domingo, 11 de octubre de 2009

Una piedrita en el zapato. Antichrist de Lars Von Trier

Este año en Cannes, la nueva película de Lars Von Trier, Anticrhist, desató una fuerte polémica. La película protagonizada por Williem Defoe (La última tentación de Cristo, Manderlay, American Psycho) y Charlotte Gainsbourg(21 gramos, Paroles et Musique), es un ejercicio de sadismo en el que una pareja intenta superar sus miedos después de la muerte de su hijo; violencia, sexo, confusión y miedo son tres fantasmas girando alrededor de esta nueva cinta cinematográfica.

La película, filmada en Alemania y dedicada a Andrei Tarkovsky, está dividida en tres partes: grief (dolor, pena), pain (sufrimiento), y despair (desesperación). Al principio, el film nos muestra un primer plano con el nombre del director (dándose así muchísima importancia como director), seguido del título de la película; a continuación, sigue una maravillosa secuencia musicalizada con ópera: planos en blanco y negro de una habitación en la que los protagonistas aparecen haciendo el amor, mientras su hijo se tira por la ventana y muere.

La madre se sume en una tremenda depresión, algo lógico despues de perder a un hijo. William Defoe, terapeuta, quien muestra tener más temple ante la muerte de su primogénito, rompe la regla básica de la psiquiatría que prohibe tratar a seres queridos, y decide ayudar a su mujer convirtiéndola en su paciente. El tratamiento, asfixiante y opresivo, consiste en enfrentar a Charlotte Gainsburg con sus peores miedos: un bosque llamado Edén dónde tiempo atrás ella pasó un verano con su hijo para terminar su tesis sobre el asesinato de mujeres en la antigüedad. Es precisamente en ese bosque donde transcurre casi todo el resto de la película, lo que, desde que llegan al mentado lugar, se deja intuir una de esas películas de terror en la que los protagonistas, habiéndose apartado de la civilización, sueltan en volandas sus instintos más bajos. Así es, una película de terror, sádica por demás e intimista como todos los trabajos de Lars Von Trier, quién ha declarado que esta película le sirvió para superar una de sus últimas crisis emocionales.

Aunque alejada sustancialmente del Dogma, ese grito de identidad lanzado por Lars hace unos años, la película conserva los maravillosos elementos visuales tan característicos del director. A las actuaciones no les pongo un pero, apoyo totalmente la entrega del premio a Charlotte Gainsburg por mejor actriz en Cannes; de Williem hay poco que decir después de su larga carrera. Sin embargo, la linea narrativa es algo débil y a tientas predecible, pareciera que Lars Von Trier se vio obligado a incluir segmentos verdaderamente absurdos que fallan al buscar un impacto en el público, como en el que un zorro le dice literlalmente a Williem Defoe que el caos reina.

La película ha sido muy criticada por el abigarrado simbolismo (a la Tarkovsky pero sin asideros) que está presente durante toda la película, incluso, uno de los símbolos más importantes (la triada de los tres mendigos) es una falsa referencia. Entre sus innumerables guiños simbolistas (bíblicos, cabalísticos, cinematográficos, etc) nada queda sustancialmente en pie, como para que uno sienta que no le están tomando el pelo. En cuanto al tema del anticristo, es difícil precisar si Trier hace referencia a la naturaleza humana (la femenina sobre todo) como el origen de todos los males, o a su ya tan calumniada terapia que, después de todo, le ha servido como fuente de inspiración y máscara espectacular.

En Cannes, cuando le preguntaron qué fue lo que quiso decir dijo: No tengo que justificarme. Yo hago películas y ésta es fruto de la voluntad de Dios. Además, yo soy el mejor director de cine del mundo” menuda soberbia continuó hablando “No me debo a la audiencia sino a mí mismo. Hago las películas para mí. Ustedes son sólo mis invitados”. Finalmente concluyó que la película se trata “un sueño dentro de una película”.

Al parecer, Lars Von Trier está encantado con la reacción que desencadenó su película. Era de esperarse, después de todo una de sus consignas cinematográficas dicha alguna vez en una entrevista, pregonaba que “una película debe ser como una piedra en el zapato”. Si de eso se trataba todo, entonces no hay nada que reclamarle, pocos se quedan impávidos ante sexo en el bosque, ablaciones y penes sangrantes.


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