Sabiendo que nuestro valiente presidente se bate a capa y espada en contra de los cinco jinetes del Apocalipsis moderno (que hacen palidecer a los cuatro de la versión bíblica), me siento lo suficientemente seguro de que los males de este país están a punto de ser resueltos, y me tomo la libertad de escribir sobre problemas que para nada nos deberían preocupar.
Lo que sucede en el viejo continente, en la decadente Europa, seguramente no debería preocuparnos cuando hay un océano entre nosotros. El retroceso en los derechos laborales de los trabajadores españoles y griegos, junto a los significativos recortes en el gasto público en los demás países miembros de la Unión Europea es problema de ellos, ¿no?
Lo que pasa en Europa, para bien o para mal, no se va a quedar allí. Del mismo modo en que los efectos de la crisis financiera tuvieron repercusiones en la economía real del mundo entero, las “soluciones” a esta no serán exclusivas de la Unión Europea.
Dada la manía que tienen nuestros gobiernos de copiar todo lo que funcione (y lo que no también), sobre todo si viene desde Europa, considero es importante mantenernos al tanto no sólo de las decisiones que, seguramente pensando en el bienestar de sus mayorías tomen los gobiernos europeos, sino de las reacciones que la sociedad tenga ante las mismas.
He comentado ya en artículos anteriores las medidas impuestas por el gobierno griego a la población de dicho país. Durante esta semana España se sumo a la cruzada, anunciando recortes a las pensiones, disminución de salarios a empleados públicos y un recorte general al gasto social del gobierno español. Italia, Portugal e Irlanda no tardan en hacerlo. El nuevo gobierno elegido en Inglaterra, de corte conservador, seguramente restringirá el gasto social en el Reino Unido.
En nuestro país se empiezan a dar ya discretas señales de las mismas medidas. Desde febrero de este año, a los pensionados se les descuenta el ISR (medida por cierto, completamente anticonstitucional). Si bien la propuesta de reforma laboral se encuentra detenida, no dudemos que se pueda echar a andar en cualquier momento. Algo debemos aprender de las reacciones del pueblo griego si no queremos terminar pagando una deuda que no nos corresponde (de nueva cuenta).
Lo curioso del asunto es que las recetas que se aplican ahora en Europa, son las mismas que desde Washington se dictaban a los países latinoamericanos arrollados (perdón, en vías de desarrollo) en décadas anteriores. Ustedes juzgarán si han dado resultado (los índices de pobreza, de desempleo, de inseguridad hablan por sí mismos). Desde 1982 venimos pagando las bondades del sistema neoliberal. En pagar deudas se nos han ido los últimos 25 años. Nada de inversión a la educación, a la salud, a la vivienda. Y hacía allá se encamina Europa.
El problema es que los mercados financieros, aun cuando se encontraban hace un año al borde de la quiebra, siguen imponiendo sus leyes a países enteros, y por ende, dictando la forma de actuar de sus gobiernos.
A dos años de que explotara la crisis, ninguna medida ha sido impuesta en contra de las transacciones financieras que procuran ganancias millonarias instantáneas. En cambio, a quienes se ha obligado a pagar los desastres causados por la misma es a quienes menos culpa tienen, a los de siempre.
Lo que sucede en el viejo continente, en la decadente Europa, seguramente no debería preocuparnos cuando hay un océano entre nosotros. El retroceso en los derechos laborales de los trabajadores españoles y griegos, junto a los significativos recortes en el gasto público en los demás países miembros de la Unión Europea es problema de ellos, ¿no?
Lo que pasa en Europa, para bien o para mal, no se va a quedar allí. Del mismo modo en que los efectos de la crisis financiera tuvieron repercusiones en la economía real del mundo entero, las “soluciones” a esta no serán exclusivas de la Unión Europea.
Dada la manía que tienen nuestros gobiernos de copiar todo lo que funcione (y lo que no también), sobre todo si viene desde Europa, considero es importante mantenernos al tanto no sólo de las decisiones que, seguramente pensando en el bienestar de sus mayorías tomen los gobiernos europeos, sino de las reacciones que la sociedad tenga ante las mismas.
He comentado ya en artículos anteriores las medidas impuestas por el gobierno griego a la población de dicho país. Durante esta semana España se sumo a la cruzada, anunciando recortes a las pensiones, disminución de salarios a empleados públicos y un recorte general al gasto social del gobierno español. Italia, Portugal e Irlanda no tardan en hacerlo. El nuevo gobierno elegido en Inglaterra, de corte conservador, seguramente restringirá el gasto social en el Reino Unido.
En nuestro país se empiezan a dar ya discretas señales de las mismas medidas. Desde febrero de este año, a los pensionados se les descuenta el ISR (medida por cierto, completamente anticonstitucional). Si bien la propuesta de reforma laboral se encuentra detenida, no dudemos que se pueda echar a andar en cualquier momento. Algo debemos aprender de las reacciones del pueblo griego si no queremos terminar pagando una deuda que no nos corresponde (de nueva cuenta).
Lo curioso del asunto es que las recetas que se aplican ahora en Europa, son las mismas que desde Washington se dictaban a los países latinoamericanos arrollados (perdón, en vías de desarrollo) en décadas anteriores. Ustedes juzgarán si han dado resultado (los índices de pobreza, de desempleo, de inseguridad hablan por sí mismos). Desde 1982 venimos pagando las bondades del sistema neoliberal. En pagar deudas se nos han ido los últimos 25 años. Nada de inversión a la educación, a la salud, a la vivienda. Y hacía allá se encamina Europa.
El problema es que los mercados financieros, aun cuando se encontraban hace un año al borde de la quiebra, siguen imponiendo sus leyes a países enteros, y por ende, dictando la forma de actuar de sus gobiernos.
A dos años de que explotara la crisis, ninguna medida ha sido impuesta en contra de las transacciones financieras que procuran ganancias millonarias instantáneas. En cambio, a quienes se ha obligado a pagar los desastres causados por la misma es a quienes menos culpa tienen, a los de siempre.
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