La semana pesada tuvo lugar la 75ª Convención Bancaria, con el tema Estabilidad política y financiera en México. Los principales banqueros y empresarios que operan en el país tuvieron a bien escuchar a Calderón mientras este recitaba sin cesar los supuestos logros obtenidos en materia financiera durante su sexenio. Parecía que entregaba un detallado reporte de actividades a sus empleadores.
En 1994, los asistentes a la Convención estallaban en aplausos ante el último discurso que pronunciaría en la misma Carlos Salinas como Presidente de la República. Banqueros nacionales y extranjeros se mostraban encantados tras un sexenio en el que vieron sus bolsillos repletos gracias a la política económica de crecimiento dictada desde Los Pinos.
Un supuesto crecimiento que iba de la mano con la entrega de los bancos al capital privado nuevamente, con la firma de un Tratado de Libre Comercio a todas luces desigual entre nuestro país y los Estados Unidos y Canadá, con la represión de un movimiento que amenazaba con la paz y tranquilidad. Pero sobre todo, un crecimiento económico aparejado con la perspectiva de nuevos y rentables negocios, ante una apertura comercial y financiera que sólo podía significar que lo mejor estaba por venir.
A partir de entonces, todas y cada una de las administraciones que ha tenido este país han repetido el mismo discurso y las mismas políticas, de tal manera que aún en tiempos de crisis México sigue siendo un paraíso para el sector bancario.
La autonomía del Banco de México (que en un sentido práctico y funcional se trata de la privatización del mismo), los famosos procesos de desregularización y liberalización financiera, la completa discrecionalidad con la que cuenta el sector bancario para cobrar las comisiones que quiere y la franca irresponsabilidad en el aumento irrestricto del crédito que se otorga, han permitido a la vez el enriquecimiento brutal de los privilegiados dueños del sector bancario, así como una endeble economía que se ve condenada al eventual fracaso de un sistema que no puede respaldar sus ganancias en el terreno de la economía real.
El caso de España es, quizá, el más ilustrativo en este sentido. El endeudamiento privado, es decir, por parte de familias, alcanza niveles descomunales, por encima del 200% del PIB español. Dicho endeudamiento surge, sin duda alguna, motivado en gran parte por hábitos de consumo irresponsables. El problema es que dichos hábitos no son para el sector bancario sino una oportunidad dorada de hacer negocios. A la larga, la economía española en su conjunto se encuentra consumiendo algo que no se paga y produciendo algo que no se compra. El resultado, banqueros ricos y una tasa de desocupación del 25%.
“A diferencia de lo que nos pasaba en crisis anteriores, de lo que pasa en muchos países desarrollados, en México, el sector financiero es parte de la solución y no parte del problema”, afirmaba Calderón en su pleitesía a los banqueros. Nada más alejado de la realidad. Los sectores financiero y bancario son responsables directos de la crisis global. Si el sector financiero en México se encuentra estable relativamente y no sufriendo las consecuencias de su irresponsabilidad como lo hacen ahora en los países “desarrollados” a los que se refiere Calderón, es porque han hecho del gobierno mexicano su principal socio comercial: “reformas estructurales” a conveniencia, millonarias exenciones de impuestos, comisiones altísimas y por todo. No es casualidad que en los últimos años más de una tercera parte de las utilidades reportadas por BBVA y HSBC, dos de los gigantes bancarios, provengan orgullosamente de México.
Después del informe de labores de Calderón, los cuatro fantásticos desfilaron cuál pasarela ante los dueños del dinero. Todos y cada uno de ellos, palabras más palabras menos, prácticamente asegurando la continuidad de las políticas implementadas a la fecha. Garantizando a los banqueros que sus utilidades no están en riesgo, gane quien gane. Que seguirán gozando de la misma impunidad y con la promesa de abrir nuevos horizontes para sus inversiones. Un candidato pedía, si no es mucha molestia, que cobren un poquito menos. Pero lo que quedó claro, así gane un candidato de izquierda, de derecha o de Elba Esther, la dinámica de la relación existente entre el sector bancario y el gobierno federal no cambiará mucho, para bien de ellos y muy a nuestro pesar.
