En días pasados un diputado local anunció llevaría al Congreso del Estado las inconformidades que la “sociedad universitaria” ha planteado frente al famoso Modelo Educativo Integral Flexible (MEIF) implementado en los últimos años en la Universidad Veracruzana. Solicitará, según dijo, una reunión con autoridades de la UV de manera previa a una eventual comparecencia de las mismas ante la Comisión de Educación del Congreso local.
Sobra decir que, como estudiantes, poco o nada podemos esperar se resuelva de la problemática de la UV desde el gobierno estatal. Diputado y rector quizá jamás se vean las caras, sin embargo, las declaraciones del legislador (más allá de la intención de las mismas) sirven para poner sobre la mesa un tema en verdad importante y que ha pasado desapercibido, en gran medida porque nosotros como estudiantes así lo hemos permitido.
Breve introducción al MEIF: la Universidad Veracruzana viene incorporando de forma gradual dicho modelo a los programas de estudios de sus diferentes facultades desde el año 2000, bajo el supuesto de promover una educación bajo algunos principios fundamentales: integrar en el proceso de aprendizaje tanto saberes teóricos como habilidades técnicas y actitudes para una formación basada en competencias, y hacerlo de manera flexible en tiempos, espacios y contenidos.
Si analizamos la situación en la manera en que nos afecta más directamente, la Universidad Veracruzana carece de los recursos suficientes para hacer funcional el modelo educativo impuesto: por las razones que sea (falta de presupuesto, sindicatos anquilosados, simple y sencilla estupidez a la hora de realizar los ajustes necesarios) el MEIF se convierte en el peor enemigo del estudiante: horarios que se extienden por espacio de 12 horas con periodos muertos entre clases, materias que no se ofrecen, grupos sin maestros por meses, semestres enteros con una sola materia, y un largo etcétera. El modelo que se supone es flexible se convierte en el principal impedimento para concluir los estudios universitarios en un tiempo razonable.
La “modernización” de la educación no se ha limitado a la educación superior. Desde la educación básica se han ido suprimiendo materias que antes eran fundamentales, en aras de colocar otras con un enfoque más técnico. El conocimiento humanístico y social se ha hecho a un lado para dar paso al conocimiento técnico y de aplicación inmediata. Es cierto, las necesidades de un mundo globalizado son diferentes y se necesitan un cierto tipo de conocimientos que antes no se requerían, más esto no quiere decir que las escuelas (especialmente cuando hablamos de educación pública) se conviertan en centros especializados de producción de mano de obra.
La universidad no es la excepción: en todo el mundo la tendencia es producir individuos con mayor grado de especialización y menor grado de interacción social, siendo este uno de los grandes logros del modelo: la interacción entre alumnos se limita a coincidir por espacio de una hora en un salón de clases, antes de tener que correr a otro espacio. Si es a otra facultad al otro lado de la ciudad, mejor. En este sentido el modelo ha resultado exitoso: no ha enfrentado oposición real por parte de un estudiantado completamente desvinculado, aún cuando la mayor parte del mismo ha sido afectado por el sistema. Tras tres años estudiando en la UV, sigo esperando el día en el que algún alumno me hable a favor del MEIF. Sin embargo la respuesta ante el mismo se limita a las quejas de cada uno de nosotros al inicio de cada semestre, para después seguir bajo la misma dinámica.
La publicación de este artículo coincidirá con un aniversario más de la matanza de Tlatelolco. 43 años después la llamada “sociedad universitaria” se encuentra más desarticulada que nunca. Hablar de “comunidad” universitaria no es más que evocar un término que no tiene significación alguna en el contexto actual. A casi medio siglo de mencionados acontecimientos, la organización estudiantil ha retrocedido años luz. Cuatro décadas después del movimiento de 1968, es igualmente necesario darse cuenta que los problemas del estudiantado no los va a resolver absolutamente nadie, si el estudiante no toma conciencia de su papel dentro de la sociedad, una conciencia crítica por naturaleza, y hace uso de ella para politizar (en el mejor sentido de la palabra) los temas que directamente le conciernen.
