En 1987 Mathias Rust, con 19 años de edad, viajó en un Cessna desde Helsinki hasta la Plaza Roja, el símbolo del poder soviético por excelencia, sin que el ultra costosísismo y super eficientísimo sistema de seguridad del ejército rojo pudiera detectarlo, mucho menos detenerlo. ¡Aterrizó en plena Plaza Roja! El hecho demostró, antes que la caída del famoso muro berlinés, que la guerra fría había terminado y que ambos contendientes estaban exhaustos, sólo que los grandes medios de comunicación nos hicieron creer que sólo los rusos habían perdido. Los años de Reagan fueron el canto del cisne para los Estados Unidos, cosa que quedó demostrada con el ataque a las torres gemelas de Nueva York y que se actualiza con las filtraciones de Manning a Assange.
Los documentos filtrados hasta ahora son la falla de un sistema de seguridad del estado que se autodenomina como el más poderoso de la tierra. El golpe simbólico no se desprende del contenido de los cables, de sus frivolidades y verdades sabidas por muchos, sino de la debilidad para proteger documentos secretos, indispensables para mantener y ampliar (jaja) la dominación del mundo por los Estados Unidos.
Pero además pone en evidencia la mediocridad de los cuadros del servicio secreto-diplomático que aparecen como perezosos, por decir lo menos, y se limitan a reportar banalidades y cosas que todo el mundo sabe, como la notoria afición de Berlusconi por la pachanga. En mi opinión, esto demuestra que los burocracia yanqui ha perdido la brújula, resignándose a navegar sin rumbo fijo.
Si a esto agregamos la impotencia del departamento de estado, a cargo de la señora Clinton, para detener la publicación sistemática de los cables -gracias al apoyo de muchos cibernautas, que impidieron la censura- pues no queda más que aceptar que las fisuras del otrora centro del mundo son imposibles de ocultar. Aún juzgando a Assange en los Estados Unidos, lo cual lo convertiría en un mártir, el daño está hecho.
Será interesante leer los cables que contienen información de las grandes corporaciones internacionales y de su maridaje con los estados y ejércitos nacionales. Al igual que la soberbia y mediocridad de la burocracia yanqui quedará expuesto el motivo profundo que mueve las guerras, los golpes de estados, las matanzas: el afán de lucro.
Los golpes simbólicos no rinden frutos de una día para otro pero a la larga definen las condiciones, el espacio de confrontación de ideas pero sobre todo, le recuerdan al ciudadano de a pie que, si se lo propone, puede vulnerar seriamente el orden establecido organizándose sin pretender enriquecerse y con un alto sentido de cooperación, principio gracias al cual los seres humanos somos lo que somos.
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