“Posiblemente la marca deportiva hispana más poderosa, la selección mexicana llena estadios de apasionados seguidores que proveen ganancias para quienes negocian con la selección. La popularidad del equipo mexicano continúa creciendo, y los partidos de exhibición que se juegan en los Estados Unidos llevan aproximadamente 50,000 personas por partido.”
El párrafo anterior se encuentra en la página de internet de la compañía norteamericana Soccer United Marketing (SUM). Debo ser honesto: esperaba encontrar algo como “llevando el fútbol a nuestros compatriotas en América”, pero la sinceridad, la cruda verdad de esas palabras me sorprendió.
Quedé sorprendido pues hasta este momento dudaba de la capacidad de ciertos agentes económicos de decir la verdad, más SUM me ha sacado de mi error: cuando se trata de admitir que todo el show se monta con el afán de obtener más y más y más dinero, para que más que la verdad.
El futbol mexicano se encuentra sin duda entre el top five de las ligas más poderosas del mundo en términos de movimiento económico. Lo deportivo es lo de menos. El contrato con la empresa estadounidense será renovado en no poco tiempo, pues los 19 millones de dólares que pagaron para manejar a la selección mexicana en suelo gringo solo compraban esos derechos hasta este año.
El miércoles pasado las cámaras mostraban un estadio lleno. 90 mil mexicanos, algunos pagando hasta 400 dólares por ver al Tri jugar un partido contra un equipo mediocre. Es imposible para mí el poder descifrar lo que siente cada una de estas personas al poder encontrarse con su selección de nuevo, sentirse por 90 minutos de vuelta en su país.
Y sin embargo, la televisión mostraba al mexicano con su sombrero, su jorongo y su cerveza, y los comentaristas se reían de él. Se burlaban de quienes, soportando inhumanas condiciones de trabajo, se han convertido en la principal fuente de riqueza para nuestro país.
El deporte no escapa a la sociedad que vivimos. Tiene siempre un trasfondo político y económico, por más que nos lo oculten o no lo queramos ver.
Las remesas constituyen cerca del 30% de los ingresos de divisas a México, más aún que los ingresos derivados de la venta del petróleo.
Las remesas que ingresan a nuestro país presentaban un crecimiento sostenido hasta 2007, año en el que la entrada de divisas a nuestro país empezó a decaer consecuencia de la pérdida de empleos en los Estados Unidos, sobretodo en la industria de la construcción y el sector manufacturero, ambos con gran presencia de mano de obra mexicana. Cerca del 40% de los mexicanos en suelo estadounidense se dedicaban a este tipo de trabajo, constituyendo un 30% del total de trabajadores en esta área.
Comparado con los 26 mil millones de dólares que entraron al país por este concepto en 2007, para 2009 la entrada fue de apenas 19 mil millones, y las perspectivas para 2010 no se ven mejores, aun cuando Calderón anuncia que las expectativas de crecimiento económico para este año se ubican cercanas al 5%. Tan solo en Veracruz, en gran parte por la menor cantidad de remesas recibidas, el número de habitantes en estado de pobreza ha rebasado ya los 5 millones (y apenas somos más de 7 en el estado).
Y no se trata de sentirnos mal por los pobres mexicanos que han tenido que cruzar la frontera en busca de mejores oportunidades: se trata de tomar conciencia de lo que significa para nuestro país la entrada de miles de millones de dólares que nosotros simplemente no podemos producir: si México está jodido (aunque no les guste) con más de 10 millones de connacionales en la economía más poderosa del mundo, imagínese usted si estuvieran aquí.
El párrafo anterior se encuentra en la página de internet de la compañía norteamericana Soccer United Marketing (SUM). Debo ser honesto: esperaba encontrar algo como “llevando el fútbol a nuestros compatriotas en América”, pero la sinceridad, la cruda verdad de esas palabras me sorprendió.
Quedé sorprendido pues hasta este momento dudaba de la capacidad de ciertos agentes económicos de decir la verdad, más SUM me ha sacado de mi error: cuando se trata de admitir que todo el show se monta con el afán de obtener más y más y más dinero, para que más que la verdad.
El futbol mexicano se encuentra sin duda entre el top five de las ligas más poderosas del mundo en términos de movimiento económico. Lo deportivo es lo de menos. El contrato con la empresa estadounidense será renovado en no poco tiempo, pues los 19 millones de dólares que pagaron para manejar a la selección mexicana en suelo gringo solo compraban esos derechos hasta este año.
El miércoles pasado las cámaras mostraban un estadio lleno. 90 mil mexicanos, algunos pagando hasta 400 dólares por ver al Tri jugar un partido contra un equipo mediocre. Es imposible para mí el poder descifrar lo que siente cada una de estas personas al poder encontrarse con su selección de nuevo, sentirse por 90 minutos de vuelta en su país.
Y sin embargo, la televisión mostraba al mexicano con su sombrero, su jorongo y su cerveza, y los comentaristas se reían de él. Se burlaban de quienes, soportando inhumanas condiciones de trabajo, se han convertido en la principal fuente de riqueza para nuestro país.
El deporte no escapa a la sociedad que vivimos. Tiene siempre un trasfondo político y económico, por más que nos lo oculten o no lo queramos ver.
Las remesas constituyen cerca del 30% de los ingresos de divisas a México, más aún que los ingresos derivados de la venta del petróleo.
Las remesas que ingresan a nuestro país presentaban un crecimiento sostenido hasta 2007, año en el que la entrada de divisas a nuestro país empezó a decaer consecuencia de la pérdida de empleos en los Estados Unidos, sobretodo en la industria de la construcción y el sector manufacturero, ambos con gran presencia de mano de obra mexicana. Cerca del 40% de los mexicanos en suelo estadounidense se dedicaban a este tipo de trabajo, constituyendo un 30% del total de trabajadores en esta área.
Comparado con los 26 mil millones de dólares que entraron al país por este concepto en 2007, para 2009 la entrada fue de apenas 19 mil millones, y las perspectivas para 2010 no se ven mejores, aun cuando Calderón anuncia que las expectativas de crecimiento económico para este año se ubican cercanas al 5%. Tan solo en Veracruz, en gran parte por la menor cantidad de remesas recibidas, el número de habitantes en estado de pobreza ha rebasado ya los 5 millones (y apenas somos más de 7 en el estado).
Y no se trata de sentirnos mal por los pobres mexicanos que han tenido que cruzar la frontera en busca de mejores oportunidades: se trata de tomar conciencia de lo que significa para nuestro país la entrada de miles de millones de dólares que nosotros simplemente no podemos producir: si México está jodido (aunque no les guste) con más de 10 millones de connacionales en la economía más poderosa del mundo, imagínese usted si estuvieran aquí.
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