¿En qué se parecen el primer ministro griego y el presidente español? Decir que ambos aceptaron severos recortes en el gasto social de su gobierno, redujeron de manera drástica las prestaciones de los trabajadores en sus respectivos países, y se prestaron a poner a sus países de rodillas ante el poderoso embate del capital, sería una respuesta apropiada.
Sin embargo, no es la que un servidor tiene en mente para este artículo. Una coincidencia que me parece importante señalar, sobre todo en estos democráticos y tan bicentenarios tiempos, es que ambos son prominentes miembros de partidos de izquierda en sus países.
Tanto el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), al que pertenece el presidente Zapatero, como el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK), cuyo líder es el premier griego Papandreou, se autodenominan partidos socialdemócratas. Esto quiere decir, al menos en teoría, que deberían preocuparse (y por ende, ocuparse) del bienestar de sus ciudadanos, de los derechos laborales de sus trabajadores, y demás cuestiones relativas a la seguridad social. Significa también que deberían preocuparse por regular la actividad financiera, castigar a quienes se benefician de hacer negocio con las deudas del país y, en condiciones económicas como las actuales, desarrollar las políticas públicas adecuadas para salir relativamente bien librados de la crisis.
Seguramente es por propuestas como las anteriores por las que fueron electos en su respectivo momento. Y sin embargo, durante los últimos meses ambos gobiernos han emprendido acciones completamente opuestas a las mencionadas. El gobierno español utilizó el 14% de su PIB para recuperar a la banca el año pasado, ante las amenazas de quiebra de la misma. Ahora es momento de recuperar ese déficit, y para pagarlo, el pueblo español dará la cara, voluntariamente a fuerzas. El caso griego es similar.
La socialdemocracia como tal ha sido incapaz de ponerle un alto a los abusos del sistema económico predominante. Su enfoque reformista se ha visto ampliamente superado por un capitalismo que requiere un sistema político y legal a modo para su funcionamiento.
El año pasado, la derecha conservadora y liberal se hizo con la mayoría en el Parlamento Europeo. En mayo pasado, después de 13 años de gobierno del Partido Laborista, el Partido Conservador inglés retomo el poder. En términos generales, la derecha ha ganado terreno alrededor del mundo, en gran medida por la incapacidad de los gobiernos socialdemócratas de satisfacer las demandas por las que fueron electos.
Los llamados estados de bienestar europeos fueron un buen sistema para disimular las desigualdades propias del capitalismo mientras este se encontraba en su etapa productiva. Sin embargo, una vez que la dinámica de los mercados financieros comienza a imponer sus reglas, nada han podido hacer los gobiernos de la izquierda partidista por detener los procesos de acumulación.
La socialdemocracia le ha hecho el juego al sistema. Le sirvió en su etapa expansionista. Ahora, comienza a desmantelar esos estados relativamente fuertes en beneficio del capital. No mas políticas sociales, no más gasto innecesario. Hay que recuperar lo que se perdió el año pasado.
Y en nuestro país nada es diferente: la “izquierda” se ha prestado para aplanar el terreno legal ante la entrada de las poderosas multinacionales y demás formas de capital internacional.
Y ahora, en tiempos electoreros, nos prometen de nueva cuenta buscar formas de justicia social que, en un primer lugar, no supieron mantener. Ni a cuál irle: al final todos los partidos trabajan para el mismo jefe, y no es precisamente el pueblo.
Sin embargo, no es la que un servidor tiene en mente para este artículo. Una coincidencia que me parece importante señalar, sobre todo en estos democráticos y tan bicentenarios tiempos, es que ambos son prominentes miembros de partidos de izquierda en sus países.
Tanto el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), al que pertenece el presidente Zapatero, como el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK), cuyo líder es el premier griego Papandreou, se autodenominan partidos socialdemócratas. Esto quiere decir, al menos en teoría, que deberían preocuparse (y por ende, ocuparse) del bienestar de sus ciudadanos, de los derechos laborales de sus trabajadores, y demás cuestiones relativas a la seguridad social. Significa también que deberían preocuparse por regular la actividad financiera, castigar a quienes se benefician de hacer negocio con las deudas del país y, en condiciones económicas como las actuales, desarrollar las políticas públicas adecuadas para salir relativamente bien librados de la crisis.
Seguramente es por propuestas como las anteriores por las que fueron electos en su respectivo momento. Y sin embargo, durante los últimos meses ambos gobiernos han emprendido acciones completamente opuestas a las mencionadas. El gobierno español utilizó el 14% de su PIB para recuperar a la banca el año pasado, ante las amenazas de quiebra de la misma. Ahora es momento de recuperar ese déficit, y para pagarlo, el pueblo español dará la cara, voluntariamente a fuerzas. El caso griego es similar.
La socialdemocracia como tal ha sido incapaz de ponerle un alto a los abusos del sistema económico predominante. Su enfoque reformista se ha visto ampliamente superado por un capitalismo que requiere un sistema político y legal a modo para su funcionamiento.
El año pasado, la derecha conservadora y liberal se hizo con la mayoría en el Parlamento Europeo. En mayo pasado, después de 13 años de gobierno del Partido Laborista, el Partido Conservador inglés retomo el poder. En términos generales, la derecha ha ganado terreno alrededor del mundo, en gran medida por la incapacidad de los gobiernos socialdemócratas de satisfacer las demandas por las que fueron electos.
Los llamados estados de bienestar europeos fueron un buen sistema para disimular las desigualdades propias del capitalismo mientras este se encontraba en su etapa productiva. Sin embargo, una vez que la dinámica de los mercados financieros comienza a imponer sus reglas, nada han podido hacer los gobiernos de la izquierda partidista por detener los procesos de acumulación.
La socialdemocracia le ha hecho el juego al sistema. Le sirvió en su etapa expansionista. Ahora, comienza a desmantelar esos estados relativamente fuertes en beneficio del capital. No mas políticas sociales, no más gasto innecesario. Hay que recuperar lo que se perdió el año pasado.
Y en nuestro país nada es diferente: la “izquierda” se ha prestado para aplanar el terreno legal ante la entrada de las poderosas multinacionales y demás formas de capital internacional.
Y ahora, en tiempos electoreros, nos prometen de nueva cuenta buscar formas de justicia social que, en un primer lugar, no supieron mantener. Ni a cuál irle: al final todos los partidos trabajan para el mismo jefe, y no es precisamente el pueblo.
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