¿Quién iba a decir en 1945, después de que el gobierno estadounidense utilizó la energía nuclear para humillar al pueblo japonés y no para ganarles la guerra -que ya estaba decidida- que esa misma energía sería la clave del desarrollo económico de la isla? Parece ser que muchos japoneses no comparten el optimismo en el uso de las centrales nucleares para generar energía, aun con el argumento de la falta de petróleo en el territorio japonés. El terremoto que lo estremeció recientemente parece confirmar sus peores temores: la aparición de una nueva tragedia nuclear pero ahora provocada desde adentro.
El uso de la energía nuclear ha sido puesto nuevamente en la picota debido a la tragedia japonesa, sobre todo en Europa, al grado de que el gobierno alemán ha decidido dar marcha atrás aun programa de renovación de varias centrales nucleares optando por su desmantelamiento. La pregunta que ronda alrededor del tema es si el costo del uso de la energía nuclear es menor que el costo de un accidente que provoque la liberación de altos niveles de radiación en el ambiente, degradándolo y contaminándolo por muchos años.
Tal vez la respuesta al dilema pase por la bioética, es decir por considerar el problema desde el principio de que nuestras acciones deben considerar el impacto en los demás, incluyendo al medio ambiente. Si bien la energía nuclear es una de las que menos contamina siempre existe la posibilidad de que un terremoto o un tsunami provoque daños en los reactores, o en el peor de los escenarios, que un error humano desencadene la catástrofe.
La tragedia en Japón no es sólo por la pérdida de vidas humanas y materiales sino que reviste un carácter simbólico, pues todo el modelo económico japonés descansa en ese tipo de energía. Es por eso que el dilema de su uso debe ser superado utilizando una nueva concepción del desarrollo económico que sustituya el modelo basado en el crecimiento económico, en el tener más como sociedad y como individuos por vivir mejor. Tal vez sea necesario replantear los objetivos de nuestras sociedades, evitando las metas a corto plazo, o mejor dicho subordinándolas a largo plazo y la superviviencia de nuestra especie. El uso de la energía nuclear sacrifica el futuro por el presente; el futuro de todos por el presente de algunos cuantos. Sería difícil negar que el uso de la energía nuclear en Japón benefició a todos sus habitantes por igual. Si bien los ciudadanos japoneses obtuvieron beneficios palpables en su vida cotidiana fueron las grandes corporaciones las que se llevaron la parte del león. Y ellas, a diferencia de las y los japoneses, se pueden salir de Japón y seguir produciendo en donde sea, en caso de que se desate una catástrofe mayor.
Por lo tanto, hay que romper con el falso dilema que coloca en un lado el uso de la energía nuclear para desarrollar una economía o y en el otro su prohibición, que generaría limitaciones al desarrollo. Con esto quiero decir que estoy en contra del uso de la energía nuclear; creo que es tiempo de buscar otras soluciones, que probablemente no sean tan eficientes en la creación de riqueza pero que nos garanticen un mundo habitable para los próximos siglos. ¿De que sirve vivir mejor hoy, consumir más hoy, si comprometemos el futuro de nuestros hijos y nietos? De nada. Ésa es la típica actitud de nuestros días, que desprecia a la reflexión ética para regodearse en la abundancia del presente, procurando negar las consecuencias de sus acciones en la vida de los demás. ¿Hasta cuando vamos a seguir viviendo así?
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