Las piezas del sistema mundo siguen moviéndose, rompiendo con el orden definido en la posguerra y el papel de policía mundial de los Estados Unidos. Las manifestaciones masivas en Marruecos y Egipto demuestran que los equilibrios impuestos para favorecer la política belicista de Israel y el dominio estadounidense en la región están rotos.
Las causas son múltiples pero la intervención del ejército yanqui en los países árabes, - particularmente Irak y Afganistán- ha fortalecido a la fracción radical del mundo musulmán que ha ido ganando espacios y derrumbando gobiernos impuestos para favorecer los intereses de los grandes centros económicos internacionales.
La intervención de los Estados Unidos en Medio Oriente y norte de África no es nueva. Desde el final de la segunda guerra mundial y de acuerdo con la división del mundo surgida en Yalta, han considerado a esas regiones como su espacio de influencia. Aliados con Israel han controlado con la fuerza de las armas una región vital para controlar el flujo del petróleo.
Por un tiempo las cosas fueron muy favorables para la presencia de Estados Unidos en la región. La expansión territorial de Israel es una prueba de ello pero también el control político ejercido en Egipto e Irán. Sin embargo, fue en este último país donde las cosas empezaron a salirse de su control, en los años setenta, con la caída del sha y el surgimiento de un estado fundamentalista. A partir de ése momento la decadencia del control estadounidense no ha dejado de crecer; las guerras en Kuwait y la invasión de Irak no la han detenido sino todo lo contrario.
Las manifestaciones en Marruecos pero sobre todo en Egipto pueden leerse como el fin de una era y el surgimiento de un nuevo orden político para la región, en el cual los Estados Unidos seguirán jugando un papel importante pero no precisamente dominante. La presencia de Israel, su fiel aliado, lo mantendrá involucrado pero el costo político y económico será cada vez mayor.
Las recientes declaraciones de Obama, a pesar de su ambigüedad (estamos a favor de la democracia pero Mubarak no es un dictador), dejan entrever una enorme preocupación por una radicalización del conflicto en Egipto pues el fundamentalismo musulmán está muy involucrado en las movilizaciones y los Estados Unidos quieren evitar a toda costa el surgimiento de un estado fundamentalista en un país clave para el control del norte de África pero también del medio oriente. Mientras tanto los cientos de muertos confirman la gravedad del conflicto y en caso de que caiga el gobierno de Mubarak los Estados Unidos no las tendrán todas consigo para imponer un sustituto ni mucho menos la fuerza para invadir en caso de que el nuevo gobierno no sea de su agrado. Los más preocupados son sin duda los israelitas. Ahora si que la otrora poderosa policía del mundo quiere pero no puede y el pueblo egipcio tiene la palabra.
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