(Primera parte)
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Mito #1: Sin capitalismo no hay trabajos; la riqueza y la prosperidad son corolarios de la inversión privada.
El criterio material toral del capitalismo es el aumento ininterrumpido de la tasa de ganancia. Hasta el economista más modesto sabe que este fin se consigue mediante la reducción de costos, especialmente, la mano de obra; lo que supone inexorablemente una pauperización del trabajo (disminución por decreto del salario real, abolición de prestaciones) y un aumento en la tasa de desocupación, a fin de conservar la nutrida disponibilidad de la mano de obra a precios módicos. Como se ve, la inversión particular privatiza los beneficios y socializa la privación e indigencia.
El criterio material toral del capitalismo es el aumento ininterrumpido de la tasa de ganancia. Hasta el economista más modesto sabe que este fin se consigue mediante la reducción de costos, especialmente, la mano de obra; lo que supone inexorablemente una pauperización del trabajo (disminución por decreto del salario real, abolición de prestaciones) y un aumento en la tasa de desocupación, a fin de conservar la nutrida disponibilidad de la mano de obra a precios módicos. Como se ve, la inversión particular privatiza los beneficios y socializa la privación e indigencia.
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La austeridad, como los méritos, sólo se les exige a los pobres. La decisión de implementar medidas de austeridad es naturalmente política, nunca neutral, y responde a la lógica de acumulación congénita al capital. Bien dicen en España: “No es crisis, es estafa”.
Mito #3: Las rebeliones juveniles son utópicas e idealistas.
Utopía e idealismo es pretender que el mundo se puede sostener a partir de los criterios materiales e inmateriales vigentes. Un mundo postcapitalista no es una utopía, es una condición sine qua non para la conservación de la vida, máxime en esta era de producción a gran escala de tecnología destructiva. Un sistema donde los márgenes agrupan al grueso de la población es un sistema que requiere, objetivamente, un cambio fundamental.
Utopía e idealismo es pretender que el mundo se puede sostener a partir de los criterios materiales e inmateriales vigentes. Un mundo postcapitalista no es una utopía, es una condición sine qua non para la conservación de la vida, máxime en esta era de producción a gran escala de tecnología destructiva. Un sistema donde los márgenes agrupan al grueso de la población es un sistema que requiere, objetivamente, un cambio fundamental.
Mito #4: La ‘guerra contra las drogas’ involucra una confrontación entre los gobiernos del mundo y el crimen organizado transnacional.
En Drugstore Cowboy (1989), película estadunidense dirigida por Gus Van Sant, el personaje que interpreta William S. Burroughs profetiza amargamente: “Los narcóticos han sido sistemáticamente satanizados y utilizados como chivos expiatorios. La idea de que cualquiera puede usar drogas y escapar un destino sombrío es el método de estos idiotas. Auguro que un futuro próximo la derecha va a utilizar la histeria de las drogas como pretexto para configurar un aparato policiaco internacional”.
En Drugstore Cowboy (1989), película estadunidense dirigida por Gus Van Sant, el personaje que interpreta William S. Burroughs profetiza amargamente: “Los narcóticos han sido sistemáticamente satanizados y utilizados como chivos expiatorios. La idea de que cualquiera puede usar drogas y escapar un destino sombrío es el método de estos idiotas. Auguro que un futuro próximo la derecha va a utilizar la histeria de las drogas como pretexto para configurar un aparato policiaco internacional”.
Mito #5: Cada pueblo tiene el gobierno que se merece.
Axioma pequeñoburgués conservador que ignora las intrincadas relaciones de poder. Más que un enunciado veraz, es una declaración inequívoca de frustración, impotencia y, a menudo, misantropía con tintes malinchistas o admiración oculta por la autoridad en turno.
Axioma pequeñoburgués conservador que ignora las intrincadas relaciones de poder. Más que un enunciado veraz, es una declaración inequívoca de frustración, impotencia y, a menudo, misantropía con tintes malinchistas o admiración oculta por la autoridad en turno.
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