viernes, 16 de noviembre de 2012

El calderonato reforzó el autoritarismo y la pobreza en México

En los últimos días del nefasto sexenio de Calderón los balances y críticas coinciden en señalar el enorme costo político que ha tenido su fallida guerra contra el narcotráfico y su política económica. Si ya en 2006 la ciudadanía se mostraba desconfiada de sus instituciones y sus gobernantes, seis años después la debacle se acentúa, demostrando así las consecuencias de la pésima gestión del también conocido como el señor de Los Vinos. A pesar de su último esfuerzo mediático para cerrar fuerte como si estuviera en campaña, éste se ha caracterizado por un triunfalismo obsesivo que demuestra su soberbia política y la ausencia de la autocrítica. Su efecto ha sido nulo pues las evidencias de sus fracasos empiezan a ser más visibles.

Los resultados de la quinta Encuesta Nacional sobre Cultura, Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP 2012), realizada por la secretaría de Gobernación y la organización Friedrich Naumann Stiftung,  no dejan lugar a dudas: ante el deterioro de la economía familiar y la ola de violencia los ciudadanos coinciden en priorizar el desarrollo económico por encima de la democracia representativa como sistema de gobierno. Las consecuencias negativas del calderonato han generado mayor pobreza y desilusión ante el fracaso de la supuesta transición democrática. Es así como va tomando fuerza el argumento de que es necesario sacrificar los mínimos avances en materia política para obtener mejores beneficios materiales.

Una de las instituciones más raspadas por los resultados de las encuestas fue el Instituto Federal Electoral (IFE) pero también el ejército, la iglesia. Y los patitos feos siguen siendo los partidos políticos, los sindicatos y, en el honroso último lugar, nuestros flamantes legisladores, a pesar de todo lo que gastan en spots para mejorar lo inmejorable: su pésima imagen pública. Por su parte, las fuerzas armadas, que gozaban de cierto prestigio entre la población, apenas seis años atrás, hoy no parecen despertar el mismo entusiasmo, gracias al enorme desgaste que han sufrido por sus labores policiales, que las han colocado como una de las instituciones con más acusaciones de violaciones de derechos humanos en el país.

Los escándalos provocados por la decadencia de la iglesia católica le han pasado la factura y al igual que el ejército hoy es vista con mayor reserva por parte de una ciudadanía mayoritariamente católica, aunque no con el vigor de hace veinte años. El caso de Marcial Maciel sin duda ha tenido mucho que ver con lo anterior aunque habría que señalar que el caos social que vivimos ha persuadido a muchos a buscar consuelo en la religión. Para su desgracia, el Vaticano y sus socios no han logrado capitalizar semejante tendencia mientras que otras opciones han crecido, como sería el caso del culto a la Santa Muerte, a Malverde o a infinidad de sectas religiosas cristianas, que resultan un claro ejemplo de que la necesidad de buscar protección divina ha crecido por fuera de la iglesia católica.

Otro dato relevante es que el 56% de los encuestados considera prácticamente imposible que las cosas cambien en el sistema político, contrastando con el dato de que cada vez más ciudadanos consideran que la solución a sus problemas no vendrá del presidente de la república sino de su propia acción política. Si bien la clara decadencia del presidencialismo puede resultar positiva –no hace mucho era visto como la única institución capaz de cambiar la realidad- habría que considerar que la mayoría de los encuestados considera que las cosas van a empeorar y que la política es una actividad muy complicada. La ambigüedad de cara a la participación política parece ser la constante pues si bien se empieza a pensar en alternativas para gestionar demandas, al mismo tiempo se considera a la política como algo difícil de comprender. La idea del cambio parece lejana aunque el hecho de concebir  una participación alternativa a la política institucional, partidista y electoral, puede resultar positivo en el largo plazo.

Así las cosas, el desastre sexenal deja como herencia mayor pobreza y una resaca social, proveniente del fracaso de la transición política, que parece ampliar las posibilidades de eliminar el disfrute de derechos a cambio de frijoles. El caso de la reforma laboral parece ser un indicador fiel de lo anterior, pues utilizando el garlito de generar más y mejores empleos a costa de derechos ha logrado salir adelante sin mucha oposición en las calles. En todo caso los resultados de la ENCUP 2012 nos muestran una fotografía bastante pesimista de la situación en la que nos encontramos. Y si bien algunos datos pueden resultar esperanzadores, el régimen político y el proyecto económico parecen fortalecerse toda vez que la salida autoritaria es una posibilidad, en el entendido de que sólo así se podrá recobrar el crecimiento económico. La mentira es enorme pero parece estar funcionando, con las limitaciones del caso ya que los encuestados creen que las cosas no van a mejorar. Y supongo que se refieren tanto al ámbito político como al económico. ¿Será este hecho suficiente para articular una rebelión popular?

No hay comentarios: