La declaración del cónsul cubano en Veracruz acerca sacando a la luz la indiferencia por parte del gobierno de Fidel Herrera para la oferta hecha por el gobierno cubano para acabar con el analfabetismo en el estado no es sino la punta del iceberg de la herencia del gobierno del estado anterior. Y digo esto porque más allá de que el problema del analfabetismo sea una vergüenza para un estado pionero en la educación no es precisamente lo más destacado de los saldos del sexenio que acabó el año pasado.
Para nadie es un secreto que la deuda pública en el estado representa un problema que tendrá influencia en la vida de las y los veracruzanos por las siguientes tres décadas, cuando menos. Al igual que buena parte de la población que dedica un monto importante de sus ingresos para pagar deudas bancarias y privadas, el estado de Veracruz tendrá que reducir su gasto para hacer frente a la enorme deuda que nos heredó el gobierno de la fidelidad. No es casual que el gobierno entrante declare que el control del gasto público será estricto, que no se harán obras de relumbrón (¿que habrán querido decir? Que ésa fue la constante de la administración anterior) que no se cubrirán plazas vacantes, etcétera.
Además se han detenido a varios presidentes municipales salientes -típica maniobra publicitaria de principios de sexenio para demostrar que la administración de Duarte va en serio contra la corrupción- pero de municipios pobrísimos, evitando así dirigir las miradas a personajes como David Velasco Chedraui que, por el momento, quedará en la historia de la capital veracruzana como un presidente municipal para el olvido.
Otra cuestión que nos dejó el gobierno de la fidelidad fue el aumento de la subordinación de los organismos autónomos como el IEV, ORFIS y la Comisión Estatal de los Derechos Humanos frente al poder ejecutivo estatal lo que acabó con las esperanzas de muchos ciudadanos para fortalecer los derechos civiles y políticos de los gobernados. Incluso el Congreso del Estado quedó como invitado de papel al ejercicio de gobierno, convirtiéndose en caja de resonancia del gobernador en turno. Alguien dirá, y con razón, que el Legislativo ha estado tradicionalmente subordinado al Ejecutivo y que básicamente cumple las funciones de agencia de promoción de carreras políticas y negocios privados. Sin embargo debilitar aun más el equilibrio de poderes no puede dejar de preocuparnos como ciudadanos pues nos deja a merced de los caprichos del poder.
Finalmente está la cuestión de la seguridad pública. La intervención de las fuerzas armadas continua al alza en el estado pero fue el gobierno anterior el que, poco después de la llegada de Calderón a Los Pinos, definió una política de seguridad pública concentrada en abdicar de su obligación constitucional y que hoy se ve reforzada por los guiños y apapachos que el gobernador tiene para la Armada de México.
Así las cosas una se pregunta cuáles serán las características de la presente administración en Veracruz y la verdad cuesta trabajo no pensar en una sola cosa: más de lo mismo pero en peores condiciones económicas, políticas y sociales. Dicen por ahí que por la manera en que una persona agarra el taco sabemos cuántos se va a comer. No hace falta que pasen los famosos cien días de gobierno para saber cómo serán las cosas en los próximos años. ¿Y el beneficio de la duda? Bien, gracias.
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