La carencia de proyectos políticos reales, políticos en el más antiguo, extenso y estricto sentido de lo que puede significar el concepto “político” y que tiene que ver con los asuntos que atañen a todos los que integran una comunidad, manifiesta la vanguardia de lo que debe ser el político de moda. Por supuesto, conservando los rasgos clásicos que la tradición ha heredado en cuanto a manipulación y dominación.
El concepto de “Política” en la actualidad ha sido modificado de gran manera, no por un nuevo uso teórico que se haga de él, sino por la significación práctica y convencional que se ha construido alrededor, con base en la experiencia que se da en la práctica de este ejercicio de lo político.
Este nuevo significado sólo tiene que ver con una capacidad demagógica, hacia los bajos estratos sociales, y una habilidad impresionante de relacionarse con las altas esferas del poder. Es justo en estas esferas donde se lleva a cabo el ejercicio de lo político, pues sólo aquí hay dialogo y mediación. Pero este ejercicio no posee el estricto sentido antes mencionado, pues nada tiene que ver con Política, ya que nunca se atiende a intereses comunales, sino particulares.
Aquí es donde el Político se convierte en un esteta, pues el único beneficio que construye es el propio y el del patrón, adquiriendo imagen y prestigio, cualidades que le posibilitaran, aun más, el ascenso en su dificultoso camino hacia el “éxito”. El político es un esteta porque se dedica a crearse a sí mismo, a crear su imagen y beneficio.
Para muestra basta un botón, versa el dicho popular, y es que se me ocurre para ejemplificar esta mentalidad una penosa situación acontecida recientemente, en la cual el Regidor de un ayuntamiento de este estado, sorprendido alterando el orden público y en estado de ebriedad, gritaba: “yo soy la autoridad, a mi no me pueden cacalear “.
Habría que explicarle al señor que dentro de las normas que rigen el contrato social mediante el cual ha sido elegido para desempeñar su cargo, la autoridad no es algo que se “es” sino que se “representa”. Pero bueno, dijimos que los políticos son estetas, no estudiosos.
Lo relevante aquí es poder apreciar cual es el común proceder de estos señores que llegan a desempeñar algún cargo público. Algunos por supuesto, en su carácter estético, saben ser más finos y recatados y evitan esos bochornosos incidentes, no sin dejar su apasionado amor hacia sí mismos. “Comer mierda es de caballeros”, dice la sapientísima sentencia, perteneciente a la doctrina estética.
De tal manera, el político se ha convertida en un artista, un artista de su propia vida y de la imagen, porque la imagen es lo más importante. Tiene diseñadores a su cargo para ello, no sale a escena sin maquillaje, sobre todo si hay cámaras, ha ensayado perfectamente bien su sonrisa fotográfica, misma que se puede apreciar en los espectaculares, y domina con maestría el arte de la retórica (aunque Vicente Fox enseñó al gremio que no es necesaria).
Si los políticos van y vienen de un partido a otro, sobre todo en la víspera de tiempos electorales, no es nada que nos sorprenda. En estos tiempos nihilistas y coquetones, carentes de valores absolutos, qué tan condenable puede ser el fino arte de “chaquetear”. El político podrá fallar a las ideologías partidistas, si es que existe tal cosa, pero nunca intenta fallarse a sí mismo. Desde la estética de su creación, nuestros representantes públicos jamás han sido incongruentes.
jorgeazamudio@gmail.com
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