Una de las cosas que resulta evidente de este movimiento es que la juventud es el sector social más dispuesto a indignarse frente al crecimiento de la brecha entre pobres y ricos así como a la sistemática violación de los derechos humanos. La base social de los indignados es predominantemente juvenil, con lo que se demuestra que los flagelos de la indiferencia y el cinismo son propiedad exclusiva de la momiza -como se les llamaba a los viejos en los años de la onda- que han perdido todo esperanza en un mundo mejor. Fueron ellos los que en el colmo del cinismo acuñaron la expresión NINIS, adjudicándoles a los jóvenes la responsabilidad de los males que aquejan a nuestro país, procurando desviar la atención para ocultar su incapacidad, su desidia, su conformismo mercenario.
En este sentido Stéphane Hessel un joven de 93 años, publicó en 2010 un pequeño texto de 50 cuartillas titulado ¡Indignaos! que ha inspirado a millones de jóvenes para protestar y movilizarse en todo el mundo. Su intención es pasar la estafeta de la Resistencia francesa, de la cual formó parte, a las nuevas generaciones. “...apelamos a las jóvenes generaciones. Nosotros les decimos: coged el relevo, ¡indignaos! Los responsables políticos, económicos, intelectuales y el conjunto de la sociedad no puede claudicar ni dejarse impresionar por la dictadura actual de los mercaderes financieros que amenazan la paz y la democracia”
Como se ve y a pesar de su edad sigue pensando como el joven que se opuso al fascismo rampante promovido por Hitler, Mussolini y Franco en todo el mundo. A Hessel no le cabe la menor duda de que la clase revolucionaria por excelencia es la juventud, pues es la única que no tiene nada que perder y todo por ganar y por lo mismo, posee la facultad de rebelarse frente a la injusticia. El caso de las protestas de las y los estudiantes chilenos corroboran lo anterior pues son los que han manifestado su indignación frente al inmovilismo de los partidos políticos y el gobierno para dejar atrás la herencia de Pinochet, que está viva hoy más que nunca gracias a la llegada al poder de Sebastián Piñeira, que no es otra cosa que la versión edulcorada del nefasto dictador.
Ahora bien, un elemento central de los indignados es la acción pacífica. Hessel menciona que la violencia representa el fin de la esperanza. “Hay que comprender que la violencia da la espalda a la esperanza. Hay que dotar a la esperanza de confianza, la confianza en la no violencia. Es el camino que debemos aprender a seguir. Tanto del lado delos opresores como de los oprimidos, hay que llegar a una negociación que haga desaparecer la opresión; eso es lo que permitiría que no haya violencia terrorista.”
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