diagnóstico de SIDA es bastante diferente y no utiliza tests. En lugar de los tests se utiliza la Definición de Bangui: un paciente que presenta fiebres, pérdida de peso, diarrea y ganglios inflamados en dos o más partes del cuerpo (generalmente en el cuello y en las axilas) es inmediatamente etiquetado como un caso de SIDA, aún cuando es sabido por la medicina que estos síntomas pueden ser causados por muchas otras enfermedades. Es decir, se está catalogando como infectados por un retrovirus a hombres y mujeres que padecen un cúmulo de enfermedades existentes en África desde hace mucho tiempo, principalmente infecciones respiratorias, infecciones gastrointestinales y parasitosis, propiciadas por la pobreza, por la desnutrición y por la falta de agua limpia. Está claro que es mucho más rentable vender antirretrovirales a los africanos que proporcionarles alimentos y agua potable.
El tratamiento de la infección por VIH
Como una tercera controversia tenemos en tratamiento de la infección por VIH. El VIH necesita una enzima para replicarse dentro de las células humanas: la transcriptasa inversa, así que las sustancias inhibidoras de la transcriptasa inversa bloquean la replicación viral. Pero estas sustancias, que son invariablemente tóxicas para el organismo, únicamente reducen la cantidad de VIH, no matan al virus por completo, por lo que la infección es incurable. La zidovudina o azidotimidina (AZT) es una de esas sustancias. Este veneno celular fue creado por Jerome Horwitz en 1964 y, originalmente, fue administrado a los pacientes con cáncer en dosis estrictamente controladas, pero fue descartado después debido a su alta toxicidad, que causaba la muerte de células enfermas y células sanas indiscriminadamente. En el caso de los pacientes diagnosticados con VIH/SIDA, la AZT fue administrada en dosis altas y constantes que no mataron al virus, sino a los pacientes. Los efectos documentados de la zidovudina en el cuerpo humano son muy peligrosos: muerte de las células que se reproducen rápidamente, destrucción de la mucosa intestinal, destrucción del sistema inmunológico y otros –es decir, la AZT tiene efectos parecidos a los que causaría el famoso VIH-.
Las drogas antirretrovirales han evolucionado a través del tiempo. Ahora hay muchos cócteles de antirretrovirales: dosis bajas de AZT, inhibidores de proteasa, inhibidores de la integrasa retroviral, inhibidores de transcriptasa análogos de nucleótido como el tenofovir disoproxil fumarato, cuya presentación comercial es Viread (de los laboratorios Gilead Sciences, los mismos inventores del fosfato de oseltamivir, conocido como Tamiflu). Estos nuevos fármacos antirretrovirales tienen efectos secundarios menores que los de la AZT inicial, pero eso no los hace inofensivos (provocan enfermedades cardiovasculares, daños al hígado y a los riñones y causan cambios en el aspecto físico) el paciente debe tomarlos de por vida y NO curan la enfermedad. A pesar de las enormes cantidades de dinero que se han invertido, a pesar de dos décadas de investigación y del personal médico disponible para encontrar una vacuna, el Síndrome de Inmuno-Deficiencia Adquirida sigue clasificado como una enfermedad sin cura, no hay vacunas, no hay tratamientos definitivos. De nuevo la versión oficial, una vez que un ser humano se ha infectado con el retrovirus, no hay poder sobre la faz de la tierra que le salve de una muerte lenta y segura; únicamente se le pueden administrar drogas para darle una esperanza de vida de quince años.
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