Lejos han quedado aquellas consignas que predicaban –en el tiempo-espacio correspondiente a la Revolución mundial del 68– el afecto al prójimo, la confraternidad. Es innegable que las banderas de aquel gran movimiento sociocultural estuvieron inspiradas en las secuelas del romanticismo decimonónico y el brío utopístico de la época. La música, la literatura, y las artes en su conjunto, dan testimonio de lo que aquellas generaciones vivieron, imaginaron, preconizaron. Los gobiernos a escala planetaria bien pudieron haber desaparecido forzadamente a muchos de los elementos constituyentes de la época (léase, jóvenes con la “cartera vacía… [pero] con el bolsillo lleno de sueños”). Empero, no pudieron –ni podrán nunca– borrar su recuerdo (“Su ejemplo vive; sus ideas perduran”).
Y en esta tesitura (favor de restarle importancia al tono irremediablemente melodramático de las palabras introductorias), y acaso atendiendo a la recomendación que hiciera Ryszard Kapuscinski (periodista polaco) a los jóvenes, de auxiliarse en el periodismo como herramienta para retratar la época, dediquemos un momento, acaso tímido y doloroso, para narrarle a las generaciones venideras el espectro de nuestra época. (Esperemos que aún exista el universo humano para cuando este modesto documento cobre valor).
Les cuento, niños y niñas, viejos jóvenes y jóvenes viejos, que en el sombrío lapso histórico que le tocó vivir –involuntariamente– a un servidor, los gobiernos del mundo acordaron emprender una cruzada mundial en contra de los desposeídos, los “sin nombre”, los seres humanos que en los cálculos estadísticos se reducen a cifras marginales; cruzada cuyo extenso nombre retrata nítidamente la prosa lírica y la sintaxis altamente imaginativa de la época, a saber: combate al narco-terrorismo-satanismo-eje del mal transnacional. Así se explica que el discurso oficial separe alevosamente el síntoma, es decir, el “crimen transnacional”, de su fondo empírico, temporal, social, es decir, la marginación lacerante.
En el presente (tiempo pasado, para el futuro lector), se condena con feroz vehemencia el fracaso; nunca la injusticia. Por eso gobiernos fraudulentos usan todo el poder y arsenal que tienen a disposición para promover su imagen triunfadora a expensas de poblaciones indefensas. En México este capítulo, recibe el nombre de “lucha anti-narco”. En Estados Unidos se conoce como “Operativo Gerónimo”, cuyo objetivo era la cabeza de un líder musulmán, otrora íntimo socio de un predicador cristiano del Bien. Nótese que en una coyuntura de estas características, ha sido necesario reavivar el maniqueo discursivo del bien y el mal. Así, los ‘buenos’ asesinan a los ‘malos’ gozando de irrestricta impunidad.
Para legitimar ideológicamente este perpetuo estado de guerra, la vieja consigna All you need is love, ha sido remplazada por All you need is war, war… war is all you need.
En esta funesta época que amargamente describo, la matriz de la Santa Sede Transnacional S.A. de C.V., esto es, el Vaticano, asciende a condición de beato (dícese de la persona cuya santidad reconoce la Iglesia) a encubridores de correligionarios (en las múltiples connotaciones que deja entrever el término) acusados de cometer abusos sexuales (“¿Quién es el que anda ahí? Es Maciel, es Maciel”).
En la actual era, la boda entre un príncipe y una aspirante a princesa (sí, leyó bien lector, príncipe y princesa) captura la atención del público a escala mundial, mientras los crímenes de lesa humanidad permanecen en las notas marginales de los diarios.
Seguramente ha de imaginar, lector futuro-tentativo, que me he referido a un periodo histórico correspondiente al Medioevo. Pero no… He aquí el fatídico registro del espectro del naciente siglo XXI.
Y en esta tesitura (favor de restarle importancia al tono irremediablemente melodramático de las palabras introductorias), y acaso atendiendo a la recomendación que hiciera Ryszard Kapuscinski (periodista polaco) a los jóvenes, de auxiliarse en el periodismo como herramienta para retratar la época, dediquemos un momento, acaso tímido y doloroso, para narrarle a las generaciones venideras el espectro de nuestra época. (Esperemos que aún exista el universo humano para cuando este modesto documento cobre valor).
Les cuento, niños y niñas, viejos jóvenes y jóvenes viejos, que en el sombrío lapso histórico que le tocó vivir –involuntariamente– a un servidor, los gobiernos del mundo acordaron emprender una cruzada mundial en contra de los desposeídos, los “sin nombre”, los seres humanos que en los cálculos estadísticos se reducen a cifras marginales; cruzada cuyo extenso nombre retrata nítidamente la prosa lírica y la sintaxis altamente imaginativa de la época, a saber: combate al narco-terrorismo-satanismo-eje del mal transnacional. Así se explica que el discurso oficial separe alevosamente el síntoma, es decir, el “crimen transnacional”, de su fondo empírico, temporal, social, es decir, la marginación lacerante.
En el presente (tiempo pasado, para el futuro lector), se condena con feroz vehemencia el fracaso; nunca la injusticia. Por eso gobiernos fraudulentos usan todo el poder y arsenal que tienen a disposición para promover su imagen triunfadora a expensas de poblaciones indefensas. En México este capítulo, recibe el nombre de “lucha anti-narco”. En Estados Unidos se conoce como “Operativo Gerónimo”, cuyo objetivo era la cabeza de un líder musulmán, otrora íntimo socio de un predicador cristiano del Bien. Nótese que en una coyuntura de estas características, ha sido necesario reavivar el maniqueo discursivo del bien y el mal. Así, los ‘buenos’ asesinan a los ‘malos’ gozando de irrestricta impunidad.
Para legitimar ideológicamente este perpetuo estado de guerra, la vieja consigna All you need is love, ha sido remplazada por All you need is war, war… war is all you need.
En esta funesta época que amargamente describo, la matriz de la Santa Sede Transnacional S.A. de C.V., esto es, el Vaticano, asciende a condición de beato (dícese de la persona cuya santidad reconoce la Iglesia) a encubridores de correligionarios (en las múltiples connotaciones que deja entrever el término) acusados de cometer abusos sexuales (“¿Quién es el que anda ahí? Es Maciel, es Maciel”).
En la actual era, la boda entre un príncipe y una aspirante a princesa (sí, leyó bien lector, príncipe y princesa) captura la atención del público a escala mundial, mientras los crímenes de lesa humanidad permanecen en las notas marginales de los diarios.
Seguramente ha de imaginar, lector futuro-tentativo, que me he referido a un periodo histórico correspondiente al Medioevo. Pero no… He aquí el fatídico registro del espectro del naciente siglo XXI.
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