La llaga finalmente se ha infectado. El control político e ideológico que aplicó Estados Unidos durante su efímera era de reinado sobre los pueblos de América Latina y el mundo ha llegado a un estrepitoso final. Honduras es el escenario donde actualmente se desarrolla más crudamente el deceso de la hegemonía norteamericana. Aunque, para infortunio de nuestros hermanos hondureños, la contienda libertaria será –está siendo- áspera y dolorosa.
No me sorprende que en Estados Unidos (país en el que radican cientos de miles de hondureños) se haya desplegado un cerco informativo para evitar que la información cardinal y decisiva se conozca con exactitud. Los mismos espacios de divulgación (Univisión, CNN, Telemundo) que apoyaron en todo momento las politicas del alicaído imperio, hoy se alinean a la causa de los golpistas y condenan, como habitualmente lo hacen, la resistencia popular. Su postura, no obstante, pone al descubierto el noviazgo de la actual administración norteamericana con el mandatario “provisional” en Honduras, Roberto Micheletti.
Es en este contexto donde la reciente declaración polémica del presidente Barack Obama toma una significación mas concreta e ilustrativa. En esta última oportunidad, el prohombre de Washington pidió a los paises del mundo –seguramente en alusión a la exigencia diplomática que hoy recae sobre sus hombros: aquella de restituir el orden constitucional en Honduras- que no esperasen que “Estados Unidos lo solucionara todo”. No pocos han hecho un uso oportunista de esta última demanda, aduciendo una supuesta hipocresía de aquellas voces que pedían a Estados Unidos que no interviniera en sus asuntos internos, y que hoy, en el marco de la actual crisis politica hondureña, estas mismas voces piden que Washington intervenga. A estos portavoces amañados habrá que recordarles que si a Estados Unidos se le pide que interceda no es por razón de un reconocimiento de su autoridad o por motivo de una inconsistencia de quienes solicitan la mediación. Si al presidente Obama se le pide –acaso exige- que intervenga en este asunto es porque fue su administración, su gobierno, quien perpetró esta flagrante violación a la soberanía de Honduras.
No menos ramplones son los argumentos que han utilizado estos mismos medios para protestar por el regreso de Zelaya a territorio hondureño. A este último, se le acusa de incitación a la sedición, de conspiración y traición a la patria, y de ser asistido por fuerzas políticas extranjeras. Es decir, en una palabra, ¡se le acusa exactamente de aquello que resulta cierto para los golpistas encabezados por el “enviado especial” de Estados Unidos, el tal Goriletti (extiendo una disculpa a los primates, que nada tienen que ver con este asunto)! Dicen que es el ocio, pero yo diría más bien que es la ignorancia la que es madre de todos los vicios. Es absurdo que aún existan voces de ciertos hermanos –bastardos- que nutran la prepotencia del Sanzón descarriado.
Durante todo el siglo XX, las compañías fruteras estadounidenses y sus socios caciquiles sofocaron política y económicamente al pais centroamericano. Después de múltiples golpes de Estado (1963, 1972, 1975) y de una larga lista de dictaduras militares, el pueblo hondureño finalmente decidió poner fin a tal “vicio circuloso”. Cuando parecía que el país se perfilaba para iniciar una tímida reforma política, una vez más Estados Unidos y sus incondicionales aliados militares en Honduras frenaron sus planes con un nuevo y renovado golpe de Estado.
En tal sentido, si lo analizamos detenidamente, lo que está en juego en este momento en Honduras es, por un lado, el control de Estados Unidos sobre la region y la recuperacion de su baluarte “bananero” y, por el otro, la aspiración emancipatoria del pueblo hondureño y Latinoamérica entera que ansían sacudirse el histórico yugo norteamericano.
Honduras, Panamá y Colombia, son los últimos reductos del otrora imperio estadounidense. Con Honduras prácticamente se cierra el candado, y solo restarían los otros dos paises para la consumación definitiva del proyecto bolivariano: la creación de un bloque geopolítico en el sur sin precedentes. Algo que los estratos influyentes en Estados Unidos no estan dispuestos a consentir. La violenta confrontación en Honduras es un claro ejemplo de ello.