En 1994, los asistentes a la Convención estallaban en aplausos ante el último discurso que pronunciaría en la misma Carlos Salinas como Presidente de la República. Banqueros nacionales y extranjeros se mostraban encantados tras un sexenio en el que vieron sus bolsillos repletos gracias a la política económica de crecimiento dictada desde Los Pinos.
Un supuesto crecimiento que iba de la mano con la entrega de los bancos al capital privado nuevamente, con la firma de un Tratado de Libre Comercio a todas luces desigual entre nuestro país y los Estados Unidos y Canadá, con la represión de un movimiento que amenazaba con la paz y tranquilidad. Pero sobre todo, un crecimiento económico aparejado con la perspectiva de nuevos y rentables negocios, ante una apertura comercial y financiera que sólo podía significar que lo mejor estaba por venir.
A partir de entonces, todas y cada una de las administraciones que ha tenido este país han repetido el mismo discurso y las mismas políticas, de tal manera que aún en tiempos de crisis México sigue siendo un paraíso para el sector bancario.
La autonomía del Banco de México (que en un sentido práctico y funcional se trata de la privatización del mismo), los famosos procesos de desregularización y liberalización financiera, la completa discrecionalidad con la que cuenta el sector bancario para cobrar las comisiones que quiere y la franca irresponsabilidad en el aumento irrestricto del crédito que se otorga, han permitido a la vez el enriquecimiento brutal de los privilegiados dueños del sector bancario, así como una endeble economía que se ve condenada al eventual fracaso de un sistema que no puede respaldar sus ganancias en el terreno de la economía real.
El caso de España es, quizá, el más ilustrativo en este sentido. El endeudamiento privado, es decir, por parte de familias, alcanza niveles descomunales, por encima del 200% del PIB español. Dicho endeudamiento surge, sin duda alguna, motivado en gran parte por hábitos de consumo irresponsables. El problema es que dichos hábitos no son para el sector bancario sino una oportunidad dorada de hacer negocios. A la larga, la economía española en su conjunto se encuentra consumiendo algo que no se paga y produciendo algo que no se compra. El resultado, banqueros ricos y una tasa de desocupación del 25%.
“A diferencia de lo que nos pasaba en crisis anteriores, de lo que pasa en muchos países desarrollados, en México, el sector financiero es parte de la solución y no parte del problema”, afirmaba Calderón en su pleitesía a los banqueros. Nada más alejado de la realidad. Los sectores financiero y bancario son responsables directos de la crisis global. Si el sector financiero en México se encuentra estable relativamente y no sufriendo las consecuencias de su irresponsabilidad como lo hacen ahora en los países “desarrollados” a los que se refiere Calderón, es porque han hecho del gobierno mexicano su principal socio comercial: “reformas estructurales” a conveniencia, millonarias exenciones de impuestos, comisiones altísimas y por todo. No es casualidad que en los últimos años más de una tercera parte de las utilidades reportadas por BBVA y HSBC, dos de los gigantes bancarios, provengan orgullosamente de México.
Después del informe de labores de Calderón, los cuatro fantásticos desfilaron cuál pasarela ante los dueños del dinero. Todos y cada uno de ellos, palabras más palabras menos, prácticamente asegurando la continuidad de las políticas implementadas a la fecha. Garantizando a los banqueros que sus utilidades no están en riesgo, gane quien gane. Que seguirán gozando de la misma impunidad y con la promesa de abrir nuevos horizontes para sus inversiones. Un candidato pedía, si no es mucha molestia, que cobren un poquito menos. Pero lo que quedó claro, así gane un candidato de izquierda, de derecha o de Elba Esther, la dinámica de la relación existente entre el sector bancario y el gobierno federal no cambiará mucho, para bien de ellos y muy a nuestro pesar.
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