De
cara a la urgente modernización de la dependencia económica
mexicana para con la
economía estadounidense
-toda vez que las posibilidades del triunfo de MORENA en el 2018 van
viento en popa gracias a sus
alianzas con sectores de la oligarquía descontentos con el gobierno
de Peña- la discusión no radica en las eventuales ventajas o
desventajas económicas
para los habitantes de
México sino en las posibilidades de que la militarización
y la consecuente guerra
civil que vivimos se profundice.
Tres
factores incidirían en agudización de la crisis humanitaria: el
aumento de la pobreza y la desigualdad como consecuencia de un
crecimiento de la depredación de los recursos naturales y el
consecuente desplazamiento de la población asentada en los
territorios en disputa; el incremento de la intervención militar del
Pentágono para el mantener,principalmente,
las inversiones
extranjeras protegidas de la insurgencia popular; y claro,
el fortalecimiento del narcoestado para mantener el modelo político
cuya principal misión en mantener el status
quo a como del
lugar.
No
se mencionarán
aquí las incontables cifras que demuestran que el éxito del TLCAN
ha sido sólo para las grandes transnacionales y sus testaferros
mexicanos. Baste decir que en los últimos 23 años la economía
mexicana, de acuerdo con el informe del Centro para la investigación
Política y Económica (CEPR, en inglés) ha crecido a un ritmo
menor que el resto de los países latinoamericanos. En el informe,
titulado “Did NAFTA help México?” el CEPR afirma que México se
encuentra en el lugar 15 de 20 países latinoamericanos en el
crecimiento del PIB per cápita, entre 1994 y 2016, lo que ilustra en
números el desastre en el nivel de vida de millones de mexicanos,
provocado en gran parte por el TLCAN. La tasa de pobreza es de 55.1%,
mas alta que en 1994, por lo que mas de 20 millones de mexicanos se
ha desplazado por debajo de la línea de pobreza en
ese periodo.
El impacto se ha concentrado sobre todo en la población rural: entre
1991 y 2007 casi cinco millones de personas fueron desalojadas de sus
tierras, lo que sin duda esta relacionado con el crecimento de
residentes mexicanos en los EE. UU.: de 4.5 millones en 1990 a 12.6
millones en 2009.
El
empobrecimento generalizado de la población en las últimas dos
décadas ha ido acompañado de una mayor intervención militar de los
EE. UU. en México, utilizando el argumento del crecimiento del
narcotráfico pero que en realidad apunta a contener la insurgencia
popular detonada por el deterioro de sus condiciones de vida y
coordinar el bloqueo de la migración proveniente de Centroamérica y
el Caribe. El
pasado 15 y 16 de junio se celebró en Miami la Conferencia sobre
Seguridad y Prosperidad en Centroamérica convocada nada menos que
por la Secretaría de Relaciones Exteriores y de Gobernación del
gobierno mexicano y el Departamento de Estado y la Secretaría de
Seguridad Interna del gobierno de estadounidense. Un par de meses
antes, en abril, “… el jefe del Estado Mayor de la Defensa de
Guatemala, Juan Manuel Pérez, anunció acuerdos entre los
representantes de los países de la región y los Comandos Norte y
Sur de los Estados Unidos de realizar patrullajes aéreos, terrestres
y de reconocimiento en la frontera con México, intercambiar
información e inteligencia, y “estandarizar protocolos y
procedimientos para realizar operaciones de intervención con el
apoyo de tecnología e inteligencia del Comando
Sur”. (https://desinformemonos.org/mexico-anfitrion-armar-plan-pentagono-migrantes-centroamericanos)
La participación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la
Cámara de Comercio para organizar un día antes, el 14 de junio, una
reunión con la participación de los sectores públicos y privados
no deja lugar a dudas de lo que se pretende: asegurar la
seguridad y el
rendimiento de las inversiones, conteniendo
la migración en la región gracias
a
la intervención militar dirigida desde el Pentágono con
la colaboración subordinada del
gobierno mexicano. Todo
con la finalidad de complacer a Trump y,
en el colmo de la simulación, lograr mejores condiciones para la
modernización del TLCAN, como si la sumisión del gabinete de Peña
fuera la garantía para evitar la catástrofe humanitaria en marcha.
Para
el mantenimiento de la seguridad interna de México y sobre todo, del status quo político y económico, el mantenimiento del narcoestado
como dinámica estatal es pieza clave en la modernización del TLCAN
en particular y de la estrategia política estadounidense en
general. La militarización de los puertos mexicanos, el mando único
y la militarización de las labores de seguridad pública a lo largo
y ancho del país representan sin lugar a dudas el factor clave para
comprender el crecimiento de la violencia y la inseguridad.
Coordinada a partir del Plan Mérida, la militarización alimentada
con un creciente gasto militar no sólo servirá a los intereses de
la industria de armamento yanqui sino que además debilitará cada
vez más el de por si magro gasto social. Según
el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo
(SIPRI en inglés) el
gasto miliar mexicano se disparó en un 184% entre 2012 y 2016.
Y si bien es cierto, de acuerdo con cifras de la Organización para
la Cooperación y Desarrollo (OCDE) el gobierno de México invirtió
entre 0.5% y 0.6% de su PIB -lo que lo coloca en el lugar 31 a nivel
mundial- la
compra de equipos de transporte como helicópteros, vehículos
utilitarios Humvee y blindados de combate apunta a fortalecer labores
de contrainsurgencia. El
triángulo formado por las fuerzas armadas, el gobierno federal y los
cárteles del narcotráfico se verá fortalecido por una mayor
disposición de armamento que, apoyado con labores de inteligencia
dirigida a espiar a la oposición (el caso Pegasus lo ha confirmado)
alimentan la tendencia al mantenimiento de un modelo estatal que, más
que atacar a los cárteles se apoya en ellos con la mediación de las
fuerzas armadas y el Pentágono para mantener vigente el modelo
económico y el grupo político que garantice
el alineamiento de México con la estrategia geopolítica de los EE.
UU.
Por
todo lo anterior, la modernización del TLCAN estará guiada por la
necesidad de armonizarlo
tanto
con
la Alianza para la
Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN)
como con el Plan Mérida. No responderá evidentemente a proteger los
intereses económicos que favorezcan el mejoramiento de las
condiciones de vida de la mayoría de los mexicanos sino a garantizar
su sometimiento a los intereses geopolíticos de los EE. UU. El
costo humanitario será entonces un daño colateral que no se
detendrá sino que incrementará y seguirá siendo administrado con
la bota militar nacional y extranjera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario