sábado, 22 de febrero de 2014

Santa Anna en su natalicio y la mutilación de la memoria histórica


A punto de llegar al centro de la ciudad vía Xalapeños Ilustres el pasado 21 de febrero, cuál sería mi sorpresa al ver una corona de flores, afuera de Banamex, que celebraba el natalicio de Antonio López de Santa Anna. Y digo sorpresa porque a pesar de que el otrora conocido por sus contemporáneos como el libertador de Veracruz y fundador de la república es uno de los xalapeños ilustres, no conozco una calle, parque o edificio con su nombre; mucho menos una estatua que lo recuerde. ¿Por qué los xalapeños se han empeñado en olvidar, en mi opinión, al personaje más importante de la primera mitad del siglo XIX en México, para bien o para mal? 

La leyenda negra fabricada alrededor de la figura de Santa Anna tuvo y tiene un propósito que en nada contribuye a la construcción de una memoria histórica que nos permita comprender, en lugar de juzgar, al convulso periodo que va de la consumación de la independencia y hasta la república restaurada. Responsabilizar a un individuo de los grandes males de una Nación olvida el hecho de que la historia no es, como quería Thomas Carlyle, un proceso dominado por la voluntad de los grandes hombres sino por la intervención y defensa de los intereses y proyectos de minorías y de mayorías. 

La historia es una construcción social, un encuentro de voluntades de la sociedad en su conjunto, una lucha por definir el rumbo a partir de imaginarios colectivos, de memoria histórica. Por eso resulta muy grave que una comunidad como la xalapeña se empeñe en enterrar la presencia de uno de sus hijos más conocidos, mutilando así su pasado en un falso ejercicio de pudor, mientras alaba a los gobernantes contemporáneos, carentes de relevancia histórica, con estatuas, homenajes y calles o edificios con su nombre. La relevancia histórica está dada por el impacto que la acción de una persona tuvo y tiene en la vida de muchas personas y que además permanece en el tiempo, como una huella indeleble de la morfología social.

¿Cómo olvidar que gracias a Santa Anna Veracruz amplió sus fronteras hacia el oeste, desde Acajete hasta Perote? ¿Cómo olvidar que fue el llamado héroe de Cempoala el que, junto con el gral. Terán, echaron abajo los planes de reconquista de Barradas en Tampico en 1829? Negar lo anterior, para calificarlo como un traidor a la patria por su derrota en Texas o la venta de la Mesilla, pasa por alto el hecho de que Santa Anna fue muy útil para mantener los privilegios de los grupos económicamente dominantes de la época, tanto liberales como conservadores. En buena medida fue un títere, voluble, parrandero e ignorante- de los grandes intereses económicos de la época. 

Probablemente aquí radique la clave para comprender ese olvido fabricado por los que más se beneficiaron con sus gobiernos. Cuando el ejército de los EEUU invadió México en 1846, la derrota no puede achacarse exclusivamente a Santa Anna y su egocentrismo –que por lo demás parece ser el elemento central de la mentalidad de los políticos y sus patrones, los dueños del dinero, a lo largo de nuestra vida independiente y contemporánea. Esa derrota fue consecuencia de la indiferencia y cálculo egoísta de terratenientes y comerciantes, que prefirieron aliarse con los invasores para mantener sus propiedades en lugar de hacerles frente en defensa de la identidad nacional. Bueno, hasta la iglesia católica, con el arzobispo a la cabeza, se olvidaron momentáneamente de sus diferencias con la fe protestante de los yanquis –tan anatemizada en otros momentos- para conservar capital y privilegios negociando con los infieles invasores.

El olvido interesado de su Alteza Serenísima –título asignado por sus esos que después lo condenaron- en la historia de México y de Xalapa no es entonces otra cosa que una maniobra elaborada por los poderosos de la época para ocultar que fueron ellos los verdaderos traidores a la patria ayer, hoy y siempre. Después vendrían los liberales, que al derrotar a los conservadores se dedicaron a defenestrar a sus opositores, con Santa Anna como la bestia negra, para construirse una imagen de salvadores de la Nación. No pretendo, en todo caso, alabarlo pero menos achacarle toda la responsabilidad. Lo que me interesa decir aquí es que la mutilación de la memoria histórica no es un hecho desinteresado y natural sino todo lo contrario: una maniobra con objetivos claros para defender intereses y negar responsabilidades.

Por todo lo anterior, celebro que un grupo de ciudadanos haya tenido el valor civil de colocar una corona que recuerde el nacimiento de Santa Anna en Xalapa. Por muy doloroso que pueda ser, hurgar en las heridas de nuestra historia patria es un ejercicio necesario para reconstruir nuestro pasado y comprender el presente. Para comprender que la manipulación de la historia, de la memoria, no es privativa del ayer sino que es una operación permanente en el presente que no tiene otro propósito que el de mantener privilegios y aumentar el poder de unos cuantos, haciéndolos aparecer como salvadores de la república. Para comprender que la historia la hacemos todos y que, en consecuencia, tenemos la responsabilidad de participar en ella, impidiendo así que unos cuantos marquen el rumbo y el futuro, a su conveniencia, de nuestras vidas y nuestra memoria.

3 comentarios:

Jorge Pérez Quintos dijo...

Muy controversial su actuación, pero fue 11 veces Presidente de México

Jorge Pérez Quintos dijo...

Muy controversial su actuación, pero fue 11 veces Presidente de México

Anónimo dijo...

ES EL GENERAL QUE MAS BATALLAS ENFRENTO DE AMERICA