(Primera parte)
Luego de navegar la cuota diaria de horas obligatorias en el ciberespacio, y recorrer los pantanosos fondeaderos de la comunicación digital (léase redes sociales, portales noticiosos etc.), (mal) hábito que penosamente desarrollé –no sin heroica resistencia– tras el estallido del movimiento cientotreintaydosino, forzado además por el alto costo de la exótica usanza de la tinta impresa, asaltóme un sentimiento oscilante de abatimiento, desconsuelo y amargura, con una extraña proximidad al encabronamiento simple y llano. Y es que –pese al extraordinario volumen de escritos inestimables que circulan en la web– la depravación opinomaniaca que campea en los foros de discusión es un signo apenas demostrativo de una ignorancia desenfrenada, un analfabetismo político que a nuestro juicio cabe denunciar, condenar enérgicamente, aunque no con mentadas de madre –si bien éstas también habrán de figurar– , más bien, con una contra argumentación que, sin conceder demasiada importancia a la incontinencia verborreica, arroje luz sobre la creciente emergencia de mitos, opiniones e ideas manipuladas que nublan la inteligencia del ciudadano común.
Mito #1: Sin capitalismo no hay trabajos; la riqueza y la prosperidad son corolarios de la inversión privada.
El criterio material toral del capitalismo es el aumento ininterrumpido de la tasa de ganancia. Hasta el economista más modesto sabe que este fin se consigue mediante la reducción de costos, especialmente, la mano de obra; lo que supone inexorablemente una pauperización del trabajo (disminución por decreto del salario real, abolición de prestaciones) y un aumento en la tasa de desocupación, a fin de conservar la nutrida disponibilidad de la mano de obra a precios módicos. Como se ve, la inversión particular privatiza los beneficios y socializa la privación e indigencia.
El criterio material toral del capitalismo es el aumento ininterrumpido de la tasa de ganancia. Hasta el economista más modesto sabe que este fin se consigue mediante la reducción de costos, especialmente, la mano de obra; lo que supone inexorablemente una pauperización del trabajo (disminución por decreto del salario real, abolición de prestaciones) y un aumento en la tasa de desocupación, a fin de conservar la nutrida disponibilidad de la mano de obra a precios módicos. Como se ve, la inversión particular privatiza los beneficios y socializa la privación e indigencia.
Mito #2: La crisis económica mundial precisa políticas de austeridad para recuperarse del “bache”.
La austeridad, como los méritos, sólo se les exige a los pobres. La decisión de implementar medidas de austeridad es naturalmente política, nunca neutral, y responde a la lógica de acumulación congénita al capital. Bien dicen en España: “No es crisis, es estafa”.
La austeridad, como los méritos, sólo se les exige a los pobres. La decisión de implementar medidas de austeridad es naturalmente política, nunca neutral, y responde a la lógica de acumulación congénita al capital. Bien dicen en España: “No es crisis, es estafa”.
Mito #3: Las rebeliones juveniles son utópicas e idealistas.
Utopía e idealismo es pretender que el mundo se puede sostener a partir de los criterios materiales e inmateriales vigentes. Un mundo postcapitalista no es una utopía, es una condición sine qua non para la conservación de la vida, máxime en esta era de producción a gran escala de tecnología destructiva. Un sistema donde los márgenes agrupan al grueso de la población es un sistema que requiere, objetivamente, un cambio fundamental.
Utopía e idealismo es pretender que el mundo se puede sostener a partir de los criterios materiales e inmateriales vigentes. Un mundo postcapitalista no es una utopía, es una condición sine qua non para la conservación de la vida, máxime en esta era de producción a gran escala de tecnología destructiva. Un sistema donde los márgenes agrupan al grueso de la población es un sistema que requiere, objetivamente, un cambio fundamental.
Mito #4: La ‘guerra contra las drogas’ involucra una confrontación entre los gobiernos del mundo y el crimen organizado transnacional.
En Drugstore Cowboy (1989), película estadunidense dirigida por Gus Van Sant, el personaje que interpreta William S. Burroughs profetiza amargamente: “Los narcóticos han sido sistemáticamente satanizados y utilizados como chivos expiatorios. La idea de que cualquiera puede usar drogas y escapar un destino sombrío es el método de estos idiotas. Auguro que un futuro próximo la derecha va a utilizar la histeria de las drogas como pretexto para configurar un aparato policiaco internacional”.
En Drugstore Cowboy (1989), película estadunidense dirigida por Gus Van Sant, el personaje que interpreta William S. Burroughs profetiza amargamente: “Los narcóticos han sido sistemáticamente satanizados y utilizados como chivos expiatorios. La idea de que cualquiera puede usar drogas y escapar un destino sombrío es el método de estos idiotas. Auguro que un futuro próximo la derecha va a utilizar la histeria de las drogas como pretexto para configurar un aparato policiaco internacional”.
Mito #5: Cada pueblo tiene el gobierno que se merece.
Axioma pequeñoburgués conservador que ignora las intrincadas relaciones de poder. Más que un enunciado veraz, es una declaración inequívoca de frustración, impotencia y, a menudo, misantropía con tintes malinchistas o admiración oculta por la autoridad en turno.
Axioma pequeñoburgués conservador que ignora las intrincadas relaciones de poder. Más que un enunciado veraz, es una declaración inequívoca de frustración, impotencia y, a menudo, misantropía con tintes malinchistas o admiración oculta por la autoridad en turno.
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