Más que vaticinar el desenlace de este conflicto, prefiero externar mi incondicional solidaridad con el pueblo de Honduras y su laudable consigna reivindicatoria: ¡Yankees go home!
No me sorprende que en Estados Unidos (país en el que radican cientos de miles de hondureños) se haya desplegado un cerco informativo para evitar que la información cardinal y decisiva se conozca con exactitud. Los mismos espacios de divulgación (Univisión, CNN, Telemundo) que apoyaron en todo momento las politicas del alicaído imperio, hoy se alinean a la causa de los golpistas y condenan, como habitualmente lo hacen, la resistencia popular. Su postura, no obstante, pone al descubierto el noviazgo de la actual administración norteamericana con el mandatario “provisional” en Honduras, Roberto Micheletti.
Es en este contexto donde la reciente declaración polémica del presidente Barack Obama toma una significación mas concreta e ilustrativa. En esta última oportunidad, el prohombre de Washington pidió a los paises del mundo –seguramente en alusión a la exigencia diplomática que hoy recae sobre sus hombros: aquella de restituir el orden constitucional en Honduras- que no esperasen que “Estados Unidos lo solucionara todo”. No pocos han hecho un uso oportunista de esta última demanda, aduciendo una supuesta hipocresía de aquellas voces que pedían a Estados Unidos que no interviniera en sus asuntos internos, y que hoy, en el marco de la actual crisis politica hondureña, estas mismas voces piden que Washington intervenga. A estos portavoces amañados habrá que recordarles que si a Estados Unidos se le pide que interceda no es por razón de un reconocimiento de su autoridad o por motivo de una inconsistencia de quienes solicitan la mediación. Si al presidente Obama se le pide –acaso exige- que intervenga en este asunto es porque fue su administración, su gobierno, quien perpetró esta flagrante violación a la soberanía de Honduras.
No menos ramplones son los argumentos que han utilizado estos mismos medios para protestar por el regreso de Zelaya a territorio hondureño. A este último, se le acusa de incitación a la sedición, de conspiración y traición a la patria, y de ser asistido por fuerzas políticas extranjeras. Es decir, en una palabra, ¡se le acusa exactamente de aquello que resulta cierto para los golpistas encabezados por el “enviado especial” de Estados Unidos, el tal Goriletti (extiendo una disculpa a los primates, que nada tienen que ver con este asunto)! Dicen que es el ocio, pero yo diría más bien que es la ignorancia la que es madre de todos los vicios. Es absurdo que aún existan voces de ciertos hermanos –bastardos- que nutran la prepotencia del Sanzón descarriado.
Durante todo el siglo XX, las compañías fruteras estadounidenses y sus socios caciquiles sofocaron política y económicamente al pais centroamericano. Después de múltiples golpes de Estado (1963, 1972, 1975) y de una larga lista de dictaduras militares, el pueblo hondureño finalmente decidió poner fin a tal “vicio circuloso”. Cuando parecía que el país se perfilaba para iniciar una tímida reforma política, una vez más Estados Unidos y sus incondicionales aliados militares en Honduras frenaron sus planes con un nuevo y renovado golpe de Estado.
En tal sentido, si lo analizamos detenidamente, lo que está en juego en este momento en Honduras es, por un lado, el control de Estados Unidos sobre la region y la recuperacion de su baluarte “bananero” y, por el otro, la aspiración emancipatoria del pueblo hondureño y Latinoamérica entera que ansían sacudirse el histórico yugo norteamericano.
Honduras, Panamá y Colombia, son los últimos reductos del otrora imperio estadounidense. Con Honduras prácticamente se cierra el candado, y solo restarían los otros dos paises para la consumación definitiva del proyecto bolivariano: la creación de un bloque geopolítico en el sur sin precedentes. Algo que los estratos influyentes en Estados Unidos no estan dispuestos a consentir. La violenta confrontación en Honduras es un claro ejemplo de ello.
Más que vaticinar el desenlace de este conflicto, prefiero externar mi incondicional solidaridad con el pueblo de Honduras y su laudable consigna reivindicatoria: ¡Yankees go home!
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