La declaratoria del fin de las acciones armadas de ETA ha generado una enorme discusión con respecto al futuro del pueblo vasco pero también de la monarquía española y la supuesta transición a la democracia. Los herederos de Franco están desesperados pues parece que han perdido el pretexto para seguir cultivando el odio y el miedo en la sociedad española, acusando a ETA de ser el enemigo público número y permitiéndole al estado español seguir aplicando medidas antiterroristas que no tienen otro objetivo que el sometimiento de la población a los designios de los amigos del rey. Del otro lado están los que consideran que el fin de ETA abre un espacio político para reorganizar al pueblo vasco en la búsqueda de una solución a otro conflicto heredado por la dictadura franquista y continuado por la monarquía constitucional y los transitólogos. En todo caso las consecuencias de la coyuntura que se vive en el país vasco no pueden ser ignoradas y representa una oportunidad para avanzar en la búsqueda de la paz y el respeto por la diversidad y la autonomía de los pueblos.
La derecha está bastante molesta con los comunicados de ETA anunciando el cese definitivo de la actividad armada. Como bien reseña Javier Vizcaíno en su artículo ETA no te vayas, los fascistas reciclados “están desconsolados”. Y no es para menos ya que al perder la coartada perfecta para seguir promoviendo su estrategia antiterrorista tendrán que buscar otro pretexto para seguir ocultando la impunidad de la que han gozado para no responder a los miles de crímenes de lesa humanidad que cometieron durante los años del franquismo. Pero además teme que salgan a la luz pública los innumerables crímenes que cometieron para masacrar al pueblo vasco durante la monarquía –con la supuesta finalidad de acabar con ETA- ya sea desde el PSOE o el PP, que para el caso es lo mismo. Y por si fuera poco, ahora van a tener que dejar de proscribir a organizaciones políticas y partidos políticos vascos por ser sospechosos de apoyar a ETA. Como bien dice Corriente Roja “… todo este coro chillón no tiene otra pretensión que confundir el abandono de las armas por parte de ETA con el abandono por el pueblo vasco de sus reivindicaciones democráticas.”
Por el otro lado, el fortalecimiento de soluciones políticas una vez terminadas las acciones armadas, es evidente, sobre todo desde el flanco de la izquierda que ha empezado a organizar una agenda política, como el Acuerdo de Gernika, que apunta a convocar a la ciudadanía vasca a participar para encontrar soluciones a un viejo problema: la redefinición de las relaciones entre el país vasco y la monarquía borbona. La multitudinaria manifestación en Bilbao, convocada por los firmantes del Acuerdo de Gernika es una clara muestra de que la ciudadanía no quiere quedarse en casa sino participar en la política para ser parte del nacimiento de una nueva época en su larga historia.
Sobra decir que un elemento importante que contiene la coyuntura en cuestión es la recuperación de la memoria del conflicto para colocar a ETA dentro de la historia española, lejos de fanatismos y descalificaciones que no sirven más que para seguir ignorando lo que ha pasado y el papel que han jugado las oligarquías españolas. Recuerdo que una vez le pregunté a un amigo madrileño que cual consideraba la principal aportación política de ETA a la historia política de España y no vaciló en afirmar que gracias al atentado contra Carrero Blanco el franquismo no pudo continuar como opción política, o mejor dicho, tuvo que rediseñar sus planes para seguir en el poder. Y si bien no se pretende con esto hacer una apología del asesinato político tampoco se pueden ignorar ciertos hechos que mas allá de su contenido moral impactan en la realidad política de un pueblo y tienen consecuencias claras por mucho tiempo. Sin pretender validar el comentario de mi amigo lo que hay que tener en cuenta es que resulta necesario reconsiderar la historia para definir el rumbo a seguir. Si no quedan claros los aciertos y errores de décadas de lucha difícilmente se puede trazar un camino hacia adelante o peor aún, se pueden volver a cometer errores graves.
De los acontecimientos que se analizan surgen muchas preguntas entre las que destacan: ¿Cuál será el impacto de los cambios en el país vasco en el resto de España? ¿Será este cambio el principio del fin de la monarquía y el centralismo de los políticos de La Moncloa? No cabe duda de que el proceso será sometido a innumerables presiones por los que no quieren que las cosas cambien en la política y la economía española pero se podría afirmar que si la situación política cambia en una parte del sistema el conjunto de éste no podrá evitar cambiar también para bien o para mal.
Mientras tanto habrá que estar atentos a los acontecimientos y al comportamiento de los actores porque lo que está en juego es el conjunto del sistema político español y no sólo el del país vasco. También están en juego los intereses de la oligarquía capitalista vasca, asociada al capital internacional, y que seguramente no está muy entusiasmada con los hechos. Eso resulta visible para cualquiera que observe con cierto rigor la coyuntura, por un lado por el enorme entusiasmo que está generando -no sólo en España sino en todo el mundo- pero también porque es ahora cuando el pueblo vasco tiene la palabra para redefinir su razón de ser, su identidad política. Tendrá que echar mano de sus tradiciones, de su cultura, de sus prácticas políticas pero mirando hacia el futuro, con la confianza de haber empezado a superar una obscura etapa, de empezar a ver la luz al final del túnel.
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