Las calamidades que han tenido que soportar las y los veracruzanos en los últimos días tener consecuencias en sus percepciones sobre el gobierno estatal y su capacidad para atender las necesidades de la ciudadanía. El fin del sexenio parece mostrar las debilidades de una administración que tuvo su auge en el 2007 pero que ahora no puede ocultar sus contradicciones internas gracias al huracán Karl.
Coincidentemente, en 2007 fue otro huracán el que, en plena campaña electoral, azotó a buena parte del norte del estado, favoreciendo el reparto de recursos públicos debido a la contingencia ambiental. Además, el resultado de las elecciones intermedias favoreció ampliamente al PRI por la alianza del gobernador con el recién llegado a Los Pinos, Felipe Calderón; la alianza impidió que el gobierno federal apoyara ampliamente a los candidatos de su partido en Veracruz. Por si fuera poco la abundancia del presupuesto estatal le daba amplios márgenes de maniobra – bursatilizaciones, recursos provenientes de la Federación, gasolinazos- sobre todo porque la crisis económica de 2008 no había estallado
Pero para 2010 el escenario es muy diferente. La alianza con el gobierno federal no tiene el vigor de antaño y los recursos federales no llegan con tanta facilidad. Por otro lado, el dinero de las bursatilizaciones parece haber desaparecido y hoy se rumora la falta de recursos incluso para pagar el gasto corriente de la burocracia estatal, no se diga el pago a proveedores y demás. Si a esto se agrega que la crisis económica que estalló hace ya casi dos años sigue dañando fuertemente las finanzas públicas y las privadas, sería difícil negar la enorme diferencia entre 2007 y 2010 en Veracruz.
El huracán Karl concentró la mirada ciudadana en las debilidades del gobierno del estado, que parece exhausto después de un sexenio con altas y bajas y permeado por la crisis económica. Ocurrió además en un momento en el que por el traspaso de poderes parece haber una mayor debilidad gubernamental debido a que todavía no termina uno, que poco a poco saca la mano, y el gobernador electo sigue siendo eso, electo, pues no tiene la manija de la puerta bien agarrada todavía. Me parece un anacronismo que siga habiendo tanto tiempo de por medio entre la elección y la toma de posesión. Las consecuencias están a la vista y hay confusión entre la ciudadanía, que en algunos blogs se preguntan dónde está Javier Duarte, quien por su parte no puede resolver la situación simplemente porque no ha tomado el poder ¡le faltan dos meses!
Si hace tres años algunos decían que hasta la madre naturaleza se había puesto de parte del gobernador, hoy se puede decir lo contrario. Se acabaron los buenos tiempos, parece decirnos Karl y vienen las vacas flacas. Habrá que decir que el problema de la debilidad de los gobiernos estatales no está determinado sólo por su enorme déficit, consecuencia de una sistema económico mundial que ha puesto de rodillas a regiones enteras del mundo para financiar las economías centrales; también influye mucho un factor cualitativo: la confianza de la ciudadanía en su gobierno. Para la ciudadanía la responsabilidad de cualquier calamidad es de su gobernante y cuando este se ve rebasado por contingencias ambientales la confianza en el poder público decrece, haciendo más difícil la tarea de gobernar… para el que viene.
Coincidentemente, en 2007 fue otro huracán el que, en plena campaña electoral, azotó a buena parte del norte del estado, favoreciendo el reparto de recursos públicos debido a la contingencia ambiental. Además, el resultado de las elecciones intermedias favoreció ampliamente al PRI por la alianza del gobernador con el recién llegado a Los Pinos, Felipe Calderón; la alianza impidió que el gobierno federal apoyara ampliamente a los candidatos de su partido en Veracruz. Por si fuera poco la abundancia del presupuesto estatal le daba amplios márgenes de maniobra – bursatilizaciones, recursos provenientes de la Federación, gasolinazos- sobre todo porque la crisis económica de 2008 no había estallado
Pero para 2010 el escenario es muy diferente. La alianza con el gobierno federal no tiene el vigor de antaño y los recursos federales no llegan con tanta facilidad. Por otro lado, el dinero de las bursatilizaciones parece haber desaparecido y hoy se rumora la falta de recursos incluso para pagar el gasto corriente de la burocracia estatal, no se diga el pago a proveedores y demás. Si a esto se agrega que la crisis económica que estalló hace ya casi dos años sigue dañando fuertemente las finanzas públicas y las privadas, sería difícil negar la enorme diferencia entre 2007 y 2010 en Veracruz.
El huracán Karl concentró la mirada ciudadana en las debilidades del gobierno del estado, que parece exhausto después de un sexenio con altas y bajas y permeado por la crisis económica. Ocurrió además en un momento en el que por el traspaso de poderes parece haber una mayor debilidad gubernamental debido a que todavía no termina uno, que poco a poco saca la mano, y el gobernador electo sigue siendo eso, electo, pues no tiene la manija de la puerta bien agarrada todavía. Me parece un anacronismo que siga habiendo tanto tiempo de por medio entre la elección y la toma de posesión. Las consecuencias están a la vista y hay confusión entre la ciudadanía, que en algunos blogs se preguntan dónde está Javier Duarte, quien por su parte no puede resolver la situación simplemente porque no ha tomado el poder ¡le faltan dos meses!
Si hace tres años algunos decían que hasta la madre naturaleza se había puesto de parte del gobernador, hoy se puede decir lo contrario. Se acabaron los buenos tiempos, parece decirnos Karl y vienen las vacas flacas. Habrá que decir que el problema de la debilidad de los gobiernos estatales no está determinado sólo por su enorme déficit, consecuencia de una sistema económico mundial que ha puesto de rodillas a regiones enteras del mundo para financiar las economías centrales; también influye mucho un factor cualitativo: la confianza de la ciudadanía en su gobierno. Para la ciudadanía la responsabilidad de cualquier calamidad es de su gobernante y cuando este se ve rebasado por contingencias ambientales la confianza en el poder público decrece, haciendo más difícil la tarea de gobernar… para el que viene.
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