En
la histérica carrera por desaparecer a un actor político incómodo,
el gobierno federal demostró una vez mas que no se detendrá para
imponer a sangre y fuego los mandatos de la burguesía internacional
(FMI, Banco Mundial y OCDE) y nacional (Mexicanos Primero, ITAM y un
largo etcétera). Una vez concluido el ritual electoral, Peña,
Osorio y Nuño atizaron la confrontación escalando el conflicto con
los maestros opuestos a la reforma laboral de la educación. Y para
ello contaron con la ayuda de Gabino Cué, quien hizo el llamado
indispensable para que las fuerzas federales invadieran el estado
para lidiar con las consecuencias de su pésima actuación al frente
del gobierno de Oaxaca.
Al
observar los videos de la batalla de Nochixtlán se vienen a la mente
las imágenes de la represión en Atenco: enfrentamientos, disparos,
invasión de hogares, detenciones y golpizas , todo ello cobijado con
la infame campaña mediática que desde hace ya varios meses se ha
desatado en contra de la CNTE y todo aquél que se atreva a apoyarlos
públicamente. Empero, la campaña mediática no ha logrado convencer
a los miles de padres de familia y a la mayoría de la población de
la ilegitimidad de la reforma laboral de la educación. Una vez más
el desprecio por el diálogo, el racismo y la discriminación, la
descalificación sarcástica, el ninguneo... en horario estelar.
El
fondo del problema no radica -como insisten los pregoneros del
gobierno y de los medios- en impulsar la calidad de la educación
pública sino acabar con un actor político que junto con los
zapatistas en Chiapas, son los únicos que se oponen de manera
organizada a las reformas estructurales. Ya en el sexenio de Calderón
se desmanteló la compañía de Luz y Fuerza del Centro para
desaparecer de la escena política a su sindicato, que también se
distinguió por oponerse a las políticas de despojo del gobierno
federal. La operación de limpieza fue continuada por Peña y los
partidos políticos que, al firmar el Pacto por México, se unieron
para desaparecer cualquier oposición política que pusiera en duda
los designios de los poderosos.
Las
recientes elecciones en Oaxaca fueron ganadas por el PRI y los Murat
que regresaron al poder de la mano de Gabino Cué -otro simpatizante
del pacto infame- a pesar de que arribó a la gubernatura gracias a
la resistencia de la APPO, surgida a partir del conflicto magisterial
y la brutal represión de Ulises Ruiz. Ahora es su turno y se ha
comportado acorde con los intereses de la clase a la que pertenece,
demostrando que las alternancias no van más allá de las buenas
intenciones o el cambio de colores y que el voto de castigo tiene sus
limitaciones. Al final lo que está en juego es la dominación y la
continuación del despojo para obtener buenas calificaciones y
jugosas comisiones por parte de los dueños del dinero y no la
pregonada calidad de la educación.
Sin
embargo, y a pesar de que las elecciones cumplieron su papel
manteniendo a la misma clase política en el poder, los maestros y
habitantes de Oaxaca siguieron luchando a sabiendas de que la
represión aumentaría una vez consumado el sainete electoral. Los
maestros disidentes cuentan con el apoyo de la mayoría de la
población, lo que demuestra su alto grado de solidaridad pero sobre
todo su hartazgo por pésimos gobiernos, impunidad y corrupción
generalizadas y violencia rampante. Y este hecho no es privativo de
la tierra de Juárez; los maestros en Chiapas, Guerrero y Michoacán
también han logrado sumar simpatías entre la población, al grado
de que incluso autoridades municipales y las parroquias locales han
apoyado y realizado llamados a la negociación y el diálogo.
En
este sentido, lo que está en juego en esta coyuntura no es
simplemente la continuidad de las reformas. El nivel de respuesta del
gobierno federal al desafío de los pobladores de Nochixtlán, como
en su momento de los de Atenco, evidencia que lo que está en juego
es la viabilidad misma del régimen -la continuación del Pacto por
México por otros medios- para mantener la política de alineamiento
a los intereses de las corporaciones internacionales. La resistencia
magisterial así como la zapatista ponen en duda la capacidad de la
clase política para imponer sus objetivos, desnudando así su
debilidad y su incapacidad para administrar el conflicto social.
Esta
debilidad e incapacidad se traducen entonces en la represión como
único camino para que la clase política cumpla con su misión.
Conforme el régimen pierde capacidad para legitimarse y gobernar no
tiene más remedio que acudir al garrote, fortaleciendo a las fuerzas
armadas y a las policías militarizadas que cada vez más apuntan a
configurarse como el actor central en el mantenimiento del régimen.
Es aquí en donde la simulación de la guerra contra el narcotŕafico
-pretexto base para aumentar el gasto militar- queda al descubierto
porque la guerra es contra actores políticos disidentes y a la
población que los apoye o simplemente no comulgue con los designios
del régimen. Desde Atenco hasta Nochixtlán la estrategia es
evidente y el camino está trazado: la represión simple y llana. Lo
demás es propaganda.
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