martes, 15 de febrero de 2011

Demonios desatados

No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido. Ni se mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Muéveme tú…

- Soneto español de anónimo fraile


Dicen los poetas cantores: el verbo es más importante que el sustantivo. En las condiciones del país los nombres son imperativos: masacre, crimen, violencia, inseguridad, corrupción, secuestro por lo que debemos poner nuestras barbas a remojar: los Demonios están desatados. Sin ser pesimista de ellos hablaré:

I) Los de Tasmania son negros como carbón. Hocicos pequeños y dientes desgarradores triturando las carnes y huesos de sus presas, desgranando estridentes gritos en noche de poca luz: ágiles cazadores nocturnos porque no resisten dejar de comer. Con este instinto carnívoro se preservan. Cada 6 años mueren para que los nuevos se equipen con él y sigan cazando en Tasmania. (Pídote, lector, que esta conducta animal la relaciones con los aconteceres en este sexenio).

II) En 1047 Abel Alá Al Mauro, poeta árabe ciego, dijo: Los habitantes terrenales se dividen en dos: los que tiene cerebro pero sin religión, y los que teniéndola no tienen cerebro. Sin ser ateo siempre me ha interesado el fenómeno religioso como institución de poder ejercido en cuerpo y alma de creyentes. Simplemente sería mas cómodo creer en dios, y ya. Escojo la comodidad de ver los toros desde la barrera (y así fue mi comportamiento en mi Tlacotalpan que vive, alumbrado con todas las candelas de la Candelaria mía). Tal vez cause roña y comezón (soy chichicxtle) pero sigo: La Iglesia católica ha ofendido a los demás: en sus mundanos espacios históricos no ha servido para que los hombres se acerquen los unos a los otros, solo para distanciarlos, fraguando el infierno con su demonio tan cerca y la gloria tan lejos. (Cimentó terror en mi doctrina infantil: Diablo, Satán, “El Pingo”, pero cuando tuve en mis manos el “Fausto” del alemán Goethe, hice mío uno más factible: Mefistófeles). Y al leer la Biblia, libro obsoleto, no existe demonio con olor a azufre, cornudo y con tridente, engarrado y alas de dragón (todo esto me lo ofrecieron siendo niño). Y pregúntole a esta Iglesia dogmática: ¿Qué será del creyente si en su actuar no valora el bien del mal? Creo que la respuesta es indiferente ya que para ella la amenaza del infierno es más eficaz que el cielo prometido (dogma puro). En este ano el Papa Benedicto confirmó: Hay infierno y es eterno para pecadores o infieles, desatando al demonio para seguir creyendo.

En la vida el real fracaso es no intentar nada: tenemos Demonios Desatados. Y en este tobogán-girar no nos montemos a cabalgar. Acabemos con ellos para que la Patria no se nos deshaga entre las manos. Me repito: Pues, ¿en qué país vivimos con estos Desatados en todas las órdenes? ¿Quiénes son los responsables de seguir desencuevándolos para su oscuro ataque, no en Tasmania, sin en México, considerado como el cuarto país más inseguro? Como primaria acción, primero debemos aplacar nuestros demonios internos para seguir creyendo en México como la suave Patria de Ramón López Velarde, y después como deber patriótico para exterminarlos de raíz. Ahora o nunca: decidámoslo. La burbuja que sostiene nuestros sueños está a punto de reventar porque los niños y jóvenes están respirando esta violencia. Y si no paramos esta crisis de valores, ¿qué se nos espera?

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