A punto de llegar
al centro de la ciudad vía Xalapeños Ilustres el pasado 21 de febrero, cuál
sería mi sorpresa al ver una corona de flores, afuera de Banamex, que celebraba
el natalicio de Antonio López de Santa Anna. Y digo sorpresa porque a pesar de
que el otrora conocido por sus contemporáneos como el libertador de Veracruz y
fundador de la república es uno de los xalapeños ilustres, no conozco una
calle, parque o edificio con su nombre; mucho menos una estatua que lo recuerde.
¿Por qué los xalapeños se han empeñado en olvidar, en mi opinión, al personaje
más importante de la primera mitad del siglo XIX en México, para bien o para
mal?
La leyenda negra
fabricada alrededor de la figura de Santa Anna tuvo y tiene un propósito que en
nada contribuye a la construcción de una memoria histórica que nos permita
comprender, en lugar de juzgar, al convulso periodo que va de la consumación de
la independencia y hasta la república restaurada. Responsabilizar a un
individuo de los grandes males de una Nación olvida el hecho de que la historia
no es, como quería Thomas Carlyle, un proceso dominado por la voluntad de los
grandes hombres sino por la intervención y defensa de los intereses y proyectos
de minorías y de mayorías.
La historia es
una construcción social, un encuentro de voluntades de la sociedad en su
conjunto, una lucha por definir el rumbo a partir de imaginarios colectivos, de
memoria histórica. Por eso resulta muy grave que una comunidad como la xalapeña
se empeñe en enterrar la presencia de uno de sus hijos más conocidos, mutilando
así su pasado en un falso ejercicio de pudor, mientras alaba a los gobernantes
contemporáneos, carentes de relevancia histórica, con estatuas, homenajes y
calles o edificios con su nombre. La relevancia histórica está dada por el
impacto que la acción de una persona tuvo y tiene en la vida de muchas personas
y que además permanece en el tiempo, como una huella indeleble de la morfología
social.
¿Cómo olvidar que
gracias a Santa Anna Veracruz amplió sus fronteras hacia el oeste, desde
Acajete hasta Perote? ¿Cómo olvidar que fue el llamado héroe de Cempoala el que,
junto con el gral. Terán, echaron abajo los planes de reconquista de Barradas
en Tampico en 1829? Negar lo anterior, para calificarlo como un traidor a la
patria por su derrota en Texas o la venta de la Mesilla, pasa por alto el hecho
de que Santa Anna fue muy útil para mantener los privilegios de los grupos
económicamente dominantes de la época, tanto liberales como conservadores. En buena
medida fue un títere, voluble, parrandero e ignorante- de los grandes intereses
económicos de la época.
Probablemente
aquí radique la clave para comprender ese olvido fabricado por los que más se
beneficiaron con sus gobiernos. Cuando el ejército de los EEUU invadió México
en 1846, la derrota no puede achacarse exclusivamente a Santa Anna y su
egocentrismo –que por lo demás parece ser el elemento central de la mentalidad
de los políticos y sus patrones, los dueños del dinero, a lo largo de nuestra
vida independiente y contemporánea. Esa derrota fue consecuencia de la
indiferencia y cálculo egoísta de terratenientes y comerciantes, que
prefirieron aliarse con los invasores para mantener sus propiedades en lugar de
hacerles frente en defensa de la identidad nacional. Bueno, hasta la iglesia
católica, con el arzobispo a la cabeza, se olvidaron momentáneamente de sus
diferencias con la fe protestante de los yanquis –tan anatemizada en otros
momentos- para conservar capital y privilegios negociando con los infieles
invasores.
El olvido
interesado de su Alteza Serenísima –título asignado por sus esos que después lo
condenaron- en la historia de México y de Xalapa no es entonces otra cosa que
una maniobra elaborada por los poderosos de la época para ocultar que fueron
ellos los verdaderos traidores a la patria ayer, hoy y siempre. Después vendrían
los liberales, que al derrotar a los conservadores se dedicaron a defenestrar a
sus opositores, con Santa Anna como la bestia negra, para construirse una
imagen de salvadores de la Nación. No pretendo, en todo caso, alabarlo pero
menos achacarle toda la responsabilidad. Lo que me interesa decir aquí es que
la mutilación de la memoria histórica no es un hecho desinteresado y natural
sino todo lo contrario: una maniobra con objetivos claros para defender
intereses y negar responsabilidades.
Por todo lo anterior,
celebro que un grupo de ciudadanos haya tenido el valor civil de colocar una
corona que recuerde el nacimiento de Santa Anna en Xalapa. Por muy doloroso que
pueda ser, hurgar en las heridas de nuestra historia patria es un ejercicio
necesario para reconstruir nuestro pasado y comprender el presente. Para
comprender que la manipulación de la historia, de la memoria, no es privativa
del ayer sino que es una operación permanente en el presente que no tiene otro
propósito que el de mantener privilegios y aumentar el poder de unos cuantos, haciéndolos
aparecer como salvadores de la república. Para comprender que la historia la
hacemos todos y que, en consecuencia, tenemos la responsabilidad de participar
en ella, impidiendo así que unos cuantos marquen el rumbo y el futuro, a su
conveniencia, de nuestras vidas y nuestra memoria.
3 comentarios:
Muy controversial su actuación, pero fue 11 veces Presidente de México
Muy controversial su actuación, pero fue 11 veces Presidente de México
ES EL GENERAL QUE MAS BATALLAS ENFRENTO DE AMERICA
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