Estados Unidos, México, Centroamérica, la ONU, la OEA, la UE, Hillary, Zapatero, Chávez, los Kirchner, CNN, miembros de la Comunidad Internacional, miembros del ALBA y del ALCA, republicanos, liberales, greenpeace y los scoutboys, ministros, presidentes, secretarios, intelectuales, y demás figuras honorables del “show businesss” político-diplomático, se han reunido en santa cruzada democrática para pronunciarse unánimemente en contra del golpe de Estado militar perpetrado en Honduras. ¿Cómo fue que personajes aparentemente tan heterogéneos se aliaron repentinamente y de forma tan fraternal para repudiar un acto inconstitucional como tantos otros que marcan la historia pasada y presente de los pueblos de América Latina?
De pronto, todos se volvieron acérrimos partidarios de la democracia y la legalidad. De pronto, un ganadero exdirectivo de la banca privada en su país, hoy presidente-sin-trono de Honduras, se refugia en brazos de los “bolivarianos” en tanto que recibe muestras de aliento en Nueva York. De pronto, la derecha y la izquierda se dan calurosamente la mano y denuncian las violaciones al orden establecido. De pronto, Chávez solicita apoyo a la ONU y exige a los militares golpistas respeten el derecho internacional. De pronto, desde Washington –capital del país en donde fue adiestrado el general que encabezó el golpe de Estado- los portavoces de la burguesía estadounidense (Obama, Hillary y comparsa) emiten su rechazo al golpe militar. De pronto, todos los estadistas invocan a un legendario intérprete venezolano, cariñosamente conocido como “el puma”, y tararean al unísono, “…agárrense de las manos, unos a otros unidos.”
Una autentica condena mundial; un verdadero festín de la democracia.
Antes de contestar la pregunta que formulamos, echemos un vistazo a la coyuntura política actual.
Los gobiernos en todo el mundo han perdido legitimidad frente a sus representados. La política partidista genera cada vez más dudas y por tanto abstencionismo. La sociedad civil ve en el libre mercado una seria amenaza. Los dirigentes políticos se empecinan en cumplir las exigencias de los capitalistas haciendo caso omiso de las demandas populares. Las manifestaciones de inconformidad se acentúan en volumen e intensidad. Los gobiernos no ven otra salida al problema más que la militarización de la economía. Las fuerzas armadas comienzan a acumular fuerza política en exceso. Los civiles se debilitan y su poder se merma progresivamente. Los paladines del librecambismo se impacientan con el accionar torpe y timorato de las administraciones civiles. El resultado: Honduras.
Una posible respuesta a nuestra pregunta es que, ante las olas caóticas (no democráticas) que sacuden a los Estados más endebles, los gobiernos civiles temen que el caso hondureño suscite réplicas y que los militares (re)conquisten el poder. Este peligro obliga a los diversos actores políticos a actuar en sociedad. Estados Unidos, claro cómplice de los golpistas, finge y condena el golpe para aderezar aún más la conmovedora novela. Solo así se explica tanto consenso, tanta unión, tanta democracia.
La realidad es que Estados Unidos busca amedrentar al cono sur con esta clase de operaciones; mientras que los países que conforman el eje bolivariano protestan furibundos. Y el mandatario mexicano simplemente aprovecha la coyuntura para hacer campaña de cara a las elecciones.
“¡Viva la democracia!”, exclaman sofistas y entusiastas. Es muy probable, sin embargo, que esta luna de miel democrática culmine en tragedia para los hondureños y en victoria para los norteamericanos y su inagotable Doctrina Monroe.
De pronto, todos se volvieron acérrimos partidarios de la democracia y la legalidad. De pronto, un ganadero exdirectivo de la banca privada en su país, hoy presidente-sin-trono de Honduras, se refugia en brazos de los “bolivarianos” en tanto que recibe muestras de aliento en Nueva York. De pronto, la derecha y la izquierda se dan calurosamente la mano y denuncian las violaciones al orden establecido. De pronto, Chávez solicita apoyo a la ONU y exige a los militares golpistas respeten el derecho internacional. De pronto, desde Washington –capital del país en donde fue adiestrado el general que encabezó el golpe de Estado- los portavoces de la burguesía estadounidense (Obama, Hillary y comparsa) emiten su rechazo al golpe militar. De pronto, todos los estadistas invocan a un legendario intérprete venezolano, cariñosamente conocido como “el puma”, y tararean al unísono, “…agárrense de las manos, unos a otros unidos.”
Una autentica condena mundial; un verdadero festín de la democracia.
Antes de contestar la pregunta que formulamos, echemos un vistazo a la coyuntura política actual.
Los gobiernos en todo el mundo han perdido legitimidad frente a sus representados. La política partidista genera cada vez más dudas y por tanto abstencionismo. La sociedad civil ve en el libre mercado una seria amenaza. Los dirigentes políticos se empecinan en cumplir las exigencias de los capitalistas haciendo caso omiso de las demandas populares. Las manifestaciones de inconformidad se acentúan en volumen e intensidad. Los gobiernos no ven otra salida al problema más que la militarización de la economía. Las fuerzas armadas comienzan a acumular fuerza política en exceso. Los civiles se debilitan y su poder se merma progresivamente. Los paladines del librecambismo se impacientan con el accionar torpe y timorato de las administraciones civiles. El resultado: Honduras.
Una posible respuesta a nuestra pregunta es que, ante las olas caóticas (no democráticas) que sacuden a los Estados más endebles, los gobiernos civiles temen que el caso hondureño suscite réplicas y que los militares (re)conquisten el poder. Este peligro obliga a los diversos actores políticos a actuar en sociedad. Estados Unidos, claro cómplice de los golpistas, finge y condena el golpe para aderezar aún más la conmovedora novela. Solo así se explica tanto consenso, tanta unión, tanta democracia.
La realidad es que Estados Unidos busca amedrentar al cono sur con esta clase de operaciones; mientras que los países que conforman el eje bolivariano protestan furibundos. Y el mandatario mexicano simplemente aprovecha la coyuntura para hacer campaña de cara a las elecciones.
“¡Viva la democracia!”, exclaman sofistas y entusiastas. Es muy probable, sin embargo, que esta luna de miel democrática culmine en tragedia para los hondureños y en victoria para los norteamericanos y su inagotable Doctrina Monroe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario