martes, 5 de octubre de 2010

De la Dignidad del hombre


Giovanni Pico della Mirandola publicó en el año de 1486, en la ciudad de Roma, la obra Conclusiones "philosophicae, cabalisticae et theologicae"que a la postre fue conocida como "las 900 tesis". Con este volumen Pico della Mirandola se proponía demostrar que las antiguas tradiciones culturales religiosas confluían de alguna manera en el cristianismo.

El Filósofo humanista escribió una introducción para el mencionado texto la cual tituló como "El discurso sobre la dignidad del hombre"En este pequeño escrito introductorio se manifiesta abiertamente la concepción cristiana de nuestro autor, una concepción que se empalma a la perfección con el deseo de la libertad para el hombre y que discute los rigurosos y dogmáticos cánones en los que las escrituras sagradas eran interpretadas por la Filosofía y el clero de la época.

La propuesta es sencilla. Dios, después de haber creado el mundo y de haber dotado a cada ser con una esencia determinada, coloca al hombre en el centro del mundo, pero este es el único ser que carece de esencia. El hombre tiene la libertad de construirse a sí mismo pues está indeterminado, corresponde a él terminar su creación y decidir si ha de elevarse hacia los cielos como divinidad o si ha de preferir descender al suelo y arrastrarse como bestia. He aquí la libertad.

El brinco hacia el impacto político no es difícil de avistar. El filósofo italiano lucha contra el poder de la nobleza y el clerical, quienes se han instaurado a sí mismos como representantes de la divinidad y han decidido arrebatar esa libertad de crearse a sí mismos al resto de los hombres, determinándolos en cuanto a posición y clase social.

La dignidad del hombre radica en luchar por la libertad de construirse a sí mismo, libertad que posee por derecho natural, y posicionarse donde el ejercicio de ésta se lo permita.

Independientemente del bagaje teológico que una reflexión de este tipo incluye, es de resaltar que la necesidad de construir un concepto de la dignidad y la libertad surge más que nada ante una necesidad terrenal y concreta, de una situación en la que el hombre se encuentra oprimido.

Nuestros filósofos actuales, siendo congruentes con la escéptica época en que vivimos, se preguntan a menudo a que refieren términos tan ambiguos como libertad y dignidad. Imposible definirlos dirían y por lo tanto se relegan. No obstante la libertad y la dignidad no le son ajenas al espíritu que sabe padecer, que sufre, que crea y construye y que por ende sabe valorar lo que cree es hermoso y disfrutable. A este espíritu le parecen absurdas las definiciones.

Han pasado más de 500 años desde que aquel hombre renacentista expresara su padecer en aquel discurso tan hermoso. Miles de pensamientos y reflexiones se han discutido al respecto y el problema de la dignidad y la libertad humana vive y seguirá viviendo, pues el hombre sigue viviendo en la opresión.

Qué se puede decir de todas las personas que gracias a la negligencia y apatía de nuestros políticos y servidores públicos hoy han perdido todo su patrimonio, como es el caso de nuestros paisanos tlacotalpeños y del sur del estado. Qué se puede decir de un absurdo régimen político y económico que no nos toma en cuenta y que sí lo hace sólo es para aniquilarnos. Qué se puede decir de aquel que justifica todas estas infamias en nombre de la libertad porque en alguna escuela de esas que son muy caras le enseñaron que eso es el “Liberalismo” y él se siente un hombre libre.

Resultaría necio, por el hecho de que nuestro mundo se ha secularizado y la gente tiene derecho a no ser creyente, alzar la voz y reafirmar nuestra libertad desde una posición teológica como en su momento lo hizo Pico. Yo no sé si ha sido dios quien me ha otorgado la libertad y me quiere digno, no me importa. Con más razón, si no hay nadie afuera, si nadie nos cuida y guía, corresponde al hombre mismo alzar la voz en nombre de su dignidad.

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