Sobra decir que, como estudiantes, poco o nada podemos esperar se resuelva de la problemática de la UV desde el gobierno estatal. Diputado y rector quizá jamás se vean las caras, sin embargo, las declaraciones del legislador (más allá de la intención de las mismas) sirven para poner sobre la mesa un tema en verdad importante y que ha pasado desapercibido, en gran medida porque nosotros como estudiantes así lo hemos permitido.
Breve introducción al MEIF: la Universidad Veracruzana viene incorporando de forma gradual dicho modelo a los programas de estudios de sus diferentes facultades desde el año 2000, bajo el supuesto de promover una educación bajo algunos principios fundamentales: integrar en el proceso de aprendizaje tanto saberes teóricos como habilidades técnicas y actitudes para una formación basada en competencias, y hacerlo de manera flexible en tiempos, espacios y contenidos.
Si analizamos la situación en la manera en que nos afecta más directamente, la Universidad Veracruzana carece de los recursos suficientes para hacer funcional el modelo educativo impuesto: por las razones que sea (falta de presupuesto, sindicatos anquilosados, simple y sencilla estupidez a la hora de realizar los ajustes necesarios) el MEIF se convierte en el peor enemigo del estudiante: horarios que se extienden por espacio de 12 horas con periodos muertos entre clases, materias que no se ofrecen, grupos sin maestros por meses, semestres enteros con una sola materia, y un largo etcétera. El modelo que se supone es flexible se convierte en el principal impedimento para concluir los estudios universitarios en un tiempo razonable.
La “modernización” de la educación no se ha limitado a la educación superior. Desde la educación básica se han ido suprimiendo materias que antes eran fundamentales, en aras de colocar otras con un enfoque más técnico. El conocimiento humanístico y social se ha hecho a un lado para dar paso al conocimiento técnico y de aplicación inmediata. Es cierto, las necesidades de un mundo globalizado son diferentes y se necesitan un cierto tipo de conocimientos que antes no se requerían, más esto no quiere decir que las escuelas (especialmente cuando hablamos de educación pública) se conviertan en centros especializados de producción de mano de obra.
La universidad no es la excepción: en todo el mundo la tendencia es producir individuos con mayor grado de especialización y menor grado de interacción social, siendo este uno de los grandes logros del modelo: la interacción entre alumnos se limita a coincidir por espacio de una hora en un salón de clases, antes de tener que correr a otro espacio. Si es a otra facultad al otro lado de la ciudad, mejor. En este sentido el modelo ha resultado exitoso: no ha enfrentado oposición real por parte de un estudiantado completamente desvinculado, aún cuando la mayor parte del mismo ha sido afectado por el sistema. Tras tres años estudiando en la UV, sigo esperando el día en el que algún alumno me hable a favor del MEIF. Sin embargo la respuesta ante el mismo se limita a las quejas de cada uno de nosotros al inicio de cada semestre, para después seguir bajo la misma dinámica.
La publicación de este artículo coincidirá con un aniversario más de la matanza de Tlatelolco. 43 años después la llamada “sociedad universitaria” se encuentra más desarticulada que nunca. Hablar de “comunidad” universitaria no es más que evocar un término que no tiene significación alguna en el contexto actual. A casi medio siglo de mencionados acontecimientos, la organización estudiantil ha retrocedido años luz. Cuatro décadas después del movimiento de 1968, es igualmente necesario darse cuenta que los problemas del estudiantado no los va a resolver absolutamente nadie, si el estudiante no toma conciencia de su papel dentro de la sociedad, una conciencia crítica por naturaleza, y hace uso de ella para politizar (en el mejor sentido de la palabra) los temas que directamente le conciernen.
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