López Obrador le hizo un daño terrible a México antes, durante y después de las elecciones de 2006 “con su campaña de rencor y odio”, afirmó de nueva cuenta Calderón. Queremos suponer que dicha observación parte de una sesuda reflexión sobre su propio gobierno, caracterizado seguramente por una paz y tranquilidad inigualables. De haber llegado López Obrador a la Presidencia de la República, el paraíso que actualmente es nuestro país se encontraría convertido en el mismísimo infierno. ¿No?
Repasemos algunos de los logros obtenidos por la administración de Calderón, para poder así darnos cuenta de los peligros a los que escapamos con menos de un punto porcentual en las pasadas elecciones federales.
En lo que va del mandato de Calderón y de su valientísima decisión de enfrentar a las fuerzas del mal representadas por el narcotráfico (batalla que vamos ganando, no le quepa duda), nuestro país ha desbancado a Colombia como el país con mayor número de secuestros en todo el mundo. Nos hemos convertido en el país más peligroso para ejercer la actividad periodística, superando incluso a países con guerras de verdad, como Iraq. En términos generales, podemos decir que la inseguridad en el país cuesta entre el 10 y el 15 por ciento del PIB nacional. Cabe mencionar que el porcentaje del PIB dedicado a la educación en nuestro país es apenas cercano al 8%.
En cuestiones económicas, nos ha ido también de maravilla y continuamos rompiendo récords: tenemos el primer lugar de América Latina en tres aspectos: el país más endeudado, desplazando a Brasil; el que mayor dependencia tiene en el continente de remesas provenientes de los Estados Unidos, y el que tiene la mayor cantidad de deuda privada convertida en deuda pública, eso que los especialistas llaman socializar perdidas.
Apenas el martes pasado, mientras Calderón nos repetía de nueva cuenta de la que nos salvamos, se colocaba en los mercados internacionales una nueva deuda por mil millones de dólares, con un plazo de 100 años, que servirán para refinanciar los vencimientos de deuda en lo que queda de la administración. Bonito, ¿no? “El problema económico que actualmente vivimos tiene solución, estamos en trayectoria de crecimiento y en 100 años estaremos listos para pagar las deudas contraídas”, declaraba el secretario de Hacienda del país.
Una cosa es cierta en sus declaraciones: el crecimiento económico del país es real, y basado en la evidencia disponible nadie puede negarlo.
Por ejemplo, tan sólo 10 familias concentran cerca de 8 billones de pesos, es decir, el 12% del PIB. La última publicación de Forbes tiene en sus listas a 9 mexicanos, incluyendo a Carlos Slim. (Al respecto, el empresario hindú Mukesh Ambani se perfila para superar con creces las fortunas de Slim y Gates en los próximos años: el representante de otro país que de igual manera, se dedica a “crecer” económicamente de manera ejemplar.)
El gran problema es que el crecimiento económico solo puede ser obtenido mediante el sistemático deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población. Crecimiento económico significa una mayor concentración de la riqueza, y por ende, un empobrecimiento constante para las clases medias y bajas.
Tenemos por supuesto la otra cara de la moneda: el 10% más rico del país concentra poco más del 30% de los ingresos nacionales, y aunque parezca paradójico por las condiciones económicas a nivel mundial, en el último par de años sus ganancias han aumentad considerablemente. Las instituciones financieras también hacen su agosto en el país: BBVA obtiene en México el 33% de sus ganancias a nivel mundial. Y por supuesto, los monopolios que controlan la economía nacional (por más que, según la constitución, están prohibidos).Telmex, Cemex, Televisa, Grupo México, Femsa, Bimbo, Grupo Modelo, etcétera.
Todo ello, al amparo del gobierno y de la clase política, que supo proteger esos intereses -sus intereses- del peligro que representaba una perspectiva de cambio en la administración del país.
Repasemos algunos de los logros obtenidos por la administración de Calderón, para poder así darnos cuenta de los peligros a los que escapamos con menos de un punto porcentual en las pasadas elecciones federales.
En lo que va del mandato de Calderón y de su valientísima decisión de enfrentar a las fuerzas del mal representadas por el narcotráfico (batalla que vamos ganando, no le quepa duda), nuestro país ha desbancado a Colombia como el país con mayor número de secuestros en todo el mundo. Nos hemos convertido en el país más peligroso para ejercer la actividad periodística, superando incluso a países con guerras de verdad, como Iraq. En términos generales, podemos decir que la inseguridad en el país cuesta entre el 10 y el 15 por ciento del PIB nacional. Cabe mencionar que el porcentaje del PIB dedicado a la educación en nuestro país es apenas cercano al 8%.
En cuestiones económicas, nos ha ido también de maravilla y continuamos rompiendo récords: tenemos el primer lugar de América Latina en tres aspectos: el país más endeudado, desplazando a Brasil; el que mayor dependencia tiene en el continente de remesas provenientes de los Estados Unidos, y el que tiene la mayor cantidad de deuda privada convertida en deuda pública, eso que los especialistas llaman socializar perdidas.
Apenas el martes pasado, mientras Calderón nos repetía de nueva cuenta de la que nos salvamos, se colocaba en los mercados internacionales una nueva deuda por mil millones de dólares, con un plazo de 100 años, que servirán para refinanciar los vencimientos de deuda en lo que queda de la administración. Bonito, ¿no? “El problema económico que actualmente vivimos tiene solución, estamos en trayectoria de crecimiento y en 100 años estaremos listos para pagar las deudas contraídas”, declaraba el secretario de Hacienda del país.
Una cosa es cierta en sus declaraciones: el crecimiento económico del país es real, y basado en la evidencia disponible nadie puede negarlo.
Por ejemplo, tan sólo 10 familias concentran cerca de 8 billones de pesos, es decir, el 12% del PIB. La última publicación de Forbes tiene en sus listas a 9 mexicanos, incluyendo a Carlos Slim. (Al respecto, el empresario hindú Mukesh Ambani se perfila para superar con creces las fortunas de Slim y Gates en los próximos años: el representante de otro país que de igual manera, se dedica a “crecer” económicamente de manera ejemplar.)
El gran problema es que el crecimiento económico solo puede ser obtenido mediante el sistemático deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población. Crecimiento económico significa una mayor concentración de la riqueza, y por ende, un empobrecimiento constante para las clases medias y bajas.
Tenemos por supuesto la otra cara de la moneda: el 10% más rico del país concentra poco más del 30% de los ingresos nacionales, y aunque parezca paradójico por las condiciones económicas a nivel mundial, en el último par de años sus ganancias han aumentad considerablemente. Las instituciones financieras también hacen su agosto en el país: BBVA obtiene en México el 33% de sus ganancias a nivel mundial. Y por supuesto, los monopolios que controlan la economía nacional (por más que, según la constitución, están prohibidos).Telmex, Cemex, Televisa, Grupo México, Femsa, Bimbo, Grupo Modelo, etcétera.
Todo ello, al amparo del gobierno y de la clase política, que supo proteger esos intereses -sus intereses- del peligro que representaba una perspectiva de cambio en la administración del país.
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