Los argumentos esgrimidos a favor del fallido Modelo Educativo Integral y Flexible (MEIF), implantado en la Universidad Veracruzana para “responder a los grandes retos del mundo globalizado” (como si la globalización no hubiese probado ser un artilugio truculento para joder patrimonios nacionales), evocan el tamborileo febril de un pájaro carpintero, que a pesar de la resistencia del tronco, obstinadamente taladra hasta excavar su propio nido. (Si la analogía no resulta lo suficientemente generosa, entonces piénsese en el canturreo de un grillo infeliz que no deja dormir).
Los inconvenientes de este sistema están a la vista de todos, y las inconsistencias de las hipotéticas bondades están al alcance de cualquier inteligencia, incluso deficitaria, con todo y la virulenta tentativa oficial de dotarles con una racionalidad inmanente.
Sabedores de la intolerancia institucional (e institucionalizada), a propósito de la crítica proveniente del sector estudiantil (“insolencia de una juventud extraviada”), habremos de arrancar el presente testimonio recordándole a la alta burocracia universitaria y al profesorado senil que, como acertadamente observa Ryszard Kapuscinski, “los jóvenes siempre tiene la razón”.
En el mundo real, sensible y empírico, aquel que empecinadamente ocultan los pomposos discursos oficiales (u oficiosos), la vida universitaria (que nada tiene de universal) arrastra una serie de vicios y trastornos cuya incorregible inercia enciende los focos rojos. Tristemente, la Universidad Veracruzana no es ajena a la miope orientación que prescribe “el mundo globalizado”. Al contrario, insiste en sujetarse al efecto placebo de una panacea “de mercado” inequívocamente fraudulenta.
En una encuesta informal aplicada a jóvenes de la comunidad universitaria, descubrimos que el grueso de las opiniones respecto al MEIF eran negativas. Entre las múltiples censuras al sistema, figuran insistentemente las siguientes: 1) No hay forma de establecer vínculos íntimos con los compañeros, ya que los grupos cambian cada semestre, propiciando el aislamiento del alumno; 2) La vinculación del mercado y la educación, que se aceleró con la implementación del MEIF y la distribución del plan de estudios en áreas acotadas de formación, ha establecido límites al desarrollo cognitivo del educando (ofrece herramientas técnicas sin valor ético); 3) La incorporación de materias como “Habilidades de pensamiento crítico y creativo” suplen la reflexión auténticamente crítica; 4) La oferta de materias, horarios y profesores es francamente limitada –prueba fehaciente de que la “flexibilidad” en este sistema no existe; 5) Los horarios quebrados, norma invariable en las diversas facultades, obligan al estudiante a permanecer todo el día en la instalaciones de la escuela, cual claustro de monjas, impidiendo así el desarrollo de actividades laborales y/o de esparcimiento; 6) No existe un calendario fijo para las materias seriadas, no pocas veces forzando al alumno a postergar la conclusión de sus estudios en un plazo razonable (4 años).
Cuando las consignas ideológicas no surten el efecto deseado, las instituciones frecuentemente se escudan en la sordera. Evitemos que la Universidad Veracruzana incurra en este error suicida. Que la máxima casa de estudios responda a las demandas de los alumnos y la comunidad veracruzana, y no a los “grandes retos del mundo globalizado”, idea casi metafísica si se observan los nulos beneficios efectivos.
¡Educandos de todas las facultades, uníos!
Anuncio marginal: Convoco a cinéfilos, diletantes y al público en general a asistir al 15º Tour de Cine Francés, cuya selección será proyectada en diversos recintos de la ciudad. Apúntese. Y aléjese de los residuos hollywoodenses.
Los inconvenientes de este sistema están a la vista de todos, y las inconsistencias de las hipotéticas bondades están al alcance de cualquier inteligencia, incluso deficitaria, con todo y la virulenta tentativa oficial de dotarles con una racionalidad inmanente.
Sabedores de la intolerancia institucional (e institucionalizada), a propósito de la crítica proveniente del sector estudiantil (“insolencia de una juventud extraviada”), habremos de arrancar el presente testimonio recordándole a la alta burocracia universitaria y al profesorado senil que, como acertadamente observa Ryszard Kapuscinski, “los jóvenes siempre tiene la razón”.
En el mundo real, sensible y empírico, aquel que empecinadamente ocultan los pomposos discursos oficiales (u oficiosos), la vida universitaria (que nada tiene de universal) arrastra una serie de vicios y trastornos cuya incorregible inercia enciende los focos rojos. Tristemente, la Universidad Veracruzana no es ajena a la miope orientación que prescribe “el mundo globalizado”. Al contrario, insiste en sujetarse al efecto placebo de una panacea “de mercado” inequívocamente fraudulenta.
En una encuesta informal aplicada a jóvenes de la comunidad universitaria, descubrimos que el grueso de las opiniones respecto al MEIF eran negativas. Entre las múltiples censuras al sistema, figuran insistentemente las siguientes: 1) No hay forma de establecer vínculos íntimos con los compañeros, ya que los grupos cambian cada semestre, propiciando el aislamiento del alumno; 2) La vinculación del mercado y la educación, que se aceleró con la implementación del MEIF y la distribución del plan de estudios en áreas acotadas de formación, ha establecido límites al desarrollo cognitivo del educando (ofrece herramientas técnicas sin valor ético); 3) La incorporación de materias como “Habilidades de pensamiento crítico y creativo” suplen la reflexión auténticamente crítica; 4) La oferta de materias, horarios y profesores es francamente limitada –prueba fehaciente de que la “flexibilidad” en este sistema no existe; 5) Los horarios quebrados, norma invariable en las diversas facultades, obligan al estudiante a permanecer todo el día en la instalaciones de la escuela, cual claustro de monjas, impidiendo así el desarrollo de actividades laborales y/o de esparcimiento; 6) No existe un calendario fijo para las materias seriadas, no pocas veces forzando al alumno a postergar la conclusión de sus estudios en un plazo razonable (4 años).
Cuando las consignas ideológicas no surten el efecto deseado, las instituciones frecuentemente se escudan en la sordera. Evitemos que la Universidad Veracruzana incurra en este error suicida. Que la máxima casa de estudios responda a las demandas de los alumnos y la comunidad veracruzana, y no a los “grandes retos del mundo globalizado”, idea casi metafísica si se observan los nulos beneficios efectivos.
¡Educandos de todas las facultades, uníos!
Anuncio marginal: Convoco a cinéfilos, diletantes y al público en general a asistir al 15º Tour de Cine Francés, cuya selección será proyectada en diversos recintos de la ciudad. Apúntese. Y aléjese de los residuos hollywoodenses.
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