Mientras escribo estas líneas me encuentro en absoluta tranquilidad. Tengo la certeza de que los señores y señoras legisladores, en ambas cámaras del Congreso de la Unión, se encuentran debatiendo punto por punto y esgrimiendo todos los argumentos que la razón permite, todo en búsqueda del bienestar de las mayorías, de la democracia y de la justicia social.
Si no hay mayores contratiempos el día de hoy estará aprobada ya la Ley de Ingresos de la Federación para el cabalístico 2010. Seguramente los diputados y senadores, conscientes de la difícil situación económica que atraviesa el país, han decidido ya aumentar los impuestos al valor agregado (IVA) y sobre la renta (ISR), así como a los depósitos en efectivo. Los impuestos a telecomunicaciones y al tabaco dependerán del fino, transparente y democrático trabajo de lobby que lleven a cabo las poderosas compañías involucradas en ambos negocios.
El PRI muy probablemente se abstuvo ya de votar a favor de un aumento al IVA, y decidió valientemente abstenerse de la votación, dejando que el dictamen fuera aprobado, digamos, por default.
Excelente manera de empezar el año en el que celebramos el centenario de la Revolución que llevo al poder al PRI y los 200 años del inicio de la lucha que nos consagró (supuestamente y en el papel al menos) como país independiente. Con más impuestos, menos trabajo, más deudas.
En fin, dentro de este contexto nuestro Presidente tuvo a bien emprender su más reciente cruzada: obligar a los empresarios a pagar los impuestos que les corresponde. O cuando menos se paso toda la semana hablando al respecto. Lástima que ninguna de sus declaraciones se sumaron a la nueva legislación: los que pagarán más impuestos son, como siempre, los que ya los pagan.
No se equivoca Calderón: la clase empresarial ha sido desde siempre la principal beneficiada por los gobiernos. No sólo de México, sino de gran parte del mundo cuerdo y racional en el que vivimos. Ha gozado siempre de enormes privilegios en materia fiscal, bajo el supuesto de que las fuentes de empleo y demás beneficios que la inversión privada conlleva (mismos que son cuestionables al mediano y largo plazo) compensan las exenciones de impuestos y demás regalitos.
Y mientras el Consejo Coordinador Empresarial y demás finas instituciones de la IP apoyan al Presidente cuando se trata de aumentar el IVA, de privatizar pensiones o de liquidar un sindicato con todo y compañía, en cuanto alguien amenaza sus utilidades, luego luego ponen el grito en el cielo.
Tranquilos, señores empresarios. Este es y seguirá siendo un gobierno de ustedes y para ustedes. Lo de la semana pasada tiene una infinidad de explicaciones: distraernos a todos mientras se aumentaban los impuestos, búsqueda de apoyo cuando la popularidad del Presidente del empleo y la seguridad esta por los suelos, etcétera.
Sin lugar a dudas, ustedes seguirán gozando de los privilegios que hasta ahora han tenido. Si la crisis empieza a afectar sus bolsillos, podrán recortar personal, o salarios, o ambos. El gobierno legislará para ustedes, gobernará para ustedes, juzgará para ustedes.
Desafortunadamente.
Si no hay mayores contratiempos el día de hoy estará aprobada ya la Ley de Ingresos de la Federación para el cabalístico 2010. Seguramente los diputados y senadores, conscientes de la difícil situación económica que atraviesa el país, han decidido ya aumentar los impuestos al valor agregado (IVA) y sobre la renta (ISR), así como a los depósitos en efectivo. Los impuestos a telecomunicaciones y al tabaco dependerán del fino, transparente y democrático trabajo de lobby que lleven a cabo las poderosas compañías involucradas en ambos negocios.
El PRI muy probablemente se abstuvo ya de votar a favor de un aumento al IVA, y decidió valientemente abstenerse de la votación, dejando que el dictamen fuera aprobado, digamos, por default.
Excelente manera de empezar el año en el que celebramos el centenario de la Revolución que llevo al poder al PRI y los 200 años del inicio de la lucha que nos consagró (supuestamente y en el papel al menos) como país independiente. Con más impuestos, menos trabajo, más deudas.
En fin, dentro de este contexto nuestro Presidente tuvo a bien emprender su más reciente cruzada: obligar a los empresarios a pagar los impuestos que les corresponde. O cuando menos se paso toda la semana hablando al respecto. Lástima que ninguna de sus declaraciones se sumaron a la nueva legislación: los que pagarán más impuestos son, como siempre, los que ya los pagan.
No se equivoca Calderón: la clase empresarial ha sido desde siempre la principal beneficiada por los gobiernos. No sólo de México, sino de gran parte del mundo cuerdo y racional en el que vivimos. Ha gozado siempre de enormes privilegios en materia fiscal, bajo el supuesto de que las fuentes de empleo y demás beneficios que la inversión privada conlleva (mismos que son cuestionables al mediano y largo plazo) compensan las exenciones de impuestos y demás regalitos.
Y mientras el Consejo Coordinador Empresarial y demás finas instituciones de la IP apoyan al Presidente cuando se trata de aumentar el IVA, de privatizar pensiones o de liquidar un sindicato con todo y compañía, en cuanto alguien amenaza sus utilidades, luego luego ponen el grito en el cielo.
Tranquilos, señores empresarios. Este es y seguirá siendo un gobierno de ustedes y para ustedes. Lo de la semana pasada tiene una infinidad de explicaciones: distraernos a todos mientras se aumentaban los impuestos, búsqueda de apoyo cuando la popularidad del Presidente del empleo y la seguridad esta por los suelos, etcétera.
Sin lugar a dudas, ustedes seguirán gozando de los privilegios que hasta ahora han tenido. Si la crisis empieza a afectar sus bolsillos, podrán recortar personal, o salarios, o ambos. El gobierno legislará para ustedes, gobernará para ustedes, juzgará para ustedes.
Desafortunadamente.
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