Chiquita Brands International Inc. es el nombre de una empresa americana, la principal comercializadora de plátanos en el vecino país. Se trata también de una de las empresas que han apoyado abiertamente el golpe de Estado perpetrado en Honduras por la poderosa oligarquía catracha, temerosa de perder todas los privilegios que el régimen existente hasta ahora (y que los golpistas pretenden conservar) les ha otorgado.
No más de 20 familias y empresas han sido identificadas como los dominadores de gran parte de la actividad económica del país centroamericano, siendo estas familias las dueñas de franquicias multinacionales. Burguer King, Dunkin’ Donuts, Pepsi Cola, Nike, Chiquita... algunas de las reconocidas marcas que han hecho ricos a determinados personajes aprovechando los raquíticos salarios que tienen que pagar, los impuestos que se pueden ahorrar y demás factores que han hecho al llamado Tercer Mundo el lugar favorito para la manufactura de productos para exportación.
Chiquita es una compañía con varios años de historia, la cuál no es precisamente limpia: bajo el nombre de United Fruits Company poseía haciendas bananeras en Colombia a principios del siglo pasado. Un regimiento armado del ejército colombiano asesino a miles de trabajadores por protestar en contra de las malas condiciones de trabajo, en la conocida Masacre de las Bananeras.
En 1985 la compañía fue acusada de sobornar al dictador hondureño Oswaldo Lopez Arellano para que autorizara una disminución del impuesto sobre la exportación de plátanos al extranjero.
Ha sido acusada de permitir el ingreso de cocaína a los Estados Unidos en sus cargamentos, así como de mantener lazos con grupos paramilitares de extrema derecha y contrainsurgencia en Colombia (por lo que tuvo que pagar 25 millones de dólares, amén de la justicia norteamericana), y por supuesto, de violaciones a los derechos humanos fundamentales de sus trabajadores.
Cuando Manuel Zelaya, depuesto presidente hondureño, anunció un aumento del 60% al salario mínimo, Chiquita fue una de las primeras compañías en protestar. Al día de hoy se mantiene una campaña internacional de boicot a los productos de la compañía, por apoyar al regimen instituido de facto en Honduras, lo que tiene singularmente preocupados a sus directivos, asustados por una disminución en sus ingresos.
El despectivo mote de repúblicas babaneras viene precisamente de la forma en la que Chiquita así como otras compañías multinacionales operan en países en vías de desarrollo. El modo de extraer los recursos de un pueblo, al mejor estilo de los gloriosos años de dominación española, para enriquecer a unos cuantos.
¿Políticas que favorezcan a los trabajadores? Por favor, si son quienes menos importan. Mejor deponer a un Presidente democráticamente electo, y tener uno a modo para realizar los cambios necesarios (o mantener las cosas como están), siempre en busca de la modernidad y el progreso, del crecimiento y la prosperidad. Aún si en el camino las mayorías tienen que sacrificarse.
3 meses van ya de movilizaciones populares masivas en Honduras. La restricción de libertades por parte del democrático régimen de facto es cada vez mayor. Probablemente la crisis política se agudizará a partir de ahora, conforme se acerca la fecha de las elecciones. Y sólo una cosa es definitiva: las circunstancias en América Latina no son las mismas de hace 20 años. Existe un mayor grado de concientización en una buena parte de la población sobre el yugo que han impuesto por siglos no sólo los gobiernos extranjeros, sino también aquellas compañías que han acumulado su riqueza explotando a los pueblos de nuestro continente.
Del cauce que tome el conflicto en Honduras dependerá mucho de lo que suceda en el corto y mediano plazo en la región, quizá la única en el mundo en la que existe una resistencia real no sólo al imperialismo norteamericano (integración regional, movimientos sociales), sino al sistema económico que impera en este mundo.
No más de 20 familias y empresas han sido identificadas como los dominadores de gran parte de la actividad económica del país centroamericano, siendo estas familias las dueñas de franquicias multinacionales. Burguer King, Dunkin’ Donuts, Pepsi Cola, Nike, Chiquita... algunas de las reconocidas marcas que han hecho ricos a determinados personajes aprovechando los raquíticos salarios que tienen que pagar, los impuestos que se pueden ahorrar y demás factores que han hecho al llamado Tercer Mundo el lugar favorito para la manufactura de productos para exportación.
Chiquita es una compañía con varios años de historia, la cuál no es precisamente limpia: bajo el nombre de United Fruits Company poseía haciendas bananeras en Colombia a principios del siglo pasado. Un regimiento armado del ejército colombiano asesino a miles de trabajadores por protestar en contra de las malas condiciones de trabajo, en la conocida Masacre de las Bananeras.
En 1985 la compañía fue acusada de sobornar al dictador hondureño Oswaldo Lopez Arellano para que autorizara una disminución del impuesto sobre la exportación de plátanos al extranjero.
Ha sido acusada de permitir el ingreso de cocaína a los Estados Unidos en sus cargamentos, así como de mantener lazos con grupos paramilitares de extrema derecha y contrainsurgencia en Colombia (por lo que tuvo que pagar 25 millones de dólares, amén de la justicia norteamericana), y por supuesto, de violaciones a los derechos humanos fundamentales de sus trabajadores.
Cuando Manuel Zelaya, depuesto presidente hondureño, anunció un aumento del 60% al salario mínimo, Chiquita fue una de las primeras compañías en protestar. Al día de hoy se mantiene una campaña internacional de boicot a los productos de la compañía, por apoyar al regimen instituido de facto en Honduras, lo que tiene singularmente preocupados a sus directivos, asustados por una disminución en sus ingresos.
El despectivo mote de repúblicas babaneras viene precisamente de la forma en la que Chiquita así como otras compañías multinacionales operan en países en vías de desarrollo. El modo de extraer los recursos de un pueblo, al mejor estilo de los gloriosos años de dominación española, para enriquecer a unos cuantos.
¿Políticas que favorezcan a los trabajadores? Por favor, si son quienes menos importan. Mejor deponer a un Presidente democráticamente electo, y tener uno a modo para realizar los cambios necesarios (o mantener las cosas como están), siempre en busca de la modernidad y el progreso, del crecimiento y la prosperidad. Aún si en el camino las mayorías tienen que sacrificarse.
3 meses van ya de movilizaciones populares masivas en Honduras. La restricción de libertades por parte del democrático régimen de facto es cada vez mayor. Probablemente la crisis política se agudizará a partir de ahora, conforme se acerca la fecha de las elecciones. Y sólo una cosa es definitiva: las circunstancias en América Latina no son las mismas de hace 20 años. Existe un mayor grado de concientización en una buena parte de la población sobre el yugo que han impuesto por siglos no sólo los gobiernos extranjeros, sino también aquellas compañías que han acumulado su riqueza explotando a los pueblos de nuestro continente.
Del cauce que tome el conflicto en Honduras dependerá mucho de lo que suceda en el corto y mediano plazo en la región, quizá la única en el mundo en la que existe una resistencia real no sólo al imperialismo norteamericano (integración regional, movimientos sociales), sino al sistema económico que impera en este mundo.
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