En los últimos días del nefasto
sexenio de Calderón los balances y críticas coinciden en señalar el enorme
costo político que ha tenido su fallida guerra contra el narcotráfico y su política
económica. Si ya en 2006 la ciudadanía se mostraba desconfiada de sus
instituciones y sus gobernantes, seis años después la debacle se acentúa,
demostrando así las consecuencias de la pésima gestión del también conocido
como el señor de Los Vinos. A pesar de su último esfuerzo mediático para cerrar
fuerte como si estuviera en campaña, éste se ha caracterizado por un
triunfalismo obsesivo que demuestra su soberbia política y la ausencia de la
autocrítica. Su efecto ha sido nulo pues las evidencias de sus fracasos
empiezan a ser más visibles.
Los resultados de la quinta Encuesta Nacional sobre
Cultura, Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP 2012), realizada por la
secretaría de Gobernación y la organización Friedrich Naumann Stiftung, no dejan lugar a dudas: ante el deterioro de
la economía familiar y la ola de violencia los ciudadanos coinciden en priorizar
el desarrollo económico por encima de la democracia representativa como sistema
de gobierno. Las consecuencias negativas del calderonato han generado mayor pobreza
y desilusión ante el fracaso de la supuesta transición democrática. Es así como
va tomando fuerza el argumento de que es necesario sacrificar los mínimos
avances en materia política para obtener mejores beneficios materiales.
Una
de las instituciones más raspadas por los resultados de las encuestas fue el
Instituto Federal Electoral (IFE) pero también el ejército, la iglesia. Y los
patitos feos siguen siendo los partidos políticos, los sindicatos y, en el
honroso último lugar, nuestros flamantes legisladores, a pesar de todo lo que
gastan en spots para mejorar lo inmejorable: su pésima imagen pública. Por su
parte, las fuerzas armadas, que gozaban de cierto prestigio entre la población,
apenas seis años atrás, hoy no parecen despertar el mismo entusiasmo, gracias al
enorme desgaste que han sufrido por sus labores policiales, que las han colocado
como una de las instituciones con más acusaciones de violaciones de derechos
humanos en el país.
Los
escándalos provocados por la decadencia de la iglesia católica le han pasado la
factura y al igual que el ejército hoy es vista con mayor reserva por parte de
una ciudadanía mayoritariamente católica, aunque no con el vigor de hace veinte
años. El caso de Marcial Maciel sin duda ha tenido mucho que ver con lo
anterior aunque habría que señalar que el caos social que vivimos ha persuadido
a muchos a buscar consuelo en la religión. Para su desgracia, el Vaticano y sus
socios no han logrado capitalizar semejante tendencia mientras que otras opciones
han crecido, como sería el caso del culto a la Santa Muerte, a Malverde o a
infinidad de sectas religiosas cristianas, que resultan un claro ejemplo de que
la necesidad de buscar protección divina ha crecido por fuera de la iglesia
católica.
Otro
dato relevante es que el 56% de los encuestados considera prácticamente
imposible que las cosas cambien en el sistema político, contrastando con el
dato de que cada vez más ciudadanos consideran que la solución a sus problemas
no vendrá del presidente de la república sino de su propia acción política. Si bien
la clara decadencia del presidencialismo puede resultar positiva –no hace mucho
era visto como la única institución capaz de cambiar la realidad- habría que
considerar que la mayoría de los encuestados considera que las cosas van a
empeorar y que la política es una actividad muy complicada. La ambigüedad de
cara a la participación política parece ser la constante pues si bien se
empieza a pensar en alternativas para gestionar demandas, al mismo tiempo se considera
a la política como algo difícil de comprender. La idea del cambio parece lejana
aunque el hecho de concebir una participación
alternativa a la política institucional, partidista y electoral, puede resultar
positivo en el largo plazo.
Así
las cosas, el desastre sexenal deja como herencia mayor pobreza y una resaca social,
proveniente del fracaso de la transición política, que parece ampliar las
posibilidades de eliminar el disfrute de derechos a cambio de frijoles. El caso
de la reforma laboral parece ser un indicador fiel de lo anterior, pues
utilizando el garlito de generar más y mejores empleos a costa de derechos ha logrado
salir adelante sin mucha oposición en las calles. En todo caso los resultados
de la ENCUP 2012 nos muestran una fotografía bastante pesimista de la situación
en la que nos encontramos. Y si bien algunos datos pueden resultar
esperanzadores, el régimen político y el proyecto económico parecen
fortalecerse toda vez que la salida autoritaria es una posibilidad, en el
entendido de que sólo así se podrá recobrar el crecimiento económico. La
mentira es enorme pero parece estar funcionando, con las limitaciones del caso ya
que los encuestados creen que las cosas no van a mejorar. Y supongo que se
refieren tanto al ámbito político como al económico. ¿Será este hecho
suficiente para articular una rebelión popular?
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