A pocos días de
que se cumplan 17 años de la firma de los Acuerdos de San Andrés convendría
recordar el significado de esa coyuntura y cuáles fueron las consecuencias de
su incumplimiento gracias a la calculada traición de Zedillo y toda la runfla
de políticos que, independientemente de su color, formaron parte de ella.
Para empezar, las
reformas electorales de 1996 fueron ofrecidas a los partidos y sus dirigentes a
cambio de apoyar la política paramilitar de Zedillo en Chiapas para cerrarle el
paso al movimiento zapatista y su visión política. Gracias a la partidización -que
no ciudadanización como algunos ilusos insisten en distinguir a la reforma electoral-
el sistema político logró cambiar para mantener el autoritarismo, sólo que
ahora compartido entre las fuerzas políticas institucionales. Y si cree que
exagero le voy a recordar que años después, dicho pacto político se materializó
cuando en el Senado la traición se consumó con el voto de todos los partidos
para sacar adelante el proyecto de ley indígena de Diego Fernández y Manuel
Bartlett, que contó, cómo olvidarlo, con el voto de la izquierda de arriba, con Lázaro Cárdenas Batel a la cabeza.
Asimismo, ese año
de 1996 dio paso a la etapa de militarización que hoy vivimos, dándole a las
fuerzas armadas un papel central en la contención del descontento social, a
falta de acuerdos políticos que no sólo beneficiaran a los cacicazgos
políticos. La matanza de Acteal fue el ensayo general de una estrategia
sostenida en la creación de fuerzas paramilitares, asesoradas y mantenidas por
las fuerzas armadas, para hacerle el trabajo sucio al sistema político. El autoritarismo se reforzó, pues las reformas neoliberales y el empobrecimiento concomitante era y es el proyecto de los dueños del dinero. La 'democracia' sería para los de arriba, para venderla com panacea, pero sus promotores sabáin muy bien que la protesta social iba a crecer.
Y otro detalle
que nos recuerda aquélla coyuntura que
tanto prometía para la sustitución del viejo sistema político posrevolucionario
fue que gracias a la traición de Zedillo
y los dirigentes de las fuerzas políticas institucionales se canceló la oportunidad
de enterrar de una vez y para siempre el viejo régimen que, a cambio de migajas
materiales ha negado cualquier oportunidad de hacer de este país un lugar más
justo y digno para sus habitantes. Esto permitió el falso regreso del PRI a Los
Pinos y fortaleció la tendencia a que el sistema político se siga cerrando
sobre sí mismo. Como se ve el costo que estamos pagando por aquella traición
nos sigue pasando la factura.
De acuerdo al texto de "Los
acuerdos de San Andrés, 17 años después" de
Luis Hernández Navarro, y para abundar en lo dicho
arriba, la transición política mexicana fue el resultado de una alianza entre
Zedillo y los partidos políticos, que marginó del proceso al EZLN y a
todas las fuerzas políticas que los apoyaban. Dio así inicio la etapa
(terminal) del sistema político posrevoucionario -también llamada por muchos
'transición política' y que hoy pretende reeditarse. Por eso la llamo terminal:
en lugar de abrirse a la sociedad se cierra cada vez más sobre sí misma (reelección,
bipartidismo regional, partidos verticales, burocracias eternas), síntoma evidente
de su decrepitud, su disfuncionalidad. La ciudadanización del subsistema
electoral fue en realidad su partidización, lo que hoy nadie pondría en tela de
juicio, ni los propios transitólogos.
Escribe Hernández Navarro al respecto:
"... esta negociación reforzó el monopolio
partidario de la representación política, dejó fuera de la representación
institucional a muchas fuerzas políticas y sociales no identificadas con estos
partidos, y conservó, prácticamente intacto, el poder de los líderes de las organizaciones
corporativas de masas...
En esas circunstancias, el gobierno federal hizo
abortar los acuerdos de San Andrés. Incumplió su compromiso de promover una
reforma constitucional sobre derechos y cultura indígenas… de manera paralela al diálogo con el EZLN y
sus aliados, la administración de Zedillo impulsó con los partidos un pacto
que dio a luz una nueva reforma política definitiva.” (El subrayado es mio)
La piedra en el zapato del sistema -hoy más
que nunca con el PRI en la presidencia- fue y es el EZLN, que forma parte
destacadísima de las acciones que han tomado pueblos y comunidades para
enfrentar el franco deterioro de sus condiciones de vida como consecuencia del
nuevo 'modelo de desarrollo' . Lo que se pretendió resolver con una traición,
beneficiando a los dirigentes partidistas y sus anhelos 'democráticos', acabó
simplemente dejando el conflicto 'latente', alimentando la ilusión de que los
zapatistas desistirían o simplemente, y para confirmar su racismo, no estarían
a la altura de las circunstancias. Hoy, frente a la fuerza de sus acciones y el
fortalecimiento de sus sistemas normativos, Peña pretende reeditar la política
de 'ni te veo ni te oigo' cerrando más el sistema para mantener un remedo de
'control político'... hasta donde el cuerpo aguante. El Pacto por México,
más allá de su esencia propagandística, se explica por la necesidad de que los
cacicazgos partidistas y las dirigencias sindicales que los apoyan cierren
filas frente al deterioro del estado de derecho y el fortalecimiento de
opciones políticas que lo desafían.
No sería demasiada arriesgado suponer que, al igual
que en 1996 la sociedad se mantenga al margen, pero un sector significativo de
ella puede hacer la diferencia y poner en el mapa la reedición de los acuerdos
de San Andrés, agotando todos los espacios que se habían abierto 17 años atrás
para reconfigurar el sistema político. El acierto del texto de Hernández
Navarro radica en colocar al movimiento zapatista en el centro de la tan traída
y llevada 'transición democrática' que hoy, de cara a su fracaso, parece querer
ser manipulada para que todo siga igual. La opción autoritaria parece ser la más
fuerte. Hoy estamos viviendo en un país que poco imaginaron en aquellos años en
que México arribó a la 'democracia'. La pobreza y la militarización parecen las
dos caras de una misma moneda; el desprestigio de todo el estado de derecho y
sus instituciones se mantiene y crece, particularmente los partidos políticos y
todo el sistema de representación política.
La otra opción no puede ser otra que impulsar la
lucha zapatista para crear un mundo donde quepan muchos mundos. Un mundo ajeno
al control de los pocos sobre los muchos, caracterizado por sus enormes
desigualdades. El único polo político que tiene una propuesta con un alto
sentido ético y que está convencido del agotamiento del régimen, es la del
EZLN. Los partidos políticos y el estado de derecho se encuentran muy
debilitados pero mantienen los hilos del poder institucional y la capacidad
para reprimir. Los hechos no están consumados y las opciones están claras.
Habrá que elegir sobre la marcha, caminando con otros para definir el destino
caminando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario